5. Consistencia Lógica del Desarrollo de la Geografía Sobre la Base de los Postulados de Eratóstenes: Las teorías de la “asimetría causal de rotación” y “simetría dimensional”. b) Fundamentos filosóficos.

18.03.2019 12:47

5.  Consistencia Lógica del Desarrollo de la Geografía

Sobre la Base de los Postulados de Eratóstenes:

Las teorías de la “asimetría causal de rotación”

y “simetría dimensional”.  b) Fundamentos filosóficos.

Luis Ignacio Hernández Iriberri.

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5.  Las teorías de la “asimetría causal de rotación”

y “simetría dimensional”.

 

  1. Fundamentos filosóficos.

 

                                 Como hemos visto a lo largo de este trabajo, todo planteamiento teórico geográfico tiene, necesariamente, un fundamento filosófico: el aristotelismo de Eratóstenes; el estoicismo de Estrabón; el neoplatonismo de Cosmas; el materialismo mecanicista y racionalismo del Renacimiento e Ilustración; el positivismo de Ritter y Humboldt; el empiriocriticismo de Hettner; o el racionalismo crítico y el estructural-funcionalismo de la segunda mitad del siglo XX.  Una oscilante fundamentación entre el pensamiento materialista filosófico y el pensamiento idealista filosófico, cuyas últimas expresiones de los años ochenta a hoy en día, son, en el pensamiento materialista, la fundamentación teórica marxista o materialista dialéctica, como consolidación del mejor aporte de la modernidad ilustrada: el pensamiento científico; y en el pensamiento idealista, la fundamentación teórica, ya del criticismo de la “filosofía de la superestructura” de la “Escuela de Frankfurt”, o bien el criticismo del “pensamiento complejo”; expresiones últimas dadas en la ideología de la llamada “posmodernidad”, en la que, por su definición en oposición a la modernidad ilustrada, supone “superar” a su vez, el “viejo” pensamiento científico, por el “nuevo” “pensamiento complejo”, y con ello, “superar” a la “limitada” ciencia y su método, con los “nuevos saberes” y su “dialógica” de la ideología “posmoderna”.

 

                                 El quinto momento histórico del desarrollo de la geografía sobre la base de la consistencia lógica dada en los postulados de Eratóstenes, corresponde a este momento que va de 1980 en adelante.  En el inicio de esa década de los ochenta, se formaliza la llamada “posmodernidad”: pero, a su vez, aparece por primera vez la aplicación de los fundamentos materialista dialécticos a la geografía, dados así, como fundamentos filosóficos y ya no de un marxismo de discurso político exclusivamente como fundamento económico-político o político social (con algunas vaguedades del materialismo dialéctico), en nuestra tesis de grado: “Geografía: Fundamentos de su Teoría del Conocimiento” (1979-1983), en donde, precisamente, esa gnoseología de la geografía la expusimos en el materialismo dialéctico, iniciando con ello el proceso nunca antes hecho en geografía desde que con la ciencia de la modernidad ilustrada se hizo condición esencial de toda ciencia: su formalización teórica (o axiomatización).

 

                                 Ahí es que retomamos el objeto de estudio y postulados de Eratóstenes, y luego comenzamos a elaborar su cuerpo de teoría en sus postulados, principios, categorías y leyes, estableciendo con ello los fundamentos de su propio método, el hecho más interesante fue, como con Hettner, el lograr determinar el espacio como objeto de estudio de la geografía, pero donde nosotros no dimos una definición del espacio, por la simple y sencilla razón de que no entendíamos qué era eso, desconocíamos aún sus propiedades esenciales.

 

                                 Sólo teníamos en ese entonces un conjunto muy limitado de propiedades, pero más aún, una enorme dificultad teórica en la que el propio marxismo de la época, apoyado en los avances logrados hasta Einstein, como éste, no reconocía la existencia del vacío, y como con éste, su respuesta al problema de Demócrito de lo último existente entre dos átomos (entre dos discretos), se encerraba en una sutil tautología: un continuo de sustancia y campo dado a lo infinitesimal.  Esto es, el espacio era así, sólo las propiedades espaciales de las cosas (una remembranza de la “forma” empiriocriticista), y luego la cosa misma llevada a lo infinitesimal.

 

                                 Antes que de Eratóstenes y su concepto de espacio como la geometría de un cuerpo, el problema venía realmente planteado de Engels, quien definió universalmente el espacio como una forma de existencia de la materia, a diferencia de las formas de movimiento de la misma (los fenómenos).  Y no como un equívoco de Engels, pues realmente el espacio es una forma universal del ser (o del existir), en tanto todo (la realidad o el mundo material objetivo) existe de manera espacial y no hay forma de que no pueda ser así.  Por lo tanto, el espacio y la materia (la realidad objetiva en su totalidad, en todas sus formas de movimiento), son inseparables.

 

                                 Puede decirse de otra forma: si la materia es la realidad objetiva misma y el espacio es condición necesaria de su existencia, el espacio es parte de esa materialidad, el espacio es parte de esa realidad objetiva y como tal, el espacio es materia (tanto como, hemos dicho, la materia no sólo existe espacialmente, sino es espacio mismo).  La sustancia es aquello de lo que está hecho todo lo existente, y todo está hecho de materia; es decir, todo, de algún modo, es sustancial.  Si, hemos dicho, el espacio es materia, luego, el espacio es, de algún modo, en consecuencia, sustancial, y en ese sentido, el espacio como un “algo” (material, sustancial), resulta ser a su vez, una forma de movimiento de la materia: o para ser más precisos, el espacio resulta ser una parte o un aspecto de la forma física del movimiento de la materia.  Cuando Engels establece que el espacio (y con él el tiempo como una más de sus coordenadas), es forma de existencia de la materia, se refiere a la necesaria espacialidad de todo lo existente, pudiendo ser eso existente no sólo las formas discretas de la sustancia, sino también las formas continuas o los campos (gravitacional, magnético, eléctrico, lumínico, térmico, barométrico, nucleónico, mesónico, y el vacío).

 

                                 En el conjunto de los estados continuos de los campos físicos, existe el estado de campo físico denominado “vacío”, y este existe, necesariamente, de manera espacial, pero más aún, como noción históricamente dada, el vacío es el espacio mismo; es la forma de existir o de ser del espacio como tal.  Pero más aún, en su condición de campo, como afirma Paul Davies, la inestabilidad más infinitesimal de vacío, transforma su carácter continuo en discreto (así como las partículas elementales de lo que se constituye lo discreto, como los protones, neutrones, electrones mesones, etc, constituyen los cuantos a través de lo cual lo discreto se transforma en lo continuo); y, en consecuencia, no sólo se cumple en ello la ley dialéctica de la unidad y transformación de los contrarios, sino en ello, el espacio deja de ser una abstracción en el conjunto de propiedades que en la forma hacen la espacialidad, para, finalmente, poder entender de qué manera el campo continuo espacio es, en términos dialécticos y relativos, “separable”, no de la sustancialidad material, pues los campos a su vez son sustanciales o materiales, sino distinguible de las masas o cosas discretas.

 

                                 Cuando Demócrito planteaba el problema de qué era lo existente entre dos átomos, no era porque desconocía la respuesta, sino porque obligaba al otro a reflexionar y reconocer la existencia real del vacío; es decir, a reconocer el vacío como parte de la materialidad del mundo; y, más aún, apuntando todo ello; como lo estableciera Anaximandro en la discusión de la sustancia elemental, el espacio o ese vacío, como el ápeiron, es ese sustancial elemento esencial de la materialidad del mundo.  De ahí que, de lo dicho por Paul Davies, se deriva esa famosa alegoría de: “Dadme vacío, y os daré el Universo”; considerando ese vacío no sólo tridimensional, sino incluyendo la coordenada tiempo (la cuarta dimensión del espacio).

 

                                 Como se afirma correctamente en la teoría marxista, el espacio es inseparable de la materia, en tanto que es parte objetiva y concreta y no algo subjetivo y abstracto de la realidad objetiva, y por ello materia misma.  Pero el espacio, como hemos visto hasta aquí, es más que el simple “orden de coexistencias” de las cosas, como hasta la década de los ochenta así se afirmaba en los fundamentos del materialismo dialéctico en relación a la teoría del espacio.

 

                                 Hacia fines de los años noventa, la ciencia física reconoció lo que ya estaba demostrado por Otto von Guerike desde 1650: la existencia del vacío.  Entonces el continuum einsteniano comenzó a ser superado, y con ello, esa parte del materialismo dialéctico en cuanto al concepto de espacio que se apegaba a la noción de éste.  Precisamente desde principios de los años ochenta comenzó a descubrirse el conjunto de partículas de la familia de los bosones, entre ellos el ya conocido fotón, única partícula de ellos sin masa, o como dicen los físicos, con “masa en reposo nula”; y en esa búsqueda, estaba el encontrar la ya sospechada “partícula original”[a]: luego llamada como el “Bosón de Higgs”.

 

                                 Hacia 1996 comenzó a construirse en la Unión Europea el “Gran Colisionador de Hadrones (protones)” de 27 km de circunferencia, el que, luego de las pruebas correspondientes y la reparación de una falla, para el 2009 comenzó a arrojar resultados, y el 4 de julio de 2012[b], la hasta entonces hipotética partícula, fue detectada[c], estableciéndose con ello no sólo la existencia definitiva del vacío (del espacio como ese “algo”), sino de su transformación como un continuo en estados discretos[d].

 

 


[a]   En cierto modo, también conocida por ello como la “partícula de Dios”, es decir, la partícula original de la “creación” en esa alegoría teológica.

[b]   Por lo visto, año “mágico”; no sólo nos encontramos en ese año y por esas fechas con el documento de Katterfeld, sino se descubrió esta partícula que constituye la transformación del vacío en los llamados bosones; la evidencia física de las transformaciones de lo continuo en lo discreto, y por lo tanto, de la “dialéctica de la materialidad continuo-discreta”, tal como así nosotros definimos el espacio; y, en consecuencia, nuestra teoría de la “simetría dimensional”, indirectamente, quedaba objetivamente demostrada.

[c]   Agregamos estos últimos párrafos, justo el día en que transcribimos el artículo y como consecuencia, para más “magia”, de haber recibido en nuestras noticias por teléfono, un VLog del físico Javier Santaolalla, en el que se refiere al V Aniversario (2017) del descubrimiento del “Bosón de Higgs”, y explica la importancia del hecho.

[d]   En otro artículo aparte de esta serie, ya comentaremos en detalle este aspecto.