Geografía: sus Fundamentos Teóricos en la Filosofía Materialista Dialéctica. 3 Análisis crítico marxista de la historia de la geografía. b) critica marxista de la historia dada de la geografía.

04.03.2017 16:59

Geografía: sus Fundamentos Teóricos

en la Filosofía Materialista Dialéctica.

3  Análisis crítico marxista de la historia dada de la geografía.

b) Crítica marxista de la historia dada de la geografía.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

https://dimensionalidad.webnode.mx/.

29    ene 17.

 

3.  Reinterpretación marxista de la historia de la geografía.

 

b)      Crítica marxista de la historia dada de la geografía.

 

                                           La “historia dada” de la geografía está compuesta básicamente de tres obras, publicadas entre 1873 y 1945, que formalmente se proponen por sus autores como “Historia de la Geografía”.

 

                                           El lapso de esos setenta años, representan históricamente el momento de la crisis final de la geografía idealista burguesa, que pretende creer que las cosas pueden ser según su pensamiento; que la realidad se puede arreglar de acuerdo con alguna “genial” idea.  Fue el fin de la geografía positivista clásica humbodtiano-ritteriana, del conocimiento descriptivo y enciclopédico de la Totalidad; y la angustiosa búsqueda de una nueva solución “genial”, esperada en los marcos del mismo positivismo clásico, ya en Richthofen, o bien con Ratzel, inmersos en el fenomenismo, puesto al derecho y al revés.

 

                                           Y fue con el fundamento gnoseológico del nuevo positivismo, el empirocriticismo (del conocimiento dado exclusivamente en la experiencia, o “filosofía de la experiencia crítica”; es decir, del “juicio de la experiencia”), que se comenzó a salir de esa crisis en el pensamiento geográfico*.  Según el empirocriticismo, el conocimiento consistía puramente en los hechos dados a los órganos de los sentidos por la experiencia.  En consecuencia, en la experiencia del conocimiento geográfico, los fenómenos, como tales, objeto de estudio cada uno de una ciencia diferente, geográficamente pasaban a ser exclusivamente considerados como experiencia valorada a manera de “unidades morfológicas”, esto es, unidades de formas espaciales; y en ese sentido, y sólo en ese sentido del hecho morfológico, es que la geografía realmente trataba con lo subyacente en el hecho, o sea, el fenómeno como tal, como objeto de estudio de otra ciencia.

 

                                           Si bien se había encontrado la solución, esta estaba muy limita aún, no sólo por el fundamento gnoseológico que limitaba el conocimiento geográfico al estudio descriptivo de las formas; sino por la limitación teórica en el concepto de espacio mismo, entendido en particular como la forma, y en general, como el paisaje, dado éste por ese conjunto de “unidades morfológicas”.  Adicionalmente a ello, el “vicio” del estudio del fenómeno en el conocimiento geográfico, se sobrepuso nuevamente, luego de mediados de los años cuarenta, en que, predominando académicamente, bajo la influencia ahora del nuevo positivismo, o el “neopositivismo”, también llamada “filosofía del lenguaje”, en la práctica, esa relación de carácter morfológico entre “los hechos” dados por la experiencia, y “los fenómenos” como objeto de estudio de otras ciencias, se tradujo (literalmente dicho en términos semánticos de la “filosofía lingüística”), en un asunto de mera temporalidad entre una y otra cosa: el “hecho”, de ser una “unidad morfológica”, se empezó a entender como “un fenómeno estable”, de larga temporalidad; en tanto que “el fenómeno”, rescatado nuevamente como objeto de estudio de la geografía, se empezó a entender como “el fenómeno variable”, inestable en el tiempo o de “corta temporalidad”; y por el período de 1945 a 1980, por treinta y cinco años, esa geografía fenomenista, prolongó su agonía; y ello fue no sólo por ese mero “ejercicio de poder” de esa corriente del pensamiento geográfico fenomenista, sino por las limitaciones de la propuesta morfologista, a la que sólo le faltaba su reinterpretación dialéctico materialista, que en nuestras manos empezaría a darse a partir de 1980.

 

                                           En esta reinterpretación marxista del “gran debate” sobre la definición del objeto de estudio de la geografía durante el siglo XX, en largo y complicado proceso en donde lo esencial, de nuestra parte, fue definir la naturaleza de la categoría fundamental: el espacio.

 

                                           Paradójicamente, la principal dificultad para dar una definición final del concepto de espacio, estaba en el concepto que se tenía de este en la filosofía dialéctico materialista, a partir del enunciado de Engels, de ser una “forma de existencia de la materia”; esto es, tan sólo el conjunto de las propiedades espaciales de las cosas (o fenómenos), por lo cual el espacio no tendría una existencia independientemente de las cosas, cada una de las cuales, correspondería a una dada “forma de movimiento de la materia”.

 

                                           Desde los años ochenta (aún durante la existencia de la Unión Soviética), se nos presentó la dificultad de demostrar que el problema planteado por Demócrito (460 ane-370 ane): el de la esencia del mundo como la fundamental unidad de lo átomos y el vacío, implicaba responder a u pregunta, de “qué había ente dos átomos”, o dicho de otra forma, que el vacío era la característica esencial del espacio (en tanto los átomos, la constitución esencial de las cosas como fenómenos); y, en consecuencia, que el espacio identificado con el vacío, a más de ser “forma de existencia de la materia”, un conjunto de propiedades espaciales de las cosas, éstas, a manera de “espacios llenos” o “espacios plenistas”, entendidos como las formas discretas de la materia; el espacio era, a su vez, en el vacío, una “forma de movimiento de la materia”, por lo tanto, aparte e independientemente de los objetos.

 

                                           Circunstancialmente, como quien se encuentra un objeto y lo guarda considerando que algún día le podría servir, desde los años setenta en nuestras lecturas de divulgación de la ciencia, en alguna de ellas nos encontramos el concepto de “estado de espacio”, sin más, sin entender su naturaleza y significado.  Pero este concepto desempeñaría una función determinante en la solución final del problema teórico del espacio geográfico.

 

                                           El concepto de “estado de espacio”, tuvo una función semejante al concepto de “unidad morfológica”, pero yendo más allá de la pura consideración de la “forma del fenómeno”, entendiendo ahora al fenómeno mismo, como un tipo de espacio; ya como una forma discreta, propia de un espacio plenista, ya como una forma continua, propia de un espacio vacuista; y fue en el análisis de esta relación entre lo discreto (el objeto), y lo continuo (el vacío), aún en esa década de los años ochenta previos a la disolución de la Unión Soviética, que dimos una solución al problema “de punta” o “de frontera” en la dialéctica materialista.  Esto es, Rosental (1906-1975), e Iudin (1899-1968), en su Diccionario Filosófico, 1965, en su artículo para los conceptos de “Continuidad y Discontinuidad”*, asientan: “La discontinuidad es propia de los estados discretos de la materia…  La continuidad, por lo contrario, se revela en la integridad de los sistemas singulares que constan de elementos discretos singulares, en la infinitud de sus conexiones, en la gradación del cambio de los estados, en el paso sin brusquedades de un estado a otro[1].  Con tal definición, el materialismo dialéctico se ajustaba al concepto einsteniano del continuum, en donde no era reconocida la existencia del vacío; poniendo en evidencia el problema democritiano de lo existente entre dos átomos.

 

                                           En esos términos, por los veinte años siguientes, continuó ahí ese asunto entre Einstein y Demócrito en el pensamiento marxista.  Aún en el Diccionario de Filosofía de Frolov de 1984, en su definición de lo “Discontinuo y lo Continuo”, se retoma a Rosental e Iudin, y el planteamiento de Demócrito se toma como un problema del “materialismo metafísico”, que aislaba lo discontinuo de lo continuo.  El argumento esencial de Frolov se centraba en el argumento de que: “tanto la luz como la sustancia poseen a la vez propiedades ondulatorias (lo continuo), y corpusculares (lo discontinuo**)”[2].  El vacío sigue sin considerarse como algo material existente (el concepto de “vacío” sigue aún sin definirse en su Diccionario), y ese argumento de Frolov, en nada se contrapone al problema de Demócrito, en donde, lo existente entre dos estados discretos, sería lo mismo en el enunciado de los campos, como del vacío.

 

                                           En 1986, se publica el Diccionario Marxista de Filosofía de I, Blauberg, y en su definición de “Discontinuidad y Continuidad”, en principio no parecen variar las definiciones de Rosental, Iudin y Frolov, pero Blauberg introduce ya dos conceptos, y apunta: “lo discontinuo…, lo limitado en el espacio…, existente entre todas las partículas… (sin ser) el vacío absoluto, contiene distintos campos…, distribuidos de modo continuo en el espacio”[3].  Esto es, no sólo se considera ya el vacío, sino incluso éste se identifica al espacio; y si bien al negar el “vacío absoluto” mantiene la idea del continuum einsteniano, echa las bases para una interpretación dialéctica materialista distinta, a la que nosotros, en nuestra investigación de los años 1979 a 1981, cuando aún no se publicaban los diccionarios ni de Frolov ni de Blauberg, nos anticipamos en un lustro.  La dialéctica de lo propiamente discreto y lo continuo, esa por lo cual lo discreto es lo continuo mismo en forma “condensada” (la sustancia); como lo continuo es lo discreto mismo en forma desplegada (los campos), que en su movimiento dan innúmeras gradaciones en los llamados “estados de la materia”.  Es decir, el argumento e Frolov, podía generalizarse en este último.  Nosotros nos anticipamos a ello, pues mientras que con Rosental e Iudin aún se argumentaba el concepto del continuum einsteniano, nosotros, para dar respuesta al problema democritiano, optamos por introducir el concepto opuesto, que enunciamos como el vacuum: la dialéctica discreto-continuo, como las transformaciones mismas del espacio, desde los estados de espacio del “espacio vacío” (campos), a los estados de espacio del “espacio lleno” (sustancia). Y fue de ello que poco tiempo después, generalizamos de esa manera nuestra definición del espacio.

 

                                           Nos deshicimos de una manera lógicamente fundamentada del problema de los fenómenos en geografía como ciencia estudiosa del espacio, en donde tales fenómenos (como tales regidos por sus propias leyes), son estudiados como “estados de espacio”, en las propiedades y leyes del espacio mismo.

 

                                           El problema subsecuente, sería indagar, con el método de la ciencia, las propiedades y leyes de ese espacio así definido; pero asunto para el cual, ese geógrafo milenario acostumbrado a que todo el conocimiento le ha sido dado por las investigaciones científicas en las ciencia especiales, no estuvo preparado para, con ello, empezar a hacer de la geografía, una geografía verdaderamente científica; y entonces, el desenlace para esta geografía “oficial” institucional, plenamente idealista subjetiva por siglos, no pudo disfrazar m{as su acientificidad, y finalmente cayo en la más oscura anticientificidad, proclamando, sin fundamento alguno y a su estilo estraboniano por “decreto de poder”, que el espacio estudiado por el geógrafo, no era ese espacio objetivo de “la dialéctica de la dimensionalidad material continuo-discreta”, o “dialéctica de la dimensionalidad material de los estados de espacio”; y echando mano de la gnoseología "criticista" del idealismo subjetivo del llamado “pensamiento complejo” de la “posmodernidad”, declaró que el espacio estudiado, era ese subjetivismo puro de un “espacio socialmente construido”.

 

 


*        Sin embargo, esta influencia filosófica en geografía no la consideramos en nuestra investigación de tesis, sino hasta mucho después.

*        Aquí se identifica lo “discontinuo” a lo “discreto”, pero algo discontinuo no hace necesariamente lo discreto.

[1]        Rosental-Iudin; Diccionario Filosófico; Ediciones Pueblos Unidos; Montevideo, 1965; v. Continuidad y discontinuidad (subrayado nuestro).

**      Aquí ya se evidencia que el no distinguir entre “lo discontinuo” y “lo discreto”, es una resistencia misma a la separación en dos estados bien diferenciados, pues “lo discontinuo” es, por decirlo así, tan sólo una anomalía de lo mismo continuo.

[2]        Frolov, I.T; Diccionario de Filosofía; Editorial Progreso; Moscú, 1984. V. Discontinuo y Continuo.

[3]        Blauberg, I; Diccionario Marxista de Filosofía; Ediciones de Cultura Popular; México, 1986. V. Discontinuidad y Continuidad. (subrayados nuestros).