El Método, Contra la Incertidumbre. Cap. II, 1

21.09.2016 15:28

El Método, Contra la Incertidumbre.

Comentario a:

Cap.II. El Sujeto.

1) El sujeto de conocimiento.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

https://www.dimensionalidad.webnode.mx

(1 sep 16).

 

1) El sujeto de conocimiento.

 

                                 El desaseo, el sofismo de aparentes premisas científicas por el uso del lenguaje, la ignorancia, la posición vergonzante o el deliberado embuste ideológico desde posiciones de un “marxismo nuevo”, es lo que caracteriza el pensamiento “posmoderno”.  Si en él hubiese un gramo de verdadera crítica a lo que atenta contra el pensamiento racional, no andaría “luchando contra fantasmas”: su crítica al positivismo es ya baladí.  Desde una posición verdaderamente dialéctico materialista, la crítica actual es precisamente contra la “posmodernidad” oscurantista, que navega con la falsa bandera del “marxismo” (“novísimo”).  Acerca de ello Tecla no dice una palabra, porque sería decirlo contra lo que él es.

 

                                 Pero un ejemplo del argumento “científico” de este autor, nos lo da al inicio de su Cap. II: “…en el más optimista de los casos sólo usamos 2 o 20% de la capacidad cerebral…”[1].  Aja; lo interesante aquí, es que Tecla ya sabe cuál es la capacidad cerebral al 100% (condición necesaria como referencia, para comparar capacidades cerebrales menores); aun cuando no nos lo dice…, claro, con toda seguridad, desde nuestra pobre capacidad, no lo podríamos entender.  ¿A quién se engaña con estos embustes pseudocientíficos?

 

                                 Y luego vienen cosas peores: sin duda, pensamos con el cerebro, pero Tecla nos dice que esa no es la fuente del pensamiento, e identificando (en esa labor sofística), “pensamiento” (el reflejo objetivo de la realidad objetiva), con “conocimiento” (en general, la “conciencia”, a manera de ese “darse cuenta de…”, que va desde la “conciencia sensorial” o el conocimiento empírico por estímulo-respuesta, a las formas más elevadas de la conciencia dada en las ideologías, los valores, o la apreciación estética, que son conocimientos ya no directamente conectados con la práctica o lo empírico, sino conocimientos inferidos, producto teórico de la deducción, que Frolov expresa como, “el proceso socio-histórico de la actividad creadora de los hombres”[2], a continuación, nos dice -correctamente Tecla en cuanto al conocimiento como “conciencia sensorial”-, que “la fuente del conocimiento es la práctica…”[3]; pero de donde resulta que, suplantando sofísticamente “pensamiento” por “conocimiento”, pensar ya no es el reflejo de la realidad objetiva, sino “pensar”, es ahora para Tecla, la “práctica social”.  Y es evidente que no pensamos, no razonamos en lo externo del cerebro (la práctica), sino en la naturaleza del cerebro, de su capacidad para elaborar conceptos, juicios y raciocinios, con lo cual, en el conocimiento inferido o formas de la conciencia superior, subsiguientemente y como consecuencia de la actividad práctica social, obtenemos los conocimientos.

 

                                 La fuente del pensamiento, pues, es el cerebro, y del pensar, del proceso deductivo, se forma el conocer, cuya fuente es la realidad objetiva; es decir, a partir de la percepción objetiva fuera del pensamiento, y, ciertamente, derivado de nuestra práctica histórico-social.  Pero son dos cosas distintas, dos momentos diferentes, que tramposamente, en el sofisma, Tecla hace pasar como un solo hecho.

 

                                 La razón es simple; aquí descubrimos la verdadera posición de Tecla en la teoría del conocimiento: una fenomenología semikantiana, por la que la realidad, en forma de “estructuras mentales”, se “inculca” en el cerebro en la práctica social (lo que él llama, tomado de Maturana, como el “acoplamiento social”).  Y de ahí que niegue que el cerebro sea la fuente del pensar, que identificándolo confusamente con el conocimiento, atribuye la fuente del conocer (la práctica histórico-social), como fuente del pensar; eliminando así la teoría marxista, dialéctico materialista, del reflejo.

 

                                 En esas “estructuras mentales” que “se inculcan” en el cerebro desde fuera, nos dice Tecla, vienen tanto el conocimiento científico, como los prejuicios; como en aquellos “que sostienen -dice él- que los obreros son os sujetos de a revolución”[4]; es decir, como los prejuicios de Marx, Engels, y Lenin, que fueron los primeros en afirmar tal cosa.

 

                                 Y apenas es el Cap. II; dan ganas de abandonar este ocioso comentario a una lectura de lo absurdo; pero en este capítulo hay todavía dos “joyas de la estupidez”: una, ahí donde se refiere a “la esquizofrenia que se presenta en ciertos sujetos cuando afirman que la ciencia es una cuestión de prueba, de demostración, mientras que la religión es una cuestión de fe”[5]; y uno, como tal “sujeto esquizofrénico”, no puede por menos que preguntarse admirado: <<¡ah, pues qué no es así!>>.  Y Tecla viene en nuestra ayuda para esclarecernos, diciendo que no, que “se puede muy bien ser evolucionista sin poner en duda nuestras creencias tradicionales”[6].  Y entonces podemos concluir sin dificultad, que el que nos acusa de esquizofrenia, es el esquizofrénico.

 

                                 La segunda “joya” se refiere a la reducción de la dialéctica al mecanicismo, en la relación sujeto-objeto en el proceso del conocimiento.  La dialéctica de esa relación se da en la teoría del reflejo, por la cual el sujeto conoce el objeto, percibiéndolo a través de los órganos de los sentidos, formándose su concepto; y conocerá tanto más en su esencia el objeto, cuanto más operaciones de transformación realice en él; de modo que el conocer, no puede darse sin el ser y su transformación.  El ser y el conocer forman una unidad dialéctica, decía Lenin; una cosa no puede ser sin la otra, de modo que en la dialéctica se rechaza la supuesta ontología; es decir, la pretensión de entender al objeto por sí mismo independientemente del sujeto.

 

                                    No obstante, el “novísimo marxismo” de Tecla separa mecánicamente “la apropiación del objeto por vía del conocimiento”, en esa idea de la ontología (que atribuye a Marx), de la apropiación del objeto por vía de la práctica”; primero, atribuyendo a Marx una barbaridad que jamás está en él; y segundo, queriendo justificar con esa separación mecánica en él, el que por vía de la práctica es pues, que “se inculcan” en el cerebro las “estructuras mentales” con las que pensamos y conocemos: idealismo subjetivo (metafísico) puro y simple.

 

 


[1]        Tecla, Alfredo; El Método Ante la Incertidumbre; Editora Taller Abierto. 15ª edición; México, 2001; p.45.

[2]        Frolov, I.T; Diccionario de Filosofía; Editorial Progreso; Moscú, 1984; v. Conocimiento.

[3]        Tecla, Alfredo; El Método Ante la Incertidumbre; Editora Taller Abierto. 15ª edición; México, 2001; p.45.

[4]        Ibid. p.37.

[5]        Ibid. p.53.

[6]        Ibid. p.53.