Historia de la Geografía. Prefacio.
Historia de la Geografía.
Prefacio.
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
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Prefacio.
En esta serie conjuntamos los comentarios a los artículos de las historias de la geografía hasta ahora elaboradas y en nuestro conocimiento: la de Louis Vivian de Saint-Martin, 1873; la de Konrad Kretschmer, 1912; y de René Clozier, 1942; los cuales elaboramos hace seis años (publicados a principios de diciembre de 2013), y cinco años después instalamos el artículo sobre la historia de la geografía titulado Las Etapas de la Geografía, 1942, de René Clozier. Ahora, revisados esos artículos, los compendiamos en esta editorial única a la que agregamos un artículo inicial sobre la “teoría de la historia de la geografía”, otro final a manera de estudio comparativo comentando el trabajo de Manuel Orozco y Berra, “Apuntes para la Historia de la Geografía en México”, de 1881; y, finalmente, un “Análisis para la Historia de la Geografía” dada tanto bajo las influencias premarxistas (principalmente del positivismo y el empiriocriticismo), así como del marxismo o materialismo dialéctico; tras lo cual aportamos nuestro propio esquema de Elementos para la Historia de la Geografía, que en adelante intentaremos elaborar.
Tres historias, una cada cuarenta años; pero desde la última, han transcurrido ya ochenta años sin una nueva versión actualizada y a la luz de los nuevos avances del conocimiento. La historia de la geografía es el hacer conciencia de la propia identidad, la conciencia en sí de lo que se es, y ésta comenzó a hacerse apenas a partir del último cuarto del siglo XIX en una interpretación del hacer de la geografía bajo las influencias de la filosofía positivista, la cual reduce a la ciencia a la descripción de un conocimiento empírico y rigurosamente enciclopédico, que le ajustó muy bien a la concepción estraboniana de la geografía, que no obstante tuvo en común en esas tres historias dadas hasta mediados del siglo XX, el que es la “exploración en extensión” en la superficie terrestre; esto es, el “descubrimiento del espacio terrestre”, entendido por lo menos en el concepto aristotélico, siendo lo central en la actividad geográfica (aun cuando dicho concepto, siendo su objeto de estudio, no se exprese así en ellas). No obstante, lo secundario ha sido el contenido en ese espacio dado por la superficie terrestre, esto es, los fenómenos naturales y sociales (al final, en la teoría del espacio, formas de “estados de espacio”).
Sin esa conciencia en sí de lo que se es, no hay manera de que se entienda una conciencia para sí, es decir, una conciencia de para qué es, para qué sirve y hacia dónde se dirige el hacer de la geografía; y lejos, pues, en consecuencia, estamos de ello en esta ciencia. Actualizar esa conciencia histórica ha implicado hacerlo ya bajo las influencias del llamado postpositivismo, que comprende una amplia diversidad de propuestas en sistemas idealistas filosóficos, los cuales se han mostrado incapaces de resolver los problemas complejos de esta ciencia. Incluso el marxismo y su filosofía dialéctico materialista a nivel “oficial” en la época de los países socialistas, no se ocupó de hacer una revisión de los fundamentos de la geografía y retomó el planteamiento estraboniano sin percatarse de que éste constituía un error lógico de suplantación de tesis respecto del fundador de esta ciencia, Eratóstenes. La geografía fenomenista le fue operativa al sistema económico-social socialista en esa limitación positivista de la descripción empírico-enciclopédica, para fines de planificación geoeconómica regional, en lo que ésta dio un panorama útil, y con ello se dio por satisfecho.
Paradójicamente, en consecuencia, el cuestionamiento teórico en geografía no podía surgir en los países socialistas por más marxistas que fueran, ahí la geografía representaba alguna utilidad práctica por limitada que fuese. Ese cuestionamiento en general, dado sin discernir la ignoratio elenchi de Estrabón y por lo tanto partiendo de su mismo error, surgió entre el segundo lustro de los años setenta y primero de los ochenta del siglo XX en el ámbito capitalista; España (Geocrítica), Francia (Herodot), Alemania (Roter Globus), Estados Unidos (Antípode); e incluso, en lo que entonces aún se conocía como parte del “Tercer Mundo”, en México (Ilhuicac). Y la paradoja pareciera hacerse aún más sorprendente cuando, con la aplicación de los fundamentos en la dialéctica materialista, ese cuestionamiento se hizo precisamente en México ya no en general, sino directamente a la geografía estraboniana en el falseamiento de la geografía de Eratóstenes mediante la suplantación de la explícita tesis del espacio como objeto de estudio de éste, por el estudio de “los fenómenos en lo lugares”, según Estrabón; que, bien pensado, el que eso haya ocurrido en México no podía ser sino así, en un ámbito en el que toda “planificación geoeconómica” sería una demagógica fantasía, y la necesidad de cambios fundados rigurosamente en la ciencia se hacen insoslayables para romper el atraso y la opresión.
Más aún, ese cuestionamiento marxista en México a los fundamentos de la geografía, fueron elaborados ya difícilmente en el curso de los años ochenta, justo en la época de la llamada “Perestroika” en los últimos momentos de la aún Unión Soviética; cuando ser “marxista” comenzaba a ser a su vez cuestionado, los partidos comunistas se disolvían, y la influencia de la dialéctica materialista comenzaba a ser reemplazada por formas revisionistas dadas en las variantes del “nuevo marxismo” o “neomarxismo”, como en la “filosofía de la superestructura” de la “Escuela de Frankfurt”, o en el denominado “marxismo crítico” (en donde lo “crítico” no se refiere al pensamiento racional, sino esconde la teoría del conocimiento kantiano), del “racionalismo crítico” de Karl Popper, o de la “filosofía de la liberación”, y luego, en la peor de las formas de las ideologías burguesas en la llamada “posmodernidad” y la influencia de los sistemas filosóficos (si así se pueden denominar), del llamado “pensamiento crítico”, o del “pensamiento complejo”.
Todo ello abrumaba como para que se hiciese, por quien fuera, la reflexión acerca de la historia de la geografía; pero ello se tradujo en el esencial cuestionamiento filosófico a los fundamentos que, en México, y solamente aquí, se hicieron realmente con la aplicación consecuente de la dialéctica materialista. Cuarenta años después, criticada la vieja geografía estraboniana de limitaciones positivistas y dados con suficiencia los nuevos fundamentos teóricos de la geografía en la dialéctica materialista, una nueva historia de esta ciencia debe hacerse; esto es, una nueva reflexión general acerca de la verdadera identidad de la geografía entendida con estos fundamentos, deben explicar a la geografía en su desarrollo histórico lógicamente consistente; y ello no puede iniciarse sino sobre la base de revisar nuevamente lo aportado por los anteriores autores de la Historia de la Geografía.
A ello dedicamos esta serie de artículos, a los que hemos antepuesto una discusión sobre la “Teoría de la Historia de la Geografía”, y luego agregado uno en forma comparativa por la riqueza de su trabajo, a su vez, publicado hacia fines del siglo XIX: los “Apuntes para la Historia de la Geografía en México”, 1881, de Manuel Orozco y Berra; para finalizar con un “Análisis para la Historia de la Geografía” dada bajo las influencias premarxistas (principalmente del positivismo y el empiriocriticismo), así como del marxismo o materialismo dialéctico, tras lo cual aportamos nuestro propio esquema de elementos para la teoría de la historia de la geografía, que en adelante intentaremos elaborar, y cerrar con las respectivas conclusiones.
Nosotros lo intentaremos con fundamento en la dialéctica materialista; pero la tarea es tal, de tal magnitud y de tal necesidad e importancia, que la diversidad de posibles fundamentos, enriquecerían la visión de esa historia.