Filosofía de la Educación y Teoría del Humanismo. 2 Refutación de la Posición Contrapuesta (3/7)

10.01.2017 15:16

Filosofía de la Educación

y Teoría del Humanismo.

2 Refutación de la posición contrapuesta (3/7).

Luis Ignacio Hernández Iriberri

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10 nov 2009.

 

 Refutación de la posición contrapuesta.

 

                                           Refutar, desde el punto de vista de la dialéctica materialista, significa establecer el grado de desarrollo de la contradicción.  Desde aquel en que en la identidad se reconoce el germen de lo nuevo, al rompimiento de la identidad haciéndose la diferencia, no obstante lo viejo y lo nuevo coexistan; pasando a la contrariedad como mera oposición, en donde los opuestos se niegan entre sí pero no se hacen excluyentes; hasta la contradicción como tal, plenamente desplegada en la negación mutua antagónica de los opuestos, por la cual lo nuevo sustituye a lo viejo excluyéndolo, pero de manera metamorfizada, pues en realidad es ahí donde lo viejo, que ha generado lo nuevo, se transforma en lo nuevo en una nueva identidad.

 

                                           Así, si pretendiésemos aquí hacer una refutación por plena contradicción, tendríamos que demostrar la total falsedad de lo opuesto; lo que sin duda sería una pretensión fuera de lugar.  Nos interesa pues, establecer tan sólo la diferencia y la contrariedad, es decir, la mera oposición con la tesis contrapuesta.

 

                                           Esta tesis o posición contrapuesta se refiere, en su marco gnoseológico, al idealismo en todas sus formas.  Se refiere a esa corriente de pensamiento opuesta al ateísmo, la cual por su parte es fundamento del teísmo mítico-religioso que en la época moderna se sustenta aun en las ideas del duoecento de Tomás de Aquino (1225-1274), que fundándose en Aristóteles pretendía fundir en uno la fe y la razón.

 

                                           Serán autores como Erasmo (1469-1536), o Melanchton (1497-1560), los que iniciarán las nuevas adecuaciones en el humanismo, a manera de un contradictorio “humanismo cristiano”[1].

 

                                           En consecuencia, lógicamente, hemos usado el silogismo de refutación siguiente[a]

 

Toda educación científica, se funda en la filosofía materialista y dialéctica ateísta

Una educación científica, no corresponde al humanitarismo capitalista.

 

Luego, el humanitarismo capitalista, no se funda en la filosofía materialista y dialéctica ateísta.

 

                                           Explicaremos, pues, la filosofía materialista dialéctica como la libertad y la verdad científica tras el Renacimiento (ss.XV-XVI) y el reposicionamiento del idealismo adaptándose a los nuevos tiempos con pensadores como el propio Descartes y seguidores de éste como Leibniz (1646-1716), o incluso críticos de aquel como Berkeley (1685-1753), que impulsará un nuevo giro en el pensamiento filosófico idealista subjetivo.  La fusión empírico-racionalista en el método científico está ya en proceso, la filosofía materialista acaba aceptando de buen grado esa dialéctica; pero la filosofía idealista, justo con Berkeley, rechaza ahora el racionalismo, el procedimiento lógico que conduce al conocimiento verdadero, y asume ahora una posición del lado del empirismo, reduciendo el conocimiento a la pura percepción sensible.  A éste le siguió Hume (1711-1776), el cual, continuando la lucha contra la ciencia materialista y con ello contra el humanismo clásico ateísta, criticó el principio de causalidad objetiva y afirmó que lo seguro, la certidumbre, no estaba en ello, sino en la fe.

 

                                           En el marco teórico temático, el humanismo renacentista clásico; ateísta por excelencia, donde “el intelecto humano es igualado al divino...  El hombre ha acortado la distancia que lo separa de Dios para eliminar gradualmente al mismo Dios”[2], luego llamado “humanismo erudito o literario”, fue sostenido por los teóricos de la burguesa progresista más revolucionaria que impulsaba los cambios drásticos y sustanciales; su expresión más radical se dio inicialmente, no teniendo más opciones, en el ámbito de la literatura (de ahí la denominación que se le atribuyó), y formó el movimiento cultural del clasicismo.  Por el contrario, el “humanismo cristiano” que se le opuso, fue sostenido, por su parte, por los teóricos de una burguesía progresista; pero ya no revolucionaria, sino conservadora, deseosa de detener los cambios que luego llevaron inevitablemente a la Revolución Francesa de 1789, en la cual se consumó la desaparición del viejo régimen feudal del medioevo, y quedó consolidado el nuevo régimen del sistema económico social capitalista.  El “humanismo cristiano” por su parte, apegado a la enseñanza religiosa del precepto de “bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos será el reino de los cielos”[3], se expresó en el movimiento cultural del manierismo y el barroco.

 

                                           La lucha ideológica entre ambos en el siglo XIX, se expresó ahora, para el “humanismo literario” (el humanismo clásico ateísta), en el movimiento cultural del Romanticismo Realista (de la vida real, de opresión y cambio), en tanto que el “humanismo cristiano” (mero humanitarismo filantrópico misericordioso), expresó sus intereses a través del movimiento cultural de Romanticismo Naturalista (de la vida burguesa idílica en una naturaleza inamovible).

 

                                           Aludiendo a la segunda premisa o premisa de tesis, en este caso en la condición particular de tesis refutada: el que “el humanismo capitalista no se funda en la filosofía materialista dialéctica”; es decir, justamente la negación explícita a la tesis o posición contrapuesta a lo que se sustenta en este ensayo, en donde el humanismo clásico ateísta es la esencia del movimiento cultural, esta vez, del movimiento cultural del Realismo Socialista; así como el humanitarismo burgués (el “humanitarismo cristiano”), es la esencia de los movimientos culturales llamados “vanguardistas”, del siglo XX, que hacia el final de éste y tras la caída del socialismo, adopta el movimiento ideológico-cultural del llamado “posmodernismo”.

 

                                           Si el pensamiento ilustrado de la modernidad sustentó el método científico en el principio de: <>; ahora el posmodernismo, por lo contrario, sustentando –a decir de su principal teórico contemporáneo, Edgar Morin– en el “método científico” sobre el principio por el cual ahora habrá que: “aprender a caminar en la oscuridad y en la incerteza”[4], donde el ser humano nuevamente es sólo un medio, un instrumento de Dios, frente al pensamiento moderno renacentista por el cual “el hombre del Renacimiento es consciente de sí mismo y su conciencia surge del orgullo por lo que ya ha logrado”[5]. Así, ese planteamiento de Morin, no puede ser sino el enunciado de un principio oscurantista que nos devuelve a los tiempos de la mayor ignorancia del medioevo[b].  No es ajeno entonces, el hecho de que la educación “en la Era Planetaria”, como dice Morin, considere ahora que el conocimiento, siendo innato, ha de hacerse consciente o trascendente (propio a un estado alterado de conciencia), por la experiencia metafísica de la revelación.

 

                                           Así, el “humanismo” capitalista del posmodernismo, o su versión como humanitarismo filantrópico por el cual no se resuelve la pobreza desde sus causas, sino se ayuda misericordiosamente a atenuarla y sobrellevarla; se expresa ahora como la “responsabilidad social”, en el buen patrón que si bien no puede más que explotar el trabajo asalariado de sus empleados, no debe hacerlo por lo menos tan abusiva y cínicamente.

 

                                           En consecuencia, si lo dicho anteriormente corresponde a la verdad objetiva, entonces es verdad que el humanitarismo capitalista, da lugar a una educación alienada[c], como en las líneas siguientes lo haremos ver.

 

                                           Finalmente, en el marco teórico especializado acerca de la educación, en los contrarios de fundamento teórico más general y esencial están, de un lado, el fundamento teórico socipedagógico; la “Escuela Tradicional” (socialista); que asumimos, contra el fundamento teórico psicopedagógico; la “Escuela Nueva” (capitalista); que rechazamos.

 

                                           Sería extensa y prolija la argumentación; baste decir que en tanto la sociopedagogía (en la educación socialista) trata por principio con la colectividad de un ser humano libre en su determinación social, en donde su formación educativa se refiere a la formación de su personalidad con base en su conducta volitiva; esto es, una conducta regida por su voluntad consciente dada por su responsabilidad y compromiso social; “esto es –decíamos ya nosotros mismos en otra parte–, de la conducta consciente propia de la formación moral”[6]; la psicopedagogía trata, por definición en su carácter psicologista, con la individualidad de un ser humano enajenado (los medios de producción y la producción misma no están a su servicio, para resolver sus necesidades; sino es él el que está al servicio de los medios de producción y de las necesidades de la producción misma), y alienado (es víctima de un complejo proceso en que le ha sido inducida una manera de ver la realidad de nuestra sociedad capitalista y mercantil actual, confundiendo las relaciones humanas por su naturaleza, morales, con las relaciones ente las cosas, por su naturaleza, mercantiles), como lo que opera en la determinación de su conducta pulsiva, inconsciente; y en consecuencia, al entender de la psicopedagogía, será entonces la educación la que induzca los cambios positivos en la conducta negativa de los sujetos.

 

 


[1]      Recordemos que el humanismo se define prometéicamente, por tomar el ser humano el fuego divino del conocimiento haciéndose él mismo a manera de “Dios” y ateístamente, valiéndose por sí mismo.  El “humanismo cristiano” que aparece con Erasmo y principalmente con Melachton entre los ss.XV-XVI, supedita la erudición humanista científica a la doctrina cristiana, donde el ser humano es aún un ser sumiso a Dios.  El “humanismo cristiano” (de expresión cultural manierista y barroca) contrapone a sí mismo al humanismo en general, reducido a “humanismo literario” (de expresión cultural clasicista).  El “humanismo cristiano” resulta un total contrasentido, de tal modo que reduce el verdadero Humanismo que busca la emancipación del ser humano, a un “humanitarismo” filantrópico y misericordioso que mantiene al ser humano sumiso a Dios y al poder religioso.

[a]    Modo BAROCO de la segunda figura del silogismo [que en el original estaba equivocado, siendo ahí más bien de la cuarta figura del silogismo].

[2]      Otahalova, Jirina; El Humanismo; en R. Chadraba, et al; “Renacimiento y Humanismo”, Enciclopedia Popular Nº 10; Editorial Cartago, Buenos Aires, 1965; p. 76.

[3]      Ibid. p.76.

[4]      Morin, Edgar, et alEducar en la Era Planetaria; Editrorial Gedisa, Barcelona, 2002; p.67-68

[5]      Otahalova, Jirina; El Humanismo; en R. Chadraba, et al; “Renacimiento y Humanismo”, Enciclopedia Popular Nº 10; Editorial Cartago, Buenos Aires, 1965; p. 75.

[b]    En la actualidad, el francés Edgar Morin, es apoyado directamente por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO), y financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID); promoviendo su llamada “Cátedra Itinerante <> para el Pensamiento Complejo”, que recorre los diversos países del mundo (léase principalmente América Latina) fundando los “Institutos para el Pensamiento Complejo”, a través de los cuales se pretende difundir esa ideología oscurantista, e imponerla como base de la educación mediante la llamada Pedagogía Crítica, o Pedagogía Global Interactiva, o también Pedagogía Holística.

[c]    Quizá lo demostrado pudiera considerarse demasiado evidente, no obstante, en la demostración lógica, lo aparentemente evidente tiene que ser demostrado; más, aun cuando ello opera con fines didácticos

[6]      Hernández Iriberri, Luis Ignacio; Teoría Educativa, Fundamentos e Implicaciones; Imprenta, México, 2007; p.3.