Filosofía de la Educación y Teoría del Humanismo. 4 El humanismo es el comunismo (5/7)

10.01.2017 15:23

Filosofía de la Educación

y Teoría del Humanismo.

4 El humanismo es el comunismo (5/7).

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

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10 nov 2009.

 

 El humanismo es el comunismo

 

                                           Analizaremos ahora la segunda premisa o premisa de nuestra tesis: “La más alta expresión del Humanismo es el comunismo y su filosofía dialéctico materialista ateísta”.

 

                                           Uno de los aspectos de la mayor importancia, es entender si el comunismo no es más que una especie de “bello sueño irrealizable”, una utopía más, o un proyecto de organización social científicamente fundado y cuya aparición y desarrollo está sujeta a leyes económico-políticas y sociales, y es, por lo tanto, una condición de necesidad.

 

                                           Con la Revolución Francesa, el capitalismo finalmente ha consolidado su orden de cosas.  Pero el capitalismo, en la plenitud de su triunfo, hace aparecer plenamente definida como clase social, a su sepulturero: el proletariado.  Y a partir de ahí, en el seno de la llamada Revolución Industrial, el proletariado iniciará su lucha por la emancipación, contra el capitalismo; primero tímidamente apenas con reivindicaciones prácticas económicas y políticas elementales como las expresadas por las luchas del Cartismo en Inglaterra desde principios de los años treinta del siglo XIX; luego con reivindicaciones teóricas filosóficas y sociales que dieron lugar al socialismo utópico, socialismo utópico ahora del siglo XIX, expresado por pensadores tales como Saint Simon (1760-1825), que participó con los independentistas norteamericanos y fue un jacobino en la Revolución Francesa; para él, la sociedad futura era el mismo capitalismo de la propiedad privada de los medios de producción social, pero científicamente organizado y con una producción planificada; Fourier (1772-1837), crítico de la sociedad burguesa, atribuyéndole un papel fundamental a la educación en la organización de la sociedad en falanges de producción y distribución; y Owen (1771-1851), gran industrial capitalista inglés filantrópico ateísta; hizo la crítica al capitalismo en sus aspectos esenciales, atribuyéndole, al igual que Fourier, importancia fundamental a la educación, proponiendo la organización social mediante comunas y su federación autogestionaria, que fue el germen del sindicalismo.

 

                                           Parte de ese proceso fueron las luchas del anarquismo.  El anarquismo como teoría sociopolítica fue fundada por el filósofo idealista partidario de los “jóvenes hegelianos”, Max Stirner, pseudónimo de Kaspar Schmidt (1806-1856), cuya obra “El Único y su Propiedad”, 1845, desarrolla el sistema anarquista a partir de un “Yo” egoísta, fuente de su propia moral y derecho, justificando en esa individualidad la propiedad privada, y en donde ese “Yo” tiene al mundo mismo, sin más nada por encima de él, como su propiedad.

 

                                           Entre otros anarquistas importantes, están: Proudhón (1809-1865), idealista ecléctico; hizo de la dialéctica hegeliana un esquema mecánico maniqueo.  Proclamó a la gran propiedad capitalista como un robo, defendiendo en su lugar la pequeña propiedad capitalista.  Imaginaba la sociedad organizada mediante un intercambio equitativo entre productores.  Bakunin (1814-1876), seguidor del pensamiento de Fichte y Hegel, partía de que el principal opresor de la sociedad era el Estado apoyado en la ficción de Dios, y proponía una federación de asociaciones agrícolas y fabriles. Desconociendo la organización del proletariado, emprendía una actividad conspirativa de unos cuantos revolucionarios.  Y Kropotkin (1842-1921), geógrafo ruso, partidario de la filosofía positivista de Comte (1798-1895), y Spencer (1820-1903), mezclado con el materialismo mecanicista; al final de su vida, viendo el triunfo y resultados de la Revolución Socialista en Rusia de 1917, desarrolló la idea del anarco-comunismo, como una sociedad formada por una federación de comunas de producción.

 

                                           El siglo XIX fue, pues, un siglo de organización y desarrollo de las teorías filosóficas, económicas, sociales y políticas del proletariado, como una clase social con intereses y anhelos totalmente distintos de la clase social burguesa.  Pero si en su primera mitad dominó el socialismo utópico en las mentes de los trabajadores, en la segunda mitad domina el socialismo científico.

 

                                           Los primeros escritos de la teoría del comunismo aparecen, de hecho, con la publicación de los Manuscritos Económico-Filosóficos, en 1844, de Karl Marx, y pronto, en 1847, aparece, redactado junto con Engels, el Manifiesto Comunista.

 

                                           Mientras la teoría del anarquismo era un resultado del socialismo utópico, la teoría del comunismo fue resultado del socialismo científico: fue este la explicación, sujeta a leyes filosóficas de la dialéctica materialista y de la economía-política, del proceso necesario del desarrollo de la sociedad y por lo tanto de la aparición e instauración del socialismo, como fase de transición del capitalismo al comunismo.  El voluntarismo del “capitalismo perfeccionado” sin Estado, expuesto por el socialismo utópico y el anarquismo; fue suplido por la teoría de la abolición de la propiedad privada capitalista, a través del Estado de la democracia socialista, en donde el proletariado toma el poder reemplazando el poder de la burguesía, e inicia un nuevo proceso de educación, esencialmente moral, de las masas populares.

 

                                           Luego de las experiencias de las fallidas revoluciones de 1848 en todo Europa y posteriormente de la experiencia de la Comuna de París de 1871, que dio lugar a la primera experiencia de un poder proletario que apenas duró tres meses, casi medio siglo después, en 1917 en Rusia, triunfa históricamente la primera revolución socialista en el mundo.  A partir de ahí, el siglo XX será un siglo de experiencias diversas de instauración mundial del socialismo (algunas como consecuencia de la toma del poder por los combatientes comunistas en los países escenario de la II Guerra Mundial tras la derrota del nazismo; algunas efímeras, otras por demás sui géneris, como fue en África; y algunas más, terriblemente negativas, como el caso de Camboya).  Luego de la Revolución Rusa de 1917, destacarán la Revolución China, que triunfa en 1949; la Revolución en Corea triunfante en 1953; la Revolución en Cuba victoriosa en 1959; la Revolución en Vietnam, que consuma su victoria en 1975; y el triunfo de la Revolución de Angola en ese mismo año.  Cada una respondió a procesos distintos de sus propias luchas nacionales: el rompimiento con vestigios feudales, la unidad nacional, el anticolonialismo, la lucha contra el nazismo y el fascismo, o la democratización capitalista burguesa misma.

 

                                           En cada caso en todos estos antecedentes desde principios del siglo XIX, ello respondió al interés por el rompimiento con todo aquello que atenta contra la dignidad humana: el atraso social, la opresión, el sometimiento y explotación colonial; y las necesidades teóricas y prácticas de una sociedad más justa y libre.

 

                                           Toda esa experiencia está por sintetizarse y su discusión, incluso, desborda el marco y propósitos de este ensayo; no obstante, para los fines del mismo, es necesario exponer resumidamente la teoría misma del comunismo, en tanto que lo que buscamos es mostrar cómo éste es expresión de libertad y en consecuencia de la plenitud del humanismo.

 

                                           Así, brevemente para terminar la argumentación de esta premisa, si el capitalismo se caracteriza por el acaparamiento en unos cuantos de aquello que produce para todos, y mediante ello crean riqueza y poder dominando y explotando el trabajo de la sociedad; y razón por la cual no pueden estar más interesados que en la confusión de las mentes de este nuevo tipo de “súbdito” impidiendo su desarrollo humano, su cultura, su conocimiento científico, su recreación y esparcimiento dignificando su espíritu; el capitalismo y sus procesos de enajenación y alienación lo que significan es enteramente la deshumanización del ser humano.

 

                                           En consecuencia, lo opuesto a todo ello, será la humanización del ser humano; y en ese sentido, es la organización de la sociedad en una sociedad socialista, en donde todo cuanto produce para todos, es administrado por el Estado bajo la democracia socialista o proletaria, en beneficio de todos, de modo que la riqueza socialmente generada, se redistribuye en la misma sociedad propiciando su bienestar material y espiritual cada vez mayor.

 

                                           Con ello la desigualdad social expresada en las diferencias de clases sociales se extinguirá con el paso de las generaciones, a la par que éstas adquieren un nuevo código moral en una verdadera conciencia ético-social.  Al final, el Estado mismo que apareció en la historia para proteger los intereses de las clases sociales en el poder, no habiendo más clases sociales, se extinguirá luego de haber cumplido su misión de organización de la transición social, suplido por las funciones autogestivas de la organización de la nueva sociedad.

 

                                           Y en algún punto indefinido de este proceso, aparecerá como esa nueva sociedad, la sociedad comunista, la sociedad de los comunes; esto es, de aquellos que se reconocen en igualdad de condiciones económicas, sociales, políticas y culturales, regidos por una alta moralidad que los hará conducirse siempre en beneficio, no personal e individualista, sino de los demás; porque el otro, los demás, actuando así, propiciarán a su vez el beneficio personal de aquel.

 

                                           Y nada de esto es un “sueño irrealizable”, ni utopía a manera de mera idealización de un gran anhelo de sociedad; por el contrario, es ya el gran propósito científicamente fundado de la futura construcción social, aquello a lo que la sociedad va de manera necesaria, lo cual fue descubierto científicamente por Marx y Engels; y a lo que se va, ya por la iniciativa del proletariado en su capacidad para la toma del poder, ya por la naturaleza de las cosas en la descomposición del capitalismo, que, paradójicamente, en su propia monopolización, en su misma “globalización” económica y política, crea las condiciones materiales y estructurales en el tránsito a la sociedad socialista mundial misma.

 

                                           Como fundamento teórico de este proceso, está la dialéctica materialista, la interpretación filosófica del mundo, propuesta para ser usada como herramienta y arma para la transformación del mismo.  En ese sentido, ésta es el fundamento del verdadero método científico, pues la ciencia no tiene por más fin esencial, que el darnos el conocimiento verdadero acerca del mundo, para apropiarnos de él, transformándolo.

 

                                           En la temática tratada, el humanismo, la dialéctica materialista está vinculada al problema de la interpretación, ya monista, o ya dualista, del mundo.  Esto es, porque la interpretación dualista corresponde al pensamiento idealista y religioso, en el cual se considera que simultáneamente existen como entidades ambas con una existencia real, la materia; el mundo de los objetos materiales fuera de nuestro pensamiento; y el alma.  De ahí el esfuerzo de esta posición por intentar unificar la ciencia y la fe, no obstante, por su naturaleza, sean estas absolutamente contrapuestas.  Y de ahí que al dualismo se le contraponga el monismo.  Así, la interpretación monista corresponde al materialismo y a la ciencia, en el cual se considera que lo único realmente existente es la materia.  Y de ahí el esfuerzo de esta otra posición, por separar las creencias fantásticas de la rigurosa demostración científica, y el mundo mítico de la fe que reclama del dogma, y no de la demostración científica de la verdad.

 

                                           Este momento histórico de la pretendida “posmodernidad”, que no es más que palabrería que pretende ir en lo más avanzado a la modernidad, pero que en realidad no es sino una vuelta al oscurantismo medieval, es reflejo de esa descomposición, de esa incapacidad del capitalismo para ir progresivamente a más; lo cual explica la vuelta a las posiciones del dualismo.

 

                                           Por otra parte, en la parte social, de momento el proyecto social socialista está totalmente perdido; y ello habla entonces de un proceso social que habrá de ocurrir en la naturaleza de las cosas, si bien en la barbarie extrema, producto combinado tanto de la falta de alternativa, como de la irracionalidad propia del capitalismo.  Pero la humanización del ser humano no ha sido a lo largo de la historia de los últimos cinco siglos, sino una lucha desgarradora, proporcionalmente, primero, al poder del clero, al romperse históricamente con la sociedad feudal; y segundo, al poder del capital, al estarse rompiendo históricamente con la sociedad actual.