Teoría del Humanismo.
Teoría del Humanismo*
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
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(14 dic 2009).
Justo en el mismo año en que Maquiavelo nace, será el año de nacimiento de un importante personaje en el desdoblamiento de la teoría del Humanismo: Erasmo de Rótterdam (1469-1536).
Hasta entonces, luego de ocho siglos si nos remontamos al Renacimiento Carolingio y a Eriugena, o por lo menos luego de tres siglos si sólo nos remitimos a Dante, el Humanismo, como una filosofía materialista y ateísta oculta en el panteísmo, había sido uno. Con Erasmo ocurrirá un fenómeno extraordinariamente interesante: el Humanismo se desdobla, se hace en dos grandes teorías, pero con ello, al mismo tiempo, deja de ser condenado, y el mismo clero cristiano lo hace suyo y se asimila a él.
Erasmo, con su Philosophía Christi, con la que trata de renovar el cristianismo adaptándolo a los nuevos tiempos; ya no del dogma, sino de la racionalidad; funda el llamado “Humanismo Cristiano”, que se va a distinguir del Humanismo materialista y ateísta clásico renacentista único hasta entonces, denominándose a éste, por exclusión: “Humanismo Literario” (o en ocasiones también “Humanismo Erudito”), ya que, lo que le caracterizaba dados los tiempos de censura que corrían, era precisamente la exposición de sus ideas a través de la obra literaria.
Con ello, Erasmo hace pasar a la historia toda una larga Era del pensamiento teísta absoluto en el que –decía Engels, <<la ciencia fue sólo sierva de la teología>>, o como luego encontramos la misma idea expuesta por Pablo González Casanova con sentido literario: época en la que <<Agar era sólo la sierva de Sara>>; pero, al mismo tiempo, Erasmo con su “Humanismo Cristiano” que por su propia definición religiosa conserva un pensamiento filosóficamente idealista metafísico y dogmático, atenua la radicalidad original científica, materialista y ateísta, de la filosofía humanista.
A Erasmo le siguió en esa línea de pensamiento de un Humanismo religioso, Melanchthon (1497-1560), el principal colaborador de Lutero (1483-1546), y dirigente del movimiento de la Reforma a la muerte de éste. Se formaron así, prácticamente a partir del siglo XVI, dos teorías del Humanismo: el Humanismo clásico renacentista, materialista, que evoluciona del panteísmo de los siglos IX-XVI, al deísmo de los siglos XVII-XVIII, y al franco ateísmo del siglo XIX que nace, paradójicamente, con el mismo Hegel, al ser éste el primero en atreverse a declarar, en la teoría de la estética, que el ser humano, al igual que Dios, es un ser creador; retomado por Marx y Engels, que, más aún, ven en ello al ser humano socialmente realizado, al ser humano real; siguiendo de ellos, así, a nuestros días; todo ello, fundamento de la ciencia moderna; conocido este Humanismo a partir de entonces como “Humanismo Literario” (lo que lo desdibuja y pretende despojarlo de su esencia); verdadero Humanismo puesto que es el que realmente reivindica la condición de la dignidad humana, haciendo del ser humano, el Ser Humano-Dios. Y el llamado “Humanismo Cristiano”, idealista metafísico, de vago y simulado panteísmo de real fondo teísta; fundamento del pensamiento religioso de la época de la Reforma a nuestros días; pero en esencia, falso “Humanismo”, hipócrita, que vuelve a poner al ser humano de rodillas ante el mito, humillado ante el ícono, tributario del ídolo; sumiso mediante el miedo frente a la imagen de un mundo sobrenatural; y que antes que reivindicar la dignidad humana, sólo piensa mezquinamente en la salvación de su alma, y más aún, no por sus propios méritos, sino por los “del otro”, es decir, por la redención de Cristo.
De tal modo, en tanto que el Humanismo clásico renacentista aporta los ideólogos burgueses con más entereza de espíritu, más osados y revolucionarios, que ante el oprobio humano no busca condolerse del pobre, sino erradicar la miseria; el “Humanismo” cristiano se desnaturaliza y se vuelve hipócrita misericordioso; anodinamente filantrópico. Éste no busca erradicar la pobreza, sino sólo ayudar al pobre a sobrellevar sus penas. Es el “humanismo” burgués de aquel que sale de misa a dar, con miseria de espíritu para salvar su conciencia, una migaja de limosna al pobre; a aquel que deshumanizado, despojado de toda dignidad y condición humana, es a su vez un miserable de espíritu que medra la limosna en los pórticos de las iglesias. Es, pues, el “humanismo” de los miserables de espíritu.
* Artículo (con el título en plural) originalmente publicado en el Blog: “Espacio Geográfico", Revista Electrónica de Geografía Teórica. http/espacio-geografico.over-blog.es/, México, 14 dic 09 (Blog dañado en forma de represión desde el Servidor, a mediados de 2014).