Filosofía de la Educación y Teoría del Humanismo. 3 El comunismo y la filosofía de la educación ético-estética (4/7)
Filosofía de la Educación
y Teoría del Humanismo.
3 El comunismo
y la filosofía de la educación
ético-estética (4/7).
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
https://dimensioalidad.webnode.mx/
10 nov 2009.
3 El comunismo y la filosofía de la educación ético-estética.
En la idea resumida del título de este apartado se condensa la premisa antecedente del silogismo demostrativo: El comunismo y su filosofía materialista dialéctica ateísta, es fundamento de la filosofía de la educación en tanto ésta es vía de libertad en el más elevado carácter ético-estético. En consecuencia, en lo subsiguiente, dejados atrás los protocolos de exposición de fundamentos y refutación de tesis contrapuesta, aportaremos brevemente los argumentos de la veracidad de esta primer premisa, o premisa antecedente, en el procedimiento lógico demostrativo de la temática de este ensayo.
En nuestra tesis sostenemos que humanismo es comunismo, pero a la vez, aquí sostenemos que comunismo es libertad. Luego entonces, aquella elevada categoría que más esencialmente caracteriza al humanismo, es el valor de la libertad.
Mas la libertad no es un concepto simple y absoluto, en común en todas las formas filosóficas del pensamiento; por lo contrario, ha sido uno de los conceptos más complejos a lo largo de la historia de la filosofía. En ésta, se han sintetizado tres interpretaciones básicas acerca de esta categoría: 1) aquella en que la libertad se entiende como autodeterminación; 2) aquella en que se entiende como la voluntad y posibilidad; y 3) aquella en que se entiende como conciencia de la necesidad.
El más pleno concepto de la libertad, es aquel en el que se asume como autodeterminación. Sin embargo, en la práctica social, ello no es posible. La autodeterminación sería sólo un atributo de Dios, éste sería el único que estaría en posibilidad de ser causa absoluta, sin relación a nada, de sus propios actos. La libertad como autodeterminación, es sólo una idealización teórica.
La libertad como voluntad y posibilidad, es el concepto asumido por la sociedad capitalista. Se es libre, no sólo en la medida de que se quiere ser, sino de que se puede. Y lo que limita la posibilidad de la plena libertad de uno, es la posibilidad de la plena libertad del otro. Pero allí donde la libertad resulta limitada, debe ponerse en entredicho el concepto mismo de libertad.
En consecuencia, un tercer concepto de libertad media entre ambos extremos (entre la libertad plena socialmente imposible, y la libertad limitada filosóficamente en entredicho), y este es en donde la libertad se entiende como conciencia de la necesidad. Se es libre en la medida de la conciencia de aquello en que, por la naturaleza de las cosas, se está obligado a hacer. Esto es, que la realidad objetiva es la que condiciona nuestro estado de libertad, y alcanzamos esos estados, en la medida de nuestra conciencia; esto es, de la conciencia, no como un asunto místico de “interiorización”, sino de nuestros conocimientos científicos acerca de las condiciones de la realidad objetiva, y de la responsabilidad individual y compromiso social (eminentemente moral) que asumimos frente a ello.
La libertad como conciencia de la necesidad, es autodeterminación, pero en la determinación de las condiciones objetivas sobre las cuales se puede actuar, y ya no de los intocables intereses de terceros.
Este es el concepto de libertad en el marxismo, en la dialéctica materialista, en el comunismo. En consecuencia, es la libertad del humanismo, en donde el ser humano, y sólo el ser humano sin predestinación divina alguna, es causa de sus propios actos, a su vez, en las determinaciones de las condiciones objetivas de las cuales ha de tener un conocimiento lo más científico; y en las cuales asume una responsabilidad y despliega en consecuencia un compromiso social, que como tal, no puede ser en principio, mas que moral.
La libertad es pues, condición del acto moral; esto es, de la conducta volitiva, consciente, frente a nuestros semejantes. Cuanto más la libertad quede normada por el estatuto de ley o de derecho, más se pierde; y, en consecuencia, ganar la libertad implica cada vez una mayor conciencia moral; que no desconoce la norma de derecho, pero que siempre estará muy por encima de ella; o dicho de otro modo, ganar la libertad implica cada vez una mayor comprensión teórica de la moral. Y ello lo que significa, es poseer cada vez más, un fundamento ético; en tanto la Ética es la ciencia de la moral.
Si éticamente la libertad responde a un compromiso social, humano, el supuesto del despliegue real de la misma no puede ser sino en una sociedad igualitaria, de comunes; es decir, en una sociedad socialista y tanto más en una sociedad comunista. De ahí que la sociedad capitalista, incapaz de dar lugar a este tipo de libertad con fundamento moral, asuma como concepto de libertad el precepto jurídico de “la voluntad y posibilidad ante los derechos de terceros”, donde priva la hipocresía, la mezquindad, y el egoísmo de los intereses individualistas.
Más aún se aprecia la condición social y de culto a lo humano (por lo cual se entiende el término “humanismo”), cuando la educación como forma de ese perfeccionamiento humano, se entiende no sólo en lo social y moral, sino como formación social ético-estética.
El humanismo alcanza su estado más elevado, en sus relaciones estéticas; esto es, en la distinción clara entre los conceptos de lo bello y lo feo*, así como del entendimiento del arte como el acto creativo.
Para terminar este apartado, nos referiremos sólo brevemente al principio humanista que deriva de la polémica entre Arrio y Atanasio (s.IV); dada previamente al inicio formal de la Edad Media; que de hecho constituyó la primera herejía; en donde el debate consistía en aclarar si Jesús era un ser humano divinizándose (Arrio), o si Jesús era Dios mismo humanizándose (Atanasio). En la teoría del humanismo, podemos decir que Jesús ahí, es sólo una representación de la figura humana, de modo que entonces podamos decir, si el ser humano es el ser humano divinizándose, o si es Dios humanizándose.
El fundamento ateísta del humanismo hace asumir por definición la posición arriana, pero no en tanto el ser humano en su transfiguración divina como un ente sobrenatural, sino, estéticamente, en tanto el ser humano, como ser humano, alcanzando estados de perfección.
Más aun, estéticamente, el arte en el acto creativo dado en el hecho de educar al otro como acto de humanización del ser humano por el ser humano mismo, constituye precisamente ese hecho de perfección del ser humano, en donde éste ve su propia realización social humana; es decir, el hacerse socialmente un ser humano real; en tanto es capaz de reconocerse perfeccionado en el otro al que crea educándolo, en su alteridad como alter ego, en el cual se ve a sí mismo perfeccionado. “Un humanista, es aquel cuya espiritualidad propia; a diferencia del místico escolasta cuya espiritualidad la reconoce perfeccionada con su alma en gracia de Dios; el humanista la reconoce perfeccionada en el mundo terrenal de los mortales en sociedad, y, por ende, en su alteridad, en tanto su alter ego”[1]. Y el ser humano, se hace el ser humano-Dios[2]**.
* La distinción clara entre los conceptos de lo bello y lo feo, no se refiere a la distinción clara entre qué cosa es bella y qué cosa es fea, lo cual tiene grados de relatividad; sino se refiere justo a eso: al concepto de lo bello o de lo feo.
[1] Hernández Iriberri, Luis Ignacio; La Evaluación Ético-Estéticista en el Aula Universitaria Durante un Curso; Tesis, Maestría en Educación Superior, México, octubre 2006; p.139.
[2] Y en un análisis más profundo, podríamos ver que aun reconociendo la existencia de Dios, Dios no sólo se encontraría ahí a sí mismo en su creatura; en un proceso creativo de un Dios por definición atemporal y aespacial, por lo cual el acto creativo divino no puede reducirse ni a un momento ni a un lugar, siendo más bien un proceso, y precisamente el proceso de humanización del ser humano; sino se vería a sí mismo perfeccionado, siendo al final, el ser humano superior a Dios mismo, por no más que el propósito original mismo Dios. Y la sola nota muestra claramente el desbordamiento de los fines de este Ensayo.