El espacio, objeto de estudio de la geografía, y sus niveles de conocimiento. El pasaje más esencial y fundamental del pensamiento geográfico.

03.12.2019 15:30

El espacio, objeto de estudio de la geografía,

y sus niveles de conocimiento.

El pasaje más esencial y fundamental

del pensamiento geográfico.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

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El pasaje más esencial y fundamental

del pensamiento geográfico.

 

                                 La tragedia del conocimiento geográfico por las limitaciones teóricas comenzó desde el primer momento.  En los antecedentes, ya en el pensamiento materialista y monista de Anaximandro, éste se había referido al concepto de espacio como el ápeiron, lo ilimitado, lo indeterminado, lo indefinido, o el vacío; en oposición al concepto idealista y dualista de Pitágoras, que principalmente se refería, en lo opuesto, al pereas, lo limitado, lo determinado, lo definido, lo pleno, o el número (el objeto); y más complejamente aún en Demócrito, en que, a más de un pensamiento materialista y monista, se considera la dialéctica, en que el espacio es, siendo el objeto, como lo que no lo es, siendo el vacío; es decir, que el espacio es a su vez lo pleno, los átomos, como lo existente entre dos átomos, el vacío.

 

                                 El problema de todos los tiempos, y en particular a partir de Aristóteles, fue el reconocer la realidad y naturaleza del vacío, el cual, hasta fines del siglo XX se excluía al solerse identificar con “la nada”; de donde lo único que quedaba como realmente existente, era lo pleno (las masas y los campos conocidos).

 

                                 Al llegar este problema a Eratóstenes a través de Epicuro, aquel prefiere optar por el concepto de espacio de Aristóteles, que lo define más con un sentido común para la época: la extensión en superficie.  Y ahí comenzó la teorización profunda de lo que aparecía objetivamente, como el complejo objeto de estudio de la geografía.

 

                                 La Geografía de Eratóstenes, su obra original escrita hacia el año 230 ane, se perdió; al parecer subsistió hasta la época de Estrabón y es probable que Ptolomeo la haya conocido, pero no subsistió a los tiempos.  Sin embargo, gracias a su acérrimo enemigo, Estrabón, al criticar éste su obra, la hizo rescatable en buena parte, y principalmente en lo más esencial: lo que Eratóstenes entendía por el objeto de estudio de esta ciencia, independientemente de las limitaciones conceptuales de su momento histórico.

 

                                 Tal esencial y fundamental problema del pensamiento geográfico lo recupera Estrabón, solvuntur objeciones, en su “Geografía”, en el Libro I, Capítulo IV, parágrafo 7; problema al que Estrabón se refiere, entre otros, tendenciosamente como, “reforma de la geografía”[1].  Ahora, si la geografía se proponía el estudio del espacio y por este se está tomando la extensión en superficie (en particular la continental), hay plena consistencia lógica en empezar por discutir la estructura y composición de tal espacio.

                                 Así, Eratóstenes, en el Libro II de su Geografía como obra original, empieza por la crítica a los antecedentes, por los cuales la división de los continentes se plateaba por lo límites de los ríos e istmos, y que Eratóstenes, citado por Estrabón, “no ve que ventajas reales tenga esta investigación, sino que esto es más bien propio de los que viven discutiendo a lo manera de Demócrito”[2]; es decir, sabiendo que algo está ahí (el vacío), pero sin poder señalar sus límites.  Y este se convierte, entonces, en el pasaje más esencial y fundamental del pensamiento geográfico.

El pasaje más esencial y fundamental del pensamien geográfico.

 

                                 Por él podemos entender, sin lugar a dudas: 1) que el objeto de estudio de la geografía, es el espacio; 2) que el espacio, en el dominante concepto de Aristóteles, es aquí la superficie terrestre; 3) que el inicio del conocimiento geográfico por el estudio del espacio, empieza por la determinación de su estructura y composición, y en este momento histórico, como estructura y composición espacial de la superficie terrestre; 4) que Eratóstenes entendió perfectamente el planteamiento dialéctico de Demócrito, si bien no lo aceptó; y 5) que, en consecuencia, el inicio del estudio del espacio no empezaba por eso empírico concreto de las masas continentales mismas, que son sin límites objetivos (en el parecer de Eratóstenes en ese momento histórico), sino fijando sus límites objetivos por la lógicamente consistente división del concepto espacial o geométrico de la superficie terrestre, en sus partes espaciales o geométricas objetivas concretas, a las que denominó esfrágidas y plintias, dadas por las formas mismas territoriales.

 

                                 Eso es en su origen el concepto de “espacio geográfico”, entonces referido por definición a la Tierra e identificable por ello como “espacio terrestre”; pero donde, hoy en día, el “espacio geográfico”, ese galileano-newtoniano espacio dialéctico de la materialidad continua y discreta propio al conocimiento geográfico, es la generalización del estudio del espacio ya para todo astro, como para las propiedades espaciales en el contenido y los límites de la superficie de una mesa.

 

 


[1]        Estrabón; Geografía, Prolegómenos; Editorial Aguilar; Madrid, España, 1980; p.116 [Estrabón; I,IV,1], (subrayado nuestro).  Sin dejar de mover a risa el subterfugio sofista de llamar “reforma”, a lo que venía de origen.

[2]        Ibid. p.121 [Estrabón; I,IV,7], (subrayado nuestro).  Nosotros, en la lectura de este pasaje (1980), hicimos una apostilla, retomando el problema dialéctico planteado por Demócrito, que lleva a ver aún más esa complejidad, y anotábamos: “¿Qué hay entre dos átomos?  Cuando no hay átomos, están los lugares de ellos, pero no se puede determinar sus límites”.  Ahora, si se sustituye el concepto de “átomos” por el de “continentes”, entonces se ve la aún más compleja profundidad del concepto de espacio; y en la dirección correcta que iba Eratóstenes.