Geografía: sus Fundamentos Teóricos en la Filosofía del Materialismo Dialéctico. Conclusiones. Conclusión general.

17.06.2017 13:22

Geografía: sus Fundamentos Teóricos

en la Filosofía del Materialismo Dialéctico.

Conclusiones.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

https://dimensionalidad.webnode.mx/

(15 abr 17).

 

               Conclusión general.

 

                                           Comprometimos este Breviario como explicación de la aplicación de la filosofía materialista dialéctica, al entendimiento de los fundamentos teóricos de la geografía, en ese proceso de determinar, primero, su objeto de estudio y en función de él su método general; segundo, de definir ese objeto de estudio que resultó extraordinariamente complejo no sólo en su realidad, sino en su naturaleza, y tercero, de avanzar en completar el cuadro de su axiomatización o formalización teórica; consecución con la cual, luego de treinta y siete años, culminamos ese trabajo profesional en el campo de investigación en geografía teórica.

 

                                           No sólo nos tocó a nosotros el momento histórico en que esto podía y debía hacerse, y en lo cual no pocos ya trabajaban, sino nos tocó a nosotros la posibilidad de su solución, en función de nuestra formación marxista, incluso en un momento dado militante, en un estudio inacabable de la filosofía materialista dialéctica, y, más aún, pudiéramos decir, de la capacidad de realizar su aplicación a desentrañar los fundamentos teóricos de la geografía.

 

                                           Esto último resultó un asunto doblemente complejo.  El principal punto de esos teóricos era el problema del espacio como objeto de estudio de la geografía, y no sólo tuvimos que avanzar consecuentemente en el estudio de sus propiedades y leyes a partir de lo obtenido objetivamente, cuando en ese momento todo ello sonaba a ciencia-ficción, sino que tuvimos que hacerlo a pesar del peso de la autoridad de Einstein, cuya definición de espacio compartía, a su vez, el pensamiento materialista dialéctico en ese entonces.

 

                                           Más de un geógrafo de nuestro tiempo, rebasado por los hechos, adjudicaría este estudio a la astrofísica o a la geofísica, pero donde todo esto sonaría vago y extraño, y no obstante, no dejará de ser un reconocedor de la geografía como ciencia del estudio del espacio, sin poder evitar el asirse a la pueril “geografía de los fenómenos”, haciendo del espacio una noción metafísica en los fundamentos filosóficos del empiromonismo, por lo cual el espacio no es preexistente al ser humano, ni existe objetivamente, sino que subjetivamente es creado por el “imaginario social” y “en tanto esa sociedad está presente”, de donde el espacio es así, “socialmente construido”.

 

                                           No es pues, tampoco ya, asunto de los “copistas monacales” (esos diligentes plagiarios del intelecto), “escribanos” cuya única habilidad es la de distorsionar lo que hemos expuesto, para hacer prevalecer sus anquilosadas ideas, incapaces de producir un solo concepto.

 

                                           Esto es pues, aún, para el geógrafo del próximo futuro, en el que se supondrá una sólida formación físico-matemática, cuyo conocimiento demanda el estudio del espacio como atributo físico de la realidad.

 

                                           Este geógrafo “de los fenómenos”, descriptivista, enciclopédico, empírico, de una ociosa geografía inútil, de un “geógrafo” simulador, haragán; que no sabe de geografía, pero presume de climatólogo, edafólogo, ecólogo, de ecónomo, de sociólogo, etc (y luego no de una sola cosa, sino de todas ellas a la vez), quedó hundido en la “posmodernidad” del siglo XX.  El geógrafo actual habrá de responder, hoy, en el mismo sentido que lo ha hecho durante toda su historia: la exploración y el conocimiento del espacio.  Más aún, del espacio geográfico terrestre, que no es la superficie de la Tierra, sino una estructura tridimensional de 319,000 Km de radio.

 

                                           Nuevos mundos esperan, y en los nuevos astilleros ya se construyen las propias naves, y en las buhardillas se preparan los siguientes osados exploradores y geógrafos.  El estudio del espacio geográfico es uno en la Tierra, pero infinito en los tantos mundos a conquistar.

 

                                           Con todo esto, en los fundamentos del materialismo dialéctico, ha quedado resuelta la contradicción histórica principal de la geografía (y no por nuestro decir, sino por los resultados objetivos de lo que ya correspondía a este momento histórico).  No era una contradicción antagónica, en donde la solución fuese por la exclusión de un opuesto por otro, como lo pretendió el estoicista Estrabón; sino fue una contradicción no-antagónica, cuya solución estaba en la síntesis de los opuestos, en la subsunción de uno en otro, de algún modo, modo que tardó en hallarse siglos, por el alto grado de complejidad del objeto de estudio, que reclamó del descubrimiento de una gran cantidad de sus propiedades antes de poder entenderlo cabalmente.

 

                                           “Los fenómenos” no son ajenos a la geografía, pero no como tales, objeto de estudio de cada una de sus especialidades, sino tan sólo como los efectos tras los cuales ha de ser hallada la causalidad y esencia del espacio.  En consecuencia, “los fenómenos”, en tanto “efectos”, suponía un proceso de abstracción que los simplificase en esa condición, sin volverlos a convertir en su complejidad concreta, en objeto de estudio en sí mismo.  Llevada a sus últimas consecuencias la geografía positivista (descriptiva, enciclopédica, empirista), de “los fenómenos”, durante el siglo XIX, hacia finales del mismo, como resultado de la teoría del conocimiento, ahora, del empirocriticismo (un segundo positivismo), se dio el primer paso en ese proceso de abstracción del “fenómeno” en la “forma”.  Lo que permitió la idea del espacio como el objeto de estudio.  Esa abstracción aún no fue suficiente, por debajo seguía dominando el estudio del fenómeno como tal, y se requirió de un paso más en ese proceso de separar las propiedades específicas del espacio, justo lo cual correspondió a nuestro momento histórico: el “fenómeno”, lo mismo un estado de espacio continuo que discreto, fue llevado de su condición “morfométrica”, a la abstracción aún mayor de los “estados de espacio” (ya “vacuista” propio de los fenómenos de estado continuo, o bien “plenista”, propios de los fenómenos de estado discreto), en donde los “fenómenos” como tales, se hicieron irrelevantes en la teoría geográfica.

 

                                           Se necesitaba no sólo de una filosofía y una teoría de conocimiento, sino de una lógica consistentemente dada en su aparto categorial, para poder entender la dialéctica de las transformaciones de ese objeto de estudio mismo altamente complejo, a fin de poder abstraerlo en su correspondiente grado como: la “forma”, que no sólo superior un contenido, sino una “estructura”, y en ello, de lo que se estaba haciendo ya abstracción, era precisamente del contenido, para entender la causalidad y esencia de la estructura (lo mismo de un estado continuo que discreto), en este caso, del espacio y de su propia naturaleza.

 

                                           El osado pensamiento de Kósyrev ya desde los años cincuenta del siglo XX, avanzó, mediante su “mecánica causal de rotación”, en esa dirección; y para la década siguiente, Katterfeld escalaba esa idea en el grado de teoría: la “asimetría causal de rotación”.  Ajenos al conocimiento en detalle de todo ello, independientemente, entre los años ochenta y dosmil en que elaboramos la formalización teórica de la teoría geográfica, llegamos a lo mismo en la culminación de esa axiomatización, en nuestra teoría de la “simetría dimensional”.  Como resultado de la convergencia en 2012 de ambas teorías, hoy tenemos ya una ciencia dela geografía con todo el rigor formal de toda ciencia.  Eso nos propusimos desde el primer momento en nuestra Tesis de Licenciatura aquí comentada como ejemplo de las aplicaciones de la dialéctica materialista; nos llevó toda nuestra vida profesional el lograrlo, pero, al final, con satisfacción, hemos contribuido al desarrollo de este conocimiento.