Geografía: sus Fundamentos Teóricos en la Filosofía Materialista Dialéctica. 7 Abstracción, generalización y síntesis de fundamentos. b) Surgimiento de los conocimientos geográficos: Antiguedad.
Geografía: sus Fundamentos Teóricos
en la Filosofía Materialista Dialéctica.
7 Abstracción, generalización
y síntesis de fundamentos.
b) Surgimiento de los conocimientos geográficos:
Antigüedad.
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
https://dimensionalidad.webnode.mx/.
20 mar 17.
b) Surgimiento de los conocimientos geográficos: Antigüedad.
Desde el primer momento en que en la historia de la humanidad se sembró en la mente del hombre primitivo la pregunta de dónde se estaba (la categoría fundamental de lugar), o cual presuponía a su vez, dialécticamente, el establecer una referencia (la categoría de situación), apareció el problema fundamental del conocimiento geográfico: la noción de espacio. Fueron esas las primeras consideraciones de las propiedades del espacio geográfico. Luego, los lugares eran distintos, y la situación requirió ser determinada por algo más que una referencia física eventual; y ya en los primeros mapas rudimentarios, trazados sobre huesos, pieles, o tablillas de barro, en el período del establecimiento de las primeras comunidades rurales (hace 15 mil años), se dejó constancia del conocimiento, mediante el primer instrumental geográfico: el gnomon y la plomada (convertidos en algo sagrado en forma de henge o menhir), de una simetría de todo lugar (el espacio), determinada por el Eje del Mundo (uno de cuyos puntos de giro era, hace 13 mil años, la Estrella Vega, y hoy lo es la Estrella Polar), en torno al cual giraba el Sol, la Luna y todo el firmamento; y en esos mapas se establecieron ya los Puntos Cardinales de Orientación, con lo que se pasó de la referencia física particular o local, a la referencia astronómica, más general, para todo lugar.
Se inició así el despliegue del conocimiento geográfico, que, relativamente de inmediato, con las pruebas de la esfericidad de la Tierra dadas por Aristóteles (s.IV), con su discípulo Eudemo (350 ane), se introdujo la geometría en el estudio del espacio terrestre, comenzando a formarse el sistema de referencia geométrico, que, un siglo después, permitió a la geografía establecerse como ciencia especial con el encargado de la Biblioteca de Alejandría, Eratóstenes (276-194 ane), en el siglo III ane, quien introduce el nombre de geografía (de gea, la deidad de la Tierra; y grafía, dibujo descriptivo, en este caso, de la Tierra: el mapa); con él se calcula el perímetro real de la Tierra, y aparece el sistema de coordenadas geográficas propiamente dicho, determinando para todo lugar de la Tierra una nueva generalización de la situación, es decir, dado por las medidas de la geometría de la esfera terrestre, en medidas propias, a lo que toda localización y distribución contó con una distancia, y de donde la unidad fundamental de medida de una distancia, había sido hacía tiempo, determinada con el instrumental mismo de medición, en otras unidades, que hoy conocemos como metro, con lo cual se definió con mayor rigor las categorías de distancia y extensión en la esfera terrestre; que, con Hiparco (190-120 ane), se precisa en la posición de algunas latitudes clave, como lo son los Trópicos, mediante la invención por éste, del astrolabio; descubriendo, además, el procedimiento matemático de la transformación de la esfera en un plano, con lo que nace la cartografía rigurosa, científica; así como con Demócrito (460-370 ane), se inventa la alidada, con lo que se precisan las distancias por cálculo indirecto; y, finalmente, con el encargado de la Biblioteca de Pérgamo, Crates (180-150 ane), en la cumbre de la axiomática, se llega al planteamiento de la hipótesis (en los términos de la época) en el conocimiento geográfico: la existencia necesaria, por simetría, de continentes de “contrapeso”, tanto en las antípodas, como en el periecos.
El Perimetrón de Anaximandro (617-547 ane), la forma y dimensiones de la Tierra aún considerada plana, y el Diafragma de Dicearco (326-296 ane), una especie de “ecuador” convencional, que cruzaba por todo el centro del Mediterráneo, fueron las primeras aproximaciones al entendimiento de esa simetría geométrica de la forma y dimensiones de la Tierra, donde la categoría de “dimensión” (del gr, di, dos, duplicación; y mensura, medida), quedó para veintitrés siglos de discusión, tanto por establecer el verdadero perímetro de la Tierra; lo cual no se consiguió sino hasta principios del siglo XVI con Américo Vespucio; como por dilucidar el carácter de esa dimensionalidad en términos de la definición del espacio; que, para Aristóteles, el pensador más reconocido en esa época, tal espacio era la bidimensionalidad de los cuerpos, y en este caso, de la Tierra. Así, lo que el geógrafo estudiaba en términos del conocimiento del espacio (así no fuese aún consciente de ello), era, según el fundamento aristotélico, la superficie terrestre. Es decir, de una adimensional localización (un punto), que desdoblada da una distancia o extensión lineal como primera dimensión; y una distancia y su límite, que nuevamente desdoblada o duplicada, a su vez, en una segunda dimensión, se obtiene una superficie caracterizada por una determinada distribución.
Ese fue el origen de la geografía en la Antigüedad, su esencia había quedado dada, y al pasar a la Edad Media, en pleno siglo VI, desde el punto de vista de la metafísica teológica imperante ya para entonces, el espacio terrestre se definió por una duplicación más de la métrica del espacio: se duplicó la dimensión de superficie, y apareció el espacio tridimensional, que en la mente de Cosmas Indicopleustes, éste era el interior del “Arca de la Alianza” misma (en el Tabernáculo dado por el Universo). Ese extraordinario aporte de Cosmas expuesto en su “Topografía Cristiana”, fue olvidado, y dicha noción de un espacio tridimensional, no se recuperó, sorprendentemente, sino hasta los trabajos de Isaac Newton (1643-1727), en el momento pleno de la Modernidad Ilustrada; es decir, poco más de mil años después, pero ya en su forma de una realidad objetiva dada en el “vacío absoluto”.