Qué es el Ser Humano, y Cuál es su Previsible Evolución.

01.11.2017 15:50

Qué es el Ser Humano, y Cuál es su Previsible Evolución.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

https://dimensionalidad.webnode.mx/

(escrito entre el 2 y 18 de septiembre de 2017).

 

 

                                           De pronto, en “vacaciones”, caímos en el desconcierto: ¿qué hacer?  Teníamos la tarea de elaborar un resumen de las líneas históricas del pensamiento filosófico; alguna historieta; nuestros avances en la investigación geográfica teórica; etc; y justo en uno de esos momentos de ocio, nos dimos tiempo para poner nuestra “foto de perfil” en Facebook (yo mero, parecido a un simio muy pensativo), lo que suscitó un comentario de uno de mis exalumnos, quien escribió al respecto: “¿será el pensamiento lo que nos diferencia de los animales?” (a lo que sólo respondí: “Pues creo que, como puedes ver, no”).

 

        Pensar, razonar; es decir, hacer inferencias en un proceso deductivo (el uso de los silogismos en la lógica), en forma muy elaborada, es propio del pensar humano; pero, dice Lenin, la intuición es, a su vez, una forma rudimentaria del proceso deductivo, propio de los animales, y, en ese sentido, es una forma del pensar primitivo y rudimentario.  En realidad, la reflexión en el intercambio de ideas con nuestro exalumno, a lo que lleva, es al problema de la inteligencia: la facultad no sólo para razonar, sino para resolver problemas.

 

                                           E inmediatamente a ello comenzaron a encadenarse una serie de hechos, por demás, interesantes.  Lo primero que nos encontramos en el mismo Facebook fue un reporte de “Rusia Today” (RT), de un discurso de Vladimir Putin sobre “el poder del futuro”.  Pero no, no tenía nada qué ver ni con Rusia, ni con China, ni con el Tercer Mundo, ni con todo ello junto en el poder del proletariado, lo que ya es bastante decir; sino, precisamente, con el problema de la “Inteligencia Artificial”; es decir con una forma del pensar elaborada artificialmente a través de la cibernética.

 

                                           Entramos en conocimiento de lo que es la “Inteligencia Artificial”, allá por los años 89-90, a manera, aún, de simples “Sistemas Expertos”.  Especialistas programadores  capturan la experiencia de los expertos en diversos temas, y luego, con base en ello, las máquinas, las computadoras, tomaban decisiones ante algún caso, igualmente lógicas, deductivas, racionales, pero que aún no “aprende” por sí mismo (es decir, no se autoprogramaba).  En ese entonces, aquello era como economizar tiempo y esfuerzo en al análisis por los expertos, que, al final, eran los que tomaban las decisiones últimas, el pensar humano se situaba siempre por encima del “pensar artificial”, y no se veía que pudiera ser de otro modo.

 

                                           Por entonces la velocidad de procesamiento de las máquinas, y la capacidad de almacenamiento de datos, era baja; y los lenguajes de programación eran aún elementales; pero veinticinco años después, hablando de esta tecnología, es lo que, con justa precisión da lugar a esa expresión de Putin: es en la “Inteligencia Artificial”, en lo que radica “el poder del futuro”.

 

 

                                           El hecho es que, con el tiempo, la máquina aumentó su capacidad de procesamiento, de memoria y evolución de los lenguajes de programación, y dejó de basarse únicamente en lo preprogramado, y una determinada programación misma, le permitió empezar a “aprender” (a agregar variables a su programa), y “resolver problemas” por sí misma; y se puso a l altura del experto.  La computadora no sólo podía tener ya una gran cantidad de conocimientos almacenados, sino que, además, podía ya empezar a adquirir conocimientos nuevos por sí misma: esto es, que actúan y piensan.

 

 

                                           De pronto nos dimos cuenta que, por los últimos cinco años, de uno u otro modo, habíamos estado discutiendo y aproximándonos a este problema.  A partir de 2013, tuvimos un estudiante especialmente interesado en la dirección de la evolución humana, visualizándola en los linderos entre la biogenética y la eugenesia (el poder forzar los cambios para un ser humano superior).  Por nuestra parte, frente a esa dirección de la evolución humana, compartíamos el campo de la biónica.  Entre ambas posiciones había un hecho en común: la idea de conservar la identidad humana tal cual hasta hoy y por toda la historia, hemos entendido en general al ser humano.  En la biónica se hace una mayor concesión a la pérdida de esa identidad original, a tal punto –así lo considerábamos hasta hace no mucho– que se podría sustituir todas las partes del cuerpo humano por prótesis biónicas, pero la condición última para conservar algo del ser humano original, sería que se conservara el cerebro humano orgánico.  No obstante nuestras posiciones, reconocíamos que ninguna de ellas era la dirección de punta, y que, por lo contrario, esta estaba representada por la robótica*.

 

                                           En la robótica, así lo considerábamos, se perdía la condición esencial humana; en el robot, el ser humano como tal –así lo creíamos hasta 2016–, desaparecía el ser humano.  Pero, curiosamente, en cuatro años de pláticas casuales sobre el asunto, no discutimos en sí: 1) ni en qué consistía la esencia del ser humano; ni, 2) el problema de la “Inteligencia Artificial” en el robot.  Pero para el 2017, se nos presentó la ocasión de reflexionar en ello al impartir un reciente curso de “Métodos de Investigación” (mayo-agosto, 2017), a estudiantes de la Licenciatura en Informática.  Ahora aquí, una alumna se planteó como tema de ejercicio de investigación, precisamente, el tema de la “Inteligencia Artificial”.  Al analizar cuál sería su “planteamiento de problema”, surgió de ella la clave de todo este asunto: “la conciencia en el robot”.  Y a no mucho, arribamos a la conclusión de que, la capacidad del robot para llegar al reconocimiento de sí mismo en un espejo, no sería difícil.

 

                                           Sin duda, esa sería una conciencia de sí muy rudimentaria, una conciencia empírica; pero, precisamente de ahí se desprendía todo lo demás: que la “Inteligencia Artificial” alcance una conciencia teórica, racional, sería sólo cuestión de tiempo.  Sin embargo, se plantean otras cosas en torno a ello mismo: no basta la conciencia intelectiva, del discernimiento entre lo verdadero y lo falso; un nivel de conciencia superior, implica los conceptos de libertad, y responsabilidad y compromiso social, y por ello, supone la conciencia en los juicios tanto ético, sobre lo bueno o lo malo, sobre lo correcto o incorrecto; como estético, en el discernimiento de lo bello y lo feo, o lo creativo y lo destructivo.  Y más aún, que del conjunto de valores ético-estéticos (tales que en ellos se plantea, por ejemplo, lo cómico y lo trágico, o lo horrendo y lo sublime, etc), como precepción sensible del mundo, el robot sea capaz de manifestar sentimientos; es decir, sensaciones con una carga emocional.  A la fecha, la “inteligencia artificial no ha avanzado hasta tal punto…, pero justo, ese es el problema.

 

                                           El nivel superior de la conciencia, va más allá, pues de la conciencia en sí, al ascender a la conciencia para sí, ésta pasa a ser una conciencia para la otredad, una conciencia sobre la alteridad (una conciencia para sí colectiva); esto es, una conciencia en el compromiso de responder por la sociedad; un nivel de conciencia superior que trata sobre lo que mueve a un sujeto a actuar, incluso, con el sacrificio de su propia vida, por los demás.  Este nivel de conciencia no está resuelto en el robot, y quizá producto del enriquecimiento de su experiencia (con el humano, como con otros robots), y su autoprogramación, llegue al desarrollo de la misma; pero, en tanto no sea así, ello hace al robot una entidad extraordinariamente peligrosa para el propio ser humano: es un poder sin moral ni sentimiento humano.  Hasta ahora, el robot con inteligencia artificial al servicio del ser humano está ya en los robots conocidos como “teléfonos celulares”, o como en la “Robotina”**, procesadora de alimentos que prepara cualquier platillo.

 

                                           Estábamos en esto, cuando circunstancialmente pudimos ver dos documentales televisivos sobre los avances de la robótica (particularmente en el hecho de la antropomorfización del robot, en mucho indistinguible ya del ser humano), y el problema de la inteligencia artificial, justo para corroborar todas nuestras reflexiones.  Esta antropomorfización del robot, de cerebro cibernético e inteligencia artificial, es, aparentemente, la última huella del ser humano en una computadora, capaz de hacer y pensar como el ser humano (por lo menos hasta ahora en lo intelectivo), pero más aún, en un solo robot, capaz de almacenar toda la información del conocimiento humano mismo dada a lo largo de su historia, y que es parte fundamental en su programación para resolver cualquier problema que el ser humano haya enfrentado, y los que, a su vez, le surjan.

 

 

                                           Pero esa antropomorfización, resabio de identidad humana en ese nuevo ser, no es estrictamente necesaria (si acaso en nuestro medio, por razones biomecánicas más eficientes).  De hecho, la última huella del ser humano en el robot con inteligencia artificial, es su creación misma, pudiendo depositar en el robot todo el conocimiento y capacidad humana misma.

 

                                           Y así, de pronto se produjeron dos noticias desconcertantes sobre las <>: Facebook dio a conocer que tratando de optimizar su sistema, dejó interactuar dos sistemas de inteligencia artificial, que de manera inesperada comenzaron a “negociar”, desarrollando un lenguaje propio; y fue este lenguaje propio no entendible en lo inmediato por el ser humano, lo que los ponía “fuera de control”, por lo que la decisión inmediata fue desconectar las máquinas.  Otro hecho semejante ocurrió con otros dos sistemas de inteligencia artificial , que de pronto comenzaron a expresarse en términos xenofóbicos, teniendo que ser desconectados de inmediato.  Entonces se propagó la alerta (y de hecho, esos fueron dos casos de que se dio noticia, pero resultó que antes ya han ocurrido situaciones parecidas, por lo menos en un caso, con Google).

 

                                           Más aún, justo en este punto de la redacción de este documento estábamos, cuando, al empezar el nuevo cuatrimestre escolar, se presentó un alumno de recién ingreso, pero que antes se había visto en la necesidad de abandonar una Universidad Tecnológica, donde precisamente estudiaba profesionalmente todo este asunto en la llamada “Mecatrónica”.  Y supimos tal hecho, precisamente porque comenzamos a platicar a los estudiantes de esta situación; con la grata sorpresa de que este alumno no sólo corroboraba todo lo antes dicho, sino que aumentó la información, incluso con elementos técnicos; dos de los cuales nos llamaron poderosamente la atención: 1) que los docentes de esta institución insisten categóricamente en el apego de esta ingeniería, a tres reglas de ética profesional propuestas por Isaac Asimov: a) que el robot no hará daño a un ser humano por inacción, o permitir que ese ser humano sufra daño; b) que el robot debe hacer o realizar las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas entran en conflicto con la primera regla; y, c) que el robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esto no entre en conflicto con las dos reglas anteriores; y 2) una anécdota en un certamen internacional; en los cuales los estudiantes mexicanos suelen ser los mejores; en la que se presentó una situación inesperada, pero previsible, que puso en evidencia el gran riesgo en el que se está***.  Esto es, que, una cosa son los buenos propósitos morales de una ética profesional, y otra cosa es lo que, inesperadamente, ocurre con las decisiones de la inteligencia artificial; por no hablar ya de lo que, por una psicopatía o por fines perversos, se pudiera hacer con ella.

 

                                           Y esto es lo visto por nosotros, con ingenuidad, desde fuera y por encima; y por lo dicho hasta aquí, se imponen unas conclusiones.

 

                                           El hacer trabajo, el fabricar herramientas, el pensar lógicamente, el tener no sólo conciencia de sí sino una conciencia para sí frente a la alteridad, todo ello es lo que, en mayor o en menor medida, distingue al ser humano de otros seres del reino animal.  De todo ello, es esa conciencia para sí como ser social (o conciencia de la otredad), lo que finalmente lo separa de otras especies, y esta sería, ahora lo concluimos así: la inteligencia; la inteligencia para resolver problemas colectivos, la capacidad para hacer, para prever y para resolver; y en última instancia, para, transformando la naturaleza, transformarse a sí mismo hasta ser completamente distinto de su naturaleza original.  Ello es no sólo la propiedad esencial del ser humano, sino el “hilo conductor” de su propia evolución.

 

                                           En consecuencia, no podemos sino concluir, que así como al homo erectus siguió el homo faber, y a éste el homo sapiens; el sucesor lógico evolutivo, es lo que ahora aquí denominamos como, el homo intelligens, el robot con un alto nivel de inteligencia artificial (intelectiva, científica; ética, moral; y estética, de sentimiento emocional).

 

                                           En ese sentido, “el poder del futuro” de que habla Putin, no sólo es un “poder” como tal, sino en la evolución lógica necesaria de la humanidad, eso en lo que la humanidad ha de transformarse no únicamente para dar continuidad a la naturaleza humana, sin para poder viajar a otros mundos; a la Luna, a Marte, a los sistemas planetarios de otras estrellas; en donde le esperan las condiciones más adversas y letales a la constitución humana actual.

 

                                           El homo intelligens, mucho más que un simple “robot”; incluso más aún que un androide (un robot antropomorfizado, muy arecido al ser humano en facciones y capacidades); es, de hecho, el androide con inteligencia artificial, programado con todo la información, y autoprogramable en función de su aprendizaje; ultima forma en la sucesión de los homínidos.

 

 

                                           Tal “poder del futuro”, de alcanzar el cien por ciento de su desarrollo (desde lo intelectivo hasta los sentimientos emocionales estéticos), podrá cuidar de la estadía de su progenitor en la faz de la Tierra.  De no se así, el gran riesgo, prácticamente hecho seguro, será el propio extinguidor de la especie humana en su estadio de homo sapiens sapiens.  El que el homo intelligens no sea usado en su cortedad, supone un cambio drástico en la sociedad misma; supone la creación de una sociedad igualmente dirigida a lo que se desea del homo intelligens; una sociedad en la igualdad y justicia social, en la que el conocimiento científico esté en el pensar común, libre de prejuicios y de consideraciones fantásticas o mítico-religiosas; en la que los valores morales tiendan a estar, cada vez más, por encima de los valores medios de la sociedad en cada momento del desarrollo de su historia.

 

                                           Si hacemos conciencia de lo incontenible de este proceso, si, en consecuencia lo aceptamos como proceso evolutivo necesario, la transformación de la sociedad a una sociedad socialista, de manera histórica igualmente incontenible, se hace un asunto de necesidad inminente.  A nuestro alrededor, ya todo da señales de ese ajuste histórico social en marcha; llegó a su término el orden capitalista, no satisface más las necesidades sociales más elementales, y ahora es un enorme peligro al obstaculizar, con sus medios de terrorismo de Estado, el progreso y desarrollo de la misma; llegó a su fin el dominio de la ideología  burguesa; el proletariado debe preparase para ir ya, más allá de la opiácea “democracia burguesa”, para tomar el poder e instaurar de inmediato la democracia popular.

 

 


*        De la palabra checa, “robot”, que significa “trabajo forzado” o “esclavo”, introducida por el escritor K. Kapec en 1920, representándolo en “hombres mecánicos”.

**      “Robotina”, nombre familiar dado a la procesadora de alimentos, recién adquirida, recordando al personaje de la futurista serie de caricaturas “Los Supersónicos”, de los años sesenta.

***     No comentamos en concreto la experiencia, porque a los estudiantes mismos le fue revelada la información (por razones académicas), con discreción.  Lo criticable aquí, es que primero se convoca a los estudiantes a la creación de robots en “lucha de sumo”, a combates, y luego los jueces y organizadores se espantan de la capacidad desplegada por éstos.

 

Qué es el Ser Humano, y Cuál es su Previsible Evolución.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

https://dimensionalidad.webnode.mx/

(escrito entre el 2 y 18 de septiembre de 2017).

 

 

                                           De pronto, en “vacaciones”, caímos en el desconcierto: ¿qué hacer?  Teníamos la tarea de elaborar un resumen de las líneas históricas del pensamiento filosófico; alguna historieta; nuestros avances en la investigación geográfica teórica; etc; y justo en uno de esos momentos de ocio, nos dimos tiempo para poner nuestra “foto de perfil” en Facebook (yo mero, parecido a un simio muy pensativo), lo que suscitó un comentario de uno de mis exalumnos, quien escribió al respecto: “¿será el pensamiento lo que nos diferencia de los animales?” (a lo que sólo respondí: “Pues creo que, como puedes ver, no”).

 

        Pensar, razonar; es decir, hacer inferencias en un proceso deductivo (el uso de los silogismos en la lógica), en forma muy elaborada, es propio del pensar humano; pero, dice Lenin, la intuición es, a su vez, una forma rudimentaria del proceso deductivo, propio de los animales, y, en ese sentido, es una forma del pensar primitivo y rudimentario.  En realidad, la reflexión en el intercambio de ideas con nuestro exalumno, a lo que lleva, es al problema de la inteligencia: la facultad no sólo para razonar, sino para resolver problemas.

 

                                           E inmediatamente a ello comenzaron a encadenarse una serie de hechos, por demás, interesantes.  Lo primero que nos encontramos en el mismo Facebook fue un reporte de “Rusia Today” (RT), de un discurso de Vladimir Putin sobre “el poder del futuro”.  Pero no, no tenía nada qué ver ni con Rusia, ni con China, ni con el Tercer Mundo, ni con todo ello junto en el poder del proletariado, lo que ya es bastante decir; sino, precisamente, con el problema de la “Inteligencia Artificial”; es decir con una forma del pensar elaborada artificialmente a través de la cibernética.

 

                                           Entramos en conocimiento de lo que es la “Inteligencia Artificial”, allá por los años 89-90, a manera, aún, de simples “Sistemas Expertos”.  Especialistas programadores  capturan la experiencia de los expertos en diversos temas, y luego, con base en ello, las máquinas, las computadoras, tomaban decisiones ante algún caso, igualmente lógicas, deductivas, racionales, pero que aún no “aprende” por sí mismo (es decir, no se autoprogramaba).  En ese entonces, aquello era como economizar tiempo y esfuerzo en al análisis por los expertos, que, al final, eran los que tomaban las decisiones últimas, el pensar humano se situaba siempre por encima del “pensar artificial”, y no se veía que pudiera ser de otro modo.

 

                                           Por entonces la velocidad de procesamiento de las máquinas, y la capacidad de almacenamiento de datos, era baja; y los lenguajes de programación eran aún elementales; pero veinticinco años después, hablando de esta tecnología, es lo que, con justa precisión da lugar a esa expresión de Putin: es en la “Inteligencia Artificial”, en lo que radica “el poder del futuro”.

 

 

                                           El hecho es que, con el tiempo, la máquina aumentó su capacidad de procesamiento, de memoria y evolución de los lenguajes de programación, y dejó de basarse únicamente en lo preprogramado, y una determinada programación misma, le permitió empezar a “aprender” (a agregar variables a su programa), y “resolver problemas” por sí misma; y se puso a l altura del experto.  La computadora no sólo podía tener ya una gran cantidad de conocimientos almacenados, sino que, además, podía ya empezar a adquirir conocimientos nuevos por sí misma: esto es, que actúan y piensan.

 

 

                                           De pronto nos dimos cuenta que, por los últimos cinco años, de uno u otro modo, habíamos estado discutiendo y aproximándonos a este problema.  A partir de 2013, tuvimos un estudiante especialmente interesado en la dirección de la evolución humana, visualizándola en los linderos entre la biogenética y la eugenesia (el poder forzar los cambios para un ser humano superior).  Por nuestra parte, frente a esa dirección de la evolución humana, compartíamos el campo de la biónica.  Entre ambas posiciones había un hecho en común: la idea de conservar la identidad humana tal cual hasta hoy y por toda la historia, hemos entendido en general al ser humano.  En la biónica se hace una mayor concesión a la pérdida de esa identidad original, a tal punto –así lo considerábamos hasta hace no mucho– que se podría sustituir todas las partes del cuerpo humano por prótesis biónicas, pero la condición última para conservar algo del ser humano original, sería que se conservara el cerebro humano orgánico.  No obstante nuestras posiciones, reconocíamos que ninguna de ellas era la dirección de punta, y que, por lo contrario, esta estaba representada por la robótica*.

 

                                           En la robótica, así lo considerábamos, se perdía la condición esencial humana; en el robot, el ser humano como tal –así lo creíamos hasta 2016–, desaparecía el ser humano.  Pero, curiosamente, en cuatro años de pláticas casuales sobre el asunto, no discutimos en sí: 1) ni en qué consistía la esencia del ser humano; ni, 2) el problema de la “Inteligencia Artificial” en el robot.  Pero para el 2017, se nos presentó la ocasión de reflexionar en ello al impartir un reciente curso de “Métodos de Investigación” (mayo-agosto, 2017), a estudiantes de la Licenciatura en Informática.  Ahora aquí, una alumna se planteó como tema de ejercicio de investigación, precisamente, el tema de la “Inteligencia Artificial”.  Al analizar cuál sería su “planteamiento de problema”, surgió de ella la clave de todo este asunto: “la conciencia en el robot”.  Y a no mucho, arribamos a la conclusión de que, la capacidad del robot para llegar al reconocimiento de sí mismo en un espejo, no sería difícil.

 

                                           Sin duda, esa sería una conciencia de sí muy rudimentaria, una conciencia empírica; pero, precisamente de ahí se desprendía todo lo demás: que la “Inteligencia Artificial” alcance una conciencia teórica, racional, sería sólo cuestión de tiempo.  Sin embargo, se plantean otras cosas en torno a ello mismo: no basta la conciencia intelectiva, del discernimiento entre lo verdadero y lo falso; un nivel de conciencia superior, implica los conceptos de libertad, y responsabilidad y compromiso social, y por ello, supone la conciencia en los juicios tanto ético, sobre lo bueno o lo malo, sobre lo correcto o incorrecto; como estético, en el discernimiento de lo bello y lo feo, o lo creativo y lo destructivo.  Y más aún, que del conjunto de valores ético-estéticos (tales que en ellos se plantea, por ejemplo, lo cómico y lo trágico, o lo horrendo y lo sublime, etc), como precepción sensible del mundo, el robot sea capaz de manifestar sentimientos; es decir, sensaciones con una carga emocional.  A la fecha, la “inteligencia artificial no ha avanzado hasta tal punto…, pero justo, ese es el problema.

 

                                           El nivel superior de la conciencia, va más allá, pues de la conciencia en sí, al ascender a la conciencia para sí, ésta pasa a ser una conciencia para la otredad, una conciencia sobre la alteridad (una conciencia para sí colectiva); esto es, una conciencia en el compromiso de responder por la sociedad; un nivel de conciencia superior que trata sobre lo que mueve a un sujeto a actuar, incluso, con el sacrificio de su propia vida, por los demás.  Este nivel de conciencia no está resuelto en el robot, y quizá producto del enriquecimiento de su experiencia (con el humano, como con otros robots), y su autoprogramación, llegue al desarrollo de la misma; pero, en tanto no sea así, ello hace al robot una entidad extraordinariamente peligrosa para el propio ser humano: es un poder sin moral ni sentimiento humano.  Hasta ahora, el robot con inteligencia artificial al servicio del ser humano está ya en los robots conocidos como “teléfonos celulares”, o como en la “Robotina”**, procesadora de alimentos que prepara cualquier platillo.

 

                                           Estábamos en esto, cuando circunstancialmente pudimos ver dos documentales televisivos sobre los avances de la robótica (particularmente en el hecho de la antropomorfización del robot, en mucho indistinguible ya del ser humano), y el problema de la inteligencia artificial, justo para corroborar todas nuestras reflexiones.  Esta antropomorfización del robot, de cerebro cibernético e inteligencia artificial, es, aparentemente, la última huella del ser humano en una computadora, capaz de hacer y pensar como el ser humano (por lo menos hasta ahora en lo intelectivo), pero más aún, en un solo robot, capaz de almacenar toda la información del conocimiento humano mismo dada a lo largo de su historia, y que es parte fundamental en su programación para resolver cualquier problema que el ser humano haya enfrentado, y los que, a su vez, le surjan.

 

 

                                           Pero esa antropomorfización, resabio de identidad humana en ese nuevo ser, no es estrictamente necesaria (si acaso en nuestro medio, por razones biomecánicas más eficientes).  De hecho, la última huella del ser humano en el robot con inteligencia artificial, es su creación misma, pudiendo depositar en el robot todo el conocimiento y capacidad humana misma.

 

                                           Y así, de pronto se produjeron dos noticias desconcertantes sobre las <>: Facebook dio a conocer que tratando de optimizar su sistema, dejó interactuar dos sistemas de inteligencia artificial, que de manera inesperada comenzaron a “negociar”, desarrollando un lenguaje propio; y fue este lenguaje propio no entendible en lo inmediato por el ser humano, lo que los ponía “fuera de control”, por lo que la decisión inmediata fue desconectar las máquinas.  Otro hecho semejante ocurrió con otros dos sistemas de inteligencia artificial , que de pronto comenzaron a expresarse en términos xenofóbicos, teniendo que ser desconectados de inmediato.  Entonces se propagó la alerta (y de hecho, esos fueron dos casos de que se dio noticia, pero resultó que antes ya han ocurrido situaciones parecidas, por lo menos en un caso, con Google).

 

                                           Más aún, justo en este punto de la redacción de este documento estábamos, cuando, al empezar el nuevo cuatrimestre escolar, se presentó un alumno de recién ingreso, pero que antes se había visto en la necesidad de abandonar una Universidad Tecnológica, donde precisamente estudiaba profesionalmente todo este asunto en la llamada “Mecatrónica”.  Y supimos tal hecho, precisamente porque comenzamos a platicar a los estudiantes de esta situación; con la grata sorpresa de que este alumno no sólo corroboraba todo lo antes dicho, sino que aumentó la información, incluso con elementos técnicos; dos de los cuales nos llamaron poderosamente la atención: 1) que los docentes de esta institución insisten categóricamente en el apego de esta ingeniería, a tres reglas de ética profesional propuestas por Isaac Asimov: a) que el robot no hará daño a un ser humano por inacción, o permitir que ese ser humano sufra daño; b) que el robot debe hacer o realizar las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas entran en conflicto con la primera regla; y, c) que el robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esto no entre en conflicto con las dos reglas anteriores; y 2) una anécdota en un certamen internacional; en los cuales los estudiantes mexicanos suelen ser los mejores; en la que se presentó una situación inesperada, pero previsible, que puso en evidencia el gran riesgo en el que se está***.  Esto es, que, una cosa son los buenos propósitos morales de una ética profesional, y otra cosa es lo que, inesperadamente, ocurre con las decisiones de la inteligencia artificial; por no hablar ya de lo que, por una psicopatía o por fines perversos, se pudiera hacer con ella.

 

                                           Y esto es lo visto por nosotros, con ingenuidad, desde fuera y por encima; y por lo dicho hasta aquí, se imponen unas conclusiones.

 

                                           El hacer trabajo, el fabricar herramientas, el pensar lógicamente, el tener no sólo conciencia de sí sino una conciencia para sí frente a la alteridad, todo ello es lo que, en mayor o en menor medida, distingue al ser humano de otros seres del reino animal.  De todo ello, es esa conciencia para sí como ser social (o conciencia de la otredad), lo que finalmente lo separa de otras especies, y esta sería, ahora lo concluimos así: la inteligencia; la inteligencia para resolver problemas colectivos, la capacidad para hacer, para prever y para resolver; y en última instancia, para, transformando la naturaleza, transformarse a sí mismo hasta ser completamente distinto de su naturaleza original.  Ello es no sólo la propiedad esencial del ser humano, sino el “hilo conductor” de su propia evolución.

 

                                           En consecuencia, no podemos sino concluir, que así como al homo erectus siguió el homo faber, y a éste el homo sapiens; el sucesor lógico evolutivo, es lo que ahora aquí denominamos como, el homo intelligens, el robot con un alto nivel de inteligencia artificial (intelectiva, científica; ética, moral; y estética, de sentimiento emocional).

 

                                           En ese sentido, “el poder del futuro” de que habla Putin, no sólo es un “poder” como tal, sino en la evolución lógica necesaria de la humanidad, eso en lo que la humanidad ha de transformarse no únicamente para dar continuidad a la naturaleza humana, sin para poder viajar a otros mundos; a la Luna, a Marte, a los sistemas planetarios de otras estrellas; en donde le esperan las condiciones más adversas y letales a la constitución humana actual.

 

                                           El homo intelligens, mucho más que un simple “robot”; incluso más aún que un androide (un robot antropomorfizado, muy arecido al ser humano en facciones y capacidades); es, de hecho, el androide con inteligencia artificial, programado con todo la información, y autoprogramable en función de su aprendizaje; ultima forma en la sucesión de los homínidos.

 

 

                                           Tal “poder del futuro”, de alcanzar el cien por ciento de su desarrollo (desde lo intelectivo hasta los sentimientos emocionales estéticos), podrá cuidar de la estadía de su progenitor en la faz de la Tierra.  De no se así, el gran riesgo, prácticamente hecho seguro, será el propio extinguidor de la especie humana en su estadio de homo sapiens sapiens.  El que el homo intelligens no sea usado en su cortedad, supone un cambio drástico en la sociedad misma; supone la creación de una sociedad igualmente dirigida a lo que se desea del homo intelligens; una sociedad en la igualdad y justicia social, en la que el conocimiento científico esté en el pensar común, libre de prejuicios y de consideraciones fantásticas o mítico-religiosas; en la que los valores morales tiendan a estar, cada vez más, por encima de los valores medios de la sociedad en cada momento del desarrollo de su historia.

 

                                           Si hacemos conciencia de lo incontenible de este proceso, si, en consecuencia lo aceptamos como proceso evolutivo necesario, la transformación de la sociedad a una sociedad socialista, de manera histórica igualmente incontenible, se hace un asunto de necesidad inminente.  A nuestro alrededor, ya todo da señales de ese ajuste histórico social en marcha; llegó a su término el orden capitalista, no satisface más las necesidades sociales más elementales, y ahora es un enorme peligro al obstaculizar, con sus medios de terrorismo de Estado, el progreso y desarrollo de la misma; llegó a su fin el dominio de la ideología  burguesa; el proletariado debe preparase para ir ya, más allá de la opiácea “democracia burguesa”, para tomar el poder e instaurar de inmediato la democracia popular.

 

 


*        De la palabra checa, “robot”, que significa “trabajo forzado” o “esclavo”, introducida por el escritor K. Kapec en 1920, representándolo en “hombres mecánicos”.

**      “Robotina”, nombre familiar dado a la procesadora de alimentos, recién adquirida, recordando al personaje de la futurista serie de caricaturas “Los Supersónicos”, de los años sesenta.

***     No comentamos en concreto la experiencia, porque a los estudiantes mismos le fue revelada la información (por razones académicas), con discreción.  Lo criticable aquí, es que primero se convoca a los estudiantes a la creación de robots en “lucha de sumo”, a combates, y luego los jueces y organizadores se espantan de la capacidad desplegada por éstos.