Reflexión Político-Social, Octubre 2019. I Parte.
Reflexión Político-Social, Octubre 2019. I Parte.
Luis Ignacio Hernández Iriberri
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En el derrumbe del orden de cosas que ha subsistido hasta hoy en día: el capital ya en su fase imperialista (el llamado “neoliberalismo”), tenía que surgir la reacción, necesariamente, en una campaña macartista en el espanto del conservadurismo contra todos sus fantasmas, que -como ya lo apuntábamos en marzo de este años-, a no mucho podría a México en la inestabilidad política como la del resto de los países de América Latina, llevando a unas condiciones que, para ese conservadurismo, está en su naturaleza: propiciar la administración del caos y el subdesarrollo. Contra todo eso, incluso mundialmente, es que hoy los pueblos luchan para establecer un nuevo orden económico-social.
Dicha política macartista para controlar a la sociedad, habría de empezar por tener el control de Internet y las redes sociales, lo cual comenzó a ocurrir desde abril (descubierto y denunciado el mecanismo por un grupo de youtubers ya en junio), con el objetivo evidente de un “apagón de Internet controlado”, anulando la comunicación social; y desde mayo pudo comenzar a verse abiertamente la descomposición generalizada en la que el conflicto de EU con Huawei por acusación de espionaje a través de los teléfonos celulares, reveló las sospechas de la sociedad de ese mecanismo de control; el caso de la secta Nxvium y el regreso a la clericatura en México; las provocaciones desestabilizadoras de los “anarcos”, las “feministas”, y el crimen organizado (brazo armado de la derecha ultraconservadora).
Finalmente habría de ocurrir lo inevitable en tanto sujeto a ley económico-social: la recesión económica, que se anunció ya desde fines de este mes iniciándose en Alemania con el reconocimiento de la parálisis total del mercado capitalista; y han comenzado los paros, como el de General Motors, y las quiebras, como la “Thomas Cook” y “Forever 21”, etc, con los despidos masivos directos e indirectos; pero, a su vez, también se da la quiebra política, como el fracaso del golpe de Estado legislativo en Perú (intentando lo que hizo Enrique Peña Nieto en México con su autogolpe de Estado legislativo de diciembre de 2017); se sublevan los pueblos originarios de Ecuador; se desata la rebeldía con la “invasión del millón de alienígenas” en Chile: finalmente, rebeliones entendidas ya como “rebelión de los que sobran” (para lo que se preguntaban en dónde había quedado el proletariado); y el mundo se polariza en tres centros de poder: 1) EU (dólar-y siempre no, la criptomoneda “libra”); 2) Rusia-China (yuan-oro-y su propia criptomoneda, el DCEN); y, 3) UE (euro-criptomoneda bitcoin); donde los Eu y la UE, quedan absolutamente fincados en clásicas medidas neoliberales, en formas financieras especulativas.
Tal polarización se refleja en México en donde se radicaliza la lucha entre las dos grandes facciones burguesas; de las cuales, la facción burguesa de derecha moderada, democrática, en el poder, consecuente con una política social nacionalista: 1) veta a empresas como Bayer y Monsanto; 2) condiciona al consorcio de empresas de Internet a establecer oficinas fiscales en México y pagar impuestos, o a “bajarles el switch”, con plazo a abril de 2020; y 3) reabre la investigación a siete Bancos mundiales en México por manipular con los bonos del país. Como consecuencia, varios gobernadores, como Javier Corral en Chihuahua, o Cabeza de Vaca en Tamaulipas, amenazaron con “descoordinarse” de la federación, en una clara política separatista; y se le vienen encima acciones desestabilizadoras orquestadas por la DEA, se ha dicho, desde agosto, en una clara conspiración golpista, con el conservadurismo en México encabezado por el empresario Claudio X González (fundador de la eufemística “Mexicanos Contra la Corrupción”), con ejecuciones masivas en emboscadas a la Guardia Nacional en Morelia (donde se acusa a Felipe Calderón de estar en ese control), en Guanajuato (donde sería Vicente Fox el encargado); en Jalisco, y finalmente en Culiacán, Sinaloa; ocurriendo simultáneamente la manifestación de protesta de los alcaldes del PRI-PAN-PRD-MC en forma violenta en Palacio Nacional; a lo que ahora se suma Nuevo León a las intenciones separatistas.
En lo superficial, lo ocurrido en Culiacán es lo que dice el conservadurismo y más, es justo; pero en política, lo superficial es para el consumo simple. Algún compañero del que aprendí aspectos esenciales de la política, decía que la política es como una “carambola de tres bandas”; es decir, en el análisis de los hechos políticos, lo importante no es el efecto último, eso superficial que con admiración y sorpresa todo el mundo finalmente ve, sino lo importante son las causas de fondo, eso planeado por el que imprime el impulso inicial, y que nadie ve, porque no se puede ver y hay que deducirlo. Y ciertamente en esa deducción se da toda clase de fantasías a partir de falsas asociaciones, e incluso es de ahí de donde surge la llamada “conspiranoia”. Pero un hecho cierto también, es que, de ello, y sólo de ello, es de donde, con seriedad, se pueden elaborar las hipótesis posibles de explicación de las cosas, ya no por falsa asociación, sino por la relación causal de concordancias y diferencias. Por ejemplo, se hace evidente que el gobernador de Sinaloa debió se uno de los principales conspiradores en el caso de Culiacán, y sin embargo, el presidente AMLO lo exoneró con el débil argumento de que “fue una misión fedral” (¡¿ Entonces, qué está ocurriendo). En una buena lectura “entre líneas”, lo que cabe pensar es que Jalife tiene razón. No fue una acción de desestabilización política, sino una conspiración golpista concertada por la DEA con el PAN-PRI-PRD-MC, que movilizó la protesta de los alcaldes en Palacio Nacional y denunció a AMLO en una instancia internacional.
El gobierno tuvo que “apechugar”, como se dice popularmente, en un mea culpa, al no poder denunciar en lo inmediato la intervención conspiradora extranjera de la DEA, evidenciada por analistas de opinión en las redes; y fracasada la conspiración con la entrega del prisionero a cambio de los rehenes, el mea culpa se invirtió en la responsabilidad de un “operativo fallido” de la DEA, a la cual AMLO acaba finalmente expulsando del país (aunque, en el enredo, luego se ha dicho que la DEA ni participó, y que es más, “que ni existe”, y el mea culpa volvió al gobierno federal que no debería extender la seguridad nacional a la transparencia).