El Método, Contra la Incertidumbre. Cap. IV.

21.09.2016 15:39

El Método, Contra la Incertidumbre.

Comentario a:

Cap.IV. La Construcción del Objeto de Estudio.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

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(1 sep 16).

 

Cap.IV. La Construcción del objeto de Estudio.

 

                                 Terminemos, pues, con esto.  Nada interesa más a Alfredo Tecla a través de su obra “El Método Ante la Incertidumbre”, que, con argumentos sofísticos, ponernos en una posición subjetivista, haciéndola pasar por “marxista”, por “dialéctico materialista”.

 

                                 Para el marxista, para el dialéctico materialista el primer principio de todo principio, por razones de lucha ideológica, es el establecer que sus consideraciones están fundadas en dicha filosofía.  No es casual, pues, que en esa labor de zapa, Tecla intente despojar al estudioso del método de esta consciente posición.  “Generalmente el investigador -dice Tecla-, al definir el objeto de estudio, no está obligado a definir su posición filosófica”[1].  Desde una posición verdaderamente marxista, verdaderamente dialéctico materialista, no puede sino afirmarse exactamente todo lo contrario: establecer el fundamento filosófico, es condición necesaria, sea cual fuere dicha filosofía.

 

                                 Lo que Tecla está haciendo aquí, es autoprotegerse de una crítica devastadora por necesidad: quien no define su posición filosófica, sólo lo hace por tres posibles consideraciones: 1) porque lo ignora; 2) por una actitud vergonzante respecto de sus propios fundamentos (por ejemplo, ante un condicionamiento institucional); o, 3) porque deliberadamente lo oculta por perversos fines.  En qué punto incurre Tecla: ¿lo ignora?, malo, pero no creemos que pueda ser ello; ¿es vergonzante ante sus propios fundamentos?, sí, y ello es peor, está consciente de lo que hace; pero esa conciencia, más que vergonzante, es de quien deliberadamente pretende ocultar sus fundamentos, por la perversidad de sus propios fines: confundir.

 

                                 Y no obstante, uno voltea la página, y encuentra una razón suficiente, no para sustituir todo ello por ignorancia, sino para adicionarla.  En la página 72, inserta un cuadro que titula: “Esquema de la Corriente del Idealismo”, el cual, ciertamente, se bifurca en dos: el idealismo objetivo, y el idealismo subjetivo; pero Tecla muestra no entender de qué se trata en esencia cada caso.  Lo que dice del idealismo objetivo, pertenece al idealismo subjetivo, y viceversa.  El idealismo objetivo, no es “objetivo” porque reconozca un mundo objetivo fuera del pensamiento, sino justo por todo lo contrario; es decir, porque negando la existencia de la realidad objetiva fuera del pensamiento, hace del pensamiento toda realidad objetiva (e ahí su nombre), que constituye por ello, la llamada metafísica.  Es el idealismo subjetivo el que, reconociendo la existencia de la realidad objetiva fuera del pensamiento, ésta es amorfa y caótica, y condiciona “el significado de existencia de la misma”, a la “objetivación de las ideas”; es decir, al reconocimiento en ella de las ideas en forma de las cosas.

 

                                 Finalmente, el summum de toda estupidez, aparece ahí donde, cuando antes a los marxistas nos ha inducido a una posición ontologista (incluso la propia del “tonto de Marx”; véase Comentario al Cap.II), ahora, en un descomunal sofisma trapacero, nos explica la teoría del reflejo en el proceso el conocimiento, como un “error de todo el materialismo anterior”[2] (premarxista), al no considerar dicho reflejo.  Quizá porque considera que trata sólo con quien no tiene la menor idea de la historia de la filosofía, y no le puede decir que la teoría del reflejo estaba ya presente desde el materialismo mecanicista, si bien así, mecanicistamente, por lo cual la realidad se reflejaba sin mediación, exactamente como era.

 

                                 Pero terminemos ya con esto.  Queda un último punto importante a considerar en la argumentación sofística del “neomarxista” “posmoderno” de Tecla: la hipótesis.

 

                                 Aquí, por fin, aparece con toda nitidez el problema de la incertidumbre, como el problema de qué tanto algo podrá ser verdadero o falso, que Tecla reduce a un asunto puro y simple de probabilidades matemáticas, y no de verificación (en todo caso de esa probabilidad), en una relación causal.

 

                                 Para Tecla, así, toda hipótesis, para serlo, debe cumplir con el grado de incertidumbre (es decir, el grado de probabilidad de ser verdadera o falsa).  Tecla anula el carácter de verificación determinística (causal, de certidumbre), y lo suple por el carácter probabilístico de manera absoluta, condición necesaria a la “incertidumbre”.  Un sofisma más, de una argumentación oscurantista.

 

                                 Para terminar este comentario, al final de su Cap. IV, Tecla cita de Gorsky y Tavants cuatro condiciones*, como las condiciones de toda hipótesis; de las cuales, de dichos autores toma las cuatro condiciones por ellas enunciadas (y correctamente entrecomilladas por Tecla), pero Tecla desliza una quinta condición (no está entrecomillada, no es, pues, de Gorsky y Tavants, aun cuando para el poco cauto se deja sentir así; pero, por lo tanto, esa quinta condición, al no estar entrecomillada, hace indistinto el cotejo en la misma edición u otra); por lo que tal condición, va por su propia cuenta, y no lo hace ver así, sino lo deja disimulado; pero para Tecla, una condición de la hipótesis, es: 5) el grado de incertidumbre; por el cual, según éste, la hipótesis "no debe ser una proposición obvia, sino tener las mismas probabilidades de ser falsa o verdadera.  No ser un conocimiento seguro, pues no tendría objeto la investigación” [1][2][3].

 

                                 Un sofisma plenamente malintencionado, pues al respecto de esa supuesta quinta condición, de la hipótesis, Gorsky y Tavants opinan, en el contexto de su Lógica, exactamente todo lo contrario.  Si bien la hipótesis arranca incluso de la analogía y pasa por “una inferencia más o menos probable de hechos insuficientes…”[4], la hipótesis: 1) en tanto es el consiguiente de una inferencia, es un enunciado categórico afirmativo (una afirmación sobre un conocimiento que se asume seguro, no dubitativo ni probabilístico, pero que en su proceso pudiera resultar falso), y 2) no importa su aparente “obviedad”, ésta ha de ser demostrada en términos categóricos determinísticos (y no probabilísticos, a menos que se esté en un problema de tal orden).

 

                                 De ahí que el problema de la hipótesis, no es su “contrastación” (el comparar unas con otras y por “intuición”, determinar cuál tiene menos probabilidades de ser falsa), sino el problema es su verificación.  No se trata de comparar hipótesis a ver cuál es mejor, sino se trata de un proceso demostrativo de su veracidad (en el riesgo de que, finalmente, pueda resultar falsa).

 

                                 Finalmente, pues, en el método de investigación con fundamento en el materialismo dialéctico, no se trata de “la teoría que le dé significado al dato” en un mar de incertidumbre frente al caos; sino se trata de la teoría para obtener un conocimiento nuevo a partir de datos ciertos, frente a un mundo objetivo armónico, ordenado, regulado por leyes ciertas.

 



 

 

 

 


[1]        Tecla, Alfredo; El Método Ante la Incertidumbre; Ediciones Taller Abierto, 15ª edición; México, 2001; p.70.

[2]        Ibid. p.85.

*        Gorsky, D.P-Tavants, P.V; Lógica; Editorial Grijalbo, México, 1985; p.241.  Cotejada con la edición de 1968, es la misma página, pero no hay una quinta condición.

3]        Ibid. p. 94

[4]        Gorsky, P.D-Tavants, P.V; Lógica; Editorial Grijalbo; México, 1968; p.242