Aplicación del Materialismo Dialéctico a la Teoría de la Educación. La Contradicción Principal de la Teoría de la Educación Popular (3)

08.07.2017 14:44

Aplicación del Materialismo Dialéctico

a la Teoría de la Educación.

La Contradicción Principal

de la Teoría de la Educación Popular (3).

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

https://dimensionalidad,webnode.mx/

(17 jun 17).

 

 

               La contradicción principal

               de la teoría de la Educación Popular (3).

 

                                           Lo último de la revolución proletaria fallida desde el Convencionalismo, fue esa lógica erradicación en el orden capitalista, de una educación socialista.  Sin embargo, la alianza de clases se mantuvo, pero, evidentemente, en una nueva etapa, en cuyo momento histórico fue ya pleno de un régimen capitalista y de la ideología, ahora, de una burguesía que dejaba de ser progresista en el sentido de los intereses del proletariado.  La idea de la educación popular comenzó a ser sólo un “cliché” simbólicamente representado por Instituto Politécnico Nacional (IPN).

 

                                           Transcurrido el gobierno de Manuel Ávila Camacho, el gobierno, ahora, de Miguel Alemán, expresa en plenitud esas condiciones de gobierno de esa burguesía reaccionaria, que convirtió la alianza de clases en un absoluto colaboracionismo de clases (de donde surgió el mote del “charrismo” (1946), tomado del dirigente del sindicato ferrocarrilero, en ese entonces uno de los sindicatos más importantes, que aficionado a la charrería, era apodado así: “El Charro”, y quien fue el primero en entregar el movimiento obrero a los intereses del capital).  De suyo, ello reflejaba el dominio de la ideología burguesa como forma de control social; y esa educación psicopedagógica conductista, ajena a la educación popular, quedó al servicio pleno de ello.

 

                                           En el curso de los años cincuenta, el movimiento obrero trató de recuperar la democracia sindical a partir de sus luchas contractuales: con Othón Salazar y el “Movimiento Revolucionario del Magisterio” (MRM), en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación; con Demetrio Vallejo y Valentín Campa, en el movimiento democrático ferrocarrilero; o con “Los Chimales” (los hermanos José, Ismael, Miguel e Ignacio Hernández Alcalá, y el “Movimiento Depurador 27 de Agosto”, en el sindicato petrolero, de los tres sindicatos más importantes y destacados de ese entonces, sin olvidar a los telegrafistas, tranviarios, electricistas, etc., en un movimiento obrero generalizado, que finalmente, en forma diferenciada fue controlado por el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines: desde la solución favorable a la lucha contractual del sindicato petrolero, hasta la más feroz represión conocida hasta entonces en el movimiento obrero, con la detención fascista en 1958, en una sola noche, de unos cinco mil trabajadores, sus dirigentes sindicales, líderes estudiantiles e intelectuales que apoyaban el movimiento obrero*.

 

                                           Evidentemente, el orden establecido entró en crisis.  Reprimido el movimiento obrero, la lucha, ya en los años sesenta, se transfirió al movimiento estudiantil, y tras varias luchas de éstos en diversos años, finalmente estalló el “Movimiento Estudiantil-Popular de 1968”, y la correspondiente represión fascista, aún más brutal que la de diez años atrás sobre el movimiento obrero.

 

                                           La educación popular, de ser un propósito de educación de masas en alguna ideología, operada en los años veinte a cuarenta, comenzó a ser una idea vaga “oficial” o simbólica, en los logros de la Universidad Autónoma de Chapingo o de Instituto Politécnico Nacional durante los años cincuenta a sesenta, de modo que la más avanzada conceptualización ideológica de la educación popular como educación socialista, se perdió, y reapareció transfigurada en esos años sesenta, bajo la influencia de la “Teología de la Liberación”, en lo que Paulo Freire es un ejemplo notorio de ello, donde la educación popular no es una posición ideológica socialista, si acaso, una consigna política, sino, nuevamente, un hecho práctico de educación de masas.

 

                                           Tras la crisis del “Movimiento Estudiantil-Popular de 1968”, el Estado lleva a cabo una nueva reforma, no sólo educativa, sino, incluso, política; y los años setenta se convierten en una década imprecisa de transición, en donde se ensayan propuestas educativas como el psicopedagógico pragmatismo, en el Colegio de Bachilleres de la SEP; o el pedagógico ecléctico estructuralismo, en el Colegio de Ciencias y Humanidades, de la UNAM.  En la Educación Básica, la idea pedagógica que domina es el método estructural, e incluso, estructural-funcionalista.  Pero, transcurrida esa imprecisa década, a principios de los años ochenta, el Estado asume una posición oficial por la psicopedagógica y kantiana teoría filosófico-pedagógica del constructivismo, operada por más de 35 años, prácticamente hasta hoy en día, en que los resultados de evaluación hechas durante la primera década del siglo XXI, han mostrado el desastre de la educación, cuyo fundamento teórico en esa propuesta psicopedagógica del “criticismo empirista” extremo, en donde el educando -se supone en esta propuesta- ya tiene todo el conocimiento del Universo en su cabeza (que sólo pudo haber sido puesto ahí de manera innata o como “conocimiento previo”, por Dios), y luego, de lo que se rata, es de que ese educando trascienda ese conocimiento a la realidad amorfa, dándole significado y sentido, “construyendo” así su conocimiento.  De ahí que el supuesto sea en esta propuesta, que el educador sólo es un “facilitador” de ese proceso, que el individuo que aprende, y sólo el individuo que aprende, puede realizar.

 

 


*        Este vergonzoso pasaje de la historia de México ha querido ser borrado por la burguesía reaccionaria, y mantiene decomisado el volumen de periódicos de la Hemeroteca Nacional, de ese segundo semestre de 1958).