El espacio, objeto de estudio de la geografía, y sus niveles de conocimiento. La tragedia en la tergiversación idealista subjetiva del concepto de “espacio geográfico”.

03.12.2019 15:32

El espacio, objeto de estudio de la geografía,

y sus niveles de conocimiento.

La tragedia en la tergiversación idealista subjetiva

del concepto de “espacio geográfico”.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

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La tragedia en la tergiversación idealista subjetiva

del concepto de “espacio geográfico”.

 

                                 Llegaron los años setenta del siglo XX, y con ellos, nos tocó a nosotros entrar en escena.  Esa “geografía de los fenómenos” que para entonces había visto desarrollarse, entre los años cincuenta y sesenta las teorías de la regionalización tanto fisiográficas como geoeconómicas (un sentido espacista del conocimiento geográfico); como de la llamada “geografía cuantitativa” (un intento más de centrar el espacio como objeto de estudio adoptando una metodología científica rigurosa), de los años sesenta a setenta; había incrementado con ello la maraña conceptual y teórica que abrumaba, de soluciones parciales pero sin una solución de esencia.

 

                                 Hasta entonces, nunca, nadie, en ningún lugar, había aplicado la dialéctica materialista en el intento de resolver toda esa problemática teórica y conceptual de la geografía; y nos tocó a nosotros, impensadamente, hacerlo de la manera más natural, siendo nuestro pensamiento dialéctico-materialista.  En esa maraña, redescubrimos que en el fondo estaba el concepto de espacio; observamos en la historia de esta ciencia esas dos grandes formas de pensar la geografía, ya como ciencia del espacio, o bien como ciencia de los fenómenos en los lugares; descubrimos el error lógico de la ignoratio elenchi (sustitución de tesis) estraboniana, con lo cual se había originado toda esta confusión histórica; introdujimos el esencial concepto de “estados de espacio”, y demostramos que el problema se resolvía con la teoría del espacio.  El “designio divino” pareció entonces, ahora sí, finalmente superado.  Se trataba en geografía de estudiar el espacio (el espacio físico, objetivamente dado; en un principio, lo que eso fuera), y en su desentrañamiento había que aplicarse con rigor en el método de la ciencia empezando por investigar su realidad y naturaleza; eso haría de la geografía un conocimiento científico.

 

                                 Pero el Moros operando nuevamente la tragedia, nos hizo diferenciar el espacio de su estudio tanto macrocósmico o del “espacio cósmico”, asunto de la astronomía y la astrofísica en la teoría relativista, como de su estudio microcósmico o del “espacio cuántico”, asunto de la física cuántica; de modo que el espacio propio al conocimiento geográfico se entendiese como ese espacio mesocósmico en la teoría galileano-newtoniana que le satisface; al que nos referimos trágicamente como: “espacio geográfico”; lo cual la reacción idealista subjetiva; acientífica, cuando no abiertamente anticientífica; retomó, pero haciendo de tal “espacio geográfico”, una especie de “escaparate del mundo de la curiosidades fenomenistas de la geografía”.  El concepto de espacio paso de ser el reflejo del objeto físico, material; a ser un simple adverbio (es decir, según el diccionario de la lengua: “una palabra invariable en la expresión que modifica el sentido del verbo, adjetivo, u otro adverbio”); es decir, del “espacio” como palabra invariable usada como un intelectualismo, en donde se modifica el sentido de “la geografía” de esa idea del “espacio mesocósmico”, a “el lugar de los fenómenos”.  Y una cofradía embustera que medra su situación económica con el conocimiento rutinario mediocre que controla, engañó a las nuevas generaciones de estudiosos de la geografía con el concepto de “espacio geográfico”, entendiendo por ello el disparate idealista subjetivo de un “espacio”, que la sociedad construye, y que sólo es una anfibología (un uso de la palabra con doble sentido), por la cual, ese “espacio”, en esencia, se refiere a las relaciones económico-sociales.

 

                                 Si se dice que la geografía estudia el espacio, ese espacio propio, galileano-newtoniano; luego, estudiar científicamente la geografía, debe empezar por entender objetivamente qué es ese espacio, cuáles son sus propiedades esenciales y secundarias, y cómo de investigar a éste a partir de sus propiedades descubiertas, sus causas, su esencia y sus leyes, se ha de desarrollar el conocimiento geográfico científico.  No hay ninguna otra ciencia que nos de ese conocimiento, el espacio es el fenómeno propio de estudio de la geografía; no se puede esperar, como se ha esperado de todo el conocimiento geográfico fenomenista hasta ahora, que nos venga dado de otra parte, sino que es algo que el geógrafo mismo tiene que investigar aplicando con rigor el método de la ciencia y haciendo de la geografía así, por lo tanto, una ciencia verdadera.  No se puede ir más por ahí diciendo sofísticamente que se estudia el espacio, y lo que se hace en realidad es tomar parasitariamente, diría René Clozier, el conocimiento de otras ciencias, y sin investigarlo dada una formación profesional propia, limitarse a describir empíricamente el mundo.  Eso, luego de toda la teoría del espacio aportada, ya no es simple ignorancia o tergiversación deliberada de la ciencia, sino es ya esquizofrenia.

 

                                 Y con ello, la tragedia se volvió a cumplir.  El geógrafo actual, continuó siendo un infante jugando a las ciencias en su búsqueda de su orientación vocacional, donde sus estudios son de un “Estuche Mi Alegría” de geografía, que encierra una multiplicidad de fenómenos.  Como puede verse por el cuadro adjunto, que el conocimiento geográfico se componga de innúmeras listas de localizaciones y ubicación de lugares y sus características, es lo que histórica y necesariamente corresponde al conocimiento geográfico primario, natural, como referencia para ir entendiendo todo lo demás; fue en la Antigüedad lo más importante del hacer geográfico, e integró las obligadas Relaciones Geográficas de la Edad Media, el Renacimiento y la Ilustración, y hoy todo ello es sólo parte del conocimiento geográfico popular.  Que el conocimiento geográfico se aboque a la descripción explicativa de los fenómenos, es parte complementaria a ese conocimiento geográfico popular en una formación básica, que adquiere características de divulgación científica.  Que el conocimiento geográfico dado en las descripciones de esas Relaciones Geográficas, se complemente con una formación académica en que se adquieren tecnicismos en la operación con mapas y su interpretación, es ya, por definición, un conocimiento geográfico superior, formativo en el conocimiento científico.  Que el conocimiento geográfico supla los fenómenos en la categoría de “estados de espacio” y los estudie en términos de la teoría del espacio, ya no sólo con la interpretación de mapas, sino con el conocimiento técnico para la elaboración cartográfica adecuada (en proyección y escala), a las propiedades temáticas en una investigación causal propia del espacio, donde los “Sistemas de Información Geográfica” (SIG) sólo son una herramienta para ello y el geógrafo no sólo su operario, es ya propio de una geografía avanzada en la que se investiga causalmente su objeto de estudio propio, el espacio, desarrollando los nuevos conocimientos y sus aplicaciones en la solución de las necesidades sociales.  Sin embargo, en la práctica, se retrocedió dos siglos, cuando pudo darse un salto descomunal al futuro en una geografía plenamente científica.  Al final, ello sólo ha sido algo lógicamente consistente con la nueva edad oscurantista, de la que ya no se saldrá, no en el lapso de décadas, sino de siglos.  Y eso, si esta nueva edad oscurantista ha de ver un fin, si no es que es el fin mismo.

                                 Por lo que a nosotros toca, logramos infinitamente más de lo que nos pudimos haber imaginado, y cumplimos con nuestra responsabilidad profesional y el compromiso con nuestro momento histórico.