Breviario Materialismo Dialéctico. Cap. IV. Formalización Teórica del Materialismo Dialéctico. 4) Categorías Fundamentales. d) Espacio y Tiempo.

23.11.2016 14:45

Breviario

Materialismo Dialéctico.

Cap. IV.  Formalización Teórica del Materialismo Dialéctico.

4) Categorías Fundamentales.  d) Espacio y tiempo.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

https://dimensionalidad.webnode.mx

20 oct 16.

 

Cap. IV.  Formalización Teórica del Materialismo Dialéctico.

 

4)      Categorías Fundamentales.

 

d)       Espacio y tiempo.

 

                                 Junto con la materia y el movimiento, el par de categorías de espacio y tiempo, forman el conjunto de las categorías más esenciales y fundamentales del materialismo dialéctico.

 

                                 Desde las primeras tres líneas del apartado referido a este tema, en su Problemas Fundamentales del Materialismo Dialéctico, Kursánov asienta: “El materialismo dialéctico define el tiempo y el espacio como formas fundamentales de existencia de la materia en movimiento”[1].  Ello prestablece la objetividad de los mismos; es decir, dice Kursánov: <<son realidad objetiva, como la materia misma>>, y en ese sentido, surge el problema: el espacio y el tiempo, ¿son sólo conceptos referidos a las propiedades de los objetos, o como hechos materiales, como realidad objetiva, son, a su vez, algo sustancial o alguna forma de campo?  Es decir, filosóficamente, a lo largo de la historia, el problema, ha sido si el espacio y el tiempo son formas puramente subjetivas, como lo sostiene el idealismo; o si son formas objetivas como lo sostiene el materialismo.  Pero, más aún, partiendo de la posición materialista y reconociendo el carácter objetivo de éstos, el problema se plantea en si sólo son conceptos objetivos que reflejan la realidad objetiva (la espacialidad y la temporalidad de las cosas como su sola forma de existencia), o si el espacio y el tiempo son, a su vez, “cosas” en sí mismas (algo que existe independientemente de las demás cosas).

 

                                 Durante el materialismo premarxista, el materialismo mecanicista, dominaba el pensamiento newtoniano, que consideraba al espacio como el vacío absoluto, y así, lo separaba de las formas concretas sustanciales y su movimiento.  La teoría de la relatividad einsteniana propia del período del materialismo dialéctico, hizo inseparables el espacio y el tiempo de las cosas y su movimiento; y más aún, dice Kursánov, “la longitud y la continuidad no son absolutos ni independientes de los cuerpos en movimiento, sino que están determinados totalmente por las leyes del movimiento de éstos”[2].

 

                                 Esto es, la longitud y continuidad (espacio y tiempo), dice Kursánov, citando a Engels, como “…dos formas de existencia de la materia sin materia, no son nada, son vanas representaciones abstractas, existentes sólo en nuestra cabeza”[3].

 

                                 Y fue esta afirmación, explicable en la limitaciones de la ciencia de la segunda mitad del siglo XIX, que, con la autoridad de Engels y la necesidad de rechazar todo revisionismo (particularmente dominante a partir de 1889 durante la II Internacional), paradójicamente dificultó la comprensión dialéctica de la realidad objetiva o materialidad del espacio y el tiempo, que considerados únicamente como formas de existencia, hacían del espacio y el tiempo exclusiva propiedad de la longitud (espacialidad), o continuidad (temporalidad) de los objetos.

 

                                 Espacio y tiempo se equiparan a las características del movimiento, y aún autores en el campo de las ciencias especiales, como el físico Krásnov, que se referían al espacio como “una algo” con sus propios atributos, fueron acusados de “desviaciones metafísicas”; y hubo que esperar el transcurrir del siglo XX, para que lo inexplicable tuviese respuesta: a decir de Demócrito (460-370 ane), quien planteó el problema en su forma fundamental, la respuesta tenía que ser, entonces, al problema de, “qué había entre dos átomos”.

 

                                 Kursánov asienta que: “…no existe el espacio vacío desvinculado de la materia…, la teoría de la relatividad y el desarrollo de la teoría cuántica de los campos, han llevado a la conclusión de que el llamado vacío no es tal “vacío” en el viejo sentido de la palabra”[4]; esto es, por la primera afirmación, se reconoce por Krásnov (1966), la existencia objetiva del vacío; y por la segunda afirmación, se da a entender que, entonces, el vacío es un campo.

 

                                 Y punto y seguido, a continuación, Kursánov nos ofrece un razonamiento que pone punto final a las especulaciones metafísicas de identificar el vacío con “la nada”, en el sentido de hacer del vacío algo ajeno a la materialidad del mundo; y en tanto que el vacío identificado al espacio, hacía del espacio, a su vez, algo independiente de la materia.

 

                        Se puede extraer del espacio los electrones, protones positrones, fotones y demás partículas de la sustancia.  Pero incluso después de ser extraído todo eso, quedará “algo” que posee determinadas propiedades físicas.  Ese “algo” o vacío actúa sobre las partículas de sustancia, y es, a la vez, objeto de su influencia.  El vacío representa un estado completamente determinado de los campos físicos materiales, que tiene propiedades concretas reales”[5].

 

                                 Esto significa -concluye Kursánov-, que no existe el espacio vacío desvinculado dela materia.  Más aún, por la teoría de la relatividad, el propio Einstein hace ver que “el campo de gravitación influye e incluso determina las leyes métricas de la continuidad espacial temporal”[6].

 

                                 Dicha conclusión no sólo pone de manifiesto que el espacio-tiempo definido a fines del siglo XIX sólo como “forma de existencia”, es, a su vez, como resultado del conocimiento científico ya a mediados del siglo XX, una forma más del movimiento de la materia (cuyo sustrato portador es el vacío); sino que, además, el que en ello se expresa la unidad material del mundo (el monismo); esto es, que, dicho de otra forma, la unidad del mundo, está en su materialidad; y ello excluye todo otro posible mundo “sobrenatural” o del “espíritu” (el dualismo).

 

 


[1]        Kursánov, G; Problemas Fundamentales del Materialismo Dialéctico; Ediciones Palomar; México, 1966; p. 75.

[2]        Ibid. p.81 (subrayado nuestro).

[3]        Ibid. p.83.

[4]        Ibid. p.83 Y aquí, por materia, no debe entenderse, desde luego, lo corpóreo, sino la “realidad objetiva”.

[5]           Ibid. p.83.

[6]           Ibid. p.84 (en Einstein, en su “Esencia de la Relatividad”).