5. Consistencia Lógica del Desarrollo de la Geografía Sobre la Base de los Postulados de Eratóstenes: Las teorías de la “asimetría causal de rotación”y “simetría dimensional”. a) Antecedentes
5. Consistencia Lógica del Desarrollo de la Geografía
Sobre la Base de los Postulados de Eratóstenes:
Las teorías de la “asimetría causal de rotación”
y “simetría dimensional”. a) Antecedentes.
Luis Ignacio Hernández Iriberri.
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5. Las teorías de la “asimetría causal de rotación”
y “simetría dimensional”.
a) Antecedentes.
Los años setenta del siglo XX, particularmente su segundo lustro, precisamente cuando nosotros ingresábamos a los estudios profesionales de geografía, fueron de la convergencia de una multitud de factores de los que, por supuesto, éramos inconscientes, que crearon el escenario de uno de los momentos más determinantes en el pensamiento geográfico; hemos dicho: la “crisis de fundamento” de la ignoratio elenchi estraboniana limitada, diría René Clozier, a las formas parasitarias del empirismo descriptivista enumerativo enciclopédico, e incluso aún, resultando más absurdo en la descripción explicativa (causal), de un “geógrafo” habilitado en cualquier cosa de la innúmera diversidad de especialidades, que reconocidas no propiamente como geografía, sino como la labor de una geociencia dada (geobiología, geoeconomía, geohistoria, geosociología, etc), siendo otra ciencia distinta a la geografía como tal, ponía en evidencia justamente, la teoría propiamente geográfica en el error lógico de la suplantación de tesis (ignoratio elenchi), iniciada con Estrabón (la suplantación de la tesis del lugar como el espacio, de Eratóstenes; por la tesis del lugar como el “hábitat humano”, de Estrabón); convergiendo con ello el aporte teórico de la “morfología del paisaje, que no obstante un fundamento en el empriocriticismo desde una posición idealista subjetiva, permitió visualizar la razón objetiva de la posible separación del espacio (en dicho planeamiento: la forma o geometría en el hecho dado al conocimiento directo en la experiencia), de los fenómenos (el contenido dado en el conjunto de cualidades de los fenómenos, siendo este según dicho fundamento, de carácter subjetivo y secundario).
Otro factor en el nuevo escenario fue la profusa difusión del marxismo, semiclandestino hasta los años sesenta; y luego la superación de la limitada aplicación del marxismo reducido a la crítica y a la acción política en los fundamentos de la economía política y la teoría del socialismo, para empezarse a ver, como acertadamente lo plantearon Marx, Engels y Lenin, que su esencia estaba en la aplicación de su filosofía, el materialismo dialéctico como método; y finalmente, dicha aplicación concreta del materialismo dialéctico en geografía, como necesidad esencial, a la revisión de su historia y su teoría, hecho último que nos tocó realizar cuando la reacción burguesa satanizaba al “comunismo” marxista, y la pequeñaburguesía intelectual que se asumía como “marxista”, lo hacía en esa reducción al discurso político social.
Hicimos tal cosa en un acto demostrativo dado en nuestra tesis de licenciatura: “Geografía: Fundamentos de su Teoría del Conocimiento” (1979-1983), pero finalmente en un largo proceso que nos ha llevado toda nuestra vida profesional. Dicho en síntesis, en nuestra tesis de licenciatura, queriendo ordenar y fundamentar como un sistema científico la dislocada geografía que aprendimos (fenomenista), nos dimos cuenta de su no-sustentabilidad como ciencia, y acabamos rescatando la teoría de la geografía de Eratóstenes (espacista). Aceptamos en ello la limitación del concepto de espacio de Eratóstenes en la noción aristotélica de ser “la superficie de los cuerpos”, entendiéndolo ya, como Anaximandro y Demócrito, como el carácter continuo del vacío tridimensional. En ese entonces, principios de los años ochenta, independientemente de Hettner cuyos trabajos e incluso la existencia de su persona desconocíamos*, determinamos el objeto de estudio de la geografía como el espacio; si bien a diferencia de Hettner que lo hacía en la morfología, nosotros lo hicimos en esa consideración del continuo vacío tridimensional.
Poco más de una década después, ya definíamos el espacio como la “dialéctica de la materialidad continuo-discreta”; y de ahí en adelante el problema que se nos planteó fue el cómo abordar el estudio de ese espacio definido así, lo que se cristalizó hacia el año 2009, en nuestra teoría de la “simetría dimensional”.
Pero en la última parte, al pasar en nuestra especialización en los estudios de geografía teórica de la investigación básica (los fundamentos filosóficos), a la investigación de punta (los límites hacia adelante en la teoría del espacio), ocurrió uno de esos hechos sorprendentes en la historia de la ciencia: obtuvimos el extraoridinariamente valioso trabajo de Genady Nikolaievich Katterfeld (1939-2006), “La Faz de la Tierra y su Origen”, 1962, en el cual expone su teoría la de la “asimetría causal de rotación”, de la cual, por el puro título y una vaga idea de la “diferencia en peso” del espacio, teníamos noticia a través de algún libro de divulgación de la ciencia leído a principios de los años setenta, que daba cuenta de esa osada idea propuesta por Nikolai Alexandrovich Kosyrev, sin más información.
Ingresamos a los estudios profesionales en geografía en 1975; poco después adquirimos la obra: “Estructura y Dinámica de la Esfera Geográfica”, 1976, de A. M. Riáchikov, entre cuyas páginas insertaba dos mapamundis de G.N. Katterfeld (casi como “adorno”, pues su explicación es muy difusa y en función de las leyes de “la zonalidad planetaria”, y de la “la distribución sectorial de los fenómenos”), pero dando a conocer el nombre de ese autor, discípulo de Kosyrev, ligado a la teoría de la “asimetría causal de rotación”, del que no encontramos nada más, sino treinta años después, en el 2012, gracias a Internet, y precisamente la desclasificación de su obra, que la “Agencia Nacional de Aeronáutica y del Espacio” (NASA), había tenido guardada secretamente en sus archivos desde 1969. Al igual que en secreto se mantuvo en los archivos de la Rusia soviética desde entonces**.
Esos mapamundis de Katterfeld que conocimos en 1976, uno ecuatorial y otro polar, no podían comprenderse por sí mismos más allá de entender que había un alineamiento orográfico planetario, ya en ciertas líneas meridianas, ya en ciertas líneas paralelas, o bien en líneas que corresponden a secantes de la esfera terrestre perpendiculares al ecuador tanto en el Océano Pacífico, como en el Océano Atlántico teniendo como centro a África, o como casquetes polares; es decir, entendiéndose, en la interpretación geográfica fenomenista de Riabchikov, que los fenómenos orográficos determinaban el trazo de esas líneas. Su verdadera importancia la descubrimos hasta 2012 cuando obtuvimos el trabajo de Katterfeld.
Y cuando ya Katterfel en 1962 publicaba su trabajo “La Faz de la Tierra y su Origen”, a nosotros, a los trece años de edad, se nos hacia uno de los mejores obsequios recibidos: el “Atlas de Nuestro Tiempo”, recientemente editado por Selecciones del Reader’s Digest, en 1964. Y allí surgía en nosotros, la misma reflexión geográfica que motivaba el trabajo de Katterfeld; reflexiones ambas, que convergieron cuarenta y ocho años después, en 2012, en dos planteamientos teóricos semejantes y dialécticamente complementarios.
La historia de esa reflexión geográfica es sencilla. Al abrir el “Atlas de Nuestro Tiempo” bajo la dirección de los geógrafos Debenham y Francisco Vázquez Maure, justo en las láminas de las páginas 114-115, se despliega entre ambas el Mapamundi del Hemisferio Acuático, el Océano Pacífico, donde la línea meridiana central que divide simétricamente dicho océano, es el meridiano de 160° de longitud Oeste. En su parte contrapuesta se tendrá, correspondientemente, el meridiano de 20° de longitud Este, que divide por su mitad la extensión norte de África entre Senegal y Somalia, haciendo la simetría de ésta, por lo menos hacia su parte norte.
El Océano Pacífico está dividido simétricamente por la mitad en dirección Norte-Sur, por definición, por el ecuador; pero en dirección Este-Oeste no lo está por el Antemeridiano de 180°, sino por el de 160° (lo que llamaba a nuestra infantil atención). Luego, el plano meridiano definido por los 20° longitud Este-160° longitud Oeste, se corta perpendicularmente por el plano meridiano definido por los 70° longitud Oeste-110° longitud Este, haciendo la asimetría entre un hemisferio oceánico (el Océano Pacífico), y un hemisferio en general, continental, tal como el Atlas lo muestra en sus láminas de las páginas 158-159.
Así, la pregunta geográfica primera de toda pregunta geográfica posibles, la más natural e ingenua dada a esa observación general, era: ¿Por qué esa asimetría? Luego, basta ver un planisferio o un Globo Terráqueo, y saltará a la vista lo que hubiese fascinado a Eratóstenes, que en su tiempo sólo pudo haber reconocido dos de las cinco grandes esfrágidas semejantes a las de la India: por qué América del Sur termina en un triángulo invertido; por qué África, en general, también lo hace así; por qué la Península Arábiga con vértice en Adén tiende a su vez a hacerlo así; por qué así es la India; y por qué la Península de Indochina, en una forma irregular, tiende a esa una forma saliente hacia el sur. Más aún, por qué en el Hemisferio Continental, las masas terrestres continentales se concentran hacia el norte, dejando un hemisferio sur, a su vez, oceánico. Y siendo ya más incisivos, por qué a la cuenca oceánica del Ártico, se le contrapone asimétricamente la masa continental de la Antártida.
En 1964, a nuestros trece años de edad, no nos podíamos responder nada de ello (e incluso no había quién lo hiciera en el mundo, y más aún, a la fecha no hay un solo geógrafo que pueda dar respuesta a ello; y, todavía más, la ignoratio elenchi estraboniana, ha producido “geógrafos” que ni siquiera reconocen ese problema como suyo; pero que la geografía eratosténica no podía tampoco resolver, a falta de una teoría del espacio). Y quedó ahí, como una serie de “curiosidades” cuya casualidad se hacía muy desconcertante, pero que, sin saberlo ni poderlo saber, su causalidad estaba empezando a ser respondida al otro lado del mundo por el geógrafo Genadi Nicolaievich Katterfeld, y cuya respuesta conoceríamos, finalmente, cuarenta y ocho años después en 2012, justo cuando nosotros, independientemente, ideando la teoría de la “simetría dimensional”, nos empezábamos a aproximar a ello; y, sin duda, dada la objetividad de la ciencia, en cuestión de tiempo, hubiéramos llegado a la misma respuesta de Katterfeld. El habernos encontrado con su trabajo, no sólo nos ahorró ese esfuerzo de reflexión y tiempo, sino, principalmente, corroboró la objetividad de la teoría del espacio geográfico en que por tantos años nosotros habíamos estado en proceso de demostración como objeto de estudio de la geografía.
* La falta de cientificidad de esa intelectualidad de la “geografía” fenomenista estraboniana ha sido tal, que aún a un Hettner empiriocriticista se le aplicó la “muerte geográfica” (se le declaró como “no-existente” y sus trabajos, aún a la fecha, no han sido traducidos, y son escasamente citados), por el sólo hecho de haber encontrado éste el fundamento de la geografía como ciencia del estudio del espacio independientemente de los fenómenos.
** Este sorprendente pasaje para la historia de la ciencia se pone al filo de la ciencia-ficción, de narrar las circunstancias complejas y peliculezcas en que nos enteramos de la condición secreta del documento de Katterfeld en Rusia, que hemos preferido omitir, y sólo dejamos narrado en un documento para el futuro titulado “El Algoritmo”.