4. Consistencia Lógica del Desarrollo de la Geografía Sobre la Base de los Postulados de Eratóstenes: El espacio tridimensional plenista.

04.03.2019 15:14

4. Consistencia Lógica del Desarrollo de la Geografía

Sobre la Base de los Postulados de Eratóstenes:

El espacio tridimensional plenista 

como la morfología y el análisis estructural.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

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4.  El espacio tridimensional plenista

como la morfología y el análisis estructural.

 

                                 En el curso del siglo XIX transcurrió una nueva experiencia de la “geografía” por defecto (ritteriano-humboltiana) en la ignoratio elenchi estraboniana, hasta que en la interpretación de la teoría del conocimiento del nuevo positivismo en el llamado empiriocriticismo que aparece al comienzo de la última década del siglo XIX, se establece que había que “eliminar del conocimiento todas las ideas que no están incluidas en lo dado”[1], a manera de una depuración de los conceptos “creados por el pensamiento” (y no como reflejo de la realidad), desechando de la experiencia con lo dado los conceptos como sustancia, causalidad, efecto, movimiento, o cualesquiera otras cualidades del fenómeno, como supuestas “invenciones de la mente”, dando lugar, así, a la llamada “experiencia pura”, como algo opuesto incluso al apriorismo kantiano.  De este modo, la experiencia pura con el objeto o fenómeno, con lo que se topa independientemente de toda otra cualidad de este, es con la forma.  No será la montaña como fenómeno orográfico producto del vulcanismo, las intrusiones o los plegamientos, sino tan sólo será un “hecho” desprovisto de toda cualidad en una forma dada.  Igualmente, no será la atmósfera como fenómeno de interacción de temperaturas, vientos y humedad, sino como un hecho en todo caso con una estructura propia de la forma.  De la misma manera no serán los fenómenos complejos con todas sus cualidades, de la hidrósfera, de la biósfera o de la sociósfera, los que constituyan el conocimiento geográfico, sino sólo su espacialidad dada en la forma y la estructura de ellos como hechos dados a la experiencia inmediata, según el empiriocriticismo, dando lugar al conocimiento como “conocimiento directo”.

 

                                 Con los fundamentos en esta filosofía idealista subjetiva en Europa con William Morris Davis (1850-1934), y Alfred Hettner (1859-1941), y en América con Miguel Enrique Schulz (1851-1922), se replanteó el conocimiento geográfico, cuyo problema fundamental y esencial es el espacio.  El metafísico concepto de espacio de Kant como un concepto a priori, se invertía; éste dejaba de estar en la cabeza del sujeto tan sólo como un concepto abstracto cómodo para interpretar la realidad, y ahora estaba ahí, como un “hecho” objetivamente dado a los sentidos “depurado” de las cualidades de los fenómenos.  Fue una solución idealista subjetiva meramente empirista, pero enormemente provechosa.  Al igual que la geografía idealista metafísica de Cosmas, la geografía idealista subjetiva empirista de William M. Davis, Alfred Hettner y Miguel E. Schulz, no se podrían valorar en todo su significativo aporte, sino bajo la interpretación materialista dialéctica.

 

                                 La nueva geografía con fundamentos empiriocriticistas surgida a fines del siglo XIX, se propagó hasta mediados del siglo XX en su sentido original, en una geografía morfológica (no sólo de la litósfera como por defecto se limitó; sino de la atmósfera, hidrósfera y biósfera), en la que, por fin, parecía estudiarse ya aparte el espacio (como tridimensional plenista; o lo que Kindon Clifort llamaba “espacio sólido”).  Pero, al no abordarse el espacio con suficiente consistencia lógica, nuevamente, la ignoratio elenchi estraboniana operó acabando por hacer del estudio morfológico ya no un método del estudio del espacio, sino, nuevamente, un método (geomorfológico), del estudio de los fenómenos; particularmente provechoso en los estudios de la litósfera, de donde desechado en los demás campos de estudio, se convirtió, como geomorfología, en rama de la geología.

 

                                 Los siguientes veinte a treinta años hasta 1980, la teoría de la geografía morfológica se convirtió tanto en la ignoratio elenchi estraboniana de la teoría de la geografía regional con fundamentos filosóficos en el estructuralismo, como de la geografía cuantitativa con fundamentos del idealismo subjetivo del empirismo lógico y el postpositivismo racionalista crítico de Karl Popper, con la consecuente insatisfacción de hacer geografía como un remedo parasitario de cualquier otra ciencia con una exposición cartográfica de la distribución de los fenómenos; de donde, en el curso de la década de los años setenta, se volvió a vivir una nueva e intensa “crisis de fundamento”.

 

                                 La consistencia lógica sobre la base de los postulados de Eratóstenes en la teoría de la geografía morfológica, estaban dados tanto en estudio físico o natural del espacio entendido como la tridimensionalidad plenista, como en la morfometría y dinámica de los llamados “hechos geográficos” (formas del espacio en la tridimensionalidad plenista).  Pero más aún, en los trabajos de Davis, como en “El Ciclo Geográfico”, de 1899, se encuentra el explícito reconocimiento a la necesidad del proceso deductivo, y en general, de la lógica en la metodología geográfica, entendía en los límites de la observación, la descripción y la generalización; sin embargo, quien con más elaboración de fundamentos respondió a esa consistencia lógica, fue Alfred Hettner, quien ya desde su trabajo, “La Naturaleza de la Geografía y su Método”, de 1905, enfáticamente planteó el objeto de estudio de la geografía como el espacio, entendido éste ya como un objeto de estudio tridimensional, en tanto un espacio en una idea corológica (de Choros, conjunto de objetos en un lugar determinado; y logos, tratado, estudio), esto es, del espacio como el estudio de la tridimensionalidad plenista del conjunto de todos los fenómenos (naturales y sociales) de la Tierra (y en particular de la superficie terrestre).  Para Hettner, la geografía no es una “ciencia dual”, por un parte “física” y por otra “humana”, dadas en forma independiente una de otra; sino que la geografía es una, acerca de todo lo dado directamente a los sentidos por igual “depurado” de sus cualidades particulares y tomados sólo como forma y de las propiedades y leyes de la forma, y ya no de los fenómenos naturales y sociales; forma o morfología dada lo mismo en un bosque que en un grupo humano, siendo elementos, bajo la pura forma, homogéneos en un mismo conjunto de cosas: la morfología del paisaje; donde la idea no es tratar con el bosque bajo sus propias leyes biológicas, como lo haría el biólogo, el botánico o el dazónomo; ni con un grupo humano a su vez bajo sus propias leyes económico-sociales, como lo haría el sociólogo o el demógrafo; sino con las propiedades y leyes de la morfología dada en ambos hechos (en el ejemplo) por igual, y en su estructura y dinámica.

 

                                 Así, Hettner no define a la geografía ni como una “ciencia natural” ni como una “ciencia social”, o en una relación funcional entre ambas, lo que Alfred K. Schaffer criticaba de falso “excepcionalísimo”.  Pero hemos visto que el violentar tan sólo uno de los postulados de la teoría, le hace romper con ésta y transformarse en otra.  Y aquí Hettner parece romper con el postulado eratosténico de la geografía como “ciencia natural”; mas, no obstante, lo que ocurre es exactamente todo lo contrario: en el estudio morfológico del objeto independientemente de sus cualidades naturales o sociales, por definición, en la clasificación de las ciencias de Comte a la que se remite Hettner, la geografía es una ciencia corológica, es decir, “del conjunto de algo en un lugar” independientemente de sus cualidades; pero si por lo menos se toma necesariamente la cualidad de la forma, ese conjunto de cosas será, por su esencia, algo físico, natural, y definible matemáticamente.  La geografía morfológica, en consecuencia, a pesar de los mismos Comte o Hettner, sí respondía, pues, con consistencia lógica, a los postulados de Eratóstenes.

 

                                 Sin embargo, luego de los años treinta, los fundamentos empiriocriticistas o del segundo positivismo, se vieron invadidos por un tercer positivismo, ahora del llamado neopositivismo, integrado por una variedad de propuestas empiristas (filosofía analítica, positivismo lógico, filosofía lingüística), en torno al problema del conocimiento directo, como simple conocimiento cotidiano concreto que fue haciendo menos la tesis morfológica al volver a incidir en la descripción enciclopédica.

 

                                 La propuesta empiriocriticista en los trabajos de Hettner parecieron resolver  finalmente esa problemática del carácter no sólo “dualista” (del estudio de los fenómenos naturales como de los sociales), de la geografía, sino de lo que derivaba en un carácter “multiplista” (de la habilitación del geógrafo de cualquier especialista que fuere), que hacía de la geografía una pretendida “ciencia de síntesis de un sistema de ciencias”, y en su fundamentación en la tesis morfologista, parecía dejar en claro finalmente el objeto de estudio de la geografía como el estudio del espacio.

 

                                 Sin embargo, a la vez, enfrentó dos problemas insuperables: primero, el inconsistente fundamento idealista del conocimiento reducido al conocimiento empírico; y, segundo, el resultar insuficiente aún en la consideración de las propiedades esenciales del espacio (seguía sin resolver el problema democritiano).  Y el positivismo subsecuente en el conjunto de las corrientes neopositivistas en un subjetivismo extremo, estuvieron aún en menos posibilidad de resolver (no sólo en geografía, sino en la teoría del conocimiento en general).

 

                                 Frente a ello, apareció la propuesta estructuralista, que venía del método científico de empezar por conocer la estructura y elementos del objeto de estudio; que si bien se ve, fue un intento de generalización y fundamentación científica sobre el principio objetivista, de la misma propuesta empiriocriticista, pues el método estructuralista representa el conocimiento morfológico de lo empírico concreto elevado a una forma teórico abstracta.  Marx mismo hizo uso del método estructuralista en tanto método de la ciencia, y al análisis estructural le aplicó el análisis dialéctico materialista; pero otra variante al análisis estructuralista, fue la aplicación del método funcional, apareciendo con el ello el método estructural-funcionalista como una continuidad empirista, base del “análisis geoeconómico regional”.

 

                                 En esta última línea se desarrolló ya en plenitud, en geografía, la llamada “geografía regional”, que precisamente venía desde los trabajos de Miguel E. Schulz desde fines del siglo XIX bajo la influencia del empiriocriticismo; y la “geografía regional” en tanto que pretendida geografía, se convirtió en la reductio ad absurdum de la ignoratio elenchi estraboniana; pero, a la vez, sobre los postulados distintos a los de Eratóstenes, la idea estraboniana fue llevada a sus últimas consecuencias (más allá de lo que lo había hecho Ritter en su descripción enciclopédica), pues hubo un más claro aporte metodológico geográfico en una descripción ya no meramente enumerativa, sino en una descripción explicativa tomada de la investigación causal de la ciencia especializada (en este caso, básicamente de la economía).  La mejor expresión de esta culminación que realizaba esta idea estraboniana, fue la aún incorrectamente llamada “geografía económica regional”; que se precisó acertadamente como lo que en realidad es: la “geoeconomía regional”, una forma de la realización de la “geohistoria” de Estrabón.  Ello, consecuentemente, ya no es geografía como tal, sino el uso de un aspecto de ella como método; y no es, como en ese caso, economía como tal, sino una análisis económico con ese método geográfico (de distribución y relaciones espaciales); tal como en el caso de Estrabón, cuya obra no es geografía como tal (eratosténica), ni historia en su forma común, sino una nueva ciencia (que Estrabón no identifica empezando porque no estaba interesado en hacer ello), nacida del empalme de los aspectos generales, por lo menos, de otras dos.

 

                                 Las geociencias, como toda ciencia con la preposición “geo”, en tanto se reconozcan así mismas como otra ciencia distinta a la geografía (ni siquiera como una de sus “ramas” o “especialidades”, elimina la ignoratio elenchi estraboniana, pues en lugar de una suplantación de tesis, se acepta la tesis lógicamente consistente que da lugar a una ciencia nueva y un conocimiento diferente al propiamente geográfico.  De otro modo, es simple y vulgar usurpación de la teoría.  Con la “geografía cuantitativa” ocurrió algo semejante bajo las influencias del positivismo, el que consideraba ciencia sólo lo matematizable.

 

                                  Hacia el último tercio del siglo XX, todo convergió para que se operara una nueva transformación en el pensamiento geográfico: como detonante, la nueva “crisis de fundamento” de la geografía en la línea estraboniana; luego, los logros gnoseológicos en la separación del espacio como un fenómeno natural más, tanto en la “experiencia depuradora” en la morfología como del estructuralismo; la profusa difusión del materialismo dialéctico en los años sesenta; y la final aplicación del materialismo dialéctico a la teoría geográfica, lo que hasta entonces no se había hecho (incluso en los países socialistas), habiéndose dado sólo aplicaciones mecanicistas del marxismo* con base en la economía política (precisamente, por ejemplo, en el “análisis geoeconómico regional”), y generalidades de la teoría del socialismo; y en el proceso dado de principios de los años ochenta al presente, con la disolución de la URSS, las investigaciones en el campo de la física acerca del vacío; el desarrollo de la teoría del espacio geográfico hasta llegar a la teoría de la “simetría dimensional” del autor de estas líneas (2009), lógicamente consistente sobre la base de los postulados de Eratóstenes; y el conocimiento, en 2012, de la teoría de la “asimetría causal de rotación” de G.N. Katterfeld, oculta en la NASA de Estados Unidos y como secreto de Estado en la Rusia soviética, desde 1969; dando lugar, todo ello, al quinto momento histórico del desarrollo de la geografía, lógicamente consistente sobre la base de los postulados de Eratóstenes.

 


[1]        Runes Dagoberto D; Diccionario de Filosofía; Editorial Grijalbo; México, 1981; v. Avenarius.

*        Aplicación mecanicista por la cual se omite la aplicación rigurosa y consecuente de la dialéctica materialista (que en su esencia se desconoce), y el marxismo se reduce a discurso socio-político.