3. Consistencia Lógica del Desarrollo de la Geografía Sobre la Base de los Postulados de Eratóstenes. Anamorfismo e isomorfismo del espacio aristotélico.
3. Consistencia Lógica del Desarrollo de la Geografía
Sobre la Base de los Postulados de la Geografía de Eratóstenes.
Anamorfismo e isomorfismo del espacio aristotélico.
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
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3. Anamorfismo e isomorfismo del espacio aristotélico.
Del siglo VI al siglo XIII durante la oscuridad del medievo, un contemporáneo de Cosmas fue San Benito (480-547), un patriarca más hecho santo, que se pronunció por la ignorancia como virtud, en tanto que con ello no se pretendía ser como Dios; de ahí que la continuidad en un tercer momento histórico del desarrollo de la consistencia lógica de la geografía sobre la base de los postulados de Eratóstenes, no se dio sino hasta el siglo XIV.
En este último siglo comienza a operarse una revolución de pensamiento, es conocido como el siglo prerrenacentista, pero donde, en realidad, comienza el Renacimiento en geografía. Dos factores le dieron apertura: el regreso de Marco Polo (1254-1324), de China en 1295; y el conocimiento de la brújula en Europa. Con la introducción dela brújula en los viajes marítimos surgió el método cartográfico por “rumbo y distancia”, con el que apareció la Cartografía Portulana (la Cartografía de Puertos); y con el regreso de Marco Polo de China, se replanteó con toda intensidad el problema de que la conocida como la “Cuarta Península”, en realidad sería más bien un “quersoneso”, es decir, un “continente-isla”, y en consecuencia habría un paso a China por el Estrecho de Basmán (hoy Estrecho de Sumatra), del que Marco Polo daba cuenta en su narración de El Millón.
La existencia o no de la “Cuarta Península” fue el principal problema geográfico a resolver desde la Geografía de Ptolomeo del siglo II, en la cual, al fondo del Océano Índico al Oriente, Tras un Sinus Magnum (el Océano Pacífico reducido a un moderado Golfo), aparecía en forma continua el perfil de una masa terrestre proveniente de una vaga y confusa información, que se curva al sur y cierra el Océano Índico, pero que, al retomarse el conocimiento geográfico en el curso de la Baja Edad Media, se interpretó como una península al sur de Indochina, que luego de las tres penínsulas: Arábiga, de la India, y de Málaca, se tendría la “Península de Manguí” (la “Cuarta Península”), que, como tal, impediría el paso a China fácil y directamente, teniendo que bordearla muy al sur, y de ahí la importancia de determinar su existencia o no.
A comienzos del siglo XIV, con los Mapamundis de Cariñaño y principalmente el de Pedro Vesconte de 1320, inserto en el libro de comercio de Marino Sanudo para abrir rutas a China; el de Dulcert de 1339; y el Atlas Catalán de Abraham Cresqués de 1375; está escondida, a la vista de la Inquisición, nuevamente la idea de la esfericidad de la Tierra, que explícitamente se retoma ya por Abraham Cresequés.
Antes, entre fines del siglo VIII y principios del siglo IX, los árabes se habían hecho de las obras de Aristóteles y Ptolomeo, y fue a través de ellos que se les conoció en Europa a partir de 1410, particularmente a este último y su cartografía proyectiva respecto de la geografía. A principios ya del siglo XV, aparecen los Atlas de Andreas Bianco, 1436; de Fra Mauro, 1459; y, especialmente, tanto el Mapa de Toscanelli (1397-1482), al parecer de 1448 (dado a conocer por Fernando Martin en 1474; como el Globo Terráqueo de Martin Behaim de 1492, con lo que, en general, se inicia el Renacimiento.
Hasta antes de Toscanelli, hemos visto, la cartografía era portulana, cuya elaboración y uso en una navegación de cabotaje (sin perder de vista las costas), imponía un método geográfico empírico de conocimiento concreto. El Mapa de Toscanelli es el primero en volver al sistema de proyecciones cartográficas, empleando éste una Proyección Trapezoidal, si bien con el valor del perímetro de la Tierra aún vigente, del error de Estrabón, y con ello, volviéndose plenamente ya a la consistencia lógica del conocimiento geográfico sobre la base de los postulados de Eratóstenes, en un método que va de conocimiento empírico-concreto (la Carta Portulana), al conocimiento teórico-abstracto (la Carta Proyectiva), que permitió con facilidad la navegación de altura (interoceánica), aspecto determinante para la realización del proyecto de Cristóbal Colón de 1492, que en vez de navegar exclusivamente por “rumbo y distancia” entre dos puntos físicamente conocidos, lo hacía, además, en el rumbo y distancia entre dos puntos coordenados cualesquiera fácilmente determinados por posicionamiento astronómico.
Dicha Carta de Toscanelli, reproducida por Behaim en su Globo Terráqueo, representa la “Cuarta Península”, de la misma manera en que lo hace posteriormente el Mapamundi Ovoide de Henrico Martell en 1498, e incluso el Planisferio de Cantino de 1502; el Planisferio de Caveiro de 1505; el Planisferio de Contarini de 1506; el Planisferio de Lenox de 1507; el Mapamundi Homosilínico de Bernardo Sylvanus de 1511; y por el mismo Mapamundi de Stobnicza de 1512, quien ya ubica la existencia de un nuevo continente, pero que no lo distingue aún de la “Cuarta Península”; el Planisferio “Margarita Philosofica Nova” de 1514, de Gregorio Reich; el Mapamundi Oval de Francesco Roselli de 1518; hasta el Mapamundi Homosilínico de Pedro Apiano de 1520; y aún tardíamente, incluso, el Planisferio de Girolamo de Verrazano de 1529.
Esto es que, toda la segunda mitad del siglo XV y el primer tercio del siglo XVI, se dio por cierta la existencia de la “Cuarta Península”, a nuestro parecer, por la influencia de la cartografía de Ptolomeo ampliamente conocida ya para 1475; lo que, más aún, estimuló el proyecto colombino, no obstante, el “misterioso” y secreto “Estrecho de Basmán” consignado por Marco Polo.
Muy a pesar de la afirmación de esa tesis geográfica, tan extensamente reconocida ya desde la época de los viajes de Colón, está presente el comerciante y geógrafo Américo Vespucio (1454-1512), quien reporta en dos importantes epístolas: “Mundus Novus”, y “Lettera”, haber realizado de cinco a seis viajes a las nuevas tierras descubiertas tomadas como Asia (varios de esos viajes, dudoso). En ellas, en la “Mundus Novus”, Vespucio narra cómo dedujo que en el recorrido de uno de sus viajes, en un arco de 5 h 30 min, encontró la distancia de 9,425 km al llegar a los 82° 30’ longitud Oeste: esto es que, si 24 h son a 360°; luego, 5 h 30’ de arco, serían entonces esos 82° 30’ longitud Oeste; donde siendo para Vespucio 1° = 110 km, la diferencia sería 9,425 km, casi 10,000 km, casi la cuarta parte del perímetro de la Tierra, que según las mismas notas de Vespucio, tomadas de Alfargano (Al-Fargani, 805-850), con el valor de 41,400 km. A nuestro parecer, fue la primera sospecha de que el conocimiento geográfico sobre el perímetro de la Tierra desde Estrabón, estaba mal.
Posteriormente en la “Lettera”, Vespucio explica cómo confirmó esa sospecha en su tercer viaje entre 1501 y 1502, al observar que su recorrido entre Lisboa a los 40° de latitud Norte, y Bahía Grande a los 50° de latitud Sur, sumaban 90°, equivalente a un recorrido de 10,000 km; pero donde de Portugal al Polo Norte ha 50°, mas de Bahía Grande al Polo Sur, 40°, sumando otros 90° para completar los 180° d un hemisferio, que, en consecuencia, equivaldría a 20,000 km, para un perímetro total de 40,000 km; de donde se tiene el descubrimiento científico del verdadero perímetro de la Tierra, y de que las tierras descubiertas no eran Asia, sino un Nuevo Mundo. Como nunca antes, no sólo se verificaba la consistencia lógica del conocimiento geográfico sobre la base de los postulados de Eratóstenes, sino la veracidad misma de su medición del perímetro de la Tierra.
Pero a partir de la solución de este problema geográfico que ya duraba quince siglos, el siguiente paso en ese desarrollo lógicamente consistente en el estudio del espacio ya no sólo “terrestre”, sino generalizado como “espacio geográfico” con fundamentos en la filosofía racionalista y del materialismo mecanicista del Renacimiento a la Ilustración, consistió en descubrir las propiedades de anamorfismo e isomorfismo (igualdad o no de las formas), de la representación del espacio; la propiedad de continuidad (continuidad del espacio), por Américo Vespucio, en su Carta en Proyección de Husos, que, además, descubría el procedimiento inverso al de la proyección como transformación de la esfera en un plano, para poder pasar ahora del plano a la esfera; las propiedades ortodromía y loxodromia, como de conformalidad (en 1569, forma o angularidad del espacio), por Gerardo Mercator, en su Carta en Proyección Cilíndrica Tangente; la propiedad de equivalencia (en 1650, de áreas iguales del espacio), de Nicolás Sanson en la Proyección Sinusoidal; y la propiedad de azimutalidad (de 1759, distancia, área, dirección del espacio), que venía desde las proyecciones de Hiparco, precisada ahora por Lambert.
La consistencia lógica en la comprensión del espacio aristotélico que hasta entonces seguía vigente en geografía, alcanzó un alto grado de exactitud, que culminó con los rangos de precisión en el conocimiento isotrópico y anisotrópico (de mismas proporciones en todas direcciones), o quizá más propiamente, isohipsio y anisohipsio (de las mismas alturas), en la medición del relieve terrestre mediante las curvas de nivel descubiertas por Philipp Bauche en 1753.
Con Newton (1643-1727), y sus “Principios de la Filosofía Natural”, de 1687, en la cual aceptaba la existencia del espacio vació, incluso como algo absoluto, la teoría geográfica como ciencia del estudio del espacio, enfrentó nuevamente el problema de Demócrito: “qué había entre dos últimos átomos”; y nuevamente sin tener más elementos para resolverlo, la ignoratio elenchi estraboniana encontró ocasión para prosperar; y más aún, cuando Kant hacía del concepto de espacio un “concepto a priori” (innato en la mente humana), útil solamente para ordenar el mundo de las ideas reconocidas en los objetos u “objetivadas”.
Aparecieron entonces Karl Ritter (1779-1859), y su “Ciencias de la Tierra en Relación a la Naturaleza e Historia de la Humanidad”, entre 1817 y 1859 e inconclusa, y su Erkunde, o “Geografía Universal Comparada”, de 1833-1839; y Alejandro de Humboldt (1769-1859), y su “Cosmos o Descripción Física del Mundo”, elaborada entre 1845 y 1858; obras con el atributo dado ampliamente de ser “ciencias de la Totalidad”.
La obra de Ritter, como geografía, es expresión plena de la geografía ignoratio elenchi estraboniana llevada a sus últimas consecuencias. El “Cosmos” de Humboldt ha sido interpretado como “geografía” por los teóricos estrabonianos, cosa que Humboldt mismo no se propuso, cuando por su “Cosmos” entendía una ciencia del orden y armonía universal. Al final, un saber descriptivo enciclopédico en ambos, afín al positivismo de la época, que se agotó con su propio fallecimiento en el mismo año de 1859; con lo que la ignoratio elenchi estraboniana, ahora con Ferdinand von Richtoffen y Friedrich Ratzel , volvió a entrar en crisis; en lo que, con fundamento en un “segundo positivismo” o el llamado empiriocriticismo de Richar Avenarius y Ernest Mach, en el que en su teoría del conocimiento se proponía que el conocimiento era empírica y directamente dado a los sentidos, en principio, por la forma (espacialidad), de manera apriorística, “depurando” el fenómeno.
Surgió así, en la última década del siglo XIX, el concepto kantiano subjetivo del espacio, “objetivado” en la experiencia con la forma de las cosas; esto es, el concepto del espacio como la morfología, y en geografía, como la morfología del paisaje. Y con ello se dio un cuarto momento histórico en el desarrollo lógicamente consistente sobre la base de los postulados de Eratóstenes.