Geografía: sus Fundamentos Teóricos en la Filosofía Materialista Dialéctica. 9 Expresión de la nueva síntesis del conocimiento geográfico. a) Generalidades.
Geografía: sus Fundamentos Teóricos
en la Filosofía Materialista Dialéctica.
9 Expresión de la nueva síntesis
del conocimiento geográfico.
a) Generalidades.
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
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(15 abr 17).
a) Generalidades.
La nueva síntesis del conocimiento geográfico, se establece ya no por lo que prevalece por encima y en oposición a una propuesta insuficiente, y menos aún, por un dictado de poder o moda de temporada; sino por una sustentación propia dada una rigurosa formalización teórica, que hace del conocimiento empírico y descriptivo a que se reducía el saber geográfico anterior, un conocimiento ahora ya científico, teórico hipotético-deductivo. La nueva síntesis del conocimiento geográfico es la de una ciencia que en el reflejo objetivo (la subjetividad subordinada a la objetividad), de la realidad objetiva del espacio (la existencia real y concreta de éste, independientemente de los deseos, voluntad o “imaginario” alguno), supera esa anterior ambigüedad e indefinición del objeto de estudio de la ciencia de la geografía.
El estudio del espacio, ese fenómeno físico de la realidad objetiva como un hecho concreto realmente existente (en una posición materialista filosófica)*, es lo que constituye ahora el centro de la investigación científico-geográfica.
La primer pregunta que ha de hacerse ahora el geógrafo, es: qué es el espacio; y a la respuesta de que éste es “la dialéctica de la dimensionalidad material continuo-discreta”, el siguiente paso, en el estudio e investigación geográfica, es abordar el movimiento de la dimensionalidad objetiva; euclidana en general en lo continuo, y lovachevskiana en particular en lo discreto; que dicho esto como última abstracción teórico-filosófica, ello se traduce en lo concreto en el estudio e investigación de la “simetría del espacio terrestre”, o “simetría geométrica dimensional”.
Sin duda, en la mente de todo aquel que ha observado un mapamundi, un planisferio, o un Globo Terráqueo, de la manera más o menos difusa, o de una forma más o menos incisiva, han pasado las preguntas de por qué un hemisferio de agua y otro de masas continentales; por qué el extremo sur de las tierras continentales terminan en forma de cuña: América del Sur, África, la India, Malasia; por qué en el hemisferio de las masas continentales la mayoría se concentra hacia el hemisferio norte; por qué América parece embonar con África, y África con la Península Arábiga, y la Península Arábiga con Irán; por qué, pues, el hemisferio norte es a su vez continental y el hemisferio sur oceánico; y por qué –entre otros por qués más–, el Ártico es una cuenca oceánica, en tanto la Antártida es una masa es una masa terrestre; y por qué el perfil de esa masa terrestre de la Antártida, se corresponde con fidelidad simétrica al contorno del Océano Glacial Ártico.
Qué especialista ha de responder a ello; en qué ciencia. Todo ello es acaso un fenómeno geológico; o será acaso un fenómeno geofísico; o asunto del geodesta; o del astrofísico. Pregúnteseles, e invariablemente, todos ellos, haciéndose las mismas preguntas, intuitivamente nos remitirán con el especialista que a su juicio debe responder a ello: el geógrafo**. Genady Nicolaevich Katterfeld, en su obra, “La Faz de la Tierra y su Origen”, 1961, plantea exactamente lo mismo, con las mismas respuestas.
Todo ello es asunto de orientación y rumbo, de simetría y asimetría, de localización y distribución, de límites y extensión, de forma y dimensiones, de adimensionalidad y dimensionalidad, de morfometría y anamorfometría (o isomorfismo y anamorfismo), de isotropía y anisotropía, de estructura y dislocación, como del efecto de Coriolis, de la zonalidad y azonalidad planetaria, como de la “asimetría causal de rotación”, y la “simetría dimensional”.
Nosotros nos empezamos a hacer esas preguntas desde mediados de los años sesenta cuando se nos obsequió por nuestra madre el recién publicado “Atlas de Nuestro Tiempo”, 1964, editado por Selecciones del Reade’r Digest. Aparte de las bellas láminas en que se muestra precisamente esa asimetría de los hemisferios las cuales hemos utilizado en las imágenes anteriores), nos llamaba la atención el ”curioso” hecho de que, al abrir dicho Atlas en sus páginas centrales (pag. 114-115), se despliega una lámina que abarca esas dos páginas, en la que se muestra el Océano Pacífico en su vastedad, pero donde lo curioso en el hecho, es que el meridiano que divide esa lámina (y por lo mismo al Océano Pacífico) en dos partes iguales, no es el Antemeridiano (180° longitud), como entonces, a nuestros 13 años de edad, suponíamos que debería serlo, sino que el meridiano que ocupaba dicha división central, estaba 15° al E, es decir correspondiéndole al meridiano de 165° longitud W.
Si un hemisferio oceánico se contraponía a un hemisferio continental haciendo una asimetría en la esfera terrestre, este meridiano de 165° longitud W es el que hacía la simetría en el sentido de las longitudes; pero eso que era su verdadero valor teórico, no lo descubrimos sino hasta que en 2012, comprendiendo la obra de Katterfeld, entendimos sus mapamundis en que ese dicho meridiano y su contraparte en el de los 15°longitud E, se tiene el principal Eje de Simetría en las longitudes (de hecho, ambos meridianos dan la condición objetiva para las longitudes, a diferencia de los convencionales 0° y 180° longitud, de la misma manera que el ecuador lo es para la latitud).
Cuando en 2009 construimos los planos euclidianos tridimensionales para representar el espacio geográfico, éstos sólo establecieron una “simetría geométrica dimensional” en general; carecían de referencia no sólo respecto a lo físico, sino respecto al sistema de coordenadas geográficas; pero, paradójicamente, justo en 2012 estábamos empezando a determinar esa referencia; e inevitablemente, dado el carácter objetivo, hubiéramos llegado necesariamente a las mismas conclusiones de Katterfeld, fijando los mismos ejes de simetría de 15° longitud E-165°longitud W, y su perpendicular, que hace propiamente la asimetría, de 75°longitud W-105°longitud E.
Entonces nuestros planos euclidianos tridimensionales de simetría, quedaron ajustados a los Ejes de Simetría de Katterfeld; y el siguiente paso: analizar las estructuras espaciales en la analogía de los cristales por las leyes de simetría dadas en las relaciones simultáneas de planos, ángulos y ejes de simetría, comenzó a darnos las primeras hipótesis formales en la investigación científico geográfica.
* Absolutamente distinto al concepto del “espacio” en una posición eminentemente idealista filosófica, en particular, del llamado empiromonismo (en donde le objeto no existe –o por lo menos carece de significado y sentido–, si no está presente al mismo tiempo el sujeto), por el que el “espacio” no preexiste al ser humano, sino que éste, en el subjetivismo idealista de un “imaginario colectivo”, “construye el espacio”; donde lo que se estudia no es un hecho físico objetivo, sino, la propuesta subjetiva dada en el “saber colectivo” de un “espacio socialmente construido”. Donde la geografía se convierte de una ciencia natural físico-matemática, en un “saber antropológico-social de una lugar dado”.
** Y el geógrafo, hasta ahora, había dicho que ese era asunto de cualquiera de ellos, menos de él (dedicado a hacer lo mismo que hacían éstos, menos lo suyo); y el problema ha estado ahí por toda la historia, sin resolverse.