Reflexión Político-Social, Noviembre 2019. II Parte. La tragedia.

03.12.2019 15:51

Reflexión Político-Social, Noviembre 2019.

II Parte. La tragedia.

Luis Ignacio Hernández Iriberri

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    II Parte. La tragedia.

 

                                 La burguesía ha reducido al proletariado (nos ha reducido), a “los que sobran”, sumidos en la más profunda de las desideologizaciones de la propia condición de clase bajo la influencia de la ideología de la “posmodernidad”, en filosofías “neomarxistas” de revisionismo colaboracionista, tales como la embustera “filosofía de la superestrucutura” de la “Escuela de Frankfurt”; la teologal “filosofía de la liberación” de Enrique Dussel; del confusionista y distractor “marxismo crítico” de Sánchez Vázquez y Bolívar Echeverría; o de filosofías francamente idealistas subjetivas como la del “pensamiento crítico” de Peter Mclaren; o del “pensamiento complejo” de Edagar Morin, y “métodos de las incertidumbres” que le acompañan; en donde lo mejorcito resulta ahora el postpositivismo del “racionalismo crítico” de K. Popper.  Y esa pérdida por despojo de la ideología de clase social proletaria, no ha tenido por más fin que, precisamente, desarmar al proletariado de su principal arma para transformar la realidad, que se refleja en las actuales movilizaciones de los pueblos de América Latina.

 

                                 Lo anterior tiene que explicarse en la dialéctica de la ley de la contradicción, de su inversión de los opuestos y sus transformaciones cualitativas en cuantitativas, lo cual no ocurre mecánicamente en el cambio de un opuesto por otro, sino dialécticamente en la síntesis de la mediación silogística, de modo que ello explica por qué algo, que es lo mismo pero visto en dos momentos distintos, significa situaciones opuestas; y eso es lo que ocurre ahora en México, El Salvador, Nicaragua, Brasil, Ecuador, Perú, Bolivia, Uruguay, Argentina, Chile y, finalmente, de manera sorpresiva, Colombia, de grandes movilizaciones populares (como la de la rebelión del millón en Chile o el paro nacional en Colombia), con los resultados a la vista.

 

                                 Si por un lado, en un opuesto, son las grandes movilizaciones populares que avanzan hacia la emancipación social, por otro lado, en el opuesto del otro momento histórico, son las grandes movilizaciones populares, pero que llevan a un Nayib Bukele a la cínica traición; a un Nicolás Ortega a la no-solución de la continuidad; a un Da Silva al poder, pero que acaba en prisión; a insurrecciones que provocan la huida de Lenin (el “Lenin” del Tercer Mundo o, como se dice ahora, de la “Región 4”), a Guayaquil (cual Thiers a Versalles), para luego regresar triunfante a Quito (cual el Lenin ruso volvió de Finlandia, o Thiers a París); que paró el golpe de Estado legislativo en Perú, para que todo quedara igual; que llevó a Evo Morales al poder y a la no-solución de la continuidad, para luego, en una elección democrática liberal burguesa, enredarse con una “caída del sistema” y desenlazar en un golpe de Estado; que hizo llegar a los antiguos Tupamaros al poder, para gobernar en un “capitalismo bueno”; que apoyó a los Kirchner en Argentina, pero permitió el arribo al poder de un Macri; que movilizó a más de un millón de manifestantes en Chile, para sólo reformar la Constitución burguesa dictatorial que prevalecía desde Pinochet (sólo al final del mes ha aparecido la consigna de renuncia de Piñera), y, finalmente, con el paro nacional en Colombia…, para, a ver qué.  Todo ello, no más que una combinación del gran poder de la burguesía, pero más aún, de una gran debilidad teórica-ideológica del proletariado, sin proyecto social propio del cual ha sido despojado e inculcado con la confusión revisionista burguesa.

 

                                 Todo ello es exactamente análogo a lo ocurrido en la insurrección de la Comuna de París de 1871, en que los anarquistas con las armas en la mano toman el poder, pero para acabar convocando a elecciones burguesas liberales (lo cual les fue criticado por Engels, haciéndoles ver que el poder del proletariado que ellos representaban, radicaba en las armas que tenían en las manos y no necesitaban elecciones burguesas de ningún tipo).  Así, en la unidad dialéctica de la contradicción, en la necesaria lucha del presente podemos estar satisfechos de esas grandes movilizaciones, pero, a la vez, en la dirección del futuro, tenemos que detenernos a pensar en las marchas del millón, sólo para solicitar “al patrón” tres eslabones más a la cadena (o ya por lo menos dos).  He ahí las consecuencias de esa desideologización de clase; ese es el papel del revisionismo colaboracionista.

 

                                 Esta situación de ausencia ideológica y de carencia de proyecto social fundado en esa desideologización en América Latina, se puso de manifiesto claramente en la entrevista que el académico Gibran Ramírez, en su programa televisivo “De Buena Fe”, le hizo a Rafael Correa, expresidente de Ecuador, en donde en esencia se evidenciaron precisamente dos cosas: 1) que no se tiene la menor idea del modelo socioeconómico en el que se está y se quiere impulsar; y, 2) que no se tiene la menor idea de cómo propiciar la continuidad de las triunfos del régimen populista democrático nacionalista y progresista.  Según Rafael Correa, el modelo socioeconómico se define como un “socialismo del siglo XXI”, una forma de llamarle al nuevo keynesianismo, a su vez, no más que un neoliberalismo atenuado (con consideración de lo social); es decir, un “socialismo” entendido como un “capitalismo bueno”, al estilo del Owen o Fourier.  Y en cuanto al problema de la continuidad de los regímenes populistas democráticos y nacionalistas, en que una de sus características esenciales es el “líder carismático”, Gibran Ramírez desbarró al preguntárselo precisamente a quien, <<oyó “Lenin”, y dijo: ese es el bueno>>, y ese “Lenin Región 4”, salió peor que “Nicolás II”.