Geografía: sus Fundamentos Teóricos en la Filosofía Materialista Dialéctica. 6 Análisis histórico concreto de la contradicción principal de la geografía. h) Fundamentos antecedentes a la geografía "rmpírico criticista".

08.04.2017 16:31

Geografía: sus Fundamentos Teóricos

en la Filosofía Materialista Dialéctica.

6  Análisis histórico concreto

de la contradicción principal de la geografía.

h) Fundamentos antecedentes

a la geografía “empírico criticista”.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

https://dimensionalidad.webnode.mx/.

19    mar 17.

 

6   Análisis histórico concreto

de la contradicción principal de la geografía.

 

h) Fundamentos antecedentes

    de la geografía “empírico criticista”.

 

                                           El fracaso de esa vieja geografía de “los fenómenos” es el fracaso histórico mismo de esa corriente de pensamiento, que, a diferencia del empirismo materialista, es el empirismo idealista que, transcurrida la modernidad renacentista, al despliegue de la modernidad ilustrada misma en el siglo XVIII, empezando por George Berkeley (1685-1753), para quien, lo que se aprende, son las propias ideas, que se dan a manera de percepciones (por demás, a través del alma); así, las ideas (hechas cosas), adquieren existencia en la razón humana; y luego, con David Hume (1711-1776), para quien el conocimiento verídico sólo está en las matemáticas, y lo demás, que según él no puede ser demostrado lógicamente, se deduce tan sólo de la experiencia, sobre una realidad que no es más que un “flujo de impresiones”, en donde la relación de causa-efecto se da sólo como una noción de “costumbre” y no de manera objetiva y necesaria.

 

                                           En el curso del siglo XIX, la filosofía positivista de Augusto Comte (1798-1857), forma parte de esta corriente empirista, reduciendo el conocimiento a la descripción del mundo objetivo dado a los sentidos, mundo objetivo percibido que constituía la idea de mayor solidez de ese positivismo clásico, como primera forma del positivismo.

 

                                           Siguiendo esa corriente del empirismo idealista, a fines del siglo XIX están, Ernest Mach (1838-1916), uno de los fundadores del “empirocriticismo”, para quien, en un “empirismo dualista”, las cosas eran “complejos, conjuntos o combinaciones de sensaciones” (símbolos), como “elementos naturales de la experiencia”, en la misma idea de Berkeley, en donde los órganos de los sentidos operan como vectores a través de los cuales las “sensaciones” no fluyen del objeto al sujeto, sino inversamente, del sujeto al objeto, con lo cual se “objetiviza” (se “cosifica”) la idea, y esta adquiere “rango de existencia”, o “significado y sentido de existencia”, que dan el conocimiento como descripción del mundo; y Richard Avenarius (1843-1896), que con Mach, es cofundador del empirocriticismo, y para quien, por su parte en un “empirismo monista”, lo central y único es la “experiencia pura”, en la que el mundo no existe sin la presencia del sujeto que lo perciba.

 

                                           Al pasar al siglo XX, luego de su primer tercio, aparece el llamado “empirismo lógico” (empirismo de tipo “dualista”), cuyo principal representante es Rudolph Carnap (1891-1970), para quien el conocimiento sólo es empírico (lo dado por la experiencia), y convencional (e incluso en el conocimiento científico suprasensorial, particularmente de algunas categorías, y precisamente como las espacio y tiempo).  Se forma con este autor la heredad del pensamiento del idealismo empirista contemporáneo, el que particularmente se caracteriza por una componente más: el “criticismo” (la razón), dando lugar a un “empirismo criticista” (o del juicio de lo empírico), pero “criticismo” que tiene su propia tendencia de desarrollo que se remonta a Kant (1724-1804), particularmente luego de 1770.  Allí Kant inicia su llamado “período crítico”, dado que establecía su teoría del conocimiento que dominaba como “idealismo crítico” o “idealismo trascendental”.

 

                                           Luego de Kant, ya hacia fines del siglo XIX y principios del XX, con Mach y Avenarius, pero en ese criticismo kantiano, se fusionan las corrientes del empirismo idealista con el racionalismo idealista, en lo denominado como “empirocriticismo”, donde el conocimiento se reducía a la experiencia directa en lo empíricamente dado a los sentidos.

 

                                           Esta fusión, dura y exhaustivamente criticada por Lenin en 1909, cayó bien al pensamiento idealista subjetivo, pues, en principio, partía de la aparente y engañosa posición materialista del reconocimiento de la realidad objetiva (y de ahí esa crítica de Lenin), si bien sólo para las formas “no-a priori” (o sea, no innatas en la conciencia, sino fuera de ella, los fenómenos), como “elementos naturales” (o “conjuntos de sensaciones” “objetivizadores” del fenómeno); de donde, sin tales “sensaciones”, del sujeto, no hay existencia del objeto o de dicha realidad objetiva.

 

                                           Una variante del empirocriticismo de Mach y Avenarius, fue el llamado “empiromonismo” de Bogdánov (parte de la crítica de Lenin), que criticando el “dualismo” de Mach (por un lado, de las ideas a priori, y por otro, del mundo físico objetivo), “es la experiencia colectiva socialmente organizada”[1]*, en tanto que las ideas del sujeto, inseparables de lo anterior, es la experiencia individual organizada.  Una variante extrema fue el llamado “empirosimbolismo”, para el cual, el mundo que nos rodea, no es sino un “mundo de símbolos”, es decir, de hechos convencionales.  Pero baste con lo dicho, para ver de dónde abreva el “empirismo criticista” contemporáneo sus ideas nada nuevas, jactándose de que así son.

 

 


[1]        Frolov, I.T; Diccionario de Filosofía; Editorial Progreso; Moscú, 1984; v. Empiromonismo (subrayado nuestro).

*        Vieja idea retomada hoy en la definición “posmoderna” del espacio geográfico.