Comentario a: Geografía, Prolegómenos; de Estrabón. Del Libro II. Cap. I-IV. De la consistencia lógica deductiva de la ciencia (5/).
Comentario a: Geografía, Prolegómenos; de Estrabón.
Del Libro II. Cap. I-IV. De la consistencia lógica deductiva de la ciencia (5/).
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
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(9 nov 18).
Del Libro II. Cap. I-IV. De la consistencia lógica deductiva de la ciencia.
El Libro II de Estrabón se inicia comentando el Libro Tercero de la Geografía de Eratóstenes, en el cual ésta incluye “el mapa de la Tierra habitada”[1] a decir de Estrabón, el cual lo divide en dos partes por medio de una recta paralela al ecuador, misma que pasa por las Columnas de Hércules y la Isla de Rodas, y Eratóstenes la registra en el paralelo de 36° latitud N[a].
Tal línea fue introducida por Dicearco con el nombre de “Diafragma” (“lo que divide en dos mitades”), como el eje latitudinal que simétricamente divide al ecúmene, teniendo en el Meridiano de Rodas al eje longitudinal que simétricamente, en Dicearco, divide al ecúmene en longitud; lo cual se pierde así en la Carta de Eratóstenes, que la prolonga hasta la desembocadura del Ganges (por supuesto, mal ubicada por Eratóstenes para ese entones).
Luego Estrabón se extiende en la discusión de las correctas localizaciones y distancias respecto de este eje, de la discusión de los fenómenos terrestres y celestes observados en distintos lugares, precisando tanto a Eratóstenes como a Hiparco en esos debates del conocimiento geográfico propio de esa época; ya más adelante comienza a comentar ampliamente las divisiones o secciones geométricas propuestas por Eratóstenes, las cuales denomina como “plintias” (“ladrilllo pequeño”), y “esfrágidas” (“sello”, “gema”), donde la I Sección en forma de un rombo, comprende a la India; la II Sección, en un cuadrángulo regular, que comprende a la actual Pakistán e Irán; la III Sección en un trapecio irregular, que abarca la actual Irak; y la IV Sección, en forma triangular, más pequeña, incluyendo las actuales Jordania, Siria, Israel y Palestina. El paulatino conocimiento geográfico que se va describiendo en ello desde el mapa de Anaximandro hasta el de Eratóstenes que comenta aquí Estrabón, no puede calificarse, como absurdamente lo hace Estrabón dos siglos después con otro conocimiento, de “errores”, sino simplemente así, para el momento de Eratóstenes, como avances en el conocimiento geográfico. Ello podría parecer tibial, pero ello tiene qué ver con la concepción de la ciencia y el método de la ciencia, y, en esos términos, estos pasajes se hacen fundamentales.
Estrabón apunta: “quizá lo dicho pudiera parecer inspirado por la afición de censurar”[2], pero Estrabón no sólo censura, llama al paulatino, limitado e necesariamente impreciso avance del conocimiento geográfico de “errores”; y más aún, descalifica, y así, dice: “Hiparco, que nada escribió sobre geografía, sino que se dedicó a examinar lo que se decía en la Geografía de Eratóstenes”[3], y desconoce todo el trabajo de localizaciones y de Proyecciones Cartográficas de éste. Es decir, que Estrabón no sólo no reconoce el trabajo geográfico como tal, sino tampoco el proceso del conocimiento científico en el cual se parte de unos postulados (como tales, no que “no son demostrables”, sino que su demostración está dada por la práctica histórico social, en este caso de Anaximandro a Dicearco, del siglo VII al siglo V): de la geografía como ciencia natural, o acerca de una faceta de la naturaleza: el espacio, y de ser, por ello, una ciencia física y matemática; y de un conjunto de principios inherentes a esos postulados: de localización, de conexión, de relación o interacción física, de simetría, et sig; rigurosamente, sobre la base de lo cual, se avanza de esa forma a la luz del conocimiento antecedente y en la consistencia lógica o deductiva en función de un objeto de estudio, en este caso, el espacio.
Y así, Estrabón apunta que a Eratóstenes no debía criticársele con respecto a la división de sus esfrágidas y su contenido (el primer paso dado en dirección de la consistencia lógica de la geografía como ciencia del estudio del espacio, hasta ahí, del espacio en la definición de Aristóteles como la superficie de los cuerpos), aquí, dice Estrabón, “la crítica no debió hacerse con los principios de la geometría…, sino, más bien, con los de la geografía”[4], es decir, de los principios de la “geografía” como Estrabón los entendía: del “lugar”, como el “hábitat humano”, y del “informe” o “narrativa histórica”.
Pero este punto es clave. Eratóstenes, hemos visto, tiene claro que geográficamente lo que está estudiando es el espacio, en su definición aristotélica, de la extensión superficial que abraza un cuerpo, rechazándola explícitamente en su definición ya de Anaximandro como el ápeirón, o en la de Demócrito, como el vacío; y, en consecuencia, como geografía en el proceso de consistencia lógico-deductiva, del espacio geográfico como la geometría de la superficie terrestre dividida primero objetivamente en cinco zonas latitudinales, Eratóstenes lo intentó avanzar después en la teoría de las geométricas esfrágidas. Y Estrabón, no entendiendo este procedimiento de la ciencia y del método de la ciencia aplicado en geografía, lo critica e incluso desconoce como geografía, por el hecho de que no coincide con su noción subjetiva de la “geografía”, no como ciencia del espacio, sino como ciencia de la “descripción del hábitat humano”. Y corroborando lo antes dicho, Estrabón termina su Cap. I diciendo que Eratóstenes “procede con un criterio más científico que del que corresponde a esta disciplina”[5], “fisista y matematicista” acusa Estrabón, y como si una ciencia pudiera o debiera ser, “no tan científica”.
Estrabón, finalmente, pasará a los Cap. II-V del Libro Segundo, y con ello llega al problema fundamental de la medición del perímetro de la Tierra. Al respecto, a nuestro parecer, se ha hecho mucha confusión por los historiadores en una complicación entre la explicación de Estrabón y una serie de medidas angulares y de distancias, como veremos.
[1] Op. Cit. p.127.
[a] Aquí nuevamente Aujac tiene que observar la confusión de Estrabón al identificar el paralelo de Rodas de 36° latitu N, con el de Atenas a los 38° latitud N.
[2] Op. Cit. p.173.
[3] Op. Cit. p.172.
[4] Op. Cit. p.173.
[5] Op. Cit. p.174.