Geografía: sus Fundamentos Teóricos en la Filosofía Materialista Dialéctica. 6 Análisis histórico concreto de la contradicción principal de la geografía. e) Antecedentes inmediatos al momento histórico de la solución a la contradicción principal

28.03.2017 16:56

Geografía: sus Fundamentos Teóricos

en la Filosofía Materialista Dialéctica.

6  Análisis histórico concreto

de la contradicción principal de la geografía.

e) Antecedentes inmediatos al momento histórico de la solución 

a la contradicción histórica principal de la geografía.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

https://dimensionalidad.webnode.mx/.

15 feb 17.

 

6   Análisis histórico concreto

de la contradicción principal de la geografía.

 

e) Antecedentes inmediatos al momento histórico de la solución 

     a la contradicción histórica principal de la geografía.

 

                                           Con situaciones enormemente paradójicas, llegamos al período histórico en el que nos tocó ser protagonistas; y, evidentemente, no un protagonista casual, de una etapa más de la historia de la contradicción principal de la geografía.  Para este periodo ya todas las condiciones estaban acumuladas: la geografía de “los fenómenos” había sido llevada hasta sus últimas consecuencias con fundamentos en la ciencia, sin éxito, como resultado del idealismo subjetivo del empirocriticismo, se había logrado distinguir el espacio, en tanto “propiedades espaciales”, del “fenómeno”, en una asombrosa abstracción dada en el concepto de “unidad morfológica”, donde, del conjunto de éstas, se daba el “paisaje”, que, finalmente, se convertía en expresión del continuum einsteniano, como el concepto científico más avanzado hasta ese momento.  Faltaba sólo un componente: la interpretación del materialismo dialéctico en ello; y, hemos dicho, la geografía del ámbito socialista, sin una aplicación consecuente de dicha filosofía a lo que -en una de esas tantas paradojas-, estaba obligada, y ya con posterioridad a la II Guerra Mundial, contaba con todas las condiciones favorables para hacerlo; y en “occidente”, en el mundo capitalista inmerso de suyo en un mar de filosofías idealistas, el neopositivismo como el más influyente entonces, y en general el “empirismo criticista” que hacía de aquella abstracción de las “unidades morfológicas” un concepto kantiano del espacio como una noción del “a priori” (esto es, de ideas innatas o que existen en la mente antes que en la experiencia, y entre ellas el espacio mismo), que se proyectaban a la realidad para poner en orden en esta, a su vez, tampoco estuvo, y ya menos, en capacidad de dar respuesta científica al problema de la realidad y naturaleza de espacio.

 

                                           Así, con un panorama histórico muy general, a pesar de ese vacío esencial, en mucho no tanto por el descuido, como de la falta de materiales y la distorsión idealista del contenido real del mismo, de fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX; y con un fundamento teórico filosófico dialéctico materialista suficiente, nos tocó abordar el problema, con la enorme ventaja de que, lo único que faltaba, era precisamente la aplicación de esa dialéctica materialista en su interpretación y solución.

 

                                           La geografía, finalmente, así lo concluíamos, era una ciencia del estudio del espacio; y de este como tal, sin metáforas, sin sinonimias; y más aún, de éste, más allá de su definición por “la forma” en el conjunto de las propiedades espaciales; por lo que la determinación en sí del espacio como el objeto de estudio de la geografía, fue ya no sólo como el de la “forma de existencia de la materia”, dada en “la dialéctica de la dimensionalidad material continuo-discreta”, donde el vacío como algo real y objetivo existe, en tanto estado de la materia, que en la escala de éstos hasta los estados superdensos, a lo que denominamos, por oposición al continuum de Einstein, como el vacuum.

 

                                           Publicada la tesis en 1983, seis años después, en 1989, en un simposio en el Instituto de Geografía de la UNAM (en nuestra ausencia, sin ser invitados), finalmente se acepta la veracidad de la misma, y con ello la afirmación, por demás histórica con el peso de veintitrés siglos de discusión, del espacio como el objeto de estudio de la geografía; y cuatro años después, en 1993, en el “III Encuentro de Geógrafos de América Latina”, tal afirmación se acepta internacionalmente (y así, en su inconciencia, para su condena histórica, sin crédito ni reconocimiento alguno a nuestra autoría, que, indirectamente, era un crédito y reconocimiento explícito al marxismo y su filosofía dialéctico materialista).  De ahí vino de inmediato, al año siguiente, 1994, una trapacería: el plagio de ideas y su presentación idealista en la reforma educativa de esos años, que da la transición de quince años al momento presente (2009 en adelante).

 

                                           En esa transición está el despliegue pleno de la llamada “posmodernidad” en los fundamentos del “empirismo criticista”, que hace del “espacio” el subjetivismo de un “imaginario social” (un “constructo”), que debemos analizar en otro apartado.

 

                                           Concluyamos aquí, haciendo el análisis de la contradicción principal de la geografía, en el momento histórico de su interpretación marxista con la aplicación de los fundamentos filosóficos de la dialéctica materialista (1980-2009, período en el que se hizo un vacío de quince años luego de 1994).

 

                                           Con los desarrollos de la llamada “geografía cuantitativa” desde los años cincuenta, que representa la inserción real del método científico en geografía, y que no podía tener su mejor expresión que en el análisis cartográfico, y por lo tanto, espacial; comenzó una nueva oscilación hacia el polo dominante, ahora, de la geografía “del espacio”.  A ello se le opuso el absurdo de la llamada “geografía radical”, de “crítica social” y “compromiso político activista”, como una forma de impostura “revolucionaria” y “progresista”, tomada supuestamente como “la mejor imagen del marxismo” (fue, de hecho, el último intento distractor de la geografía de “los fenómenos”, e la tendencia hacia los fundamentos científicos de la geografía, que, fallida, derivará a los fundamentos “del saber” de la “posmodernidad”).  Entre la “geografía cuantitativa” y la “geografía radical”, medió la geografía estructural-funcionalista del “análisis geoeconómico regional”, que en consideraciones espacistas (del “ordenamiento espacial territorial”), acababa haciendo estudios fenomenistas (económicos, demográficos, sociológicos, etc).  Esa era la geografía inmediatamente antecedente al momento histórico de la solución de la contradicción, en la cual nosotros irrumpimos en escena.