Reflexiones Político-Sociales; Marzo 2019. 1) Tres primeras semanas: un mes más.
Reflexiones Político-Sociales; Marzo 2019.
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
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1) Tres primeras semanas: un mes más.
En el ámbito internacional, siguen en la misma situación las regiones del Báltico y Crimea, y Venezuela, agudizándose en esta última el conflicto cada vez más hasta la confrontación verbal directa entre Rusia y Estados Unidos. En el ámbito nacional, de unos treinta hechos político-sociales registrados a nuestro interés, se destacan, agrupándolos, tres aspectos generalizados del lado de la burguesía reaccionaria conservadora (oposición), y otros tres del lado de la burguesía democrática progresista (gobierno). En el caso de esos hechos en la acción político-social de la burguesía democrática progresista, pueden resumirse en la decisión del establecimiento de un nuevo régimen, como del control político y desarrollo de la doctrina social que caracteriza el desarrollo (así sea bajo una guía utopista válida), de una doctrina social. Y en el caso de esos hechos en la acción político-social de la burguesía reaccionaria conservadora (oposición), pueden resumirse por su parte, en el hecho de fomentar la secular administración del caos y la descomposición social que se ha venido haciendo y aún, desestabilizadoramente, se fomenta más a través de los medios de comunicación entre otras formas; así como del control económico y político-ideológico, que los lleva a la decisión de organizarse en el llamado “grupo de contrapeso” (que más que de “contrapeso” al gobierno, es salirle al paso a más de treinta millones de ciudadanos que lo legitiman), con las características principales de un control ideológico burgués conservador.
Hay en todo ello, necesariamente, un choque entre dos facciones burguesas (obviamente, ambas de derecha), en donde una, la facción democrática burguesa progresista (gobierno), cuenta con el apoyo de las masas populares, y con la clara decisión en unos casos y confusa en otros, impulsa un programa de bienestar social ampliamente entendido en la pensión a los mayores de 68 años y el apoyo a jóvenes estudiantes y emprendedores; pero muy cuestionado y no entendido en el caso de los Refugios y Estancias Infantiles, como consecuencia de no asumir una socialización decidida en la responsabilidad completa del Estado. Es aquí precisamente en donde se va haciendo la diferencia entre una política de interés social socialista (del socialismo comunista), y una política de interés social “populista”; término que por la “Campaña Sucia” y su ambigüedad propia, tenemos que sustituirlo por el de política de interés social “popular de reforma progresista” (de socialismo utopista). Pero, a su vez, simultáneamente, ha destacado en la derecha conservadora, el muy pronto haber reaccionado organizando el llamado “grupo de contrapeso” con un reaccionario como Agustín Basave y una anticomunista como Jorge Castañeda, entre otros; en lo que, por parte del gobierno, se ha denunciado la conspiración de la “Campaña Sucia” para impedir el triunfo de AMLO, encabezada por otro reaccionario anticomunista como Enrique Krauze, y miembros de la alta burguesía como Agustín Coppel, entre otros.
Está puesto aquí el escenario que a no mucho, se desenvolverá como en Argentina, como en Brasil, como en Ecuador, como en Nicaragua, y como en Venezuela. No por el “populismo”, “ADN de nuestro continente”, en función de que éste, de la manera más moderada y reformista, trata de no perturbar demasiado al conservadurismo, buscando hacer avanzar los necesarios cambios sociales de los pueblos de América Latina antes de que ello la haga estallar; sino por la intolerancia del conservadurismo mismo y su extrema negación al cambio, por eso que Pablo González Casanova caracterizaba ya desde hace algunos años atrás a las sociedades latinoamericanas: el misoneísmo, la negación a lo nuevo por no más que prejuicios y temores de un conservadurismo ignorante que mezquinamente protege sus migajas de privilegios.
Ese conflicto determinado por la ley histórico social de la lucha de clases, es inevitable; y, entendiendo la crítica obligada de la oposición como antes fue a la inversa, basta ver la provocación irresponsable de los dirigentes del “PANucho mocho”, lanzando una “alerta internacional” (llamando veladamente con ello a la intervención del imperio), para -según ellos- detener a AMLO en su “intentona reeleccionista”. Lo que el proletariado y el movimiento popular deben ir entendiendo, es el necesario proyecto de una reorganización social, que vaya más allá de las limitaciones, de las contradicciones e insuficiencias, de la socialización del socialismo utópico del régimen popular de reforma progresista, hacia un proceso de socialización socialista más completo y decidido en el control del Estado en una economía planificada, y ciertamente la necesaria dictadura del proletariado para contener esa reacción conservadora capaz de comprar consciencias y armar pandillas de saboteadores. Ciertamente, para lo que se necesita erradicar toda corrupción, “gen maligno en ese mismo ADN”, particularmente en México.
Lo que subyace en ese escenario de lucha entre facciones burguesas, es una poderosa lucha ideológica: entre la administración del caos y la pobreza en interés del capital y las políticas imperialistas de mantener a América Latina en el subdesarrollo; y los impulsos por un orden y reorganización de bienestar social en interés de la sociedad; y de ahí la necesidad de teorizar ese proceso, tanto más, cuanto un modelo económico neoliberal se pretende erradicado, y resulta que no hay, de antemano, un nuevo modelo alternativo propuesto. En otras palabras, de lo que se trata es, ideológicamente, de empezar a teorizar sobre el establecimiento de una sociedad socialista en México, como necesaria solución alternativa a la descomunal crisis económica social en marcha, causa de las feroces pretensiones retrógradas y oscurantistas del conservadurismo que se atrinchera para enfrentar esa crisis.
El régimen popular de reforma progresista, en una diferencia completa con el socialismo científico, no se caracteriza por ser resultado de un programa ideológico; en él, su líder carismático es el programa ideológico; impredecible, oscilante, donde sin él, se es nada. De ahí la sensación de “vuelta a atrás” al proteccionismo y estatismo como algo seguro de qué asirse; pero, a la vez, sin ser del todo ese regreso porque el sistema capitalista no lo puede hacer, lo que queda es un estado de incertidumbre, y de ahí que el problema esencial para que una transformación social sea, así lo sea en una moderada reforma progresista como paso necesario en la “Cuarta Transformación”, es esencial el disponer de una fuerte ideología por la cual se mueva todo; y en el caso de régimen popular de reforma progresista, ello se ha reducido, hasta aquí, en la confianza ciega en el líder. Paradójicamente, en ese control omnímodo del líder está al mismo tiempo la fuerza, tanto como la debilidad o vulnerabilidad del nuevo orden de cosas; siendo una de las razones por las cuales una “Cuarta Transformación” con esencia reformista, se vuelve un proyecto eterno en el juego de lo socialmente deseable y necesario, pero política e ideológicamente irrealizable.
La “Cuarta Transformación”, no más que una nueva reforma política, social e ideológica (muy lejos de un movimiento independentista como el de 1810; inequiparable a una revolución social como la de 1910; apenas quizá, semejable a una reforma juarista), como algo socialmente deseable y necesario, debe ser impulsada hasta sus últimas consecuencias, aún estemos conscientes de sus inherentes limitaciones bajo el régimen reformista de una burguesía democrático progresista; y de ahí que, en ese impulso a sus últimas consecuencias, deba contrastarse ideológicamente (como económica y políticamente), con el programa del régimen socialista.