Fundamento de la Teoría del Conocimiento Geográfico; Ponencia al IX CNG, 1983
Fundamento de la Teoría
del Conocimiento Geográfico*
Luis Ignacio Hernández Iriberri**
7 ene 2010,
Comentario Preliminar
Nuestro planteamiento de tesis en la primera ponencia que presentamos en el I Simposium de Enseñanza de la Geografía en México (mayo, 1982), quedó bastante diluido en la explicación de la didáctica explicada ahí; luego entonces, “no pasó nada”. El problema teórico en Geografía se disparó, justo con esta ponencia presentada al IX Congreso Nacional de Geografía (Guadalajara, Jal; febrero, 1983), en la cual se sintetizaba nuestra tesis de Licenciatura en Geografía; elaborada entre 1979 y 1981, pero que, por lo desconcertante de sus resultados, no nos atrevimos a presentar de inmediato, y retuvimos considerándola una y otra vez, por todo 1982.
Es en esta ponencia, en su estructura dada en tres apartados, es en donde con más claridad quedó expuesta la lógica natural de nuestro trabajo dado en la inferencia mediata que ya en otra parte comentábamos, y que en mucho, de manera natural, lleva en ello su fuerza demostrativa:
Pero, ciertamente, no fue ese rigor lógico intuitivo, no obstante su fuerza, la causa de la problemática teórica que a partir de ahí quedó abierta, sino –visto con el tiempo–, lo fue una cerrazón oscurantista, de intolerancia a las ideas, por grupos de poder en nuestra comunidad de profesionales de la Geografía. Aún a ocho años de la caída del socialismo, imprevisibles, y aún inimaginables esos acontecimientos, el que explícitamente nos pronunciáramos por los fundamentos marxistas como jóvenes universitarios recién egresados, nada tenían de extraño, como sí la reacción de los grupos conservadores; y más aún, la complacencia y condescendencia con ello, de quienes, aduciéndose “progresistas”, decían compartir los fundamentos de la dialéctica materialista.
Ya el historiador de la ciencia aclarará, si es que algún día esto amerite aclararse, qué fue exactamente lo que ocurrió. En nuestra interpretación, por una parte hubo esa reacción; pero, a la vez, viéndose empujada y reducida por la fuerza de los argumentos. De ahí el doble comportamiento: aparentar la apertura, en el desconcierto y empuje de los argumentos, que se dio entre este y el X Congreso Nacional de Geografía (Morelia, Mich; marzo, 1985); y, al mismo tiempo, cancelar toda posible viabilización, ya de las ideas, como de nuestra promoción en la cátedra.
Hubo un proceso de ascenso de 1982 a 1985, y un marcado proceso de descenso de 1985 a 1987 en que tuvo lugar el XI Congreso Nacional de Geografía (Ciudad de México, 1987).
No nos obstinamos en nada, simplemente hacíamos lo que juzgábamos nos correspondía en legítimo derecho, no sólo legal, sino principalmente moral, y de compromiso con el pensamiento científico; y, sin nadie que nos orientara, simplemente nos dejamos llevar por el curso natural de los acontecimientos. Y, aún así, la fuerza de lo dicho y de lo hecho fue tal, que aún la reacción de ese conservadurismo oscurantista “ganando”, quedó, histórica –como necesariamente tenía que ser a la vista del que mínimamente conoce algo de las leyes de la historia–, y moralmente, derrotada. Y ello no es un dicho, treinta años después, lo que necesariamente tenía que ocurrir, ocurrió, la historia misma lo demostró.
En este ensayo, que disparó toda la problemática contemporánea de la Geografía, por lo menos en México, y que aún llega a nuestros días, por lo que se discute en este Blog, planteó sin mediación alguna, de manera directa: a) la reconsideración del objeto de estudio de la Geografía; b) la necesidad de la definición de una metodología geográfica específica; y, c) el problema de la clasificación de la Geografía en el cuadro de las ciencias; y todo ello, a partir de establecer una contradicción esencial entre dos planteamientos teóricos históricamente dados de esta ciencia: la geografía espacista, y la geografía fenomenista. Fue esta una primera interpretación en ese sentido, en función de que fue esta la primera vez que se planteaba una tesis con un marco teórico dialéctico-materialista.
Se sometió a crítica, por primera vez, el hacer de nuestra disciplina de conocimientos, desde dentro; esto es, ya no como la crítica que pudiera venir de fuera, desde el que no es especialista en geografía, y por lo tanto “no sabe” de que se trata realmente. Y en ese entonces, se entenderá, esa crítica se centraba más en la refutación de una geografía no-científica, que en la nueva propuesta de una geografía que sí sería científica.
A lo más, al respecto, se establecieron sus bases teóricas, pero con tal consistencia lógica e histórica, y tales implicaciones trascendentales, que quienes se vieron de inmediato afectados en su posición e intereses, pusieron en entredicho todo lo expuesto. Y entre ellos destacó, preeminentemente, el Dr. Ángel Bassols Batalla.
El que esto escribe, tomó la final decisión de hacer los estudios profesionales en Geografía, a partir de haber encontrado, en el año 1974, en la prestigiada e ideológicamente influyente en nosotros, librería del Instituto de Relaciones Culturales México-URSS, la obra: “Geografía para el México de Hoy y Mañana”, de editorial Nuestro Tiempo (México, 1971; ejemplar folio Nº 503), precisamente, del Dr. Ángel Bassols. Entusiasmados por ello, la primera tarea fue adquirir toda su obra, y así nos hicimos, dificultosamente, ya que para entonces algunos de sus libros ya estaban agotados, tal como “La División Económica Regional de México”, en su primera edición de 1967; que por mucho tiempo nos marcó la pauta teórico-metodológica; o el facsímil del libro “El Estado de México, Panorama Económico”, de 1956; incluyendo en él la dedicatoria manuscrita y rúbrica, al Dr. Jorge A. Vivó, que fungió como manual de laboratorio, pues en lo práctico recorrimos a pie las montañas y valles del mismo, y en lo teórico estudiamos con dicho documento el Estado de México; que junto con el trabajo de “Las Huastecas”, tradujeron esa metodología teórica general, en ejemplos particulares concretos.
Impensable, pues, el que un lustro después, por la objetividad en el desarrollo del pensamiento geográfico, formalmente el discípulo hiciera a un lado al maestro, principal figura del pensamiento geográfico fenomenista en México dado su origen de formación como economista, con su doctorado en Geografía. Antes, en nuestras reflexiones de estudiante, “informalmente”, ya lo habíamos dejado a un lado cuando, estudiando se obra: “Geografía Económica de México” (1976), subrayábamos allí donde decía: “La geografía trata de los más importantes aspectos objetivos... No analiza problemas hipotéticos..., sino..., acontecimientos y factores reales y concretos...”[1]; y, siguiendo a Engels, no podíamos aceptar la desafortunada frase en que se negaba el valor de la hipótesis.
Pero más impensable aún, el que justo quien determinó la decisión en nuestra elección profesional y nos llevó por un tiempo en el camino, era ahora el que nos descalificaba, al verse cuestionado por nuestros propios desarrollos teóricos, como geógrafo rigurosamente científico.
Desgraciadamente no recordamos todos los argumentos con que se nos cuestionó (bloqueo mental involuntario), pero nos quedó presente quizá lo esencial: <<Esto quiere decir –asentó finalmente el Dr. Bassols con un cierto dejo de ironía que le caracterizaba–, que ahora todo lo hecho ya no es geografía...>>. Pero en la ironización, por ligera, imperceptible y tenue que fuese (sic), para ser tal, obligaba, por su naturaleza, a la exageración, a hiperbolizar, a la generalización y absolutización, y en ello mismo iba la falsa premisa para refutarlo. Aclaramos sin dificultad: todo ello era geografía, pero aún precientífica. No obstante, a partir de ese momento, ya no valía argumento alguno, sino sólo el dictatum, el magíster dixit. Y así comenzó –la historia de treinta años lo ha demostrado– una nueva época en la historia de la Geografía en México.
Habíamos roto con el pasado, era ahora la negación negada, de la cual nosotros mismos pasábamos a ser su dialéctica afirmación, en otro ciclo del desarrollo de la Geografía. Pero construir lo nuevo no ha sido fácil; a treinta años de entonces, eso nuevo está, pero tergiversado, retorcido: sí, es el espacio el objeto de estudio, pero <<el espacio humanizado>>, el <<espacio socialmente construido>>. Agreguémosle la preposición “de”, no cambia el sentido y sí enfatiza la idea: <<el espacio de lo humanizado, el espacio de lo socialmente construido>>. El espacio ahí, es sólo una alegoría, una forma de expresión; si se suprime dicha palabra no se altera el propósito: <<la Geografía estudia lo humanizado, lo socialmente construido>>, lo que necesariamente ha de ser tanto en el tiempo como en el espacio; y con tal trapacería, se vuelve a una forma del pensamiento geográfico que absolutizado, hace a la acientífica geografía fenomenista.
Nosotros, y con un cierto e ineludible costo, hicimos nuestra parte. Queda a las nuevas generaciones, si no han de ser incultas, indolentes, e ideológicamente conservadoras, dar el siguiente paso, propio a su momento histórico.
*
Fundamento de la Teoría
del Conocimiento Geográfico
Resumen
En este trabajo se discuten la esencia y consecuencias de los fundamentos teóricos del conocimiento geográfico en cada una de sus dos grandes vertientes de pensamiento, consideradas únicamente en su período histórico moderno y contemporáneo.
En el primero de tres apartados, se tratan las consideraciones generales y esenciales de la teoría del conocimiento en la ciencia, en los marcos de la filosofía y su papel determinante en la teoría geográfica.
En el segundo apartado, se revisan las características teórico-metodológicas de la escuela o corriente de pensamiento geográfico predominante a lo largo de la historia moderna y contemporánea, de esta disciplina de conocimientos.
Finalmente, en su tercer y último apartado, se trata acerca del fundamento teórico del conocimiento geográfico, en los términos de una ciencia rigurosamente dicha, contenida en una de sus dos escuelas de pensamiento geográfico principales.
1 Concepto, elementos y función de la teoría del conocimiento en la ciencia.
La teoría del conocimiento (gnoseología o epistemología), es aquella que se refiere a los procedimientos e intermediaciones metodológicas para la aprehensión de la realidad.
El proceso de adquisición del conocimiento de la realidad objetiva contiene dos fundamentos esenciales: la teoría y la práctica, indisolublemente unidas en función de que en el proceso del conocimiento, por práctica, debe entenderse el proceso de transformación de la realidad, el cual contiene necesariamente una teoría, por la cual, a su vez, debe entenderse la metodología determinada por tal proceso.
Es así, que una práctica para adquirir un conocimiento científico que no contenga necesariamente una definición teórico-metodológica, es una práctica que no alcanza tal conocimiento de naturaleza científica, quedándose en intención puramente empírica e intuitiva.
La teoría del conocimiento en la ciencia desempeña, pues, el papel de definir y estructurar todo un cuerpo teórico-metodológico que haga de la práctica, como transformación de la realidad, un proceso de adquisición del conocimiento en forma lógica, dando lugar al conocimiento científico.
Estableciendo esto en la ciencia en general, arrojará la definición y estructura de una metodología afín, es decir, igualmente general y universalizada, la cual puede resumirse como la consistente en: 1) la definición de un objeto de estudio bien determinado; 2) la ubicación de las esferas del conocimiento a las cuales corresponden determinados campos metodológicos en particular; 3) el establecimiento de postulados que den por verdaderos ciertos hechos a partir de los cuales arranca el conocimiento científico; 4) la definición de principios de la teoría de la ciencia; 5) el descubrimiento y establecimiento de leyes, misma que rigen objetivamente los procesos de la realidad; 6) la estructuración de un aparato de categorías fundamentales con las cuales la teoría científica se sistematiza haciéndose coherente y lógica; y 7) en disponer de un carácter teórico-hipotético, es decir, de un motor interno y propio para su desarrollo.
Es el problema de la teoría del conocimiento, la ciencia se fundamenta en la filosofía, ya que es en ella que se estructura dicha teoría.
Sin embargo, la filosofía misma tiene múltiples manifestaciones conceptuales que determinan diversas expresiones en la teoría del conocimiento. En general, pueden considerarse dos grandes expresiones de ésta en función de las dos concepciones filosóficas del mundo: la teoría del conocimiento del materialismo filosófico y la teoría del conocimiento del idealismo filosófico. Ambas se bifurcan en múltiples expresiones particulares del materialismo premarxista con respecto al materialismo dialéctico o marxista, así como en distintas concepciones idealistas.
De todas ellas, una es la verdaderamente científica, dado que expresa de manera más multilateral el proceso del conocimiento, y esta es, a nuestro juicio, la teoría del conocimiento o gnoseología materialista dialéctica o marxista, la que parte del reconocimiento del carácter objetivo del mundo exterior al pensamiento; es decir, del reconocimiento de la existencia real del mundo, independientemente de nuestra voluntad y pensamiento, y de que es posible conocerlo penetrando en su esencialidad.
La gnoseología de las corrientes del materialismo premarxista, por su parte, adolecía del defecto de ser contemplativa, no comprendiendo el papel decisivo de la actividad del hombre en su práctica transformativa de la realidad.
En lo tocante a la teoría del conocimiento en el idealismo filosófico, existen tantas concepciones como corrientes idealistas se consideren.
Entre todas ellas, reviste un particular interés en relación con los criterios manejados en geografía, la concepción filosófico idealista del positivismo, cuya teoría del conocimiento es el fenomenalismo*, el cual considera que únicamente las sensaciones son objeto inmediato del conocer; es decir, por absurdo que pueda parecer, que considera que el mundo es un conjunto de ideas o complejo de sensaciones, lo que se puede entender en dos sentidos: uno, en el cual el mundo se crea a partir de nuestras ideas; o dos, que el mundo es, según nuestras sensaciones particulares: y, en consecuencia, se ha declarado por quienes sustentan esta filosofía, que el objeto de la ciencia se cifra en la descripción pura de los hechos dados por las sensaciones, adquiriendo una forma agnóstica al negar la posibilidad de elucidar tales hechos.
Bajo estas dos concepciones generales, el materialismo dialéctico y el positivismo, es que habremos de considerar el fundamento teórico del conocimiento en la geografía científica a construir.
2 El fundamento teórico del conocimiento
en la geografía moderna y contemporánea.
La geografía moderna, ampliamente dicho, comprende una época que va de los trabajos de Toscanelli (1387-1492), y de la publicación de la “Geografía General” de Bernardo Varenio (1622-1650), hasta la publicación del “Cosmos” de Alejandro de Humboldt (editada entre 1845 y 1858), y lo trabajos de Alfred Hettner (1859-1941). La geografía contemporánea viene a ser toda la posterior a Humboldt, y en esa línea, hasta nuestros días.
Las diferencias entre la geografía moderna y la geografía contemporánea no son sólo, obviamente, diferencias de temporalidad, sino esencialmente, diferencias en el perfeccionamiento de los planteamientos teórico-metodológicos para el quehacer práctico, que permite dar predominancia hasta nuestros días, a una determinada escuela de pensamiento geográfico.
En nuestro muy particular planteamiento del desarrollo histórico de la Geografía, consideramos la existencia de dos grandes escuelas de pensamiento geográfico a las que hemos denominado: espacial-cartográfica a una, y fenomenológico-historiográfica a otra, predominando en ese orden cada una, en la primera y segunda mitad del período de la geografía moderna; y así como para la escuela espacial-cartográfica no se lograron salvar ciertas limitaciones, como el estudio geográfico del espacio en la noción aristotélica, y aún la representación misma de las deformaciones del relieve de la superficie terrestre; para la escuela fenomenológico-historiográfica, en cambio, la obra de Varenio le daba una sólida base metodológica estructurad en función de la sistemática de las ciencias, de donde se establecía, de manera más lógica, la definición de una forma de objeto de estudio: las relaciones entre los objetos considerados. Aun cuando el lugar de la Geografía entre las ciencias, se ubicaba por encima de todas, como una ciencia de ciencias; lo que imprimía una diversificación metodológica muy amplia e indefinida prácticamente.
Los postulados aceptados, en consecuencia, como únicos válidos en Geografía, nuevamente fueron en el sentido de que todo hecho histórico, era su vez, geográfico, y que la geografía estudia los fenómenos en todos sus ángulos.
Se asentaron como principios de la teoría geográfica: la localización y la relación, es decir, el considerar el lugar en que acontece una determinada relación temporal entre los fenómenos; por lo demás, el establecimiento de leyes geográficas, la estructuración de un aparato de categorías fundamentales, y la definición de un carácter teórico-hipotético, no fue definido.
La geografía contemporánea, en sus dos grandes bifurcaciones de pensamiento, encontró en Hettner y Chizov principalmente, un nuevo intento de continuidad histórica en lo que se refiere a la escuela espacial-cartográfica, sin que prosperara; y en Humboldt y Ritter, a los herederos del pensamiento fenomenológico-historiográfico.
Con los trabajos de estos dos últimos pensadores, el fundamento metodológico de la Geografía en su corriente fenomenológico-historiográfica predominante en nuestros días, se fortalece y amplía en lo referente a los principios, introduciéndose el “principio de causalidad”, y haciéndose pasar por leyes geográficas, las leyes que rigen los fenómenos estudiados particularmente por otras especialidades, bajo el supuesto de que tales ciencias especiales son parte de la Geografía; permaneciendo aún en la indefinición, un sistema de categorías fundamentales y un carácter teórico-hipotético; amén de que en la geografía contemporánea, se han arrastrado contradicciones teórico-metodológicas, como la ambigüedad del objeto de estudio, o el considerar a la Geografía como la suma de la sistemática de las ciencias que la hacen aparecer como ciencia de ciencias en el cuadro de la clasificación de las mismas.
Así pues, el fundamento metodológico en parte de la geografía moderna y en toda la geografía contemporánea, está dado exclusivamente por tan sólo una de sus dos escuelas de pensamiento geográfico; precisamente por la que aquí hemos denominado fenomenológico-historiográfica, predominante de fines del Renacimiento a la actualidad.
Sin embargo, lo importante es considerar finalmente, la esencia y consecuencias de tal fundamento metodológico en los marcos de la teoría del conocimiento.
Una Geografía que toma finalmente por objeto de estudio la relación entre los fenómenos, a manera de que un fenómeno o conjunto de ellos, es la causa de otros fenómenos (por ejemplo, el clima es la causa de la vegetación), no permite conocer nada acerca de estos (es decir, en el ejemplo mencionado, por el clima no se puede saber nada acerca de la vegetación, ni siquiera de la estructura básica de la vida vegetal, mucho menos en lo relativo a las funciones, etc), ya que esta disciplina de conocimientos no dispone ni de los medios, técnicas ni instrumental propio para la investigación causal de todos ellos en su conjunto, como en la práctica actual pretendidamente sucede, quedándose en la descripción pura de los hechos, por más que tal descripción sea una “descripción calificada”, es decir, una descripción científica o explicativa en tanto conocedora dela causalidad del fenómeno; descripción dada por quien no es precisamente el directo investigador de la causalidad interna del fenómeno mismo.
Este es pues, el problema esencial en el fundamento teórico-metodológico de la geografía contemporánea, que con ello responde a la teoría del conocimiento fenomenológica del positivismo.
Tal limitación e imprecisión al definir así el objeto de estudio de la Geografía, acarrea aspectos oscuros al tratar de ubicarla en el cuadro de la clasificación de las ciencias, para derivar de ello un campo metodológico; y no clasificada estrictamente ni como natural ni como social, sino como una ciencia mixta en que se consideran las dos grandes esferas de conocimientos, cuando más, subordinando los aspectos naturales a los sociales; la geografía, en su concepción fenomenológico-historiográfica en calidad de ciencia mixta, finalmente pasa así, por una variedad de ciencia social, carente de un aparato metodológico propio y definido, de cuya consecuencia se sigue una práctica geográfica precientífica; o sea, puramente empírica e intuitiva, de la cual no se obtienen conocimientos de la naturaleza rigurosamente científicos, sino, a lo más, un saber estadístico, enciclopédico, puramente descriptivo; pretendiendo justificarse –más que demostrarse– como ciencia, supuesto el “principio de causalidad”, pues de tener el carácter realmente de una ciencia rigurosa, no requeriría explicitar tal “principio”, pues toda ciencia es necesariamente causal.
3 El fundamento teórico del conocimiento
en la geografía científica.
Hablar de la geografía científica, no es hablar de una “nueva geografía”, así, en esos términos; por el contrario, es hablar –como dijera un historiador de la ciencia–, de “lo viejo bien olvidado”.
La geografía científica –en nuestra muy particular apreciación– es precisamente la geografía concebida en la escuela de pensamiento espacial-cartográfica. Es la geografía que hemos considerado en el primer período del Renacimiento, de Toscanelli a Mercator; y que desde el lado fenomenológico-historiográfico ha sido llamado simplemente como cartografía, es decir, como una ciencia más que forma parte del saber geográfico.
Debe aclararse, que ambas escuelas del pensamiento geográfico, no parten del período renacentista; aquí nos hemos circunscrito a la geografía moderna y contemporánea; pero ambas escuelas conforman las expresiones de la Geografía desde su origen mismo en la antigua Grecia.
Esto quiere decir que la Geografía ha desarrollado un contenido científico desde su origen, pero que se ha olvidado, prácticamente desde mediados del siglo XVII, tras la obra de Varenio.
Un siglo antes, el último de los geógrafos notables en esa línea, fue Mercator (1512-1594); más popularizado por los geógrafos descriptivistas y enciclopedistas que han reclamado para su saber la verdadera y científica Geografía, como un pensador de una de las “ciencias geográficas”, reconociéndolo tan sólo como “cartógrafo”.
Hacia este siglo, son sus contemporáneos Nicolás Copérnico (1473-1543), Giordano Bruno (1548-1600), Galileo Galilei (1504-1642), y Johanes Kepler (1571-1630), quienes inician el asedio a las teorías aristotélico-ptoloméicas.
El concepto de espacio aristotélico como un continuo bidimensional es desechado, y los ejes de un sistema de coordenadas tridimensional para el Universo, son desplazadas de su origen en la Tierra, a su origen en el Sol.
Hasta entonces, el espacio bidimensional aristotélico era fácilmente representable en un plano. Hablando en particular del espacio geográfico, éste, considerado como la simple superficie terrestre, era relativamente fácil el representarlo en un mapa o carta geográfica. Los geógrafos posteriores a Mercator; precisamente los contemporáneos de Newton (1642-1727), quien puso punto final al aristotelismo; tendrían que verse nuevamente con la discusión del concepto de espacio y su representación en un sistema de tres valores. El espacio geográfico, pasó a ser el espacio adyacente a la superficie terrestre, y no la superficie terrestre misma.
Pero la Geografía, en esa escuela de pensamiento espacial-cartográfico, encontró limitaciones insalvables: el concepto de espacio newtoniano como el vacío absoluto, y el estudio y representación de tal espacio, como espacio geográfico.
Hasta en tanto no se desarrollaron otras ciencias, principalmente la física y la matemática, esta escuela de pensamiento geográfico permaneció en el olvido por alrededor de tres siglos, suficientes para que varias generaciones de geógrafos formados en el pensamiento fenomenológico-historiográfico, pudieran considerar ajena, e incluso dar por muerta, esa “tendencia cartográfica” en geografía.
Sólo en algún escrito de Kant y concretamente en los trabajos de Alfred Hettner y su contemporáneo, el geógrafo y periodista ruso Chizov, se sostuvo el planteamiento dela Geografía como ciencia del estudio del espacio y no de los fenómenos. Pero el fundamento para sostener tal planteamiento, no se posibilitó sólidamente y en toda su lógica, sino hasta la aparición en 1905, de la Teoría de la Relatividad Generalizada de Albert Einstein, que derribó el obstáculo newtoniano del espacio como el vacío absoluto.
Definido el fundamento teórico del conocimiento de la geografía teniendo como objeto de estudio el espacio terrestre adyacente a su superficie, en tanto determinado por ésta, dicha disciplina de conocimientos puede ubicarse en el cuadro de la clasificación de las ciencias, en la esfera de las ciencias naturales, dado que su objeto de estudio se refiere en particular al espacio como atributo físico de la realidad.
Lo anterior define perfectamente el campo metodológico de la Geografía, como ciencia que parte de postular que todo hecho geográfico, es un hecho espacial manifestado por sus interacciones físicas externas, cuya descripción se resuelve mediante el formalismo matemático; a partir de lo cual, sus principios, como leyes más generales del saber geográfico referido al espacio y sus propiedades, adquieren una coherencia lógica en el cuerpo teórico-metodológico: el principio de interacción física externa, el principio del orden de coexistencia, el principio de relación universal, y el principio de localización, los cuales ajustan perfectamente como leyes generales de propiedades espaciales.
Evidentemente, deja de considerarse la causalidad como un principio, dado que aquí la Geografía tiene definido necesariamente un carácter causal. Se estudia la causalidad de las propiedades espaciales, las cuales habrán de constituir el objeto de su investigación bajo un aparato bien definido de categorías fundamentales; es decir, de conceptos relativos a propiedades espaciales, tales como la localización, posición, distribución, ubicación, conexión, lugar, etc; que permitan expresar teorías eminentemente geográficas (esto es, en las que no intervienen de manera fundamental, conceptos de otras especialidades para explicar la esencialidad de una teoría geográfica), de donde se derivará el carácter teórico-hipotético y el descubrimiento y establecimiento de leyes que rigen independientemente de nuestra voluntad y pensamiento, la faceta geográfica dela realidad; que, dicho en otros términos, es la faceta espacial de la realidad adyacente a la superficie terrestre.
Este fundamento teórico del conocimiento geográfico, sobre la base de la posibilidad del conocimiento esencial de la realidad objetiva en su faceta espacial, y en oposición al fundamento teórico del conocimiento que se limita a la descripción pura de los hechos, dando lugar a un saber enciclopédico, habrá de posibilitar la construcción de una Geografía auténticamente científica.
* Ponencia presentada al IX Congreso Nacional de Geografía, Guadalajara, Jal; México, febrero, 1983; “Memoria IX Congreso Nacional de Geografía”, Tomo II, pp.573-582. Síntesis de la tesis de Licenciatura en Geografía del mismo autor, sustentada unos días después.
** Departamento de Cartografía; Gerencia de Exploración, Petróleos Mexicanos. Catedrático Investigador, Universidad Autónoma de Chapingo (UACH).
[1] Bassols Batalla, Ángel; Geografía Económica de México; Trillas; México, 1976; p.22 (subrayados suyos).
* Más propiamente dicho debió decirse “fenomenología” (trascripción, 2009).