2. Consistencia Lógica del Desarrollo de la Geografía Sobre la Base de los Postulados de Eratóstenes. La metafísica dialéctica del espacio tridimensional.
2. Consistencia Lógica del Desarrollo de la Geografía
Sobre la Base de los Postulados de Eratóstenes.
La metafísica dialéctica del espacio tridimensional.
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
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2. La Metafísica dialéctica del espacio tridimensional.
La consecuencia lógica, pues, de definir el espacio como lo hizo Aristóteles, como la “superficie de los cuerpos”, determinó que el objeto de estudio de la geografía, en principio como el espacio terrestre, se tradujera como el estudio de las localizaciones y distribuciones, de los límites y extensión, de las formas y las magnitudes, o dicho en general, de la geometría de dicha superficie terrestre; de ahí que, con plena consistencia lógica, Eratóstenes pasara a ello con su teoría de las esfrágidas, desplegándose una geografía lógicamente consistente con el estudio del espacio terrestre, durante el periodo que llegó hasta Ptolomeo.
Al mismo tiempo, durante los dos últimos siglos antes de nuestra era, el estoicismo vinculado al poder romano adquirió una principal influencia, y en la persona del historiador Estrabón (68 ane-25 dne), se descalificó todo el trabajo geográfico hecho hasta su tiempo, atribuyéndolo y reduciéndolo inconsecuente y lógicamente inconsistente, a la cosmografía y a la geometría, apropiándose del término de “Geografía”, para la disciplina de conocimientos históricos que él practicaba (una especie de “geohistoria”). En los protocolos de la ciencia dados ya desde los tiempos de Aristóteles y Euclides (s.IV ane), como en las leyes de la lógica, a este proceder de Estrabón entendido como un error lógico en la demostración, se le denomina con la locución latina de ignoratio elenchi (“ignorancia estrecha”, o “conclusión irrelevante”), que expone el acto erróneo de sustitución de tesis. Esto es que, Eratóstenes en su Geografía sostenía la teoría del estudio del espacio, en general, como el “lugar físico-geométrico” (la superficie terrestre, las esfrágidas); pero en la “geografía ignoratio elenchi” de Estrabón, éste sustituye dicha tesis físico-matemática, por la del “lugar”, entendido como el “hábitat humano”; ahora una tesis “historicista” del empírico descriptivismo enciclopédico, en nada correspondiente a la consistencia lógica de los postulados originales y prevalecientes durante los cuatro siglos anteriores.
Estrictamente, no fue un “error” puramente lógico simple, de mera lógica formal, sino un artilugio deliberado del estoicismo político, que rechazando la “lógica de predicados” de Aristóteles, sobre la base de la “lógica de proposiciones” expuesta por el estoicismo desde Zenón de Citio, se dio la libertad de operar arbitraria y subjetivistamente con los juicios. La finalidad era destruir la interpretación científica del mundo que aristotélicos y epicureistas de la democracia esclavista compartían entendiendo una progresiva e incesante transformación del mundo, frente al estoicismo y sus intereses aristocráticos conservadores. Ello era, pues, parte de aquella descomposición de lo que para entonces ya era el Imperio Romano.
La paulatina destrucción del pensamiento científico con la final etapa del estoicismo de un subjetivismo extremo, combinada con el gnosticismo (de sabiduría mística iniciática por revelación), en la mística neopitagórica y neoplatónica mezclada con filosofías orientales metafísicas y el final reconocimiento del cristianismo a principios del siglo IV (313), no sólo mostraba en esos tres primeros siglos de nuestra era una especie de sentimiento de que “la humanidad había perdido el rumbo”, sino de que se hundía en un mundo en el que las cosas no se daban ya por la fuerza de la razón, sino del poder político aristocrático y conservador; un mundo oscuro. Con el cristianismo como religión oficial del Imperio, se pone fin al gnosticismo, y los poderes de la iglesia se dividen en la Patrística de Oriente, ocupada en la “cosmología de la Trinidad”, la “creación del mundo” y la “encarnación del logos”; y la Patrística de Occidente, ocupada ésta en la psicología y la moral.
En este ámbito en su máxima oscuridad, aparece la persona de Cosmas Indicopleustes (h. 500-550), al parecer, afín al nestorianismo y con ello a la patrística de oriente, no podía sino reflejar en su Topografía Cristiana (541-543), exactamente las preocupaciones de esa patrística: la cosmología, la creación del mundo y la manifestación del logos, en un documento semejante al de un siglo antes de Agustín de Hipona (354-430), La Ciudad de Dios, del 411, de la patrística de occidente, por lo tanto, ésta, de orden moral en una ciudad del Bien. Con ello, Cosmas está más cerca del alejandrino Eratóstenes, que del romano Estrabón, si bien ambos, junto con toda la ciencia clásica griega e incluso heleno-romana, estaban ya totalmente olvidados.
El declive de la ciencia de la geografía como consecuencia de la ignoratio elenchi estraboniana, mostró las últimas herencias de los postulados de Eratóstenes en los trabajos de Agripa (contemporáneo de Estrabón), que aún recurre a las esfrágidas para simplificar las medidas de los territorios, y particularmente en los trabajos de Ptolomeo, éste, ya en medio de la época de la llamada “geografía romana”, en la que los menospreciados mapas como principal forma del hacer geográfico, se reducen a los llamados mapas de “T en O”, los “Orbis Terrarum” en donde la “T” formada por la forzada ampliación del Mar Mediterráneo y Mar Caspio, perpendicular al Mar Rojo, tendían a representar el crucifijo cristiano; todo lo cual culminó en la “geografía metafísica” de Cosmas, en la cual la Tierra se hace plana y forma la base de la abstracta “Arca de la Alianza” que se constituye como el Universo.
Los fundamentos filosóficos de la patrística oriental a la que respondía el pensamiento de Cosmas, radicaba en Plotino (205-270), cuya filosofía fue expuesta por Porfirio (232-304), discípulo de aquel, en su obra Eneadas,, en la cual se adopta la lógica de predicados o silogismos de Aristóteles, a la filosofía neoplatónica fundada por Plotino. Así, para Plotino, Dios es inmanente, es decir, que brota de sí mismo manifestado en todas las cosas de la realidad, a lo cual filosóficamente se le denomina como “emanación del Uno” manifestado en el Todo, emanación que va del noús, el intelecto; a la psyque, el alma; hasta llegar en su periferia a la materia orgánica e inorgánica. La actividad sensorial proporciona -según Plotino-, una percepción directa y real de las cosas, aun cuando, como éstas son cambiantes, hacen de su conocimiento algo no-válido.
Esta filosofía metafísica de dialéctica mística, dominante durante toda la Edad Media y de ahí su importancia. Su aporte esencial está en su dialéctica mística de la unidad del Todo en el Espíritu, que invertida a su forma dialéctico materialista, se entiende como la unidad material del mundo.
Hay allí un vínculo entre el bidimensional espacio aristotélico y un atisbo de la realidad del espacio como un espacio tridimensional. Hay, en esa geografía de Cosmas del “Todo como manifestación del Uno” (de toda la diversidad de la naturaleza como manifestación de Dios), precisamente, pero en forma invertida, ese espacio, si bien como una parte de la realidad, como la dialéctica de la materialidad continuo-discreta, o de la dialéctica de las transformaciones cualitativas de campo y la sustancia.