Materialismo Dialéctico, la Ciencia y el Método de la Ciencia…; ¡ah, y otro asunto: la conciencia del compromiso social y político del individuo! 5) Fundamentos gnoseológicos y metodológicos de la sistematización del conocimiento verdadero: siglo XX-XXI.
Materialismo Dialéctico, la Ciencia y el Método de la Ciencia…;
¡ah, y otro asunto: la conciencia del compromiso social y político del individuo!
5) Fundamentos gnoseológicos y metodológicos de la sistematización
del conocimiento verdadero: siglo XX-XXI.
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
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(7 ago 19)
A diferencia de los momentos anteriores, los pensadores progresistas posteriores a Hegel, ahora sí fueron “revolucionarios en el deber de hacer la revolución”; es decir, que ya fueron pensadores con conciencia social, y por lo tanto, con un compromiso y responsabilidad. Su ciencia, sobre todo su ciencia social, estuvo profundamente vinculada a los procesos políticos-sociales. Más aún, su ciencia, desde sus fundamentos gnoseológicos aplicados como método, no sólo determinó los procesos políticos, sino, inversamente, los procesos políticos determinaron su ciencia, verificándola.
Marx, Engels y Lenin, son el ejemplo más evidente de esa ciencia hecha por un científico con un compromiso social y político, si bien hay algunos científicos, sobre todo de las ciencias naturales, no propiamente políticos. Ese es el nuevo hacer de la ciencia y de científico de la clase social proletaria en lucha por una nueva sociedad.
Marx y Engels trabajaron juntos, unas veces en forma individual cada uno por su lado en temas distintos (disciplinariedad), otras veces, en esa misma forma individual, estudiando un problema en común (multidisciplinariedad), y otras más, abordando conjuntamente un mismo tema (interdisciplinariedad); y esos problemas objeto de estudio eran directamente extraídos de su experiencia en el movimiento proletario; ello hacía el contenido de su ciencia, y esa ciencia hacia la teoría del movimiento proletario. Pero otra cosa a considerar aparte en función de los objetivos de este ensayo, era la forma del hacer de esa ciencia, que, para entenderlo, debemos estudiar ahora la última parte de esta historia, que va del momento posterior a Lenin, a nuestros días.
La principal característica de la ciencia (tanto por sus fundamentos gnoseológicos en el materialismo dialéctico como por su metodología de la sistematización del conocimiento verdadero), en el siglo XX, es su institucionalización. La formalización teórica de la teoría del materialismo dialéctico, empieza a ser sistematizada en el “Instituto Marx-Engels”, 1919, y en el “Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS”, la producción de esa formalización teórica comenzó a ser difundida ampliamente en traducciones hechas por el “Instituto de Lenguas Extranjeras”, y esos materiales fueron publicados, primero por editoriales soviéticas (años cincuenta a sesenta), y luego, particularmente en México, por Editorial Grijalbo (años sesenta a setenta), en su Colección “Tratados y Manuales Grijalbo”, y en esa idea de los “Manuales”, ello vició aquí el rango de importancia histórica de aquellos materiales que, de ser la formalización teórica de la teoría del materialismo dialéctico (su axiomatización y sistematización), se entendieron apenas como “prontuarios de temas”, como “manuales de marxismo”, y con todo lo malentendido de éste*.
La formalización teórica de la teoría del materialismo dialéctico, constituye un avance más, de esencial importancia, en los fundamentos gnoseológicos de la ciencia. Es hacer del materialismo dialéctico todo un cuerpo de teoría lógicamente consistente (de ahí el concepto de su axiomatización), tanto consigo misma, como con su despliegue en la metodología de la sistematización del conocimiento verdadero, lo cual aumentó su fuerza en el proceso del pensamiento.
Para amplificar imagen: MD-Ciencia; Siglo XX.png
Pero, proporcionalmente a ello, la reacción burguesa dirigió sus ataques al marxismo. La idea de Gramsci de pretender hacerle “desarrollos” al marxismo usando sinónimos de las categorías de Marx para rebuscar el análisis de lo mismo: el concepto de “bloques históricos”, por la categoría de modos de producción; el concepto de “hegemonía”, por la categoría de dictadura ya burguesa o del proletariado; el concepto de “consenso”, por la categoría de centralismo democrático, etc; donde particularmente importante fue su concepto de “praxis”, con el que primero rompe la dialéctica objetiva dejando los opuestos como monopolos existentes por sí solos por separado, y después -con ese concepto de “praxis” como argamasa-, une los opuestos en forma de yuxtaposición por la cual entiende la “dialéctica”; lo hecho por ese “revolucionarismo impostado” de Gramsci, fue tomada como ejemplo por la “Escuela de Frankfurt” o de la “filosofía de la superestructura” fundada en 1937 por el filósofo sociólogo Max Horkheimer (1895-1973), inicialmente como una “filosofía de la teoría crítica de la sociedad” que, a semejanza del “criticismo” de Kant, en Horkheimer, en su Dialéctica de la Ilustración, 1947 (escrita conjuntamente con Teodoro Adorno), se elaboró como una “crítica de la razón moderna” o “crítica de la razón industrial” (1947), como una “crítica a lo tradicional”, en la cual el sujeto y el objeto se identifican en la “experiencia de la praxis”.
Teodoro Adorno (1903-1969), sociólogo del arte, psicólogo y músico, por su parte, tenía la idea de que la historia de la cultura occidental era la de una “civilización fracasada, de individualización y enajenación”, como lo expone en su Filosofía de la Nueva Música, 1949; y a él se debe la obra la Dialéctica Negativa, 1966, de una filosofía negativista y pesimista, que en su nihilismo (negación de todo), se pronunciaba por la necesidad de la destrucción de la civilización occidental con todos sus aportes materiales y espirituales, para comenzar de nuevo con otros valores.
Sobre la base de estas ideas, otros frankfurtianos como Herbert Marcuse (1898-1979), que, al calor de las luchas estudiantiles de los años sesenta, quita al proletariado el carácter de sujeto histórico transformador revolucionario, y se lo otorga a la intelectualidad y estudiantado; o Erich Fromm (1900-1980), que reduce la lucha de clases a la psicología social; como parte de la primera etapa de la “Escuela de Frankfurt” estimularon el radicalismo intelectual pequeñoburgués que generó el movimiento de los llamados “Nuevos Filósofos”, como meros reproductores de las ideas de Nietzsche en la “filosofía de la negatividad”, los cuales dieron lugar a las llamadas “nuevas izquierdas”, caracterizadas por esos movimientos estudiantiles de protesta de los años sesenta-setenta de los que formó parte la “geografía radical” a la que nos hemos referido al principio de este trabajo.
Esa “escuela de Frankfurt” tuvo dos etapas históricas más, y en la segunda o etapa media, tiene como uno de sus principales representantes a Jürgen Habermas (1929-…), quien analiza las relaciones ente la técnica, el poder y la comunicación, una de cuyas obras es su Ciencia y Técnica como Ideología, 1968 (un estudio sobre la “racionalidad” en Max Weber, estudio que Maracuse ve como un análisis superior al análisis del marxismo para un capitalismo tardío). A estos corresponde el momento de la llamada “contracultura” de los años sesenta, promovida por el “Instituto de Essalen” fundado en 1962 en Estados Unidos, el cual se presenta como un centro para la educación alternativa humanística e interdisciplinaria, con influencia de filosofías orientales y las psicología conductista y Gestalt, que logró captar en 1979 incluso a líderes políticos de la URSS, entre ellos a Boris Yeltzin.
Luego, bajo las influencias de la “teoría crítica de la sociedad” y de la “filosofía de la superestructura” de la “Escuela de Frankfuurt”, aparece el “neomarxista” y “teólogo de la liberación”, Paulo Freire (1921-1997), que con su Pedagogía del Oprimido, 1968, propone que éste puede analizar su propia realidad. Lo que por forma Freire hizo, no fue otra cosa que exactamente lo que por forma Marx, Engels y Lenin hicieron en su momento: en la investigación de los fenómenos sociales, no sólo hacer el “trabajo de campo”, sino vincularse al movimiento político-social vivo, extrayendo de él los conocimientos, que elaborados como teoría, guiaban las luchas de esos movimientos sociales; sólo que Freire, bajo las influencias del revisionismo “neomarxista”, no lo hizo aplicando la dialéctica materialista, el marxismo, sino, pronunciándose contra el positivismo como una filosofía que no obstante idealista subjetiva, aún reivindicaba la ciencia y su método emanado desde la Ilustración en la modernidad, en realidad arremetía contra el marxismo, contra la dialéctica materialista y su identidad con la ciencia moderna y su metodología de la sistematización del conocimiento, alegando su obsolescencia identificándola a la actitud arrogante y elitista del cientificismo positivista.
Ya de veinte años atrás, con la creación del “Instituto Tavistok” en los años cuarenta en la Gran Bretaña y los trabajos del fundador de la psicología social, Kurt Lewis (1946), con su “teoría de campo” en ciencias sociales, la comunicación de masas, y, a manera de aquel Instituto, la fundación del “Laboratorio de Formación Nacional” (1947), en Estados Unidos, para la capacitación empresarial, la mejora de las relaciones laborales y la mercadotecnia, venían los antecedentes de estos intentos de reemplazo de la ciencia y su método de la modernidad al verse la identidad de ésta con la dialéctica materialista.
Un teórico importante que retomó esas experiencias de Freire, fue Orlando Fals-Borda (1925-2008), que en su trabajo Origen Universal y Retos Actuales de la Investigación-Acción Participativa, 1999, da cuenta de cómo se fueron supliendo, a su decir, las “insuficiencias” de la ciencia de la modernidad (que asocia a Descartes), retomando a Kurt Lewis, al “marxismo” del revisionista Georg Luckaks, el anarquismo de Proudhon y Kropotkin, la fenomenología de Husserl, y etc. (una mezcla de los ingredientes más disparatados); e igualmente a Freire y tal como por su forma lo hicieran Marx, Engels y Lenin, “descubrió” que había que ir a la realidad viva, pero no aplicando el materialismo dialéctico y la metodología de la ciencia de la modernidad, sino la “teoría crítica de la sociedad”, como un ingrediente más en esa revoltura de inconsistencia lógica de ideologías y teorías que, como él mismo revela, “le anticipó al posmodernismo”, en la “deconstrucción científica, y la reconstrucción emancipatoria…”[1] (manera elegante de referir la destrucción de la ciencia de la modernidad); atribuyendo a al ciencia y a la técnica la incapacidad para “superar las incertidumbres”, sin entender un ápice las leyes objetivas del movimiento de la historia.
Otro importante factor en este proceso de destrucción de la identidad de la dialéctica materialista y de la ciencia de la modernidad, estuvo en el surgimiento de la filosofía del “racionalismo crítico”, de Karl Popper (1902-1994), cuya obra principal es, La Lógica de Investigación Científica, 1934, en donde la verificación (el tratar de demostrar la veracidad de algo, y de no lograrse, proponer ajustes, o en sí, otra hipótesis), del método hipotético-deductivo, la cambia por la falsación (o refutación); es decir, por el considerar que algo es verdadero hasta en tanto no se encuentra lo que lo contradiga, donde cabían propuesta absurdas que de momento pasaban por verdaderas, y de donde surgió esa idea subjetivista de que “cada cual tiene su verdad” (obvio, hasta que se demuestre que es falsa), lo que anulaba en sí la verdad objetiva misma.
Popper, cuya influencia se particularmente entre los años cincuenta a sesenta, sostiene que las teorías (lo racional), antecede a los hechos (lo empírico), aun cuando las teorías necesitan de la experiencia (una posición no nueva, sino puramente cartesiana); y así, la ciencia no avanza sobre nuevas leyes, sino descartando (sometiendo a falsación), las que contradicen la experiencia; lo cual ocurre, retomando a Thomas Kuhn (1922-1996), cuando la comunidad científica se pone de acuerdo por consenso en que ha sido refutada (haciendo de las leyes de la ciencia una especie de “moda” pasajera, y recurso usado luego por la “posmodernidad” en el “pensamiento complejo” en particular, como el “consenso en el diálogo de saberes”, a manera de la “validación” por el “principio de autoridad” del medioevo.
Este subjetivismo que da prioridad a lo racional y adopta los planteamientos de la “teoría crítica”, hicieron de las ideas de Karl Popper un “racionalismo crítico”. Popper, a diferencia de todos los autores contemporáneos del “neomarxismo”, es el único en mencionar positivamente a Marx, no obstante no esté de acuerdo con él, y no casualmente, cuando, si bien de manera alrevesada, aun se mantenía en las posiciones de la ciencia de la modernidad; y fue precisamente este hecho el que lo dejó fuera de consideración en el curso de los años setenta, en que las influencias de Freire y de Fals-Borda, así como del inicio de la “Investigación-Acción Participativa” (IAP), adquieren mayor importancia en tanto más directamente eficaces para destruir esa identidad entre el materialismo y la ciencia moderna.
Todo ello en esa filosofía subjetivista de la superestructura que estuvo en la raíz de todos esos movimientos, preparó las condiciones para que en los años setenta surgiera, bajo las influencias “neomarxistas” en general, la corriente de antiguos marxistas que renegaban del “estalinismo”, de la “burocracia de la nomenklatura”, etc, reduciendo el marxismo, la dialéctica materialista, meramente a situaciones económicas, políticas y sociales, no entendiendo un ápice de las leyes objetivas de la historia, y formaron, desde los años sesenta, el revisionismo del llamado “marxismo crítico”; teniendo como representantes de ello en México a Adolfo Sánchez Vázquez (1915-2011), y su gramsciana “teoría de la praxis”; o a Bolívar Echeverría (1941-2010), y su “teoría del ethos”; todo lo cual favorecería el surgimiento del movimiento ideológico burgués de la llamada “posmodernidad”, que se “oficializó” con la publicación del trabajo de Jean FranҪois Lyotard, La Condición Posmoderna, 1979, por lo demás, un estudio para la reforma educativa en Canadá; a lo que le siguió, en los años noventa, el empirismo idealista del “pensamiento crítico”, 1992, incluso en pedagogía con la “pedagogía crítica” de Peter McLaren; y el surgimiento del francamente oscurantista “pensamiento complejo”, 1992, de Edgar Morin, apoyándose confusamente en los principios de incertidumbre y la teoría del caos, entendidos literalmente.
En este repaso histórico no puede dejar de mencionarse al principal representante del “posmodernismo” en América Latina: Enrique Dussel (1934-…), en quien aparece incluso una especie de <<“marxismo” superado posmoderno>>, dado en su “filosofía de la libertad” (1972), fundamento de la “Teología de la Liberación” de la que fue partícipe, en donde la categoría de “colonización cultural” es una categoría central, en la que incluso critica al marxismo de ser un “producto occidental de régimen colonial”.
En todas las variantes de este “neomarxismo” fundadas en la “filosofía de la superestructura”, está la tergiversación y el falseamiento revisionista de la esencial tesis de Marx, de que “es el ser social el que determina la conciencia social”; de que son las condiciones objetivas las que determinan las condiciones subjetivas; y es en ese sentido que debe hacerse esencialmente el marxismo en el análisis objetivo concreto de la situación objetiva concreta y en su momento objetivo histórico concreto, con la aplicación del materialismo dialéctico; y al estudiarse por la “posmodernidad” una y otra vez en sus infinitos aspectos sólo la superestructura (las formas de la conciencia social), omitiéndose sutilmente cada vez más las determinaciones estructurales objetivas, ese “marxismo nuevo”, o “neomarximo” y “posmoderno”, se fue transformando en idealismo subjetivo en diversas formas del empirismo-criticista (berkeleyano-kantiano), dando por resultado que un prestigiado marxismo por su certeza científica, quedase como un “marxismo a modo”, un “marxismo atenuado”, ad hoc a los intereses de la burguesía y el capital; donde ese “marxismo” queda sustituido y reducido al infinito “diagnóstico” de la opresión y explotación capitalista, por demás, no por sus mecanismos de plusvalía y plustrabajo, sino <<a causa de la ciencia y la técnica y el proceso civilizatorio occidental>>; en donde queda destruido, principalmente para el dominio de las masas, tanto el materialismo dialéctico, como la ciencia y su método.
* Es hasta ahora aquí que se esta aclaración.
[1] Fals-Borda, Orlando; Origen Universal y Retos Actuales de la Investigación-Acción Participativa; en Análisis Político, N° 38; biblioteca.clacso.edu.org; 1999.