Comentario a: Geografía, Prolegómenos; de Estrabón. Conclusión (7/).
Comentario a: Geografía, Prolegómenos; de Estrabón.
Conclusión (7/).
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
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(11 ene 19).
Conclusión.
Estrabón (65ane-25 dne), historiador estoicista, idealista subjetivo, partidario de la aristocracia esclavista, perteneció a la fase final de un periodo reconocido como el declinamiento de la ciencia griega: el periodo heleno-romano, desde la caída de Grecia bajo el dominio romano en el año 146 ane, hasta aproximadamente el siglo II dne.
Su planteamiento teórico fundamental es la crítica a Eratóstenes (284-192 ane)[a], aristotélico, materialista, partidario de la democracia esclavista, quien recogiendo y agrupando los trabajos de sus antecesores de siglos atrás, desde Anaximandro y su Perimetrón o mapa del mundo conocido; de Eudemo y Eudoxo de medición y localización sobre la superficie terrestre con apoyo astronómico; y de Dicearco y su mapa del “Diafragma”; denominó a dicho conjunto de conocimientos acumulados simplemente por lo que se hacía, con el nombre de “Geografía” (de ge o gea, la deidad de la Tierra; y grafía, símbolo, representación), la ciencia de la representación de la Tierra en mapas, a partir del estudio de su forma y dimensiones.
El mapa, una extensión superficial de la Tierra, planteó el problema del objeto de estudio de la geografía como el espacio, y para la época de Eratóstenes eran básicamente dos conceptos de espacio los que se proponían: el ápeiron de Anaximandro, eso “indefinido” o “indeterminado” e infinito, afín, en último término, al vacío de Demócrito; y, el “límite que abraza un cuerpo”, la “extensión superficial” de los mismos, de Aristóteles. Eratóstenes rechazó eso cuasi abstracto, inasible, del ápeiron o el vacío, y optó por el concepto más concreto de espacio dado por Aristóteles, mismo que como “extensión superficial” se plasmaba en los mapas por definición.
La naturaleza del espacio como algo físico, definía de suyo a la geografía como una ciencia acerca de una faceta de la naturaleza o ciencia natural, y su estudio quedaba determinado tanto por las consideraciones físicas, como por las determinaciones geométrico-matemáticas, por lo que sus postulados fundamentales son los de una ciencia natural, y una ciencia físico-matemática.
Los postulados de una teoría, en este caso de la teoría de la ciencia de la geografía, son los que determinan, pues, lo que esa ciencia es desde su origen y habrá de ser siempre en tanto tal. Se entiende, sin dificultad, que una modificación de los postulados, necesariamente, dará por resultado otra teoría muy diferente, y en este caso, originará otra ciencia. Desarrollar una ciencia a partir de sus postulados, y precisamente de esos postulados dados y no otros, es lo que se denomina como, consistencia lógica de una ciencia.
Estrabón, desconociendo los fundamentos de la ciencia, así como rompió la consistencia lógica en el cálculo del perímetro de la Tierra por Posidonio con el error histórico de desaparecer la cuarta parte de la Tierra; así, subjetivistamente, rechazó los postulados objetivamente dados por Eratóstenes de ciencia natural, referida a la dialéctica de la materialidad continuo-discreta, y físico-matemática, referida a las interacciones físicas, suplantándolos por los postulados de “ciencia social” y de los “lugares”, entendidos éstos no como espacio, sino como el “hábitat humano”. Evidentemente ese conocimiento dejaba de ser geografía, y resultaba en un conocimiento nuevo (la “geohistoria”), que empalmaba y sintetizaba dos tipos de ciencia, la historia y la geografía, para el que Estrabón no halló, y difícilmente podía haberlo hecho, un nombre apropiado[b], y prefirió usurpar la misma ciencia de la geografía violentando sus postulados reales; y de ahí la áspera e inconsecuente crítica descalificadora.
La consecuencia directa del falseamiento de los postulados estuvo en que, el “método geométrico” de Eratóstenes inherente al estudio del espacio, en consecuencia, fue sustituido por el “método de la descripción enciclopédica”, inherente a la narrativa histórica de los lugares; ahora con el error histórico de confundir el objeto de estudio de la geografía, que de entenderse por Eratóstenes como el “espacio” (en la definición de Aristóteles), fue cambiado por Estrabón por el del “hábitat humano”.
Al rechazar los postulados de la geografía objetivamente dados por Eratóstenes, dados los fundamentos de toda ciencia, el resultado fue que, con ello, se obtuvo otra disciplina de conocimientos totalmente distinta, con un objeto de estudio y método distintos. Hasta ahí nada de tendría ello de malo; el problema, de un carácter incluso perverso, está en que Estrabón no le dio otro nombre a esa resultante (o conservó el de historia con una especie de “auxilio” de la geografía[c]), sino que usurpó el nombre de “geografía” cuando evidentemente no lo era ya.
Por veinte siglos, esa propuesta estraboniana que no se sustentaba en lo determinado objetivamente, fue cuestionada una y otra vez; en el racionalismo renacentista de los siglos XVII-XVIII, en el empirocriticismo de los siglos XIX-XX, y, finalmente, en el materialismo dialéctico de los siglos XX-XXI en que quedó resuelta su contradicción. La dificultad de la refutación a Estrabón radicó, no en la evidencia de la inconsistencia lógica de la teoría respecto de los postulados, como en la complejidad de la comprensión del objeto de estudio de la geografía: el espacio; omitido, por supuesto, durante la Edad Media, y nuevamente inasible en la Época Moderna con Newton como en la Antigüedad lo había sido con Demócrito en tanto su caracterización esencial como el vacío; y sobre la base de los postulados eratosténicos de la geografía, apenas empezado a comprender en su naturaleza compleja en la morfometría considerada bajo el empirocriticismo, dando la pauta para resolverlo, finalmente, bajo las consideraciones filosófica del materialismo dialéctico, como condición necesaria bajo la cual se pudo definir ya como “la dialéctica de la materialidad continuo-discreta”; esto es, como la contradicción dialéctica entre los estados continuos y los estados discretos de la materia, abstracción y generalización teórica en la cual quedan subsumidos, y ajenos al geógrafo, los fenómenos y su estudio especializado como tales.
[a] A “Eratóstenes y sus secuaces” (Crates, Hiparco, Gémino), anotará Estrabón de manera áspera e inconsecuente dos siglos después de la obra de éstos.
[b] El nombre sería “geohistoria”, una historia que pone el énfasis en el medio natural en su narrativa sobre los hechos del “hábitat humano”; tal como lo podemos ver en el resto de sus 17 Libros, por ejemplo, tomada al azar, de la sinopsis del Libro IV, en donde estudia: 1) La Céltica Trasalpina, 2) La Aquitania, 3) La Bélgica, 4) Las Características de los Pueblos Galos, 5) Las Islas, y, 6) Los Alpes, describiendo para cada caso los ríos, la población, límites, distancias, régimen político, recursos, cultura, vientos y geología; sólo que las condiciones y noción de las geociencias no apareció sino hasta principios del siglo XIX con Humboldt. Unos siglos después de Estrabón, en el siglo VI, Cosmas Indicopleustes se refirió a este ámbito de conocimientos del “hábitat humano”, como la “Topografía Cristiana” (de topos, lugar; el lugar de la cristiandad), aun cuando el término, luego, en el siglo XVII, fue tomado para los estudios de medición de los lugares (en tanto espacio) de la superficie terrestre.
[c] En el conjunto de las llamadas “ciencias de empalme o de traslape”, como la geofísica, la geoquímica, la geobiología, la geoeconomía o la geopolítica, que no deben entenderse como “geografía aplicada” en tanto no es geografía hecha por geógrafos con interés por el conocimiento geográfico (espacial), como tampoco puede considerarse aquí a la geografía, incluso, como “ciencia auxiliar”, en tanto que las consideraciones geográficas en ello no son eventuales o circunstanciales, sino condición de necesidad en la elaboración teórica de un conocimiento nuevo; en este caso, tanto distinto de la geografía como tal, como diferente de la historia en sí misma. Sería hora de que esa “geografía” estraboniana aún impartida en las universidades, se hiciese un bien a sí misma ganando en identidad real, como en dejar de confundir y entorpecer los estudios de la verdadera geografía.