La Educación Ético-Estética y la Profesionalización Docente.

25.10.2018 14:36

La Educación Ético-Estética

y la Profesionalización Docente.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

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(25 oct 18).

 

                            La Ética, la ciencia que estudia la conducta moral, y la moral como el acto en libertad y en la conciencia del compromiso y la responsabilidad del individuo frente a la sociedad; tiene como objeto de estudio “lo bueno”, el bien en la obligatoriedad del deber ser, que se discierne en la dialéctica en la unidad y lucha de contrarios entre lo bueno y lo malo, entendiendo en la unicedad de contrarios, qué hay de bueno en lo malo, como que hay de malo en lo bueno, en la transformación de un opuesto en otro, y en las condiciones objetivas por las cuales en un momento dado domina uno u otro de los opuestos.

 

                            La Estética es la ciencia; prácticamente disciplina de conocimientos en el campo de la filosofía; que se ocupa de “lo bello” como su objeto de estudio, distinguiendo en la unidad de la contradicción entre lo bello y lo feo; apreciando en el sosiego de espíritu qué hay de bello en lo feo, como qué hay de feo en lo bello, y las transformaciones de un opuesto en orto en las condiciones objetivas por las cuales en un momento dado domina aquí, a su vez, uno u otro opuesto.

 

                            Así, lo ético-estético como la conducta cotidiana, se entiendo como la conciencia de lo bueno en la objetividad del deber ser no sólo reconociendo en todo momento lo bello y desdeñando y luchando contra lo feo, sino rescatando en lo malo como en lo feo, lo que haya de bueno como de bello, haciendo de la vida no sólo algo placentero, sino una actividad armónica y creativa.

 

                En consecuencia, la permanente educación ético-estética tiene una función esencial en la vida y desarrollo de la sociedad, tan importante como la formación intelectiva en el juicio que discierne lo verdadero o lo falso.  Y en esa permanente educación, no sólo está la formación de “el otro”, sino, tan esencial como ello, está la necesidad de la educación del educador mismo como acto no sólo en la lógica del desarrollo social en general, sino como acto particular de una ética deontológica (ética profesional), determinante en el desarrollo de la profesionalización docente.

 

                 La educación ético-estética en su dialéctica materialista, implica la aplicación de los elementos de la formalización teórica de dicha filosofía (de sus postulados, principios, categorías y leyes), en todos los aspectos de la cotidianidad de la vida.

 

                 Los postulados dialéctico materialistas: de la materialidad del mundo; de la objetividad de éste; del permanente movimiento, transformación y desarrollo; de su relación universal; y de su cognoscibilidad; al aplicarla a la educación ético-estética, se refiere a que hablamos  del mundo terrenal y social de los seres humanos, y no de un ideal e idílico mundo metafísico de los coros celestiales; que hablamos, pues, de lo que es en los hechos de la realidad, independientemente de nuestros deseos o voluntad, como lo son las relaciones humanas, como lo es la vida de la sociedad; pero sobre de lo cual incidimos transformándolo; de que todo está en relación, y de que es posible conocer ese mundo objetivo yendo más allá de lo empírico concreto, a lo teórico abstracto; por lo tanto, de que es un mundo sujeto de nuestra apropiación y dominio, tanto de lo natural como de lo social, y de que mantenemos una relación justa con él, no depredadora y al final autodestructiva, no s impone la necesidad de un código de ética para normar nuestras relaciones humanas, en función de las cuales está el cuidado de la naturaleza*.

 

                 Lo ético-estético en consecuencia, evoluciona conforme la evolución de la sociedad misma, por lo que se hace necesario aplicar, a su vez, los principios de la dialéctica materialista; es decir, de sus leyes más generales: la historicidad, el hecho de que el presente no se explica sin el conocimiento del pasado, y por lo tanto, de que nuestras relaciones sociales actuales, han evolucionado en el desarrollo de la sociedad y serán diferentes en el futuro; el análisis histórico concreto, por el cual ciertas conductas morales y formas de apreciación estética son muy propias de cada momento histórico, y contribuyen al desarrollo y progreso de la sociedad; y de ese desarrollo y movimiento progresivo  como forma contradictoria entre lo nuevo y lo viejo; entre lo nuevo que se juzga con viejos o anacrónicos valores o sin fundamento (en una simple axiología teleológica), y lo nuevo que se juzga con valores fundamentados en la solución a relaciones sociales cada vez más complejas (en una compleja axiología deontológica que resuelve paulatinamente los problemas metaéticos, como, actualmente, el aborto, la eutanasia, las relaciones homosexuales, los tipos de matrimonio, los límites de la biogenética, lo ilimitado o no de la biónica y las consecuencias de la inteligencia artificial).

 

                 Luego, esas relaciones ético-estéricas han de ser estudiadas y resueltas en la aplicación de las leyes y categorías de la dialéctica materialista, a las leyes y categorías de la ética y la estética.

 

                            La ética y la estética son aún dos ramas de la filosofía, precisamente, dada la insuficiencia aún de su formalización teórica como ciencias independientes; entre ello, la falta del enunciado propio de sus postulados, principios y leyes.  Su desarrollo está aún en la discusión de su cuerpo de categorías fundamentales y sus teorías.  Pero contribuyendo a esa formalización teórica, podemos enunciar aquí ciertos elementos de tales fundamentos.

 

                            Con fundamentos dialéctico materialistas, la ética, la teoría de la moral, puede postularse, 1) como una ciencia de las relaciones sociales en las costumbres y conductas debidas; 2) por lo tanto, como una ciencia acerca de la obligatoriedad de la conducta consciente del individuo en esas relaciones sociales; 3) de una conducta consciente, como un conocimiento lo más científicamente fundamentado para determinar el acto moral; y, 4) del acto moral en el compromiso y responsabilidad social.  Ello no necesita de más demostración que el hecho de experiencia históricamente dado, por lo demás, con ciertas variantes, reconocido en las diversas teorías de la ética.

 

                            Sus principios, entendidos como las leyes más generales y esenciales, pueden enunciarse como: 1) el principio de la obligatoriedad en el deber ser; y 2) el principio de la exclusividad individual en causa y responsabilidad del acto moral.  Luego, un cuerpo de categorías fundamentales queda enunciado en la unicedad de las relaciones contradictorias entre lo bueno y lo malo; lo valeroso y la cobardía, lo heroico y lo omiso; el sacrificio y la indiferencia; o lo colectivo y la individualidad, et sig; donde uno y lo otro son su cambiante contrario en momento y circunstancias diferentes.

 

                            Con la estética ha de ocurrir lo semejante; puede postularse como: 1) la ciencia de la apreciación de lo bello; 2) la ciencia del arte y lo creativo; 3) de la apreciación de lo bello y la creatividad tanto en las relaciones intrínsecas del individuo (para sí), como en sus relaciones extrínsecas (para con los otros) en sus relaciones sociales, en relación armónica formadora de la vida humana (es decir, que supere su simple existencia, y más aún, su existencia enajenada); y, 4) por lo tanto, de la realización social humana del individuo, dada en el ser de los demás, en el ser de “la otredad”.

 

                            Por su parte, sus principios pueden enunciarse como, el principio de la correspondencia armónica entre lo bello y lo creativo; y, el principio del reconocimiento de lo humano y su perfectibilidad en el reflejo de “la otredad” (el ser de uno mismo como reflejo de lo que son los demás en general; y no aceptando una pobre condición tanto en lo bueno como en lo bello y creativo en “la otredad”, procurar la transformación social humanizándose a sí, en la humanización del ser humano mismo.

 

                            Luego, el cuerpo de categorías fundamentales de la Estética, se forma de: lo bello y lo feo; lo sublime y lo trágico; lo cómico y lo solemne; lo gracioso y lo grotesco; el optimismo y el pesimismo; lo portentoso y lo terrorífico; lo real y lo fantástico, et sig.

 

                            Con lo estético la dialéctica materialista debe distinguir algo más en lo antes dicho acerca del principio de cognoscibilidad del mundo, y por lo mismo, fundamental en lo educativo.  Lo estético, en primer lugar, es un conocimiento no racional, no se establece por el consciente juicio lógico del intelecto en una percepción deductiva; sino como una inconsciente percepción intuitiva.  Mas, en segundo lugar, la percepción estética es directa, en forma empírico-concreta; y para que esa percepción estética se haga racional, ha de elevarse de lo concreto (lo concreto real), a lo abstracto (a lo “concreto pensado”), racionalizándose con lo teórico estético, y de ahí la necesidad de su educación.

 

                            Queda por explicar el contenido y significado de cada una de las categorías y su dialéctica en el proceso educativo, que resultaría aquí en un artículo más extenso, cuando ya debemos concluir aquí y lo dejaremos para otro escrito.

 

                            Por todo lo antes dicho, se hace evidente que la educación ético-estética, nada, o muy poco, tiene qué ver con lo que la Secretaría de Educación Pública (SEP), ha hecho en su momento con la “Educación Cívica y Ética”, y la “Educación Artística”; donde la educación cívica (el levantarse temprano, bañarse, vestir agradablemente, saludar al prójimo, no tirar basura en la calle, etc), por más virtuosa que sea, no constituye un hábito ético (moral), pues sus categorías no establecen juicios de valor (axiológicos), sino juicios intelectivos de lo verdadero o falso en forma de lo correcto funcional.

 

                            El docente que desconoce la teoría de lo ético-estético y cree que con la “educación cívica” y “artística”, la satisface, reduce la verdadera formación de lo ético-estético a una burda caricatura en la que, en vez de formar u sujeto con conciencia de su compromiso y responsabilidad social, forma sólo a un sujeto “bien portado” con ciertas cualidades artísticas.  De ahí, entonces, que, una condición primera sea el que el educador debe ser educado, en esa idea de la necesidad de la profesionalización docente.

 


*        Con la naturaleza establecemos esencialmente relaciones estéticas, mas no relaciones de carácter moral, las cuales son esencialmente de las relaciones sociales.