Breviario Materialismo Dialéctico. Cap. VI. La Realización Social Humana. La Teoría del Humanismo. 2) Humanitarismo burgués y humanismo proletario.

28.12.2016 16:01

Breviario

Materialismo Dialéctico.

Cap. VI.  La Realización Social Humana.  La Teoría del Humanismo.

3)      Humanitarismo burgués y humanismo proletario.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

https://dimensionalidad.webnode.mx

26 dic 16.

 

Cap. VI.  La Realización Social Humana.  La Teoría del Humanismo.

 

3)      Humanitarismo burgués y humanismo proletario.

 

                                 Por qué somos “humanos”, por qué tenemos ese nombre y no otro.  En lo más elemental de la teoría del humanismo, tenemos que empezar por saber de dónde viene la palabra “humano”; y ésta se originó de ese ser hecho de arcilla, esculpido en barro por Prometeo; es decir, del humus, de esa fina capa superior del suelo con alto contenido orgánico producto de la descomposición de la hojarasca, en la idea de la “tierra” como el elemento de origen propuesto por Tales de Mileto.  De ello, en la mitología, viene la vida.

 

                                 El significado profundo de tal hecho, es que el ser humano es producto de la materia más evolucionada; es, al final, la conciencia de la Tierra como planeta y un todo en sí mismo; es, generalizando la idea, tal como lo expresara Carl Sagan, “el Universo haciendo conciencia de sí mismo”.  Eso es, en principio, el ser humano.

 

                                 En adelante, todo el problema consistirá en, primero, cuánto somos, en un momento dado, universales; y segundo, cuál es el grado de conciencia, o sea, el grado de comprensión de nuestra responsabilidad (o capacidad de “responder por…”), y compromiso, por todo cuanto nos da origen y sustento como especie, empezando en ello por el reconocimiento de nuestra identidad colectiva; es decir, no sólo por nuestro reconocimiento como especie humana, sino por el entendimiento de que como especie humana, somos un todo único, idéntico a sí mismo, con una misma razón de ser y objetivos, por más riqueza que exista en nuestra diversidad y diferenciación (grupos étnicos, ideologías -en tanto no atenten contra la dignidad humana-, y culturas).  Y ello implica entender, incluso, cómo, algún día, habremos de lograr tal cosa.

 

                                 Entonces, y sólo entonces, satisfechos tales requisitos en la conciencia de sí, estaremos en posibilidad de abordar el problema de para qué estamos en el Universo, o sea, de nuestra conciencia para sí; de lo que por demás está reflexionar sobre de ello ahora*.

 

                                 Parte de ese hacer de nuestra conciencia en sí como seres humanos, está en luchar contra las desviaciones y tergiversaciones de lo que implica el problema más general y esencial del humanismo: suplir a Dios por el ser humano, negar a Dios afirmando al ser humano.  El humanismo ha sido a lo largo de su historia la lucha del ateísmo, que rompiendo con el teísmo del medievo, se eleva desde su forma panteísta durante la Baja Edad Media, al deísmo durante el Renacimiento e Ilustración, y de éste, a su final expresión ya francamente ateísta para el siglo XIX; siglo en el que, precisamente las “Grandes Narrativas” (el socialismo utópico, el anarquismo, y el socialismo científico o comunismo), depositan en las manos del ser humano su propio destino.  En ese sentido, el humanismo es de suyo eminentemente revolucionario.

 

                                 De ahí que las clases poderosas de la historia insistan en contraponer ideologías conservadoras, retrógradas, reaccionarias y oscurantistas una y otra vez.  Desplazado el teocentrismo, y cuando ya el antropocentrismo humanista era dominante en el sentir y pesar social, el clero se vio en la necesidad de retomar la bandera del humanismo muy a su pesar, y ya entrado el siglo XV, a ello apareció en la escena la figura de Erasmo de Rotterdam (1469-1536), haciendo la distinción entre un “humanismo literario” o “erudito” (por decirlo así, proletario; denominado así, debido a la principal forma de expresión del pensamiento renacentista a través de la novela), esencial y preeminentemente ateísta; y su propuesta de un “humanismo cristiano” (propio de los resabios medievales y de la burguesía más conservadora), que retomando la ciencia como “necesidad para el cristianismo auténtico” (tal como durante la Edad Media el clero lo había intentado en una pretendida conciliación entre la ciencia y la religión apoyándose en Aristóteles), formó parte incluso, si bien rechazado por él, de la progresista Reforma Protestante de Lutero (1483-1546), y Melanchton (1497-1566), que rompió con el catolicismo de herencia medieval, y formaba la nueva religiosidad de la burguesía que se abría paso instaurando su nuevo régimen.

 

                                 Evidentemente, ese “humanismo cristiano” de Erasmo de Rotterdam, a manera de “robo de banderas” o “presentación con falsa bandera”**, convierte el verdadero humanismo (por excelencia ateísta y una expresión histórica de lucha contra un viejo orden), en no más que un individualista “humanitarismo misericordioso”, confundiendo a las clases oprimidas, y despojando al verdadero humanismo de su fuerza revolucionaria; a tal punto, que hoy en día (mediados de la segunda década del siglo XXI), por todo humanismo sólo se entiende ese individualismo (por definición egoísta, del “culto al yo”), dadivoso y caritativo; “humanitarismo filantrópico” anodino que sólo ayuda al pobre a sobrellevar sus penas, deshumanizado en la miseria de espíritu; en el fondeo, mezquino, en tanto que de lo que se trata, no es de “ayudar al prójimo” en la pobreza y la miseria, sino de erradicar toda forma de pobreza y de miseria, sobre el principio de que, <>, y no por acto de conmiseración, sino por la lucha emancipatoria en la que se de la liberación del ser humano por el ser humano mismo, en tanto el humanismo es libertad.

 

                                 Remontándonos en la historia, la condición humana se pierde, primero, despreciado por la doctrina religiosa como la “prisión del alma”, y luego en la Antigüedad, fundido con la naturaleza.  Si el “humanismo cristiano”, humanismo hipócrita que vuelve a poner de rodillas al ser humano, humillado ante el ícono, tributario del ídolo, sumiso ante el miedo, mezquinamente pensando sólo en la salvación de su alma, y más aún, no por sus propios méritos, sino por los “del otro”, es decir, por la redención de Cristo, cuya espiritualidad la reconoce perfeccionada con su alma en gracia de Dios; frente al verdadero humanismo, cuya espiritualidad se reconoce perfeccionada en el mundo terrenal de los mortales en sociedad, y, por ende, en su alteridad en tanto su alter ego; ese “humanismo cristiano” es propio de la clase burguesa, que filisteamente deposita su destino en las insondables designios de Dios; en tanto el humanismo ateísta lo es de la clase proletaria, como rompimiento con toda sumisión conformista e idolatrías supersticiosas, que toma su destino en sus propias manos, construyendo así una sociedad socialista, hacia un futuro comunista.

 

 


*        El más alto grado de nuestra conciencia en sí, es lo que nos pondrá en la posibilidad de entrar en contacto con otras civilizaciones inteligentes del Universo, sin que ello se nos revierta en forma destructiva.  Pero, al mismo tiempo, en un momento dado de ese alto grado de nuestra conciencia en sí, el contacto con el “alien” (el otro), absolutamente distinto al ser humano, será necesario para completar dicha conciencia en sí; será entonces que, frente al otro, finalmente entenderemos nuestra plena identidad, y ese “otro”, justo con el cual comenzará el proceso de la conciencia para sí.  No obstante, no siendo ello algo tan absolutamente mecánico, algo de esa conciencia para sí está ya presente en forma de simiente desde ahora, en las relaciones ético-estéticas mismas que debemos tener entre los propios seres humanos: el ser capaces de reconocernos a nosotros mismos el uno en el otro (y en ese otro como un mismo humano); esto es, en el reconocer en el otro no sólo a nuestra alteridad (al otro semejante), sino a nuestro alter ego, a “nuestro otro yo”.  Condición necesaria frente al futuro alienígena, para no entrar en una lucha de exterminio.

**      Exactamente igual a como actualmente ocurre con el llamado “neomarxismo”, que aparentando sustentarse en las tesis del marxismo, en particular en “la determinación de la conciencia social por el ser social”, en realidad lo omite, reduciendo al “análisis de la superestructura” sus estudios, con falsas categorizaciones y tendencias subjetivistas.