Geografía: sus Fundamentos Teóricos en la Filosofía Materialista Dialéctica. Formalización teórica de la geografía. c) Axiomatización de las hipótesis, leyes, y teorías geográficas. Primera Parte.

04.05.2017 15:51

Geografía: Fundamentos Teóricos 

en la Filosofía Dialéctico Materialista.

8 Formalización teórica de la geografía.

c) Axiomatización de las hipótesis,

leyes y teorías geográficas. Primera Parte.

Luis Ignacio Hernández Iriberri. 

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11 abr 17.

 

                    c) Axiomatización de las hipótesis, leyes y teorías geográficas.

                         Primera Parte.

 

                                        La formalización teórica de una ciencia culmina cuando del aparato de categorías fundamentales como su esencia metodológica; se logra extraer deductivamente, ciertos juicios ya como enunciados de un conocimiento antecedente ya demostrado verdadero, ya como enunciados de un conocimiento afirmado en una tesis, por demostrar, y para lo cual se hace necesario el enunciado de un tercer juicio en forma deducida a manera de hipótesis, de manera que, con la verificación de las mismas, ya se descubren leyes, o bien se elaboran teorías.

 

                                                  En la historia de la ciencia de la geografía, figura como un primer supuesto hipotético, el Perimetrón de Anaximandro: el supuesto de una Tierra plana, circular, con las masas continentales al centro, y rodeadas por el “Océano Mundial”. Al verificar dicho supuesto se fue viendo que esa aparente circularidad plana en el horizonte, era en realidad la correspondiente a la difícil aceptación de la curvatura d la Tierra, que pronto se tuvo que reconocer y aceptar, y que, por lo tanto, la distribución y extensión del “Océano Mundial” no constituía un límite en sí mismo, sino, si bien, finito, rodeando la esfera terrestre, era ilimitado.

 

                                                Entonces surgieron dos problemas más: 1) saber cuál era el valor del perímetro de la esfera terrestre; y 2) reconocer que para “el equilibrio o balance” de la esfera terrestre, a la masa continental del Ecúmene Europa-Asia), y el Antecos África), debía corresponder en contraparte las masas continentales en el lado opuesto del mundo y por lo mismo, desconocidas), del Periécos América del Norte), y las Antípodas (una combinación de Australia y América del Sur); y esa fue principalmente la hipótesis de la “simetría de las masas continentales de contrapeso” de Crates. Su verificación se corroboró, en cierto modo, con los continentes ahora conocidos, si bien no como hecho de “contrapeso”, si como resultado de la asimetría planteada por Katterfeld.

 

                                             Puede comprobarse que desde antiguo, quizá desde el inicio de las primeras grandes civilizaciones, se tenía conocimiento de las tierras de América (lo cual no invalida la hipótesis de Crates, sino, por lo contrario, elimina en ello lo especulativo), dato recogido ya con toda claridad en los mapas de Ptolomeo de principios de Nuestra Era, en los cuales se ve, en el “Finis Terre” al fondo oriental del Océano Índico, una franja de tierra a manera de un Istmo entre Asia y las tierras antárticas, haciendo de dicho Océano Índico un gran “Mar Mediterráneo”.  Esa franja de tierra en el extremo oriente de América, por supuesto mal ubicado y representado, como mal dimensionada la verdadera magnitud del “Sinus Magnum” que a su vez Ptolomeo registra, nombre dado al Océano Pacífico norte, pero sin comprender su verdadero tamaño más aún, que para entonces dominaba el error de Estrabón en el valor del perímetro de la Tierra, considerado por éste apenas en 30,000 km, y no en su valor real de 40,000 km). Ello dio lugar a una nueva y extraordinaria hipótesis en geografía, cuya verificación se convirtió en una apasionante como larga historia de quince siglos, en nueve de los cuales (del siglo V al XIII), durante la Edad Media, quedó casi en el olvido (apenas recordada en el Mapa Cottoniano del 1100), pues todavía en el siglo V, en la colección de los Mapas Romanos de Macrobio, en la llamada “Cuarta Península”* de las tierras de Cattigara adosada al Asia, era representada claramente el contorno de América.

 

                                                Sin embargo, no fue sino hasta el retorno de Marco Polo (1254-1324) de China en 1295 y la publicación de su relato en 1317, que dicha hipótesis se reaviva con toda intensidad. Entonces vemos cómo la “Cuarta Península” comienza a aparecer y desaparecer en los mapas, según los geógrafos partidarios o no de la hipótesis de su existencia. Desaparece del Mapa Catalán de 1375 de Abraham Cresques; y aparece en el Mapamundi de 1448 de Andrés Bianco; luego vuelve a desaparecer en el Mapamundi de 1459 de Fra. Mauro, y vuelve a aparecer tanto en el Mapa de Toscanelli de 1478, como en el Globo Terráqueo de Behaim de 1492 (año en que Colón realiza su primer viaje), así como en el Mapamundi de 1498 de Henrico Martell; en el Mapa de Cantino de 1502; de Caveiro de 1505; de Contarini de 1506; de Lenox de 1507; y aún en el “Universalis Cosmographia” de 1507 de Waldseemüller; y otros subsecuentes como el de Roselli de 1508; y el de Sylvanus de 1511, aparición explicable en éstos, porque las exploraciones de Colón parecían haber confirmado positivamente su existencia, no obstante que la prueba definitiva: el Paso de Basmán, o Paso del Sur, narrado por Marco Polo, no fue encontrado ni por Colón (que afanosamente lo buscó, como consta en el itinerario de sus viajes, siendo realmente su objetivo secreto), ni por ningún otro explorador posterior.

 

                                                Y este último hecho, aunado a los cálculos de Américo Vespucio de 1502 que demuestran teóricamente que esas tierras a las que se había arribado, eran tierras de otro continente, en tanto que el verdadero perímetro de la Tierra, éste lo verificaba en 40,000 km, llegaron al Mapamundi y Globo Terráqueo de Stobnicza de 1512, en que por primera vez América se separa de Asia, desapareciendo así, finalmente, la “Cuarta Península” (ya sólo por error se siguió registrando en los mapas de Reish de 1514; como en el de Apiano de 1520).

 

                                                   Sin embargo, transcurrirían aún diez años más, para que, con el descubrimiento del Estrecho de Magallanes y el viaje de ésta hasta el Asia en 1522, quedó comprobada en los hechos de la práctica, la más extraordinaria hipótesis geográfica durante quince siglos discutida.por lo tanto, la distribución y extensión del “Océano Mundial” no constituía un límite en sí mismo, sino, si bien, finito, rodeando la esfera terrestre, era ilimitado.

 

                                        Entonces surgieron dos problemas más: 1) saber cuál era el valor del perímetro de la esfera terrestre; y 2) reconocer que para “el equilibrio o balance” de la esfera terrestre, a la masa continental del Ecúmene Europa-Asia), y el Antecos África), debía corresponder en contraparte las masas continentales en el lado opuesto del mundo y por lo mismo, desconocidas), del Periécos América del Norte), y las Antípodas (una combinación de Australia y América del Sur); y esa fue principalmente la hipótesis de la “simetría de las masas continentales de contrapeso” de Crates. Su verificación se corroboró, en cierto modo, con los continentes ahora conocidos, si bien no como hecho de “contrapeso”, si como resultado de la asimetría planteada por Katterfeld.

 

                                    Puede comprobarse que desde antiguo, quizá desde el inicio de las primeras grandes civilizaciones, se tenía conocimiento de las tierras de América (lo cual no invalida la hipótesis de Crates, sino, por lo contrario, elimina en ello lo especulativo), dato recogido ya con toda claridad en los mapas dePtolomeo de principios de Nuestra Era, en los cuales se ve, en el “Finis Terre” al fondo oriental del Océano Índico, una franja de tierra a manera de un Istmo entre Asia y las tierras antárticas, haciendo de dicho Océano Índico un gran “Mar Mediterráneo”. Esa franja de tierra en el extremo oriente de América, por supuesto mal ubicado y representado, como mal dimensionada la verdadera magnitud del “Sinus Magnum” que a su vez Ptolomeo registra, nombre dado al Océano Pacífico norte, pero sin comprender su verdadero tamaño más aún, que para entonces dominaba el error de Estrabón en el valor del perímetro de la Tierra, considerado por éste apenas en 30,000 km, y no en su valor real de 40,000 km). Ello dio lugar a una nueva y extraordinaria hipótesis en geografía, cuya verificación se convirtió en una apasionante como larga historia de quince siglos, en nueve de los cuales (del siglo V al XIII), durante la Edad Media, quedó casi en el olvido (apenas recordada en el Mapa Cottoniano del 1100), pues todavía en el siglo V, en la colección de los Mapas Romanos de Macrobio, en la llamada “Cuarta Península”* de las tierras de Cattigara adosada al Asia, era representada claramente el contorno de América.