Breviario Materialismo Dialéctico. Cap. IV. Formalización Teórica del Materialismo Dialéctico. 1) Postulados. a) El mundo es únicamente material.

22.10.2016 15:47

Breviario

Materialismo Dialéctico.

Cap IV.  Formalización Teórica del Materialismo Dialéctico.

1)      Postulados.  a) El mundo es únicamente material.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

www.dimensionalidad.webnode.mx

18 sep 16.

 

Cap. IV.  Formalización Teórica del Materialismo Dialéctico.

 

1)       Postulados.

 

a)      El mundo es únicamente material

 

                                 La consideración de que hay un único mundo y que ese mundo sólo es material, da lugar a la vertiente de pensamiento de la filosofía materialista, una de las dos vertientes, junto con la del idealismo, en las que como máximo se puede reducir la interpretación del mundo por el pensamiento humano.

 

                                 La posición filosófica en el materialismo, no significa la negación absoluta de las consideraciones del pensamiento filosófico idealista, sino sólo el que esas consideraciones acerca de la “idea”, están en función de las consideraciones acerca de la “materia”; es decir, que la idea, la conciencia, es producto de la materia a manera de su reflejo o representación en el cerebro.  De ello se sigue, en consecuencia, que el mundo material existe objetivamente, es decir, fuera e independientemente del sujeto pensante (donde el sujeto pensante, cuando es pensado, es un objeto más del mundo material, si bien un objeto distinguible cualitativamente de todos los demás objetos).

 

                                 La primera forma del pensamiento materialista en la Antigüedad, durante el régimen esclavista, se da con Protágoras (485-411 ane), Heráclito (535-476 ane), Anaxágoras (500-428 ane), Empédocles (495-430 ane), Demócrito (460-370 ane), Epícuro (341-279 ane), y Lucrecio (94 an3-53 dne).  Fue en el llamado hilozoísmo (gr. Hylé, sustancia; y zoé, vida; denominación dad en el siglo XVII), como doctrina acerca de la existencia animada de la materia.  Durante la Edad Media o régimen feudal, el pensamiento materialista se expresó tímidamente en la filosofía del nominalismo (lat. nomen, nombre), referido a que las cosas existen aisladas con sus cualidades, e incluso el concepto que nos hacemos de las mismas, con Rocelino (1050-1122), Duns Escoto (1265-1308), y Ockam (1258-1349), el que las cosas existen aisladas con sus cualidades, e incluso el concepto que nos hacemos de ellas; y en el panteísmo (gr, pan, todo; teísmo, culto a Dios), acerca de que Dios es la naturaleza misma, rechazando el principio sobrenatural (en cierto modo, intentando conciliar ciencia y religión).  En el Renacimiento, en los orígenes del régimen capitalista, con Telesio (1509-1588) hilozoista, con Bruno (1548-1600), panteísta.  El materialismo, durante la Ilustración (ss. XVII-XVIII), en donde el capitalismo se consolida y se forma el pensamiento científico, se expresó en el deísmo (gr, deus, Dios; ísmo, culto o doctrina de), de Dios como “causa primera” del mundo, el cual luego se desarrolla con arreglo a sus propias leyes, a manera de un ateísmo disfrazado, con Gassendi (1522-1655), Galileo (1564-1642), Kepler (1571-1630), F. Bacon (1561-1626), Hobbes (1588-1679), Spinoza (1632-1677), Locke (1632-1704), Toland (1670-1722), LaMettrie (1709-1751), Diderot (1713-1784), Helvecio (1715-1771), D’Alembert (1717-1783), Holbach (1723-1789); formando un materialismo mecanicista, por influencia de la mecánica de los astros de Galileo y Kepler, y de la mecánica en la física de Newton.

 

                                 El pensamiento materialista en el siglo XIX, hace aparecer definitivamente como tal al ateísmo (gr, a, sin; theos, Dios), paradójicamente, cuando el filósofo idealista Hegel (1770-1831), afirma desde la estética, el carácter creativo del ser humano (hasta entonces atribuido exclusivamente a Dios); lo cual se afirma luego desde una posición “materialista antropológica” con Feuerbach (1804-1872); hasta llegar, a partir de los inicios de la segunda mitad del siglo XIX, a la aparición del materialismo dialéctico con Marx (1818-1883), y Engels (1820-1895), y posteriormente Lenin (1870-1924).

 

                                 Después de Lenin, el pensamiento materialista en el siglo XX se ha visto favorecido por los avances de la ciencia, haciendo de todo universitario un materialista, si bien, absolutamente inconsciente en tanto dominado por tradiciones culturales inmersas en el pensamiento mágico-religioso: esto es, una especie de “materialistas deístas”, asidos aún a Dios; que todavía no logran separar la mitología como aporte de la cultura, de la mitología como creencia en algo sobrenatural, pero realmente existente, y en el cual confusamente se renuevan las idolatrías (na de las más recientes, derivadas del ambientalismo y el ecologismo, es el de “La Madre Tierra”, como una fantasía vitalista que se extiende, más aún, a la materia inorgánica, atribuyéndole al planeta Tierra un “espíritu”, haciendo de ella , incluso, un “deífico ser pensante”).

 

                                 En este “materialismo académico”, profundamente penetrado de sentimientos religiosos, no se alcanza a comprender aún el principio ético-estético esencialmente dialéctico materialista, por el cual, aquella obra de nuestra creación en la cual nos afirmamos en una realización social humana (o sea, como seres humanos reales), implica, cuanto más es nuestra propia perfección en ella, nuestra negación, negada respecto de ella misma.

 

                                 Este complejo principio filosófico ético-estético humanista que es fundamento del ateísmo, se satisface en la ley dialéctica materialista de la negación de la negación.  Y puede explicarse en nuestra propia reproducción en nuestros propios hijos como obra de nuestra creación, en la cual nos afirmamos; ellos son nuestro orgullo, porque representan y son de hecho, todo lo que nosotros somos y deseamos ser; es decir, son nuestra propia perfección; pero he aquí que nosotros, lo viejo, lo que ya pasa a ser una negación en sí mismo, habremos de ser, filosóficamente dicho, negados por ellos, por su juventud, por lo nuevo que representan; y esa doble negación (nuestra negación en sí mismos, negada por lo que ellos son), hace su afirmación, los hace ser lo que son en nuestra propia perfección…, y nada podríamos desear más, que esa negación, por lo que yo soy perfeccionado en el ser de ellos.

 

                                 Pero repitamos el ejemplo con el argumento religioso mismo.  En el argumento teológico, Dios nos crea (la figura es que somos sus hijos, a su imagen y semejanza), y como obra de su creación, somos obra en la cual Dios mismo se afirma; es decir, por la cual Dios se reconoce a sí mismo como Dios, y cuanto más es nuestra propia perfección, más se reconoce Dios en nosotros como tal.  Pero he aquí el descomunal hecho de que, cuanto más perfectos somos, justo a su imagen y semejanza; es decir, hasta ser como dioses; Dios se hace viejo, una negación; y nuestra propia afirmación, que Él no puede por más que desearla, radicará en negarlo por nosotros mismos como seres humanos; esto es, en afirmar que “Dios no existe” (sólo existimos nosotros como seres humanos), puesto que Dios, incluso perfeccionado, es todo lo que nosotros somos.

 

                                 Para alivio de los creyentes, digamos esto último.  El padre, no obstante esa negación filosófica por el hijo en el cual se realiza, estará ahí eternamente.  Dios, no obstante esa negación ateísta por su creatura en la cual se realiza, estará ahí eternamente.  Y así como el padre no puede sino desear la afirmación del hijo, así sea con su propia negación; así Dios no puede sino desear la afirmación del ser humano, así sea con su propia negación por éste.  Dios no puede realizarse como tal, no puede reconocerse a sí mismo perfeccionado en el ser humano que se humilla, en el ser humano miserable de espíritu, esa no es la imagen y semejanza de Dios.  Dios es Dios, con toda su omnipotencia, con toda su omnisciencia, porque lo que ha creado, necesariamente, lo perfecciona y en él reconoce su plenitud como Dios, como lo que Él es…, complacido, necesariamente, del “rebelde que lo niega”, del ateísmo de su creación, que hace de ese ateo, al mismo Dios perfeccionado como ser humano.  Dios no puede demandar del ser humano sino, finalmente, el ser ateo.  Así, ese “materialismo académico”, supone aún una fuerte formación humanista.