5. Consistencia Lógica del Desarrollo de la Geografía Sobre la Base de los Postulados de Eratóstenes: Las teorías de la “asimetría causal de rotación” y “simetría dimensional”. d) La “asimetría causal de rotación”.

09.04.2019 11:44

 

5.  Consistencia Lógica del Desarrollo de la Geografía

Sobre la Base de los Postulados de Eratóstenes:

Las teorías de la “asimetría causal de rotación”

y “simetría dimensional”

d) La “asimetría causal de rotación”.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

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  d)  La “asimetría causal de rotación”.

 

                                 Lo primero a destacar de la teoría de la “asimetría causal de rotación” de G.N Katterfeld (1962), es que, en una primera parte, en ella lo que se plantea a decir del autor, son “las premisas teóricas más generales de la geomorfología y geotectónica planetaria”; esto es, la estructura de la Tierra y las causas de los movimientos tectónicos; y, en una segunda parte, las “leyes de la formación y distribución de continentes, océanos y cadenas de montañas”, en donde destacan las “homologías geográficas”, y las “leyes de la formación y distribución de cadenas montañosas”.

 

 

                                 Resumiendo aún más el abstract del propio Katterfeld, éste anota que la Tierra está sujeta desde su origen a la acción de dos fuerzas deformantes: la rotación y la oscilación de compresión y expansión, cuya resultante son “líneas de tensión máxima”, las cuales han dado lugar a movimientos tectónicos, que han llevado al carácter asimétrico del relieve terrestre: cuencas oceánicas de un lado, y masas continentales de otro, así como las formas de cuña al sur de los continentes.

 

                                 Katterfeld, a manera de introducción en tres cuartillas con el título de “Notas del Autor”, hace ver cómo acerca de la distribución de los continentes (y en ese momento, principios de los años sesenta, incluso de las cadenas montañosas), “la geología no dice nada acerca de una característica tan sorprendente de nuestro planeta como la concentración de los océanos en las zonas de los hemisferios Oeste y Suroeste, y la concentración de los continentes en el Este y Noreste, y de la elucidación de las leyes que rigen estas distribuciones”[1]; a pesar de la analogía planetaria entre la Tierra y Marte hecha ya afines del siglo XIX por Louthien Green entre 1975 y 1887; y por Pickering a principios del siglo XX, en 1907.

 

                                 Katterfeld advierte la dificultad que ha significado por siglos el problema y más aún con la carencia de datos aportados por ciencias contiguas a la geografía; y plantea que su solución supone necesariamente el estudio de los problemas tectónicos y de otras teorías como la de las “pulsaciones de la Tierra” planteada por Richtoffen ya desde 1889; y la teoría de la “rotación y diferenciación”, planteada por G.H. Darwin diez años antes aún, en 1879.  Estas tres teorías fueron combinadas por primera vez por Ya.V. Bykhanov, en 1877.

 

                                 Así, lo planteado por Katterfeld viene desde la formalización de la hipótesis pulsacional retomada por por Bucher en 1933, a lo que hicieron importantes contribuciones M.A Usov (1935-1940), V.A Obruchev (1940), y con la aplicación de estas ideas en el caso de la Luna, por A.V. Khabakov (1949).  Y en cuanto a la hipótesis rotacional y su variación por la fricción de marea, con A. Bem (1910), H.Quiring (1921), y M.V Stovas (1951).  Y luego, con la combinación de estas hipótesis por A.P karpinsky, F.Yu Levinston-Lessing, y A.V Khabakov, incluyendo los factores de la tectogénesis.  Entre los aspectos más esenciales a considerar se señalan: 1) el desplazamiento de los polos; y, 2) el desplazamiento de las masas dentro de la Tierra; lo cual va acompañado de cambios en la velocidad de rotación de la misma y en la plasticidad de sus estructuras componentes, dando lugar a una distribución de línea de presión o tensión que se traducen en deformación del relieve y fracturas y desplazamientos.

 

 

Fuerzas deformantes provenientes del Manto (Katterfel)

 

                                 Un aspecto esencial en la teoría es la inclusión de la Luna como factor de los procesos geológicos en la Tierra; y Katterfeld se remite a los trabajos de S.C Lichkov (1931), y V.V Belousov (1954), que Katterfeld lo atribuye como fundamento de su hipótesis elaborada entre 1953 y 1960, la cual ubica en lo que él llama como, “una nueva ciencia de la morfotectónica planetaria[2].

 

                                 De ahí que, tan sólo de lo dicho en la introducción a su obra, si bien no la reconoce como un trabajo esencialmente geológico, tampoco, a pesar de estar consciente del aspecto geográfico, lo afirma como un trabajo en este campo del conocimiento, si acaso, por extensión.

 

                                 La “morfotectónica planetaria” como concepto expuesto en esa década de los años cincuenta, parece conservar reminiscencias de la geografía morfológica en sus fundamentos empiriocriticistas; sin embargo, la noción de la morfología e Katterfeld no es resultado del “conocimiento empírico”, sino, por lo contrario, resultado teórico del reflejo objetivo de la relación causal deducida de la conjunción de varias hipótesis antecedentes, por lo que en Katterfeld, el concepto de “morfología” es ya un concepto del conocimiento dialéctico materialista.  Ya no es la fenomenista “morfología del paisaje” (la forma de los fenómenos); sino la espacista “morfología planetaria” (la forma del espacio terrestre).

 

 

                                 En su Cap. I “La Figura, Rotación y Estructura de la Tierra”, Katterfeld comienza por insertar un epígrafe de Lomonosov, en cuyo texto éste alude a que lo primero en el estudio de la Tierra, es considerar la figura terrestre (la forma), y ya después las propiedades y cualidades del interior.  Y luego se adentra en la importancia de la medición del arco de meridiano, que corrobora el planteamiento de la figura elipsoidal de la Tierra hecho por Newton, y, con ello, la condición de plasticidad del cuerpo del planeta que, agrega Katterfeld, bajo la acción de fuerzas continuas, siendo un cuerpo sólido, se comporta como una materia viscosa, y de igual manera, la compresión polar del elipsoide, proporcional al radio de la fuerza centrífuga para la fuerza de gravedad en el ecuador, por lo que la forma del planeta depende de la distribución de densidad y la velocidad axial de rotación, no siendo un problema puramente geométrico.  Así, hasta mediados del siglo XX, la forma de la Tierra se resolvía en dos magnitudes: la compresión del eje polar de rotación, y la expansión centrífuga del eje ecuatorial.  Pero dadas ya para ese entonces una serie de medidas geodésicas en diversas partes de la Tierra, se encontró que el ecuador, a su vez, no era un círculo perfecto, sino otro elipsoide, por lo que la forma de la Tierra se resolvió, a partir de entonces, en función de las diferentes magnitudes de una triaxialidad; de donde se origina el concepto de la, “asimetría axial de rotación” (una asimetría triaxial).

 

 

                                 En el apartado anterior acerca de los Antecedentes de este trabajo, comentamos la interpretación fenomenista de Riabchikov a los mapamundis de Katterfeld, interpretación por la cual “los alineamientos orogénicos eran los que determinaban o eran causa del trazo de esas extrañas líneas” de Katterfeld.  Pero cuando en esas líneas claramente veíamos una simetría, la sospecha que se nos hizo, fue que las cosas eran al revés; es decir, que, en una interpretación espacista, “el trazo de esas líneas de simetría, eran la causa de los emplazamientos orográficos”.  Y esa es justo la idea de Katterfeld, cuando nos dice que, la asimetría es reflejada morfológicamente”[3]; esto es, que, la causa es la asimetría, una propiedad espacial, y el efecto la morfología, una cualidad manifiesta en un fenómeno, y esta va a ser su idea esencial en la teoría del espacio.

 

                                 De ahí que Katterfeld titule su Cap. II “Las Causas de los Movimientos Tectónicos” (no una idea geológica de la tectónica como causa, sino una idea geográfica de “algo” -la triaxialidad asimétrica- como causa de la tectónica), y eso que opera como causa con efectos tectónicos, es el oscilante comportamiento de la “asimetría triaxial de rotación”.  Y aquí hay que entender algo que el geógrafo pésimamente mal formado durante los últimos dos siglos, reducido al empirismo descriptivista enciclopédico y la “habilitación en el otro”, por lo que no comprende ni la ciencia ni el método de la ciencia, es que aquí no hay ni una “geografía auxiliar” de la geología (donde el geólogo hace uso de la geografía para sus propios fines), ni una una supuesta “geografía aplicada” a la geología (donde el geógrafo, a través de la investigación geológica, busca un desarrollo para la geografía),  sino que, lo que hay, es el método científico por el cual a través de los efectos (la tectónica en este caso), se trata de entender la causa (la asimetría triaxial, como propiedad espacial), siendo ésta el objeto de estudio tratado (en este caso, esa propiedad espacial), para, luego de encontrado el fenómeno-causa (la asimetría triaxial), tras el fenómeno-efecto (la tectónica), buscar la causa y esencia misma de la asimetría triaxial (objeto de estudio); y de ahí, pues, que Katterfeld mismo anote: “¿Cuál es la causa de esta triaxialidad?”[4], y se de a sí mismo la respuesta a esa causalidad esencial: lo que él denomina como el “doble planeta”, el sistema Tierra-Luna; y con ello nace la teoría de la “asimetría causal de rotación” del espacio terrestre.

 

 

                                 A partir de ahí, Katterfeld comienza a plantear la posición objetiva de los ejes de simetría fundamentales: el dado por los círculos meridianos de los puntos diametralmente opuestos de los 165° longitud Oeste y 15° longitud Este, y el eje perpendicular dado por el círculo meridiano de los puntos 75° longitud Oeste y 105° longitud Este; la explicación de aquellas extrañas líneas en sus mapamundis se entienden entonces ya plenamente; la razón de esa localización y distribución de los océanos y continentes, como de su forma (en la idea de las esfrágidas de Eratóstenes), adquiría plena lógica.  No sólo estaba ahí la respuesta a nuestra espontánea reflexión geográfica de hacía media siglo, sino estaba el descubrimiento de aquello mismo que nosotros independientemente estábamos ya empezando a descubrir*, con un sistema de simetría geométrica tridimensional euclidiana, cuyos ejes fundamentales sólo estaban desfasados 5° respecto de los de Katterfeld; es decir, uno, el plano de simetría, en los 160° longitud Oeste y 20° de longitud Este, y el plano perpendicular, como plano de asimetría, en los 70° longitud Oeste y 110 longitud Este, que nosotros tomábamos de los mapamundis de la simetría terrestre (a su vez espontánea, no teorizada), de Frank Debenham y Francisco Vázquez Maure, en su “Atlas de Nuestro Tiempo”[5] (1964).

 

 

                                 Luego, Katterfeld, en su Cap. III “Leyes de la Formación y Distribución de los Continentes, Océanos y Cinturones de Montañas”, toca ya el tema de las “homologías geográficas” (esa simetría y asimetría de la distribución de los continentes y océanos), cuya observación él la remota hasta Estrabón y Plinio, pero que , como nosotros lo hemos hecho ver, se discuten ya desde Eratóstenes, y principalmente por éste, en su teoría de las esfrágidas; y pasa a explicarlas detenidamente desde sus causas en la estructura de los ejes de simetría y asimetría de la Tierra, originadas en su conexión con la Luna.  Y posteriormente, en su último capítulo, el Cap. IV “Leyes de la Formación y Distribución de los Cinturones de Montañas”, explica éstas como fenómeno-efecto dado en las “líneas de presión-tensión” como fenómeno-causa, que son precisamente aquellas “extrañas líneas” en sus mapamundis, asociadas a la “asimetría causal de rotación”.

 

 

                                 “La Faz de la Tierra y su Origen”, 1962 de G.N Katterfeld, un estudio de hace cuarenta años de publicado, es un trabajo de geografía teórica en investigación de punta, en un país ampliamente abierto a esas posibilidades, pero que, sin embargo, se elabora prescindiendo de la geografía teórica en investigación básica, lo que hace que se mueva diferente entre una geografía teórica espacista y cierta reminiscencia geológico-geomorfologista.

 

                                 Desde mediados de los años setenta tuvimos conocimiento de algunos aspectos generales de ello, sin los elementos explicativos suficientes para poder echar mano de tal teoría.  De entonces a la fecha trabajamos en nuestra propia necesidad de esclarecernos qué era la geografía, cuáles eran su objeto de estudio y su método propios; es decir, en el hacer de la geografía en sus fundamentos filosóficos, en el campo de la geografía teórica en investigación básica.  Medio siglo después de la publicación de aquel trabajo de Katterfeld convertido en secreto de Estado, convergieron identificándose plenamente el contenido de nuestra investigación básica (los fundamentos históricos y teóricos de la geografía), con el contenido del trabajo de Katterfeld en investigación de punta (las leyes de la teoría del espacio terrestre), ambas en el campo de la geografía teórica, complementándose; por lo que pasaremos ahora a explicar, a su vez, las generalidades más esenciales de la teoría de nuestra teoría de la “simetría dimensional” (2009).

 


[1]        Katterfeld, G.N; La Faz de la Tierra y su Origen; Status Publishing House of Geographical Literature; Moskow, 1962; en “National Aeronautic and Space Adminsitraction”; Washington, D.C; 1969; p. V.

[2]        Op. Cit. p.VII.

[3]        Op. Cit. p.5

[4]        Op. Cit. p.24.

*        Luego de un profundo trabajo de 30 años (de 1979 a 2009), de fundamentación teórica de la geografía, de su objeto de estudio y método, empezando a elaborar una teoría del estudio del espacio propio de la geografía.

[5]        Debenham, F-Vázquez Maure, F; Atlas de Nuestro Tiempo; Editorial Selecciones del Reader’s Digest; México, 1964; pp.114-115 y pp.158-159.