Materialismo Dialéctico, la Ciencia y el Método de la Ciencia…; ¡ah, y otro asunto: la conciencia del compromiso social y político del individuo! 3) Fundamentos gnoseológicos y metodológicos de la sistematización del conocimiento verdadero: la Ilustración

06.08.2019 15:52

Materialismo Dialéctico, la Ciencia y el Método de la Ciencia…;

¡ah, y otro asunto: la conciencia del compromiso social y político del individuo!

3) Fundamentos gnoseológicos y metodológicos 

de la sistematización del conocimiento verdadero: 

la Ilustración.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

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(5 ago 19)

 

                                 El Renacimiento fue una gran revolución, de hecho, la revolución más grande de la historia de la humanidad hasta ahora.  Toscanelli, Nicolás de Cusa,, Erasmo de Rotterdam, Copérnico, Giordano Bruno, Bacon, Galileo, Descartes, entre muchos otros que omitimos; no fueron sujetos investigadores imponiéndole subjetivamente condiciones a la realidad objetiva, sino, por lo contrario, fue una realidad objetiva determinando sus condiciones; y no fueron “revolucionarios, cuyo deber era hacer la revolución”; sino, inversamente, la revolución, por la sola expresión de su pensamiento científico, los hizo históricamente revolucionarios.  No había, ni podía haber, conciencia alguna de un compromiso y responsabilidad social, su único compromiso era con su manera científica de pensar; detestaban al pueblo ignorante que se regocijaba en plaza pública cuando eran quemados vivos; fueron apenas la simiente pensante de una nueva clase social dominante con banqueros como la familia de los Médicis, o comerciantes como el caso del mismo Américo Vespucio.

 

                                 Sus fundamentos en una nueva concepción del mundo, monista, ateísta, materialista y dialéctica, radicalmente opuesta a la anterior, dualista, teísta, idealista; y su novedoso pensamiento científico basado en la observación de los hechos objetivos, en la relación causal asociada a hechos materiales de la vida real, ya lógicamente deducidos o bien inducidos, esencialmente comprobables en la práctica; fue la esencia de esa titánica revolución.

 

                                 A partir de 1453, a la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos, y justo tres años después de la invensión de la imprenta por Gutenberg, esa revolución es puesta en marcha y se consolida con el llamado periodo de la Ilustración, haciendo la llamada Época de la Modernidad.  El periodo de la Ilustración (1650-1899), se hace más abundante y rico en autores y aportaciones, tanto en los fundamentos gnoseológicos, como en la metodología de la sistematización del conocimiento verdadero.

 

                                 Para los fines de este ensayo: demostrar la identidad entre los fundamentos gnoseológicos materialistas y dialécticos con la ciencia y su metodología de investigación, y las relaciones con ello del sujeto consciente, con un compromiso y responsabilidad social y política, tomamos a los autores que por un lado aportan a esos fundamentos gnoseológicos, y por otro a la elaboración de la metodología de la sistematización del conocimiento científico.

 

 

                                 Ejemplo de la descomunal confusión de pensamiento propia de los inicios de esta época, es Roberto Boyle (1627-1691), que en el campo de la metodología de la sistematización del conocimiento, fue iniciador de los estudios de la química y teología; empirista, seguidor de las ideas de Bacon, lo que al mismo tiempo negaba, como negaba el cartesianismo y el atomismo; no obstante, del método de Descartes tomó el análisis como parte estructural de los estudios e la química, a la vez que decía no teorizar sobre hipótesis; no obstante a él se debe una ley científica más: la ley de la relación entre el volumen y la presión de los gases.

 

                                 Opuesto de pensamiento y contemporáneo suyo aportando en los fundamentos gnoseológicos, fue Baruch Spinoza (1632-1704), cartesiano y por ello racionalista, panteísta aún seguidor del innatismo, que en una forma del monismo, sólo reconocía como sustancia a lo divino y a Dios en la aristotélica causa primera.  En lo social fue partidario de las ideas de Hobbes.

 

                                 Pero afín de pensamiento en los fundamentos gnoseológicos y a su vez directamente contemporáneo, estuvo John Locke (1632-1704), empirista seguidor de Bacon, por lo que el conocimiento se determina por la experiencia derivada de las sensaciones y su percepción, Locke rechaza el innatismo y con ello al panteísmo, por lo que, sin ser una ateo explícito, es ya un deísta, que trata la religión como asunto exclusivamente de la intimidad del individuo en sus relaciones con Dios, lo cual ya no tiene que ver con las relaciones humanas en su conjunto.

 

                                 Junto con los personajes anteriores están tres más, particularmente notables en la historia de la ciencia: Roberto Hooke (1635-1703), Isaac Newton (1642-1727), y Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716).  Es con ellos que la ciencia, por cuanto a completar todos sus elementos en los métodos de la sistematización del conocimiento y su desarrollo instrumental, alcanza su esplendor, quizá con una sola agravante: el problema de la hipótesis, que particularmente Newton no aceptaba.

 

                                 Mientras Hooke desplegaría un amplio aporte a los métodos de sistematización del conocimiento y el desarrollo instrumental, Newton hacía un aporte más en la formalización teórica de la teoría de la ciencia.  Luego de los trabajos de Bacon (120) y de Descartes (1637), Newton publicaba sus Principios Matemáticos de la Filosofía Natural, 1689, en donde explicando sus tres leyes del movimiento de los cuerpos; la física del movimiento de los cuerpos en medios resistentes; y, la ley de la gravitación; expone, con fundamentos gnoseológicos en el empirismo materialista y los métodos deductivo e inductivo, la forma en que unos principios se deducen lógicamente de otros, en un claro modelo hipotético-deductivo, a pesar de sí mismo en su opinión de “hipótesis non fingo” (no hago hipótesis).

 

                                 Newton menciona cuatro principios o reglas: 1) de simplicidad (causas suficientes); 2) de uniformidad de la naturaleza (en todas partes se cumple las leyes de la ciencia); 3) de las propiedades comunes de los cuerpos, que no pueden se ni aumentadas ni disminuidas; y, 4) de las leyes descubiertas por inducción de veracidad posible.

 

                                 En tercer lugar está Leibniz, quien, como pensador del idealismo racionalista (uno de los tres más importantes racionalistas junto con Descartes y Spinoza), atribuye a la lógica no sólo la manera de pensar, sino de descubrir las cosas en un proceso estrictamente deductivo.

 

                                 Para Leibniz, en su Nuevo Tratado del Entendimiento Humano, como idealista, el pensamiento es el fundamento del ser (de la realidad material).  La verdad no está en la coincidencia de la imagen con el objeto exterior, sino en la concordancia entre los fenómenos mismos, que son reales, en tanto explicados matemáticamente, y así, el conocimiento del mundo real, es producto del espíritu.  De este modo, Leibniz rechaza la “lógica cartesiana del descubrimiento”, y la suple por una “lógica de la demostración” en el análisis de los conceptos.  En dicha obra establece su “ley de identidad”, y su “ley del tercero excluido”, fundamentales para la lógica.

 

                                 Pero en este punto, el idealismo racionalista (en particular francés), alcanza sus máximos logros.  El idealismo racionalista de Descartes había atravesado cincuenta años de historia pasando por Spinoza hasta Leibniz, y no obstante, el materialismo empirista (en particular inglés), de Locke o de Newton, ese racionalismo se hizo dominante (y particularmente influyente en Nueva España dada la rivalidad entre España e Inglaterra), en mucho, gracias a Antoine de Arnaud (1612-1694), el más importante estudiosos de la lógica de la conventual y famosa “Escuela de Port-Royal” en París (fundada en el siglo XIII, pero que culmina entre 1634 y 1703).  En ella, gracias a Claude Lancelot (1615-1694), educador, humanista, helenista y matemático, la enseñanza se centró en la lógica, como el “aprender a pensar”.  Esto es que, la ciencia y el método lógico de la ciencia, no sólo se hacían plenamente consistentes con un fundamento gnoseológico, sino ahora ello era socializado a través de la educación.  Con Leibniz y la Escuela de Port-Royal, el idealismo racionalista fue llevado hasta sus últimas consecuencias, en donde la lógica, hasta entonces como desarrollo de la lógica formal aristotélica limitada a la estructura del pensamiento, no alcanza para entender el proceso del conocimiento verdadero.

 

                                 Entonces apareció un personaje que produjo un viraje histórico en el pensamiento idealista, el que influye ideológicamente hasta nuestros días: George Berkeley (185-1753), que tratando de superar las limitaciones del idealismo racionalista, impulsó ahora el idealismo empirista a partir de su Tratado Sobre los Principios del Conocimiento Humano, de 1710.  En él, Berkeley afirmó que el conocimiento es sólo de lo directamente dado a los sentidos como expresión de Dios (panteísmo), y las cosas existen sólo en tanto “lo pensado”, lo cual no debe entenderse como lo abstracto de los objetos, sino como la identidad del sujeto con el objeto dada en el lenguaje que expresa lo observado.  Con ello, como lo expresara Lenin, el idealismo tendió a querer parecerse al materialismo, un idealismo que quiere ser como el materialismo; ; sólo que expresado en forma subjetivista y metafísica, pero que con ciertas variaciones, se va a hacer particularmente influyente en el siglo XX.

 

                                 Entre otros muchos pensadores en el ámbito de materialismo, tomamos a Denise Diderot (1713-1784), para hacer mención, además, de la importante obra de La Enciclopedia (1751-1780), en diecisiete volúmenes.  Con Diderot y los pensadores de la ilustración (140 de ellos), que integran la Enciclopedia, se reafirmaron los fundamentos gnoseológicos empiristas del materialismo, que se limitaba a ser un materialismo mecanicista: las sensaciones en la interacción del sujeto con el mundo de los objetos materiales; la percepción, que particularmente en Diderot se esbozó como la anticipación a la teoría del reflejo; y la representación.  Con Diderot se escala ya del deísmo al ateísmo.  Y en cuanto a la metodología de la sistematización del conocimiento, se afirma la observación, la descripción, la experimentación, la medición, el registro, y la técnica instrumental, como el análisis y los baconianos métodos de relación causal.

 

                                 La Enciclopedia, símbolo de la Ilustración, obra esencialmente de los pensadores materialistas del momento, significa el objetivo del conocimiento científico de la divulgación y socialización dela ciencia; en ella se dio cuenta de todas las ciencias y técnicas, de las artes y oficios en el máximo de detalle de su elaboración, explicado no sólo en texto, sino principalmente en lujosas láminas descriptivas y explicativas.

 

                                 La Enciclopedia es la contraparte de la Escuela de Port-Royal por lo que a los fundamentos gnoseológicos se refiere (ésta racionalista, aquella empirista), pero es, a la vez, su complemento.  Ambas tienen en el fondo la influencia del jansenismo, una corriente político-religiosa católica pero crítica del catolicismo imperante del orden feudal y monárquico, que se enfrentó a la influyente orden jesuita, igualmente ocupada en los asuntos científicos y pedagógicos.

 

                                 Contemporáneo de Diderot fue, a su vez, Emmanuel Kant (1724-1804), que junto con Berkeley, es otro de los personajes notables del pensamiento filosófico idealista de la Ilustración.  Kant, que lo mismo plantea la hipótesis del origen del Sistema Solar en una nebulosa, o la hipótesis de la fricción de las mareas que afectan a la rotación de la Tierra; que elabora su pensamiento filosófico idealista subjetivo al que denominó como “filosofía trascendental”, por su planteamiento esencial consistente en hacer  trascender las ideas de l mente a la realidad “objetivándolas”, es decir, reconociéndolas en los objetos materiales de una realidad amorfa y caótica, a la que con el conocimiento ponía orden.  Su filosofía se reconoce también como “criticista” por extensión de sus obras tituladas como “Crítica de la Razón Pura” (1781), “Crítica de la Razón Práctica” (1788), y “Crítica del Juicio” (1790), donde la crítica o el “criticismo”, si bien alude al criterio, a la razón como hecho deductivo, éste vincula simultáneamente el conocimiento empírico con el conocimiento racional, dicho criterio no se forma de conceptos y juicios como reflejo de la realidad objetiva (o de las “cosas en sí” incognosibles, como les denomina Kant), sino, inversamente, es donde ese “criticismo” como la razón de los llamados “conceptos a priori”, innatos en el pensamiento humano, son los que precisamente han de ser trascendidos en el proceso del conocimiento en forma de experiencia (método de descubrimiento de las cosas a lo que denominaría como “fenómenos”).

 

                                 En ese dualismo de la realidad objetiva (la “cosa en sí”) y el método de trascendencia por la experiencia (el “fenómeno”), Kant vio lo que llamó como una antinomia, esto es, una contradicción en el sentido común (o paradoja), lo cual dio lugar a la dialéctica en su forma idealista.  Y una de esas principales antinomias lo constituyó la relación entre lo empírico y lo racional, en lo que Kant ya no vio dos hechos independientes entre sí, sino dos momentos de una misma cosa: el proceso del conocimiento.  Y con ello, en su forma idealista, renacía el heraclitiano pensamiento dialéctico.