Geografía: sus Fundamentos Teóricos en la Filosofía Materialista Dialéctica. 5 Identidad de la geografía: su objeto de estudio y método. a) La realidad y naturaleza del espacio. Los antecedentes en la teoría marxista.

16.03.2017 14:09

Geografía: sus Fundamentos Teóricos

en la Filosofía Materialista Dialéctica.

5 Identidad de la geografía: su objeto de estudio y método.

a)      La realidad y naturaleza del espacio.

Los antecedentes en la teoría marxista.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

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11    feb 17.

 

5        Identidad de la geografía: su objeto de estudio y método.

 

a)      La realidad y naturaleza del espacio.

Los antecedentes en la teoría marxista.

 

                                           El problema cardinal en nuestra investigación de tesis de licenciatura, consistía en determinar el objeto de estudio de la geografía, como punto de partida de su propia identidad, así como la metodología gnoseológica o categorial en torna a tal objeto de estudio; e impensadamente, en lo que nos estábamos introduciendo, era, a la vez, en la solución de uno de los problemas más complejos para el pensamiento humano.  Concluimos que la categoría que enunciaba este objeto de estudio, no era el de “relación”, sino que ésta era apenas, a manera del fenómeno, la expresión más general de la verdadera categoría buscada oculta en ella como su esencia: el espacio.

 

                                           Si bien el propósito de la tesis se cumplía con la demostración del enunciado del espacio como el objeto de estudio de la geografía; es decir, con su sola determinación, sin la necesidad de definirlo, un argumento que emergía del ámbito de la propia comunidad de geógrafos, era que la identidad del espacio con el vacío, y de éste con “la nada”, por lo cual al espacio nada había qué estudiarle (si acaso sólo sería una pura y simple “geometrización” del mundo), nos empujó a tratar de tener una noción específica de la realidad y naturaleza del espacio, a fin de no proponer un absurdo.

 

                                           Por aquel entonces (1980-1981), para los fundamentos marxistas acerca del espacio, no disponíamos sino únicamente de La Dialéctica de la Naturaleza, de Engels; de la publicación del Diccionario Filosófico, 1965, de Rosental e Iudin; del tratamiento de la categoría de espacio por Konstatinov en su Fundamentos de la Filosofía Marxista-Leninista, 1960, en una reedición de Editorial Grijalbo de los años setenta, de la que nos deshicimos, y ahora reutilizamos la edición de 1982 de Editorial Progreso); y lo mismo en la definición de Kursánov en su Problemas Fundamentales del Materialismo Dialéctico, 1966, más otros materiales, entre ellos la obra clásica de Max Jammer, Conceptos de Espacio.

 

                                           Un conjunto de categorías recogidas de la historia dada de la geografía: lugar y situación, localización y distribución, límites y extensión, o conexiones y relaciones, nos exponían con toda claridad que la categoría fundamental, era el espacio.  Pero a partir de ahí, el problema se traducía en qué era, entonces, lo que estudiaba el geógrafo, más allá de la expresión cartográfica de la localización y distribución, y de Engels, retomado por Rosental e Iudin en su Diccionario, obteníamos el primer fundamento materialista dialéctico: la “forma básica de la existencia de la materia”.

 

                                           Rosental e Iudin, en su definición, comenzaban por el cuestionamiento de si el tiempo como el espacio serían reales u objetivos, o si constituían puras abstracciones subjetivas.  Para el materialismo espacio y tiempo son reales, objetivos; y dichos autores apuntan: “El materialismo reconoce el carácter objetivo del tiempo y el espacio, niega la realidad fuera de uno y del otro.  El tiempo y el espacio son inseparables de la materia[1].  Y lo que se estaba diciendo ahí, es una gran generalización que hacía ver la inseparabilidad del espacio y la materia, en el hecho de que éste no es más que el conjunto de propiedades espaciales de la materia.  En consecuencia, el considerar el espacio “con independencia de los procesos materiales”, se consideraba como asunto de la metafísica.  Lo cual, dicho así respecto a los “procesos materiales”, materialista dialécticamente, resultaba evidente; pero por cuanto a la independencia del espacio de las cosas sustanciales (es decir, de una sola de las dos grandes variedades de los estados de la materia), del espacio como algo diferente a los objetos, como aquello existente entre dos átomos, dejaba aún la duda.

 

                                           Por su parte, Konstantinov, partiendo de la misma definición de Engels del espacio como “forma del ser”, a su vez, asentaba que, “no existe objeto que se halle fuera del espacio (…), como tampoco existe espacio (…) en sí, fuera de la materia en movimiento”[2].  No había, pues, objeción en ello, pero esa idea de “fuera del espacio”, con la idea del espacio con un dejo de “recipiente”, tendría que entenderse, consistentemente con los términos de Konstantinov, como la imposibilidad de que existan objetos, más bien dicho, “sin espacio”, y mejor aún, “sin propiedades espaciales” (y, evidentemente, cómo podría existir un objeto sin un largo, un ancho y un alto, o sin un lugar, una extensión, un límite, sin un orden de coexistencias).  Esa parte de la definición resultaba evidente; pero lo inverso, “el espacio en sí fuera de la materia”, o propiamente dicho consistentemente en los términos de Konstantinov, “las propiedades espaciales sin objetos sustanciales”, considerado tan sólo por un momento en su posibilidad, resultaba en el cuestionamiento de Demócrito.

 

                                           Y tanto esto era el problema esencial de la teoría de espacio de todos los tiempos, que Konstantinov apuntaba ya: la concepción del espacio (…) como condición del ser, pierde su sentido cuando pasamos a tratar de toda la materia en su conjunto.  En este caso habría que reconocer que, además de la materia, existe realmente el espacio (…), en el que está “sumergida” de alguna manera la materia”[3].  Sin duda, podría ser un problema de traducción, pero, en todo caso, consistentemente con la terminología, aquí Konstantinov pareciera ir más allá que Engels, al comenzar a reconocer que, “además de la materia” (expresión que en el contexto resulta metafísica, pues en el Universo nada hay más que materia), existe el espacio (entendido éste tan sólo como las propiedades espaciales de la materia), a manera de un “recipiente”.

 

                                           Konstantinov, así, parece reconocer la existencia del espacio como el vacío (el “recipiente”), si bien no como el vacío absoluto; pero he aquí esa limitación de la dialéctica materialista propia de su tiempo; dice Konstantinov: “En todas partes existe la materia bajo una u otra forma (sustancia, campo), y el espacio viene a ser una propiedad (atributo), universal de la materia… que expresa su extensión y estructura, la coexistencia y la interacción…[4], de donde se sigue que la materia no está “sumergida” en una especie de “recipiente”, sino en un “ámbito de propiedades espaciales” (más aún, a decir del propio Konstantinov, “además de la materia”, la metafísica que se critica, en realidad, está ahí).

 

                                           Y así, concretamente lo expresa el propio Konstantinov, unos párrafos más adelante, al referirse al aspecto esencial del espacio: “El espacio (mejor dicho, las propiedades espaciales de la materia), se distingue por la unidad de la discontinuidad y la continuidad”[5].

 

                                           El problema planteado por Demócrito de “lo existente entre dos átomos”, no sólo era por cuanto a la naturaleza de ello como el vacío, sino a la necesidad de éste como condición para el movimiento, en particular, de traslación; y resulta interesante ver cómo lo resuelve Konstantinov en esa idea del continuum einsteniano.  La continuidad del espacio -dice Konstantinov- se manifiesta también en el traslado espacial de los cuerpos.  El cuerpo que avanza hacia un lugar determinado, pasa por la sucesión infinita de los elementos de longitud entre ellos”[6].

 

                                           Esto es, que, la continuidad de las propiedades espaciales de las cosas, al trasladarse en la propiedad espacial de longitud, se traslada invariantemente con todas sus propiedades espaciales restantes, que “pasan por toda la sucesión infinita de los elementos de longitud” (sic, lo que eso sea).  He ahí la principal dificultad de la negación real del vacío.

 


[1]        Rosental-Iudin; Diccionario Filosófico; Ediciones Pueblos Unidos; Montevideo, 1965; v. Tiempo y Espacio.  Subrayado nuestro.

[2]        Konstantinov; Fundamentos de Filosofía Marxista-Leninista; Editorial Progreso; Moscú, 1982; p.58.  Subrayado nuestro.

[3]        Ibid. p.58-

[4]        Ibid. p.58. Subrayados suyos.

[5]        Ibid. p.59,

[6]        Ibid. p.59.