El Desarrollo Imperialista del Capital, y las Luchas Cualitativas del Proletariado. Segunda Parte.

06.11.2017 13:39

El Desarrollo Imperialista del Capital

y las Luchas Cualitativas del Proletariado*.

Luis Ignacio Hernández Iriberri**.

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                                          Los rusos y la Revolución Socialista de Octubre de 1917, en las luchas cualitativas del proletariado, yendo más allá de la consideración de la lucha ideológica e histórica por el socialismo, significa la disciplina, el orden, la conciencia colectiva no sólo de los militantes de partido, sino de las masas, de un sentido que marcha en una dirección dada.

 

                                          Este espíritu viene de sus orígenes (los rus, los varegos, que en general conocemos como los vikingos, ss.VIII-IX), reflejado en gobernantes como Iván III e Iván IV, “El Terrible” en el siglo XVI, o de Pedro el Grande a partir de 1689, que luego declina, en el siglo XIX, con los zares Nicolás I y, finalmente, Nicolás II; que para finales de este siglo, cualitativamente se traduce en la etapa histórica de la organización del proletariado en partidos políticos, con la fundación del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), en 1898, en la forma organizada de esa disciplina y decisión férrea reconocida en la cultura vikinga.

 

                                          Lo que pretendemos al referir estos hechos, es compararlos, con fundamento siempre en el materialismo histórico (es decir, teniendo presente la consideración objetiva y natural del movimiento de la historia, determinadora de la conciencia social por el ser social), con otras luchas cualitativamente distintas del proletariado; esto es, bajo condiciones objetivas distintas no sólo en tiempo, sino por eso que se da en llamar idiosincrasia (la “manera propia de ser”), luchas proletarias que se dan siempre en dos niveles de conciencia: el de la toma de partido con todos los fundamentos ideológicos, y el del movimiento espontáneo de las masas (“forma embrionaria de la conciencia”, dice Lenin en su “¿Qué Hacer?”), que pasa del populismo al economismo o reformismo, y, finalmente, a la lucha de la socialdemocracia (los socialistas de ese momento histórico), que, dice Lenin refiriéndose a la experiencia de Marx luego del aplastamiento de las revoluciones europeas de 1848-1849, de estar esperando la insurrección revolucionaria, hasta reconocer que “la forma del movimiento” había cambiado, comparando ese momento histórico con el propio de la Revolución Rusa de 1905; así, dichos socialdemócratas (socialistas), habrán de tener siempre presente (…) la posibilidad de la “verdadera revolución en el futuro próximo, de la “forma de movimiento” fundamental, de la insurrección y su preparación”[1].  Y Lenin, destacando lo que él llama “la tesis fundamental del marxismo sobre la táctica de la lucha política”, cita de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista: “Los comunistas luchan por alcanzar los objetivos e interese inmediatos de la clase obrera; pero al mismo tiempo defienden también, dentro del movimiento actual, el porvenir de este movimiento”[2], como expresión plena de la conciencia más avanzada.

 

                                          Grave error cometimos algunas organizaciones comunistas  en los años setenta, al trasladar mecánicamente las experiencias de otras luchas proletarias en otros países y en otros momentos históricos, no entendiendo la esencia del materialismo dialéctico, del análisis objetivo y concreto de la situación objetiva y concreta (por más que ello lo repitiéramos de memoria); y es por ello que se hace necesaria la caracterización propia de la lucha proletaria en México (en ese espíritu de “lo latinoamericano”), en donde reina la indisciplina, en donde –se suele decir en broma– basta la presencia de dos sujetos, para que se forme el total desorden; en donde, por encima de toda conciencia colectiva de un sentido que marcha en una dirección dada, reina el impulso de lo espontáneo, y no precisamente como una dirección ideológica y del “culto al espontaneísmo”, sino como “manera de ser”; y de ahí la imprescindible necesidad del “líder al frente”; de modo que mientras la Revolución Socialista en Rusia de 1917 se hizo en diez días, la Revolución Democrático Burguesa en México de 1910, prácticamente se hizo en diez años.  Aquí los comunistas, sin renunciar a la necesaria organización de las masas que no sólo no están conscientes, sino que esa organización no constituye su manera natural de actuar, tenemos un doble trabajo, en donde –a nuestro juicio– adquiere particular relevancia esa tesis de la táctica general de la lucha política comunista: la lucha, por necesidad, por los objetivos inmediatos; pero más aún, la lucha por el porvenir del movimiento proletario.

 

                                          Juzgamos que en ello está el trabajo de conciencia y dirección de las masas, su aleccionamiento a cada paso, en el sentido y dirección de la lucha proletaria en cada momento histórico.  Pero ello no se puede hacer sin el conocimiento cada vez más profundo y exhaustivo del marxismo (la dialéctica materialista, el socialismo, la economía política), que permita una comprensión cada vez más cabal de la realidad, para poder transformarla.

 

                                          En consecuencia, para la lucha socialista actual, siguiendo el legado de Lenin, se hace necesario caracterizar la etapa del desarrollo imperialista del capital; término introducido, como lo refiere Lenin, por Hobson en 1902, con la publicación de su trabajo así titulado; tanto en sus dos etapas económicas: 1) de la imitación del socialismo por el capitalismo en el llamado modelo económico de economía mixta o regulada (1930-1980); y 2) de la economía propiamente imperialista dada en el modelo económico neoliberal (1980 al presente); como en sus tres etapas políticas : 1) la previa a la II Guerra Mundial (1917-1945); 2) de la llamada “Guerra Fría” (1950-1990); y 3) la etapa actual de la crisis generalizada del capital (1990-2017).

 

                                          Así, la primera de las dos etapas económicas: de la imitación “socialista” por el capitalismo, dada en el modelo económico de economía mixta o regulada, al verse el éxito de la economía planificada socialista, el sistema político capitalista rompe con el modelo de libre competencia del liberalismo económico del siglo XIX, que había generado para el siglo XX el capital financiero y los grandes monopolios del capital privado (y aquí nos referimos a los grandes monopolios que nos son conocidos en América): ferroviario de Vanderbilt; petrolero de Rockefeller; del hierro y el acero de Carnegie; de la electricidad de Morgan (con quien, además, se abre la etapa del capitalismo financiero); y del automóvil de Ford, que desembocó en el llamado “crak” financiero de 1929 (cuyas influencias se extendieron hasta 1936); y crea, en la teoría económica de Keynnes, el modelo de economía mixta o regulada, el denominado “New Deal” (la nueva y “honesta” distribución, en la cual el Estado toma, así sea parcialmente, pero en los sectores fundamentales, el control de la economía (1930-1980).

 

                                          Por el siguiente medio siglo, los grandes capitales monopolistas añorarán la “Época de Oro” del modelo del liberalismo económico del siglo XIX.  Y en una gran ofensiva maquinada desde los años sesenta, destruyó el modelo de socialización de economía regulada, provocó el derrumbe del socialismo (desestabilizando su economía al forzar una alta tecnología armamentista luego de no firmarse el tratado SALT II, que mientras los Estados Unidos la financiaban de los réditos del endeudamiento del “Tercer Mundo” vinculado al Fondo Monetario Internacional, la URSS lo tuvo que hacer de sus propios fondos), e instauró el modelo económico de vuelta al liberalismo económico de libre competencia, pero ahora ya no de los monopolios del capital industrial, sino de los monopolios del capital financiero.

 

                                          Entre tanto, en sus tres etapas políticas, el movimiento proletario internacional enfrentó la gran crisis generalizada del capital que dio lugar a la II Guerra Mundial, y luego abrió el período de la “Guerra Fría” (1950-1990), con el escenario de las luchas anticolonialistas de liberación nacional tanto en África como en el Sureste Asiático, y en América Latina con las luchas democratizadoras frente a innumerables golpes de Estado, que adquiere particular relevancia con la Revolución Cubana de 1956-1958; y en México, luego del período cardenista, por un breve lapso se mantiene la alianza de clase, que se transforma en sinvergüenza colaboracionismo de clase a partir de 1946, abriendo paso a las nuevas luchas proletarias democratizadoras en México de los años cincuenta con los movimientos sindicales, y en los años sesenta con los movimientos estudiantiles.

 

                                          Se quiebra el modelo capitalista de economía regulada, y con la política oligárquica-financiera del endeudamiento de los países dependentistas, se inicia desde los años sesenta la caída del Estado rentista y parasitario, como ya los calificara Lenin desde 1916, y por lo tanto de la descomposición del imperio.  Y a principios de los años ochenta, en esa contraofensiva generalizada del capital y ya en el ámbito ideológico impulsando la llamada “posmodernidad”, finalmente, como parte de ello, derivó en México en la disolución de la lucha proletaria ideológica y políticamente consecuente, para volverse masiva y dominantemente en una política reformista democrático burguesa que ha durado ya tres décadas (1987-2017), en consonancia con el neoliberalismo, que, como lo estableciera Lenin citando a su vez a otros autores con la misma opinión en su obra: “El Imperialismo, Etapa Superior del Capitalismo”, de 1916[3]; es ya precisamente la expresión plena del imperialismo en el capital financiero (resultado de la fusión del capital industrial con el capital bancario).  Con ello, más el derrumbe de la experiencia socialista del siglo XX en 1990, se abre una nueva etapa histórica en la lucha proletaria caracterizada en un momento de transición de 1990 al 2010, por el desconcierto y la confusión del movimiento proletario, por el aturdimiento de las masas con la ideología “posmoderna” y las filosofías reaccionarias como las del “pensamiento complejo” o del “pensamiento crítico”; como en el predominio del reformismo político mercachifle.

 

                                          Pero un movimiento espontáneo surgido de la opresión despótica en Túnez en 2011, desencadena la primera revolución proletaria del siglo XXI, en la llamada, por demás, ridículamente por los ideólogos burgueses, como la “Primavera Árabe”.  En tanto que en México, a la vez, se da la insurrección de Cherán, Mich; surgiendo el movimiento proletario de las “Guardias Comunitarias”.  Dos años después, en 2013, aparecerá el movimiento de las “Autodefensas”, y, simultáneamente a ello, la reinserción de la teoría del proletariado en la lucha popular y sindicalista, en medio de la crisis generalizada del capital monopolista y financiero-comercial internacional, una crisis no sólo de exportación de mercancías, sino de exportación de capitales).

 

                                          Ahora no sólo se quiebra el modelo económico neoliberal, sino con él, el capital imperial mismo y todo un orden social en la manera de producir y distribuir los bienes materiales de la sociedad; es ahora, así lo juzgamos, el fin del sistema capitalista, para el que no hay ya “New Deal” que valga.  La etapa del capital imperial ha sido, como ya lo dijera Lenin, la de la agonía del mismo en esa descomposición rentista parasitaria, que ha llegado a su fin.

 

                                          Hacia el término de 2012, por último, nos decidimos a elaborar una gráfica que teníamos pensada desde los años setenta, es decir, ¡unos 40 años después!  La idea de dicha gráfica surgía de poder ver históricamente el comportamiento del capitalismo a través de la recurrencia de sus crisis económicas, cuyos años en que éstas se han dado, se registran en el “Manual de Economía Política”, 1960[4], de la Academia de Ciencias de la URSS, mencionando las crisis dadas desde 1825 hasta 1957, teniendo que reconstruir el resto de ellas hasta el presente de nuestra experiencia de vida, y registros en fuentes diversas.

 

                                          Dicha gráfica, adjunta a este documento, se construye exclusivamente en función del intervalo entre las crisis económicas (ubicadas con valores negativos), tomando el punto medio entre ellas como la cima de la recuperación económica (dado en valores positivos); es decir, muestra únicamente el comportamiento histórico de las crisis, sin considerar la magnitud de las mismas; y dicho comportamiento histórico queda representado con toda evidencia, como una tendencia decreciente de la recuperación económica.  Algo que contribuyó para que difiriéramos por tanto tiempo la elaboración de esta gráfica, fue que ya el texto del Manual adelantaba la explicación de que, por ciertos períodos, los conjuntos de crisis dadas en ellos, habían venido disminuyendo sus intervalos desde 10-12 años 1825 a 1848; luego con un rango entre 8-10 años (1848-1929, pero que prácticamente se prolongó hasta el final de la II Guerra Mundial), durante el lapso de actividad de Marx, Engels y Lenin; luego con un rango entre 6-8 años (1945-1994) durante la “Guerra Fría”; para volver a reducirse el ciclo, ahora entre 4-6 años (1994-2012); para luego reducirse una vez más, en el rango de 2-4 años (2012-al presente), como crisis que particularmente ya ocurrieron casi todas ellas en los mismos Estados Unidos, la “Meca del capitalismo”; hasta que, finalmente, puede preverse una nueva reducción del intervalo, ya entre 1-2 años a partir de 2018, lo que, en la práctica, significa ya un estado de crisis permanente.

 

                                          Los autores del Manual de Economía Política ya hubieran podido establecer esta tendencia decreciente de la recuperación económica como una ley, pero ni con ellos ni en ningún otro texto se dice nada al respecto.  Es evidente la regularidad que da lugar a lo que nosotros ya establecemos como la ley de tendencia decreciente de recuperación económica del capital, que, a partir de la gráfica, a pesar de lo estadístico que hay en ella, se enuncia como una ley empírica, pero no por ello menos valiosa que cualquier ley teóricamente deducida.

 

 

 

                                          Como tal, nos ha permitido prever los acontecimientos luego de 2013; y así, cuando los analistas económicos burgueses esperaban “por fin el despegue de la economía de México” para 2014, la gráfica nos decía que éste sería un año de crisis.  Y así fue, aún incluso por el siguiente momento de crisis de 2016.

 

 

                                          Luego, al combinar esta gráfica con la curva del volumen del comercio en una gráfica publicada por la OMC y la CEPAL[5], verificamos no sólo la caída relativa de 2012, sino la caída absoluta en la crisis de 2014.  Los datos más recientes muestran ya un estado de crisis permanente y de parálisis del capital, lo cual explica la situación política generalizada actual: el orden capitalista se derrumba; es el momento de una nueva iniciativa histórica del proletariado.

 

 

 

                                          La convulsión política en el mundo es generalizada.  Luego de ocho días de expresión del poder y democracia populares en la adversidad dado el sismo del 19 de septiembre de 2017, y en la lucha ante la desvergüenza de un Estado despótico sátrapa cuya burguesía clama por “la vuelta a la normalidad”, por “dejar que el Estado se ocupe por la reconstrucción”, por “regresar al proceso electoral”, habiendo dado muestras de la corrupción más absoluta por la cual, para encubrirse, estará dispuesta a todo antes que entregar el poder en el “jueguito electorero” democrático burgués.

 

                                          Pero en medio de la parálisis económica y los desafíos de guerra internacional, 2018 se transformará en lucha internacional por el nuevo “corazón” geopolítico y geoestratégico: la zona del Istmo de Tehuantepec al Canal de Panamá.  La lucha del proletariado aquí, apunta a ser una de las más complejas de la historia, demandando la mayor agudeza del militante comunista.

 

                                          A cien años de la Revolución Socialista en Rusia de Octubre de 1917, como se expresa la estrofa del Himno de la Internacional; “el combate final” del proletariado, se perfila ya en el inmediato horizonte.

 

 


*       Ponencia al Coloquio: “Centenario de la Gran Revolución Socialista de Octubre” (30-31 octubre de 2017), convocado por la Facultad de Historia de la UMSNH.

**     Geógrafo (UNAM), con estudios de posgrado en geografía; de una Maestría en Educación Superior; y del Doctorado en Filosofía por el Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos (CIDHEM; en donde nuestra tesis de doctorado fue negada por elaborarse con los fundamentos metodológicos del materialismo dialéctico).

        Correo electrónico: geog.lihi@gmail.com; Blog: https://dimensionalidad.webnode.mx/

[1]     Lenin; La Revolución Rusa y las Tareas del Proletariado, 1908; Obras Escogidas, Tomo III; Editorial Cartago; Buenos Aires, 1973; p. 179.

[2]     Lenin, Carlos Marx, Breve Esbozo Biográfico con una Explicación del Marxismo, 1914; Obras Escogidas, Tomo I; Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973; p. 43.

[3]     Lenin, V.I; El Imperialismo, Etapa Superior del Capitalismo; Obras Escogidas Tomo III; Editorial Cartago, 1973.

[4]     Kúsinen, O.V; Manual de Economía Política; Editorial Grijalbo; México, Tercera Edición, 1960; vigésima reimpresión, 1974.

[5]     OMC; Crecimiento Medio del Comercio en Términos de Volumen, Valor Unitario y Valor; www.https://wto.org/