Geografía: sus Fundamentos Teóricos en la Filosofía Materialista Dialéctica. 5 Identidad de la geografía: su objeto de estudio y método. b) La realidad y naturaleza del espacio. Un giro en el desarrollo de la dialéctica materialista.

16.03.2017 14:33

Geografía: sus Fundamentos Teóricos

en la Filosofía Materialista Dialéctica.

5        Identidad de la geografía: su objeto de estudio y método.

b) La realidad y naturaleza del espacio.

Un giro en el desarrollo de la filosofía

dialéctico materialista.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

https://dimensionalidad.webnode.mx/.

11    feb 17.

 

5        Identidad de la geografía: su objeto de estudio y método.

 

b)      La realidad y naturaleza del espacio.

Un giro en el desarrollo de la filosofía dialéctico materialista.

 

                                           Finalmente, es con Kursánov que se esclarece el problema.  Kursánov, por supuesto, retoma los fundamentos engelsianos, por los que el espacio como “forma de existencia de la materia”, se afirma como algo objetivo, y apunta: “el espacio y el tiempo son también realidades objetivas, como la materia misma”[1]; y, más allá de la objetividad de las propiedades espaciales de la materia, en una apostilla, a la afirmación de que el espacio y el tiempo son realidad objetiva como la materia misma, y no sólo propiedades de la misma, anotábamos: “¿Porque son materia?”.

 

                                           Kursánov retoma el principio dialécticamente indiscutible de la unidad del espacio y la materia, pero donde esa unidad no se refiere a dos cosas separadas o distintas entre sí, sino al hecho ya antes expuesto de las “propiedades espaciales de la materia”.

 

                                           Pero he aquí la cita del párrafo en que Kursánov nos responde afirmativamente a aquella apostilla, y que dio un giro a todo esto:

 

                                 “No existe ningún tiempo fuera de los objetos y procesos reales del mundo real.  De la misma manera, no existe el espacio vacío desvinculado de la materia…  El llamado vacío, no es tal “vacío” en el viejo sentido de la palabra.  Se puede extraer del espacio los electrones, protones, positrones, fotones y demás partículas de la sustancia.  Pero incluso después de ser extraído todo eso, quedará algo que posee determinadas propiedades físicas.  Ese “algo” o vacío actúa sobre las partículas de sustancia y es, a la vez, objeto de su influencia…  No existe el espacio vacío desvinculado de los procesos materiales”[2].

 

                                           Al principio, ahí, Kursánov, parte de la idea en el pensamiento marxista antecedente del “espacio como las propiedades espaciales de la materia”, pero, al final, termina en un concepto totalmente distinto del espacio.

 

                                           Ello es así, en principio, porque Kursánov introduce por primera vez de manera afirmativa, la noción del vacío, y más aún, la noción de éste identificado al espacio, por lo que ya no son “las propiedades espaciales”, sino ahora es el vacío, el que no está desvinculado de la materia.  Y Kursánov explica tal vínculo: ese vacío, no es “el vacío en el viejo sentido de la palabra”.  No expone cuál es ese “viejo sentido de la palabra”, pero se sobreentiende que es esa idea metafísica del vacío como “la nada”.  Y Kursánov reproduce término a término la idea de Euler (s.XVIII), de que, dice éste: “Supongamos que todos los cuerpos que ahora existen en mi habitación, comprendiendo el aire, sean anulados por la omnipotencia divina.  Obtendremos entonces un espacio que, aun teniendo el mismo ancho, largo y profundo de antes, no contiene ya cuerpo alguno.  He aquí, por lo tanto, la posibilidad de una extensión que no es un cuerpo; semejante espacio es denominado vacío, y un vacío es, por lo tanto, una extensión sin cuerpo”[3]; y Kursánov, explicando ese vínculo entre espacio y materia, agrega: vacío que posee determinadas propiedades físicas, que actúa sobre la sustancia y es, a la vez, objeto de su influencia.

 

                                           Esto es, en Kursánov encontramos ya, la idea de que el espacio no sólo es “forma de existencia de la materia” como las propiedades espaciales de los objetos; sino que es, a la vez, “forma de movimiento de la materia”, como el vacío con ciertas propiedades físicas y en interacción material.

 

                                           No obstante, en los siguientes párrafos en los que Kursánov se refiere al continuum einsteniano retomándolo e clara contradicción lógica de pensamiento, en la dialéctica materialista, a pesar de que en él se niega el vacío; pero la “herejía” estaba plasmada, y nosotros fuimos seguidores de esa “herejía” en la anterior doctrina marxológica sobre la teoría del espacio.

 

                                           El Cap. III de nuestra tesis se adentra en la teoría del espacio, y resulta, por lo menos, curioso, que en la línea de pensamiento materialista a lo largo de la historia, el espacio se entiende como el vacío; en tanto que en la línea del pensamiento idealista, el espacio se acepta como los objetos mismos; donde lo curioso radica en que, para el período histórico del pensamiento materialista ya en su forma de materialismo dialéctico, éste, en el concepto de espacio, está del lado del concepto idealista.  Dos razones de peso determinaron esa posición: el enunciado de Engels del espacio como “forma de existencia de la materia”, y la propuesta de la autoridad de Einstein, del continuum.  Intentar ir más allá, retomando la vieja línea de pensamiento materialista, resultaba, entonces, en la crítica de un materialismo mecanicista, metafísico, y “revisionista”.

 

                                           En conclusión, de los materiales del marxismo de que disponíamos para obtener los fundamentos acerca del espacio como el objeto de estudio de la geografía, sólo el de Kursánov respondía a nuestra intuición, y en un pasaje contradictorio.  Como quiera, era evidente la contradicción no sólo de la lógica de pensamiento, sino en contraposición a la dialéctica: el espacio, ciertamente, respecto los estados discretos de a materia, se expresaba como un conjunto de propiedades espaciales; pero respecto de los estados continuos, se expresaba como el vacío.  En tanto conjunto de propiedades espaciales de las cosas, el espacio, ciertamente, es una manifestación de las “formas de existencia de la materia”; pero en tato que vacío, el espacio, a su vez, es una más de las posibles “formas de movimiento de la materia”.

 

                                           Dicho vínculo del espacio y la materia, es por definición; pero refiriéndonos en particular al vínculo del espacio y las variedades sustanciales o de campos de la materia, este vínculo no sólo es porque las propiedades espaciales de las cosas les sean inseparables en un continuum absoluto; sino porque, como lo hacen ver Euler y Kursánov, esas propiedades espaciales pueden ser aún en ausencia de las cosas mismas, como la simple dimensionalidad de los campos y el vacío, en lo que hemos denominado como el vacuum, que hace esa relatividad de la dialéctica de la dimensionalidad material continuo-discreta.

 

                                           En esto último, lo continuo, ha de dejar de entenderse en el viejo sentido de la “sucesión de lo discreto tan próximo entre sí como se quiera” (Einstein), que por más que la autoridad de Einstein en lo dicho, siempre estará ahí el problema de Demócrito.  Llevada al infinito esa proximidad entre los discretos, en el continuum einsteniano, aparece entonces lo indiferenciado, no sólo en lo heterogéneo, sino entre lo que es continuo y lo que es discreto, todo se hace un discreto absoluto como un continuo absoluto, y ambas diferenciaciones carecen de sentido; para tener que entenderse ahora lo continuo como lo dialécticamente opuesto a lo discreto; es decir, como aquello homogéneo que existe realmente sin interrupción; o dialécticamente dicho, como en el caso de todas las categorías de la dialéctica, para así entender lo continuo como la “condensación” o generalización de lo discreto, y éste como el desarrollo o particularización de lo continuo.

 

                                           Respecto de ello, el continuum de Einstein resulta, más que en una unión o vínculo de los contrarios, lo discreto y lo continuo en forma mecánica, en una identidad en donde lo continuo es lo discreto mismo, teóricamente, sin interrupciones, sin saltos, sin diferenciación (cosa que en los hechos no es así); y no entendiéndose como las transformaciones dialécticas de dos momentos realmente distintos de lo mismo y opuesta o dialécticamente contradictorios entre sí, que dan movimiento a la materia a través de la contradicción de las dos grandes variedades de los estados de la materia.

 

 


[1]        Kursánov, G; Problemas Fundamentales del Materialismo Dialéctico; Ediciones Palomar; México, 1966; p.80.

[2]        Ibid. p-83.

[3]        Abbangiano, Nicola; Diccionario de Filosofía; Fondo de Cultura Económica; México, 1966. V. Espacio.