Breviario Materialismo Dialéctico. Cap. I. Materia
Breviario
Materialismo Dialéctico.
Cap I Materia.
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
www.dimensionalidad.webnode.mx
16 sep 16.
Cap. I Materia.
La materia es la realidad objetiva. Por la ley de Lavoisier (1743-1794), ésta no se crea ni desaparece, sólo se transforma, y, por lo tanto, su forma de existencia en esa transformación, es el movimiento, y su movimiento es eterno en el tiempo e infinito en el espacio. De las sucesivas transformaciones de la materia, ésta tiene un movimiento en constante desarrollo de lo simple a lo complejo, de lo inferior a lo superior, y de la cantidad en calidad.
No debe confundirse, pues, la categoría filosófica de materia, ni con las formas concretas de su manifestación, o sea con las cosas u objetos, pues parte de la materia son las formas no sustanciales, como los campos, medibles en formas de energía lumínica, eléctrica, magnética, gravitacional); ni con las propiedades concretas (masa, energía, volumen, etc). Debe distinguirse entonces la categoría filosófica de materia, de la categoría de “materia” de los físicos, afín a lo sustancial; de modo que la clasificación en la físico-química de los “estados de la materia”, en esa categoría física, más bien se refieren a los “estados de la sustancia” (con la agravante, resabio de la ciencia del siglo XVIII, de que los “estados de campo”, según lo anterior, dejan de reconocerse como estados “materiales”, limitación de aquella ciencia); o, de la misma manera, ese dicho de la “transformación de la materia en energía”, debe entenderse más bien, como la transformación de la sustancia en energía (que es la transformación de la sustancia en campos, o en última instancia, de una formas materiales en otras); así, lo que llamamos “energía”, es sólo una medida de la convertibilidad de unas formas de la materia en otras.
La materia como categoría filosófica, es pues, una abstracción referida a todo cuanto existe, ya sea en forma de sustancia, o bien de campo. Y en ello está la difícil solución a uno de los problemas más complejos en la historia del pensamiento desde los orígenes de la humanidad: el espacio, que lo mismo adquiere la forma de “espacio plenista” o “espacio lleno”, que de “espacio vacío”, es no sólo una forma de movimiento de la materia, sino, además, forma de existencia en tanto la condición material de existencia de toda la realidad objetiva. El espacio se identifica por excelencia con el vacío, pero éste no debe identificarse -como ocurría hasta hace no mucho-, con “la nada”; pues “la nada” nada es y no existe, y atribuirle existencia a “la nada” es metafísica. El vacío, por lo tanto, existe, “es algo”, y es eso: vacío, la condición natural del espacio (esa a lo que Einstein refirió la “constante cosmológica”).
La materia no es algo absolutamente estático, por lo contrario, está en permanente movimiento, éste le es inherente, es condición misma de la materia, ya como traslación mecánica, ya como transformación de sí misma; y las formas concretas de la materia, los fenómenos (una roca, las plantas), se reconocen por sus formas específicas de movimiento (inorgánico, orgánico, social). El espacio, el vacío como su condición más general, tiene su propio movimiento y transformación; cambia de vacío a pleno, de forma sustancial a forma de campo; y es, a la vez, condición sustento de las demás formas de movimientos de la materia.
Hoy podemos hablar ya -a diferencia de hace cuarenta y cinco años cuando G. Kursánov publicó su obra “Problemas Fundamentales del Materialismo Dialéctico”, en que, a diferencia de él, la mayoría identificaba al vacío con “la nada”-, y de que, efectivamente, el vacío existe y tiene longitud y continuidad*. Así, no es que la longitud y continuidad existan en abstracto, de manera absoluta e independiente de los campos en movimiento. Es que hay una longitud y continuidad del vacío, fuera de los cuerpos en movimiento (y razón por la cual, en forma mecánica, se mueven), en forma relativa y aparentemente independiente de los cuerpos en movimiento. Es decir, hay un espacio objetivo, realmente existente, en el cual los cuerpos se mueven, y que puede ser, en principio, teóricamente (según el grado de vacío), independiente de los cuerpos en movimiento.
De modo que los cuerpos como “espacio plenista”, tienen su propia longitud y continuidad, y “están determinados totalmente por las leyes de movimiento de éstos”[1]; pero fuera de ellos, incluso en un momento dado de manera absoluta e independientemente, existen una longitud y continuidad no totalmente determinadas por las leyes propias de su movimiento, sino por las leyes del vacío (del espacio). Los cuerpos en movimiento existen, por decirlo así, en una dialéctica y doble condición material del espacio: la de la longitud y continuidad de sí mismos (como “espacio plenista”), y la de la longitud y continuidad del espacio vacío; y no hay manera que éstos puedan ser entendidos fuera del espacio o del tiempo, si bien espacio y tiempo pueden existir independientes de los cuerpos en movimiento (como espacio tiempo del vacío); y no es que espacio y tiempo existan independientemente de la materia, puesto que el espacio (el vacío por excelencia), es material; una forma más de la materia, en las infinitas formas posibles de transformación de la materia.
Así, finalmente, la realidad objetiva es la expresión de la unidad material del mundo; es decir, por cuanto a que el mundo material es uno e indivisible.
* Esto es lo que hizo particularmente valiosa la obra de Kursánov para nosotros ya en esos años de finales de los sesenta, sin poder saber aún que este punto sería de fundamental importancia poco más de diez años después, al concluir nuestros estudios de geografía y elaborar nuestra tesis de grado entre 1979 y 1981.
[1] Kursánov, G; Problemas Fundamentales del Materialismo Dialéctico; Ediciones Palomar; México, 1966; p.81.