Filosofía de la Educación y Teoría del Humanismo. 5 Humanismo y libertad (6/7)

13.01.2017 15:25

Filosofía de la Educación

y Teoría del Humanismo.

  5 Humanismo y libertad (6/7).

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

https://dimensioalidad.webnode.mx/

10 nov 2009.

 

5.  Humanismo y libertad.

 

                                           Ante la tesis que nos planteamos, de que el humanismo más elevado es el comunismo; establecimos la hipótesis de que: “la más alta expresión del humanismo, es la libertad en el más elevado carácter ético-estético”.  Ello implicó entonces, recurrir a los antecedentes en que constatáramos históricamente que el comunismo era, tanto en su planteamiento teórico como en su práctica futura mediada a través del socialismo, a su vez, expresión de libertad.

 

                                           Hemos aportado los argumentos de todo ello, y con base en ello, argumentaremos ahora la hipótesis, verificándola, en tanto las premisas mismas sean a su vez verdaderas.

 

                                           En el apartado anterior destacó el concepto de libertad: la conciencia de la necesidad; ahora aquí trataremos primero sobre el más elevado carácter ético-estético del humanismo, en que se da esa conciencia de la necesidad; y en consecuencia, trataremos sobre la dialéctica ético-estética de su contradicción esencial, misma que tiene una expresión particular en la dialéctica, en lo que se denomina, la subsunción de la contradicción esencial; hablando de la situación particular del humanismo en las relaciones internacionales, o sea, entre los humanos de diversas etnias y culturas en la expresión de la libertad en sí, y de las relaciones exopolíticas, en lo que se denomina la libertad para sí.

 

                                           La dialéctica de la contradicción esencial del humanismo: la identidad del sujeto consigo mismo y sus propios conocimientos y capacidades, frente a su desecho como ser y suplantación por el ente del alma; el ateísmo frente teísmo; o la libertad del ser humano ante el ser sojuzgado mediante ataduras ultraterrenas; ha sido una lucha dada en el escenario de los últimos cinco siglos; ha sido la lucha del ser humano por su conciencia en sí como ser humano.  Pero en las últimas dos o tres décadas del siglo XX, ha sido el umbral en donde lo alcanzado se ha ido perdiendo, se ha ido cayendo cada vez más en un proceso de deshumanización, de enajenación y alienación del ser humano; la década de los años noventa han sido un fino dintel, a tal punto que en la primera década del siglo XXI, es ya la franca antesala de una nueva edad oscurantista; difícil de percibir ahogados como estamos en un mar de ciencia y tecnología, de aparente información sin límites; pero donde esa ciencia y tecnología está enajenada a la sociedad y puesta de manera dispersa y fraccionada incluso, en la diversidad de los laboratorios de los consorcios monopólicos trasnacionales; y en donde esa aparente información, sin posibilidad de ser analizada críticamente, se convierte en alienación.

 

                                           El ser humano terrenal y mortal de desecho, en contradicción al alma celestial e inmortal perdurable, ha cambiado cualitativamente en su proceso dialéctico determinada por las condiciones objetivas; y prima ahora, en la solución de ella, la fase dialéctica del recurso lógico de la subsunción: el subordinar el juicio de esa contradicción ya antagónica, a un juicio más general de una contradicción mayor (o dicho con rigor lógico, hacer del sujeto, predicado de otro juicio), en donde el opuesto viejo excluido, el alma, se metamorfosee en el opuesto nuevo en una nueva identidad: el ser humano; lo cual implica el momento de la solución simultánea de la consumación de la conciencia en sí, y del inicio del proceso de la conciencia para sí; esto es, de resolver ahora cuál es su propio fin y organizar planificadamente ese desarrollo.

 

                                           La conciencia en sí; nuestra identidad como seres humanos; en la última etapa de esos cinco siglos de su proceso; social y políticamente tuvo que ver con la creación y el papel de la Organización de las Naciones Unidas (ONU); de “Nosotros los pueblos del mundo...” como reza en su Carta Fundacional.  La ONU (y su antecedente en la Liga de las Naciones), es una primera forma de ese intento por el propio fin y la organización, por lo menos racionalizada, del desarrollo de la humanidad en su conjunto.

 

                                           Hoy, esa ONU, no de "los pueblos", sino de los Estados en manos exclusivamente de la clase social burguesa conservadora mundial, no sólo no es vía de solución, sino sede y foro principal del proceso de alienación mundial.  Todo ello, como todo nuestro sistema económico, social y político actual, pronto habrá de derruirse hecho añicos por la fuerza de las cosas en el desarrollo natural de la sociedad. Y a ello habrá de contribuir, en el plano teórico, la subsunción real de la contradicción esencial, dada ésta por extensión de las relaciones internacionales mismas; es decir, por extensión de las relaciones entre las culturas del mundo, a las relaciones de la cultura humana como un todo único en sí mismo, frente a una cultura que le sea externa; en todo caso, y en el mejor de ellos, ante una cultura que sea el alter ego mismo de la cultura humana tomada en su conjunto o totalidad; ético-estéticamente nuestro otro yo, en la consideración de la posibilidad de la relación con una civilización no-humana inteligente.  Nada será más fuerte que este principio dado en esa posibilidad, para el proceso de la conciencia para sí de la humanidad, que es la más plena expresión de la conciencia de la necesidad, de la libertad. Ello consuma su identidad, pero a la vez nos pone en un plano más vasto de una nueva contradicción; y más aún, si la mera posibilidad teórica, se hace posibilidad real.

 

                                            Y si esto es verdad –como creemos que lo es y lo hemos verificado–, entonces es verdad que “la más alta expresión del humanismo, es la libertad en el más elevado carácter ético-estético”, lo cual demuestra que “la más alta expresión del humanismo es el comunismo y su filosofía dialéctico materialista ateísta”.