Ella no es una "Androide, es una Homo Intelligens, el Ser Humano del Futuro.
Ella no es un “Androide”,
es una Homo Intelliegens,
el Ser Humano del Futuro.
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
https://dimensionalidad.webnode.mx/
(30 sep 17).
Como un adendo a las reflexiones que veníamos haciendo en nuestro artículo: “Qué es el Ser Humano y Cuál es su Previsible Evolución”, ahora hemos tenido conocimiento de un artículo publicado el 30 de septiembre de 2017, con el título: “Ella no es humana, es androide” (de donde hemos titulado este artículo invirtiendo la idea), refiriéndose a la imagen de una bella joven que, según la nota, desató un debate entre los asistentes a una exposición, quienes, unos, se admiraron del robot, y quienes, otros, acusaban de ser “una mujer disfrazada”; a lo que la empresa del evento del evento aclaró que ella era “un humanoide Modelo Ap7000 (de la línea de “androides fieles”; sic!). Y entonces se disparó en nosotros como un relámpago la conclusión de estas reflexiones, que ahora hemos sintetizado en el título de este artículo: “Ella no es un androide, es una homo intelligens, el ser humano del futuro”.
Pero esa conclusión quedó inmersa en un gran cuestionamiento: el androide como tal, no necesita segmentarse entre géneros femenino y masculino. El androide es capaz de reconstruirse, así como de armar o construir otros androides semejantes a él. No necesita, pues, ni del sexo, ni de las relaciones sexuales. Entonces…, por qué el bello androide femenino.
Acaso se pudiera pensar que el bello androide femenino, como tal, no tiene más propósito que satisfacer, con el “Modelo AP7000”, un arreglo humano proyectado en él, de diferenciación entre los sexos; o la necesidad misma de la creación estética. Mas, si se ve el asunto un tanto más filosóficamente, el androide femenino, la parte bella del homo intelligens, representa, justa y precisamente, la condición de humanización del homo intelligens en general; es decir, de la proyección al futuro del ser humano mismo, hoy en su estadio de homo sapiens, superando las limitaciones del androide con una alta capacidad intelectiva, capaz de distinguir lógicamente entre lo verdadero y lo falso, pero al que aún le quedaría por distinguir algo más complejo: aquella capacidad ética del juicio moral, distinguiendo entre lo bueno y lo malo, o lo correcto o incorrecto; como la capacidad estética, para elevar sus sensaciones y percepciones físicas, a sensaciones con una carga emocional o emotiva, es decir, en la capacidad de transformarlos en sentimientos (estupor, sorpresa, admiración, placer, dolor), eso que mueve a la vida o a la muerte, o a lo mejor o lo peor de la condición humana. El sentimiento, lo emocional en el sujeto, es el proceso del reflejo objetivo de la realidad objetiva, expresando lo más sutil de la subjetividad, reclamando en el sujeto de una gran capacidad de autocontrol; y es ahí en donde el ser humano en calidad de homo intelligens, se hace un ser humano real.
El homo intelligens femenino, en su interacción con el homo intelligens en general o masculino por exclusión, tiene, pues, la esencial función de hacerlo aprender acerca de lo ético-estético; es decir, lo que debe ser o no, de reconocer entre lo bello o lo feo, y donde lo “feo”, no necesariamente ha de ser destruido por ser “lo feo”, de tal modo, el bello y delicado androide femenino, es condición esencial en el proceso de humanización del ser humano proyectado evolutivamente en el homo intelligens en general (masculino), en la medida que éste se reconoce a sí mismo, y, además, perfeccionado, en el homo intelligens femenino*.
Con un sentido filosóficamente aún más profundo y en las categorías del materialismo dialéctico de la necesidad y la libertad, el androide femenino ha de ser el despliegue de la conciencia de la necesidad, tanto como, a su vez, la condensación o síntesis de la libertad; así como el androide masculino habrá de ser tanto el despliegue de la libertad, como, a la vez, la condensación o síntesis de la conciencia de la necesidad.
Esa “conciencia de la necesidad” –algo en lo que no se está reflexionando en lo absoluto y cuya negación absoluta es lo que constituye el llamado “feminismo” (el “machismo” con signo opuesto)– comienza precisamente por establecer la relación femenino-masculina, dándose simultáneamente en dos mundos: uno, el de lo público, el del despliegue de la socialización de la individualidad en toda su potencialidad intelectiva y creativa, el mundo de las relaciones sociales de ese binomio indisoluble de los femenino-masculino; y otro, el mundo de lo íntimo, el despliegue de la negación de la socialización de lo individual, para ser en el otro, irracional, natural, el mundo de las relaciones sexuales de entrega-posesión en las que lo femenino-masculino se disuelve en lo humano en general: es decir, algo muy difícil de entender hoy en día, y que incluso se resuelve en sentido contrario, acrecentando los problemas y la barbarie; esto es, la conciencia de la necesidad de nuestra mutua esclavitud, la entrega plena, absoluta e incondicional (en el mundo de lo íntimo sexual), como determinante necesario de la mutua libertad (en el mundo de lo público social). Está ahí, en esa conciencia de la necesidad el sentido mismo de la libertad. Y todo ello pareciera encerrarse en eso que debemos considerar como el “ADN” de ese bello androide femenino: el ser un “Modelo AP7000”, de la línea de “androides fieles”. Esa fidelidad, esa fe, esa creencia ciega absoluta en esa simultaneidad de las relaciones femenino-masculinas en esos dos mundos en los que, en la conciencia de la necesidad de la esclavitud, se hace la libertad, y por lo que, en consecuencia, el ser humano en su evolución en el homo intelligens, se ve, individual y socialmente, realizado; esto es, por lo que el ser humano en ese estadio de evolución, es, finalmente, un ser humano real**.
* Y ahora tradúzcase esto a las relaciones humanas femenino-masculinas en el homo sapiens actual, y se podrá empezar a entender la barbarie masculina que hoy en día ve en “lo femenino”, no lo bello y delicado que compromete moral y sentimentalmente, sino una burda masculinización, reflejo de su propio deterioro, y no el reflejo de sí mismo perfeccionado. El problema está en la comprensión de lo que son las “condiciones de necesidad”, eso que ha de ser obligadamente por naturaleza, y que tiene que resolverse antes, a fin de alcanzar estadios superiores de libertad.
** Quedaría ver si de esta previsión futura de la evolución del ser humano, pudiera extraerse la conclusión de que tales relaciones pudieran ser, incluso, ya desde ahora, en el estadio de evolución del homo sapiens, del cual, por ahora, se ve difícil su propia realización individual y social humana.