Materialismo Dialéctico, la Ciencia y el Método de la Ciencia…; ¡ah, y otro asunto: la conciencia del compromiso social y político del individuo! 2) Fundamentos gnoseológicos y metodología de la sistematización del conocimiento verdadero: el Renacimiento.

02.08.2019 12:45

Materialismo Dialéctico, la Ciencia y el Método de la Ciencia…;

¡ah, y otro asunto: la conciencia del compromiso social y político del individuo!

2) Fundamentos gnoseológicos 

y metodología de la sistematización del conocimiento verdadero: 

el Renacimiento.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

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(2 ago 19)

 

                                 Contra el pensamiento medieval dualista (que reconoce al mundo metafísico o sobrenatural, tan real como el mundo de los objetos materiales que nos rodean), esencialmente idealismo filosófico, y de un escolasticismo teísta (del culto a Dios), que partía del conocimiento dado por “verdadero” por el subjetivista “principio de autoridad” (el consenso de los padres de la iglesia), se fue formando una manera distinta de pensar, la cual florece en el siglo XV haciendo renacer el pensamiento científico clásico griego sobre una base monista (en donde sólo se reconoce cono existente el mundo material que  nos rodea, y los fenómenos considerados como “sobrenaturales”, sólo son fenómenos de nuestro mundo material aún sin explicar por la ciencia), esencialmente materialismo filosófico, y de un razonamiento dialéctico.  Este pensamiento materialista por una parte, y dialéctico por otra, en forma entonces separada, constituyó el nuevo fundamento gnoseológico (de la teoría del conocimiento), de la interpretación del mundo en que se abandona el teísmo, suplido ahora por el panteísmo (de la naturaleza como manifestación de Dios, y del acercamiento a Dios como investigación de la naturaleza), que facilitó el trabajo del pensamiento científico.

 

                                 Pero contra los designios de la predestinación divina o las acechanzas de los demonios como única explicación mágico-religiosa de las causas de las cosas, se fue formando el criterio de asociación en la relación causal entre los elementos materiales, de donde finalmente floreció, a su vez, en forma de metodología de sistematización del conocimiento verdadero, la investigación científica como la nueva forma del pensar.

 

                                 Se formó entonces, desde el primer momento, una identidad que históricamente tardó en verse, entre el fundamento gnoseológico materialista y dialéctico, y la ciencia y su metodología, lo cual demostraremos aquí.

 

 

                                 Así, con quienes se inicia el Renacimiento, es con Paolo del Pozo Toscanelli (1397-1464), quien en 1474 dio a conocer su Carta Geográfica en Proyección Trapezoidal, la primera de este tipo luego de doce siglos desde los trabajos de Ptolomeo, en la que, utilizando nuevamente el sistema de coordenadas geográficas, con ese elemento teórico-abstracto, permitía ahora la navegación superando la Cartografía Portulana propia a una navegación por rumbo y distancia con referencia física, y en ese sentido, dada ésta en forma empírico-concreta; que no obstante, históricamente había aportado la acumulación de datos observados que permitió el salto cualitativo a lo teórico-abstracto.  Se puede decir, entones, que la ciencia y su método nacen con esas categorías de la acumulación de datos de la observación empírica de los hechos concretos dados en la medición (en este caso), del sistema de coordenadas geográficas, y la experiencia (viajes de exploración), dando lugar al procedimiento de lo teórico y lo abstracto.

 

                                 Contemporáneo y amigo de Toscanelli, fue Nicolás de Cusa (1404-1464), quien, por su parte, aportó los primeros elementos del nuevo fundamento gnoseológico, en un profundo pensamiento tanto materialista como dialéctico, a pesar de prevalecer en éste el principio panteísta de Dios inmanente como “razón para saber la razón de ser”.  La esencia en el pensamiento de Nicolás de Cusa es su noción de la “coincidencia de los opuestos” y el que todo está en permanente movimiento, y su idea de los cuatro grados en el proceso del conocimiento: 1°) de los sentidos; 2°) de la razón; 3°) del intelecto; y, 4°) de la contemplación intuitiva, que independientemente de su acierto, establece una primera noción moderna de la teoría del conocimiento materialista y dialéctico; así como del principio de la relación sujeto-objeto como separación o abstracción del sujeto respecto de la cosa, para encontrarle su esencia.  Así es a su vez importante su teoría profundamente dialéctica, de la contradicción en lo que él denominaba como la “complicación-explicación”, donde la “complicación” es la síntesis, y la “explicación”, más que causalidad, es análisis, estableciendo con ello la unidad y la multiplicidad, de modo que la unidad (identidad), es la “complicación” (síntesis) de la diversidad (análisis), y la multiplicidad o diversidad, es el despliegue de la unidad o identidad.

 

                                 Luego, como parte de una siguiente generación, está Erasmo de Rotterdam (1466-1536), con quien el pensamiento teológico cristiano finalmente acepta el desplazamiento de un mundo teocéntrico, por un mundo antropocéntrico, estableciéndose de manera definitiva el humanismo, por esa razón antropocéntrica, en su esencia, ateísta; por lo que el humanismo de Erasmo se expresa más bien como un “humanitarismo cristiano”.

 

                                 Junto con éste, contemporáneo suyo, está también Nicolás Copérnico (1473-1543), quien expone la idea de un Universo heliocéntrico, que sustituía el Universo geocéntrico de Ptolomeo.  Ese carácter “centrista”, más que anular la idea cusana del Universo infinito y sin centro, se refería al entendimiento del Sistema Solar que se explicaba mejor que en el sistema geocéntrico, pero que destruía la noción teológica de la Tierra como centro privilegiado por Dios.

 

                                 Esta última idea es lo que estaba en el pensamiento de Giordano Bruno (1548-1600), en la siguiente generación de pensadores, para quien la Tierra no sólo se traslada alrededor del Sol, sino rota sobre su propio eje, y donde el copernicano heliocentrismo del Universo, fue superado en la noción del Sol como una estrella más entre las infinitas estrellas del firmamento, que incluso debían contar, a su vez, con mundos habitados como el nuestro.

 

                                 Con él está a su vez Francis Bacon (1561-1626), con él, los elementos de la ciencia, tanto de sus fundamentos en la teoría del conocimiento (gnoseológicos), como de la metodología de la sistematización del conocimiento afines a esos fundamentos, se acumularon, y surgió el primer trabajo que intentó exponer la formalización teórica o de la sistematización lógica de la ciencia, en su Nuevo Órganon,1620 (o “Nueva Lógica”, la lógica inductiva, que complementaba el Órganon aristotélico o de la lógica formal deductiva de Aristóteles).

 

                                 En Bacon, el fundamento gnoseológico es el empirismo, no por oposición al racionalismo, sino como momento prioritario a éste; y el método de la sistematización del conocimiento científico o verdadero, es el método inductivo (el ir de juicios particulares a juicios generales, opuesto a la lógica de Aristóteles, de ir, inversamente, de manera deductiva, de juicios generales a juicios particulares).  El planteamiento del método inductivo del conocimiento, trajo en Bacon la propuesta de sus “Tablas de Presencia, Ausencia y de Grado”, hoy conocidas como métodos de relación causal (de concordancias, de diferencias, de variaciones concomitantes, y de residuos), elementos fundamentales en la investigación científica tanto de la naturaleza como de la sociedad.

 

                                 Un último par de pensadores de la ciencia a considerar y con los cuales se cierra el Renacimiento, aun cuando ya no del todo contemporáneos entre sí, pero al menos en una suficiente docena de años, fueron Galileo Galilei (1564-1642), y René Descartes (1596-1650).  Con Galileo se tiene el trabajo experimental, de medición y registro, donde ese trabajo experimental no era fortuito, sino dirigido a la corroboración de lo teórico antes considerado.  Su logro más admirable fue la introducción de la matemática como demostración lógica rigurosa, que está ya presente en el descubrimiento de la primera ley científica lógica o teóricamente deducida: la ley de la aceleración en la caída libre de los cuerpos.

 

                                 En los últimos cinco años de la vida de Galileo (que pudiera extenderse hasta los catorce años), está presente ya René Descartes, publicando su obra Discurso del Método, 1637 (con un antecedente que venía desde 1628 con sus Reglas para la Dirección de la Mente), en el que se establecía el proceso del conocimiento en cuatro reglas: 1) establecer una duda metódica (no el dudar permanentemente de todo como la duda sistemática de los escépticos); 2) dividir el objeto de estudio (analizarlo), para estudiarlo fácilmente por sus partes; 3) ir de lo simple a lo complejo; y, 4) realizar recuentos y revisiones exhaustivas que aseguren no omitir nada.

 

                                 En esta formalización teórica de la ciencia de Descartes, el fundamento gnoseológico es el racionalismo; que al igual que Bacon, no lo es, en este caso, por oposición al empirismo, sino por prioridad sobre éste; y en la metodología de la sistematización del conocimiento científico que conduce al conocimiento verdadero, Descartes establece sus cuatro reglas de carácter deductivo con una lógica rigurosa matemática.

 

                                 Con Galileo y Descartes finaliza el periodo del Renacimiento, luego del cual vendrá el periodo de la Ilustración, de mediados del siglo XVII a fines del siglo XVIII.