El espacio, objeto de estudio de la geografía, y sus niveles de conocimiento. La tragedia en la dificultad teórica del concepto de espacio.

03.12.2019 15:26

El espacio, objeto de estudio de la geografía,

y sus niveles de conocimiento.

La tragedia en la dificultad teórica 

del concepto de espacio.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

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La tragedia en la dificultad teórica del concepto de espacio.

 

                                 El objeto de estudio de la geografía es el espacio, en el concepto de Anaximandro (S.VII ane) a Demócrito (s.V ane), entendido como el tridimensional vacío, el cual es estudiado, no obstante lo evidente pero altamente complejo e incomprensible del vacío, en el concepto de Aristóteles (s.IV ane), en forma bidimensional como una superficie, desde Eratóstenes (s.III ane), quien opta por el espacio aristotélico, el cual prevalecerá hasta el siglo XVI, en que se contrarió con el concepto galileano-newtoniano de un espacio matemáticamente relativo, pero nuevamente como el espacio físicamente dado en el tridimensional vacío absoluto.

 

                                 ¿Qué podía estudiársele al vacío?  La Geografía, en la definición etimológica de su origen (de gea, la deidad de la Tierra; y grafía, representación), quedó definida como la “ciencia de la representación de la Tierra”* (ya en el mapa como en el Globo Terráqueo); ¿cómo podía entendérsela en la representación de su vacío?  O como decía Eratóstenes, <<en lo que sabemos que está ahí, pero sin muros ni columnas que nos permita determinar sus límites>>[1].

 

                                 El ápeirón de Anaximandro o el vacío de Demócrito, parecía ser más asunto exclusivo de la física, que no de la geografía.  El problema es que si la geografía estudia el espacio (objetivamente dado, esto es, no por el deseo o capricho de nadie), y éste en su esencia se definía ya entonces por las propiedades esenciales, como lo expresaba Demócrito, como “lo existente entre dos átomos”; el conocimiento científico geográfico, a partir de ahí, tenía que enfrentarse a la solución de ese problema; que se dio en el origen del conocimiento geográfico sistemático con Eratóstenes; pero que apareció aún con más fuerza en el siglo XVI; y si en los tiempos inmediatos a Eratóstenes la tragedia del conocimiento geográfico se dio subjetivistamente mediante el artificio sofístico por Estrabón, del error lógico de suplantación de tesis; de la suplantación de la tesis del “estudio del espacio”, por la tesis del “estudio de los fenómenos en los lugares”; en el momento inmediato al siglo XVI, la tragedia del conocimiento geográfico se repitió con esa tesis estraboniana adquiriendo nuevamente fuerza en la primera mitad del siglo XIX en la geografía de Karl Ritter y la adopción como geografía del hacer del conocimiento de Alejandro de Humboldt; como en la segunda mitad de este mismo siglo en las definiciones funcionales de la geografía entre los fenómenos naturales y sociales, de Richthofen y Ratzel.

 

                                 A fines del siglo XIX, tanto con William M. Davis como con Miguel E. Schulz y Alfred Hettner, el Moros parecía, por fin, ahora sí superado: el problema de todos los tiempos de qué hacer con el estudio de los fenómenos en geografía, para centrar la atención en el verdadero objeto de estudio, el espacio, parecía quedar resuelto en el concepto de “morfología”.  Lo que se habría de estudiar en geografía no eran los fenómenos como tales en toda su complejidad causal, objeto de estudio de otras ciencias, sino de ello, sólo “lo dado empírica y directamente a los sentidos”; esto es, la forma, su espacialidad.  Pero, no obstante, con posterioridad a los años treinta del siglo XX, a falta de una teorización científico geográfica del espacio, el manto negro de la tragedia se volvió a abatir sobre el saber geográfico, y la morfología sólo pasó a ser un aspecto más del absurdo estudio de los fenómenos; lo cual no sólo daba lugar a múltiples geografías, sino en esa “todología” del conocimiento de lo superficial, lo heterogéneo y desarticulado, desaparecía toda identidad propia de la geografía y su hacer realmente científico.

 

 


*        La “grafía”, el trazo en el dibujo, es, antes que una descripción, mejor una representación (que si bien, ésta, a su vez, describe).

[1]        Estrabón; Geografía; Prolegómenos; Editorial Aguilar; Madrid, España; p.121.  O en su notación universal: Estrabón; I,IV,7.